Una nota aparecida este viernes 22 en el New York Times nos pone como uno de los 10 países capaces de fabricar vacunas a mARN, contra el covid y otras enfermedades respiratorias, por capacidad biotecnológica industrial, que aquí le atribuye (erróneamente) solo a la firma Sinergium Biotech.
No están muy bien informados. Para ellos estamos en el tercio final de su lista de más capaces, bien debajo de la India, Sudáfrica y Brasil. Nuestro lugar a la cola del furgón el NYT lo atribuye a la situación «políticamente frágil» de la Argentina.
El artículo es casi militante: dice (y es verdad) que sólo el 4% de la población de los países de bajos ingresos está vacunada con una dosis, y que el Covid seguirá pandémico en todo el planeta y generando nuevas variantes más contagiosas y/o letales mientras esta situación continúe.
Con el tono mesurado del NYT, denuncia también que Pfizer-BioNtech y Moderna están al tope de su capacidad productiva en países ricos, pero que niegan tajantemente la posibilidad científica, biotecnológica e industrial de otros países pobres a sumarse a la lista de fabricantes de sus fórmulas, aún después de transferencias pagas de tecnología.
El NYT añade (asunto interesante) que la fabricación de vacunas a mARN en realidad es mucho menos compleja que la de las vacunas a vectores virales, como las Johnson & Johnson y AstraZeneca (y logran no hablar de la Sputnik V, de mejores estadísticas que esas dos, y de mayor difusión mundial).
Tanto más sencilla es la fabricación de vacunas a mARN que se puede hacer en plantas farmoquímicas, en lugar de biotecnológicas, al punto que el elenco de RRHH e instalaciones para la fabricación masiva de Moderna en EEUU lo puso la industria alimenticia. El NYT añade que el tiempo promedio entre que un fabricante de los 10 señalados por el artículo recibe «la receta» de Pfizer o de Moderna y tener una fábrica produciendo centenares de millones de dosis/año está entre los 12 y los 18 meses, y que las instalaciones industriales resultantes pueden servir, pasada la pandemia, para fabricar otras vacunas antivirales, antibacterianas y antiparasitarias.
El NYT asevera que ante la negativa de Pfizer BioNtech y de Moderna a transferir su tecnología por pago, la OMS está tratando activamente de que al menos un par de fabricantes, uno en la India y otro en África, logren copiar ambas fórmulas por ingeniería inversa, pero con colaboración técnica y respaldo legal y político de las Naciones Unidas.
Añade que la situación actual imita la que existió con el virus HIV en los años ’90, cuando ya se habían desarrollado cócteles antivirales de enorme eficacia que, por su precio sideral, no llegaban de ningún modo a los países pobres, especialmente de Asia Central, África y América Latina, donde el SIDA se había vuelto inexpugnable, y estaba a la cabeza de las causas de muerte. Y que como los fabricantes «Big Pharma» de los cócteles anti-HIV se aferraban a sus privilegios de patentamiento, el único modo de resolver el problema fue cuando, amparados por sus gobiernos, las firmas fabricantes de genéricos como las de la India, Sudáfrica y Brasil rompieron el desabastecimiento doméstico y mundial fabricando sus propios antirretrovirales por ingeniería inversa.
Fue la ruptura del sistema de patentamiento lo que terminó con el Sida pandémico y lo volvió una endemia que no se puede erradicar pero sí acorralar geográfica y socialmente, y que en lugar de matarte se maneja como una enfermedad crónica, no fatal y además de difícil contagio.
Ahora el NYT llama a repetir esa ruptura con ayuda técnica y legal de la OMS. Las leyes de patentamiento en EEUU son mucho más sagradas que el derecho a la salud. Y el Times, un diario neoyorquino demócrata y «progre», llama a romperlas en colaboración con una agencia multilateral. Y sucede que cuando la limosna es tan grande, hasta el santo desconfía.
Lo que no se le ocurre al NYT es que los 10 países emergentes citados, y en realidad algunos más, pueden desarrollar sus propias vacunas. Y lo pueden hacer sin transferencias voluntarias de Pfizer BioNtech o Moderna, ni necesidad de piratearles la tecnología mARN bajo paraguas legal de la OMS. Y es que pueden fabricar vacunas aún más baratas, sencillas, seguras y potencialmente igual de eficaces con antígenos virales producidos por ingeniería genética. Es una técnica de producción de fármacos biológicos de los ’80. Aquí la vienen empleando varias firmas nacionales.
Las vacunas a antígenos virales han sido de enorme impacto sobre la salud pública mundial. Entre ellas están las antihepatitis B o la triple viral infantil contra el sarampión, la rubéola y las paperas. Han salvado decenas de millones de vidas.
