La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) convocó a empresas del sector, junto a la cámara que las agrupa. Ya hay 40 en lista. Es una iniciativa concreta, por su impacto en el sector productivo.
La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y la Asociación de Industriales Metalúrgicos (ADIMRA) convocaron a empresarios del sector en busca de nuevos proveedores para avanzar con la construcción del prototipo de 32 MWe del primer reactor nuclear de potencia de diseño totalmente argentino.
Para eso, el Gerente General de la CNEA, Alberto Baruj, y la Gerenta de Área CAREM de la CNEA, Sol Pedre, fueron recibidos en la sede de la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina por el presidente de la entidad, Orlando Castellani, el presidente de la Comisión de Energía de esa cámara empresaria, Luis Manini, junto a otros directivos de la entidad, y el Director del Centro de Servicios de Tecnología Nuclear de ADIMRA-UNAHUR, Ricardo De Dicco.
El encuentro tuvo por objetivo conocer las capacidades de las empresas que forman parte de esa asociación para la fabricación y el suministro de equipos mecánicos que serán requeridos por el Proyecto CAREM-25 de la CNEA.
Luego de la introducción y la bienvenida a cargo del presidente de ADIMRA, Alberto Baruj puso en contexto la iniciativa de contactar a empresas nacionales para que «el CAREM sea un reactor cien por ciento nacional más allá del diseño, incluyendo la mayor cantidad posible de componentes de empresas argentinas».
Se destacó la importancia que tienen estos proyectos de base científico-tecnológica para empresas que potencialmente pueden aportar su conocimiento en áreas afines. Esas empresas no son, muchas veces, especializadas en el sector nuclear, pero si trabajan con componentes que ese sector requiere.
En la actualidad, el CAREM de 32 Mw es uno de los tres reactores del segmento de Pequeños Reactores Modulares (SMR, por su sigla en inglés) que se construyen en el mundo, sobre un total de 70 diseños presentados.
«Lo nuestro no es una carrera para ver cuál termina primero sino un aprendizaje para desarrollar capacidades nacionales que luego permitan abastecer las necesidades del país y exportar la tecnología, generando una oportunidad para aumentar el trabajo argentino».
Dirigiéndose a los representantes de las industrias metalúrgicas, el Gerente General de CNEA aseguró que «el CAREM es el mayor proyecto tecnológico del país y las empresas argentinas están invitadas a formar parte».
Luego, la Gerenta de Área CAREM presentó las características generales del prototipo y del proyecto en sí. Luego de relatar las experiencias acumuladas desde el comienzo de la construcción, estimó el avance de la obra civil cercano al 70%. Focalizó su presentación en los aspectos técnicos y presupuestarios del proyecto y, anticipó que se trabaja en que la calificación de las empresas sea compartida con Nucleoeléctrica Argentina (NA-SA), a fin de simplificar el proceso.
Por último, se distribuyó un listado de 218 equipos mecánicos y electromecánicos con los requerimientos específicos para el Proyecto CAREM, que también había sido distribuido con anterioridad a las empresas.
De parte de ADIMRA, Luis Manini manifestó la satisfacción de los socios de la entidad por este trabajo en conjunto que se inicia con la CNEA, haciendo hincapié en que «todas las empresas que se vincularon con el sector nuclear han mejorado en todos los ámbitos donde actúan».
El Coordinador de la Red de Centros Tecnológicos ADIMRA anticipó que ya recibieron propuestas de 40 empresas que respondieron a un sondeo de capacidades productivas que se realizó con anterioridad a la reunión y tienen previsto seguir buscando más potenciales proveedores. «Para nosotros es una instancia desafiante y esperamos estar a la altura».
La opinión de AgendAR
Lo interesante de la noticia no es sólo que la CNEA está buscando enrolar efectivamente a la patronal metalurgica ADIMRA en el CAREM, su proyecto «de bandera» desde 2006, sino que además involucró a NA-SA en el proceso de calificación de los fabricantes de partes y suministros.
Esto refuerza la posición de NA-SA como decisor clave del Programa Nuclear. Pero en revancha, también la tensiona entre 3 proyectos distintos, cada uno de los cuales tiene su propia tracción.
Por una parte, NA-SA tiene que terminar las negociaciones con CNNC para la construcción de la central Hualong-1, que no son fáciles. Previsiblemente, en cuanto la empresa china se sintió algo más segura de que la máquina por fin se va a hacer (en lugar de ser «problema del próximo presidente», como sucedió entre 2016 y 2019), empezó a endurecer las condiciones, que hasta 2015 se parecían bastante a una idílica asociación estratégica entre iguales. Pero ahora, la CNNC
* quiere menos participación de empresas nucleares argentinas en los suministros,
* cobrar U$ 200 M por la transferencia de tecnología para la fabricación nacional de los elementos combustibles,
* asegurar que los primeros núcleos de la central sean enteramente «made in China»
Los chinos ya no son más amigables: aprietan con que ellos están poniendo el 75% de la financiación, y por ende, tienen derecho a exigir todo lo que se les dé la gana.
NA-SA, representando al país, tiene argumentos igualmente fuertes:
* somos constructores y exportadores nucleares desde mucho antes que los chinos,
* no tenemos ninguna central nuclear donde la industria argentina no haya puesto componentes metalúrgicos y electromecánicos por menos del 31% del valor final, cifra que fue en ascenso desde los ’60,
* y jamás hemos pagado una transferencia de know-how por el combustible: SIEMENS la cedió a cambio de que le compráramos sus centrales Atucha I y II, y AECL de Canadá se avino a suministrar los códigos de cálculo para los combustibles cuando, hartos de engañapichangas, los «combustibleros» de la CNEA fabricaron los elementos CANDU por ingeniería inversa, y a cantarle a Gardel.
Personalmente, creo que CNNC se está equivocando de cliente, ante todo porque no somos un cliente. Somos Argentina: hacemos goles en tiempo de descuento, y construíamos centrales nucleares muy buenas cuando lo único atómico y con proyección mundial que hacía China eran bombas.
Y como el país de Sudamérica con mayor prestigio nuclear, somos la puerta de entrada a la región, no la única pero sí la más grande. Si los chinos nos siguen ninguneando y regresa a la Rosada un presidente muy antinuclear o muy pro-estadounidense, no es imposible que los chinos se queden de nuevo sin el pan y sin la torta.
Más allá de este entuerto a enderezar con los chinos, NA-SA ya fue mandatada por la CNEA para terminar la obra civil del CAREM. Ésta se fue deteniendo a partir de 2015 porque el presupuesto de la CNEA empezó a bajar a un 52% del que se tenía en 2014. NA-SA sustituye así a Techint, que a su vez en 2018 sustituyó -por orden del Ministro de Energía, ing. Juan Carlos Aranguren- a la propia CNEA en la dirección de obra. No para bien: Techint despidió al personal y abandonó la obra civil varias veces, aduciendo -no sin razón- falta de pago.
En AgendAR aprovechamos para contestar el editorial de Clarín del 30/12, en el cual el ex subsecretario de Energía Nuclear entre 2015 y 2019, el politólogo y sociólogo Julián Gadano, asegura haber puesto U$ 400 M en el avance de la obra civil, que llegó al 60%.
Al respecto, dos observaciones: un poco caro el hormigón, quizás. Y sí, el CAREM llegó al 60% en 2018… y ahí quedó. Como el RA-10. Y como toda obra nuclear durante aquella administración.
Blanco sobre negro, lo más interesante de la reunión de la CNEA con los industriales metalúrgicos argentinos es que por fin se empieza a hablar de fierros para el CAREM, y de quién hace qué. Y CNEA habilita a NA-SA a participar en la calificación de los oferentes nacionales, como constructor nuclear fogueado en dos grandes obras.
Lo cual es llamar pan al pan: Atucha II no se terminó sola, ni tampoco se retubó sola Embalse. Todo eso lo hizo la Unidad de Gestión de NA-SA, un grupo de unos 200 ingenieros nucleares que, para para que se supiera quién manda, fueron cesanteados por el macrismo en 2018. Obviamente, la nueva dirección de NA-SA que asumió este invierno está re-contratando a todos los que puede. No es tan fácil. Preguntan: «¿Y si vuelve Gadano?».