El artículo del NYT aparece justamente cuando el gobierno de los EEUU le ofrece a la Argentina un crédito de U$ 500 millones para que compremos la vacuna de Pfizer BioNtech. Esto sucede en un momento en que esta fórmula ya no logra el éxito o los precios altos que tuvo en 2020 por saturación del mercado en los países ricos. Pero además esos mercados ya tienen la evidencia de que la protección que brinda la doble dosis de la Pfizer empieza a decaer a los 6 meses del último pinchazo.
Como esta firma no piensa invertir en capacidad extra de fabricación en los EEUU pero todavía puede vender su vacuna en el Tercer Mundo durante años, ofrece ir trasladando capacidad fabril hacia Argentina con la última parte del crédito. La idea sería enviar a nuestro país su vacuna a granel, y dejar en manos de Sinergium Biotech los procesos de terminación y fraccionamiento, es decir el «filtering-filling».
En septiembre de este año ya teníamos gastados casi U$ 1.700 millones en importación de diversas vacunas, y una muy mala casuística de muertos por millón de habitantes, comparados con el resto del Cono Sur salvo Brasil, por los incumplimientos y atrasos de entregas, fundamentalmente los de AstraZeneca, paradójicamente fabricada aquí bajo licencia en mAbxience, firma del grupo Insud, como Sinergium Biotech. Esto hizo que la campaña de vacunación masiva empezara realmente en 2021 y no medio año antes. Y la situación costó miles de vidas. En realidad, decenas de miles.
El Ministerio de Salud pasó a plan B con urgencia, y los caballitos de batalla de la inoculación masiva fueron la Sputnik-V rusa y la Sinopharm china. La vacunación en nuestro país ahora avanza a saltos debido a los stocks de vacunas compradas y arribadas, y empieza a focalizarse en el segmento infantil-juvenil, el reservorio más activo de transmisión y circulación del virus SARS CoV2, especialmente en su variante Delta. Mientras tanto, el Ministerio de Salud empieza a tratar de cerrar la doble vacunación de habitantes con una dosis, a administrar terceras dosis a grupos de riesgo (por ejemplo, la población anciana).
En AgendAR creemos que 2022 lo tenemos que atravesar con vacunas sencillas, baratas, efectivas y propias, y sin endeudarnos más. Estamos hablando de las desarrolladas por algunas de nuestras universidades nacionales, como la de La Plata o la del Litoral.
Y a la cabeza de todas, por su mayor grado de avance preclínico y por su sencillez de licenciamiento, de fabricación y de distribución (no necesita una cadena de frío exigente), hablamos de la de la Universidad Nacional de San Martín, la fórmula llamada ArVAC «Cecilia Grierson», que ya tiene fabricante apalabrado (laboratorios Pablo Cassará) en espera desde hace meses de que el Ministerio de Salud autorice sus estudios de fase con humanos, y su licenciamiento. No parece apurado.
El elenco completo del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la UNSAM
Pfizer BioNtech empezó pidiéndonos más de U$ 20 la dosis a comienzos de 2020, desencadenó una furibunda campaña de medios contra el gobierno cuando éste no aceptó cambiar la constitución para blindarse contra juicios de mala praxis si la vacuna tenía efectos colaterales serios. El lado bueno es que nunca nos pidieron que cambiemos el Himno.
Pero al mismo tiempo que nos extorsionaba, la firma dejó en la estacada, por incumplimientos de entregas, a todos sus compradores sudamericanos. Estos tuvieron que pasar a plan B urgente con la fórmula bastante inefectiva (51%) pero muy abundante en el mercado mundial llamada SinoVac.
Últimamente los de Pfizer nos están vendiendo a U$ 12 la dosis, y hasta cumplen con las entregas.
Pero «la Cecilia», la vacuna de la UNSAM, costaría U$ 8 la dosis, no nos endeudaría con el exterior en U$ 500 millones, se licenciaría con estudios de fase cuyo costo total sería de U$ 24 millones, y además de prolongar la inmunidad del país ante el Covid, generaría trabajo, exportaciones y divisas.
No sabemos si «la Cecilia» ofrece una inmunidad más prolongada que la de Pfizer. No lo sabremos hasta que esté desplegada sobre millones de habitantes, como dosis de refuerzo, o inicial pediátrica. Sí sabemos que la Pfizer requiere rápidamente de 3ra dosis… y de las que sigan.
Creo que son varios argumentos como para eludir cualquier esquema de los pergeñados por Pfizer BioNtech o Moderna, que cerrarán este año con U$ 53.000 millones de ganancias.
Aldo Ferrer, el cortés e irónico economista fallecido en 2016, en 1971 impuso en Argentina (brevemente) la ley de «Compre Nacional». Solía decir que la había redactado para nacionalizar las empresas públicas (bueno, desde los ’90 ya no lo son).
Sombra terrible de Ferrer, ¿qué deberíamos hacer con el Ministerio de Salud Pública?
Daniel E. Arias