Fuera de lidiar con chinos súbitamente prepotentes y tener que «re-startear» el proyecto CAREM, la dirección actual de NA-SA tiene su propio proyecto de central nuclear CANDÚ, una máquina de 700 MW parecida a la que terminó de retubar en Córdoba en 2018. Viene siendo por lejos la mejor de nuestro escueto parque nuclear, y la instalación de mayor disponibilidad promedio de todo el parque eléctrico del país.
Como no se puede poner otro plato más en una mesa tan chica, NA-SA inventó también una estrategia «low cost» para la construcción de este fierro: ir diseñando y licenciando los componentes ahora, sin mayores gastos. Luego, cuando se pueda, empezar a fabricarlos y acopiarlos, incluidos los combustibles. Luego, en un único impulso que se dará cuando esté asegurada la plata para ello, hacer el montaje, llegar a final de obra y ponerla crítica. Es poco ortodoxo, pero hace 71 años que a nuestro Programa Nuclear, con tantos enemigos externos e internos, la ortodoxia lo evade.
La central tiene nombre muy Nac & Pop, puesto por el ing. José Luis Antúnez, el hombre que terminó Atucha II: se llama «Proyecto Nacional». Antúnez es, por persistencia, el tipo más paciente y cortés del mundo. Pero logró convencer al país de completar una obra que se consideraba irrecuperable. No es bueno tratar de toparlo.
Si la CNNC quiere financiar esta última central, como estaba previsto en 2014, bienvenida, todo irá más rápido y la CNNC se quedaría con los componentes que por ahora no se pueden fabricar aquí, como las bombas del circuito primario, o la calandria. Pero la tecnología y los combustibles CANDÚ son cosas que dominamos de taquito, ahí no hay nada a discutir con la CNNC.
Si esta empresa estatal china no se sube a este baile, probablemente la nueva CANDÚ argentina se termine haciendo igual. Y tal vez terminen siendo varias. Porque hay nuevos jugadores con plata.
Es que estas máquinas medianas y sesentosas no están perimidas, como dice el sociólogo y politólogo Gadano en el editorial citado de Clarín. Un acuerdo tripartito entre EEUU, Canadá y Rumania acaba de garantizar la financiación del licenciamento de 2 máquinas CANDÚ 6 en Cernavoda, las unidades 3 y 4 del complejo.
Los mismos tres socios empezarán dentro de poco el retubamiento de Cernavoda 1, que ya se acerca a los 30 años de servicio. Esta extensión de vida le dará 30 años adicionales, como se hizo aquí en Embalse. Con sus 4 unidades en línea, Cernavoda haría que Rumania pase de un 36% de electricidad nuclear a un 66%, y eso evitaría la emisión de 20 millones de toneladas/año de dióxido de carbono.
EEUU fue siempre un enemigo jurado de la tecnología CANDÚ, que tantos mercados de exportación les sacó a Westinghouse y a General Electric. Que hoy el Eximbank esté financiando a Candú Energy, empresa canadiense, para el «levántate y anda» de un complejo rumano a medio construir desde 1991 y enteramente hecho de este tipo de reactores… no es tan sorpresivo. Spoiler alert: la noble iniciativa no forma parte de la lucha yanqui contra el cambio climático. Pero hay que dar explicaciones: que EEUU financie esta tecnología que se dedicó a exterminar equivale a que un negro presida no los EEUU, sino el Klu Klux Klan.
Por empezar, EEUU necesita revitalizar sus empresas nucleares, que desde los ’80 no hacen nada de provecho sin fundirse, ser compradas y volverse a fundir. Por proseguir, el DOE (Department of Energy) reveló hace un par de años que tienen un nuevo combustible para CANDÚs, un corte de uranio natural con torio llamado ANEEL capaz de levantar el quemado desde 7500 MW/día/tonelada de combustible a 60.000 MW/día/tonelada, lo que permitiría multiplicar 8 veces la duración promedio del combustible. Con tanta CANDÚ como vendió Canadá por el mundo (31), y sin contar con las centrales que les copió la India a Canadá por izquierda (17), hay mercado.
Y por último, si la financiación para completar y remozar Cernavoda no la ponen los EEUU, lo hará China: después de todo, era el plan original de Rumania. China también tiene experiencia con estas máquinas: compró 2 a Canadá y tiene otras 2 más con el licenciamiento aprobado.
Por último, siempre en su propio mundo desde 1974, India prosigue, imperturbable, su plan de aparatos conceptualmente mellizos de las CANDÚ: acaba de finalizar uno en Krakapar, la unidad 3, y construye la 4 en el mismo complejo, así como las unidades 7 y 8 del complejo de Rajastán. Hay 6 más planificadas de éste tipo, todas de 700 MW, que por ahora parece la máxima potencia posible en plantas de uranio natural. La India tiene ya una flota activa de 17 de estas máquinas repartidas sobre toda una gama de modelos y potencias, y va por más. ¿Y por qué no? Las conoce bien, son muy seguras y menos complejas que las centrales a uranio enriquecido, y se pagan en rupias, no en dólares. Son más o menos las mismas causas por las que tendríamos que construirlas nosotros.
Como observó críticamente Héctor «Cacho» Otheguy en su última entrevista con AgendAR, a comienzos de 2020, la Argentina jamás podría exportar una tecnología que sigue patentada por Canadá. Es la máxima debilidad de la idea CANDÚ. Aprovecho para declarar una vez más que la ausencia de Cacho sigue doliendo, y va a seguir siempre.
Aceptado, Cacho, te contesto allí adonde estés, pero si el mercado para componentes de máquinas CANDÚ está resucitando, ¿no tenemos chances de exportar combustibles y componentes? La India ya le hizo algunas compras a CONUAR. ¿Y qué hay de exportar horas/hombre de ingeniería CANDÚ, como uno de los pocos países expertos en esta materia?
Es menos glorioso que vender toda una central, pero ¿no es un modo sensato de pasar años de vacas flacas ganando algo de plata y algo de fama, y sin tener que echar a la calle personal muy calificado? Son ideas que me quedaron por preguntarte, Cacho.
No va a faltar construcción de nuevas unidades CANDÚ o similares en el mundo. Los SMR, los reactores medianos y modulares, son el futuro, sin duda. Pero no van a sustituir a este tipo de centrales medianas, como afirma Gadano. Canadá, por ejemplos, tiene 2 proyectos de SMR de tubos de presión y agua pesada, una de 300 MW y otra de 60 MW. Son SMR y CANDÚ, las dos cosas. Tomá mate.
¿Y qué necesitamos más, un reactor SMR exportable como el CAREM o uno más mercado interno como el «Proyecto Nacional»? Para las necesidades de la Argentina, es como preguntar con qué mano se aplaude mejor, si con la izquierda o con la derecha. Lo que no parece sensato es aplaudir con una sola.
Con nueva construcción CANDÚ en curso y financistas inesperados, lo que va a faltar en el mundo es agua pesada, insumo carísimo y sin el cual el uranio natural es totalmente ínútil como combustible. Por suerte tenemos la mayor unidad de fabricación del mundo, la PIAP de Arroyito, Neuquén, capaz de producir hasta 180 toneladas/año. Pucha, el precio mundial lo estábamos fijando nosotros.
Pero en 2018 se desactivó la PIAP, se echó a casi todo su personal y desde entonces, la unidad está decayendo a estado de chatarra. En lugar de exportar agua pesada, ahora estamos importando para que no se paren nuestras centrales. ¿Y adivine el lector quién mandó el cierre de la PIAP? Una ayudita: escribió el 30/11 en la sección Opinión de Clarín.
Que El Gran Diario Argentino, muy ajeno al átomo desde hace décadas, de pronto mande gruñidos nucleares es casi un «Ladran, Sancho». Pero que NA-SA se reúna con CNEA para calificar los proveedores nacionales del futuro CAREM viene a ser: «Señal que cabalgamos».
Eso no significa que cabalguemos tranquilos.
Daniel E. Arias
ANEA-ADIMRA