Entre 2020 y 2021, América Latina se convirtió en el epicentro de la pandemia del Covid-19, superando momentáneamente los casos de Estados Unidos y Europa. Sin embargo, ahora la región lidera la carrera global de la vacunación contra el virus, según un informe del proyecto Our World in Data, que recopila cifras oficiales de los gobiernos de todo el mundo.
Entre ellos Paulo Lotufo, epidemiólogo brasileño y profesor de la Universidad de Sao Paulo, quien destaca décadas de planes de inmunización exitosos frente a otras enfermedades como viruela, meningitis, poliomielitis y sarampión, que sentaron las bases de una infraestructura necesaria para vacunar en masa y sobre todo infundieron confianza en gran parte de sus habitantes.
En algunas ciudades importantes, incluidas Río de Janeiro y Sao Paulo, más del 99% de la población adulta ha recibido al menos una dosis de los fármacos contra el nuevo coronavirus. Las autoridades resaltan que la nación tiene una «cultura de vacunación».
«Esta confianza, acumulada durante varios años, se basa en los beneficios de nuestro extenso calendario de vacunación», coincide desde Buenos Aires Leda Guzzi, experta en enfermedades contagiosas.
Esta situación explicaría por qué América Latina supera a Europa en las tasas de vacunación, pese a que el Viejo Continente tiene mayor acceso a los antídotos. El fuerte abstencionismo hacia las inyecciones de inmunización por parte de miles de habitantes en naciones europeas como Reino Unido y Países Bajos es uno de los principales talones de Aquiles a los que se enfrentan las autoridades para erradicar el virus.
Gobiernos de países como Francia, España y Alemania, entre otros, se han visto obligados a reinstaurar cierres y restricciones para tratar de parar la rápida propagación de los contagios en medio de las fiestas de fin de año, mientras enfrentan una tasa de vacunación aún insuficiente y la llegada de la variante Ómicron.
En algunas naciones, incluso, se ha abierto paso a la obligatoriedad de un pasaporte sanitario para forzar a la vacunación, lo que ha despertado polémicas con respecto a las libertades individuales de los ciudadanos.
Las sombras que empañarían las tasas de vacunación en Latinoamérica
Pese a este panorama, la región latinoamericana aún estaría lejos de superar la crisis sanitaria.
En primer lugar, y aunque el 63,3 % actual en la cifra conjunta de la inmunización de la zona supera a otras regiones del planeta, la tasa está por debajo del umbral que la mayoría de científicos estima -superior al 80% tras el surgimiento de nuevas variantes- y que sería necesario para lograr una inmunidad colectiva o inmunidad de rebaño.
Además, entre los niños, los números de vacunación varían drásticamente de un país a otro. Y las autoridades de países como México o Brasil han ralentizado el proceso para aprobar la aplicación de estos fármacos en menores.
Otro de los potenciales problemas a observar, señalan los epidemiólogos, radica en el tipo de vacunas que fueron utilizadas contra la pandemia. En territorios como Uruguay o Brasil, y particularmente en la fase inicial de la campaña de inmunización, las autoridades dependieron en gran medida de los antídotos chinos Coronavac y Sinovac. Pese a que protegen contra el virus, tendrían menores niveles de eficacia frente a sus pares de Pfizer/BioNTech y Moderna, aprobados por la Agencia Europea de Medicamentos (1).
Todo en momentos en que Ómicron golpea sin excepción y acelera los contagios incluso en personas inoculadas. No obstante, los expertos sanitarios subrayan la efectividad de las vacunas para evitar que las personas desarrollen síntomas graves de la enfermedad.
La nueva variante se ha convertido en el principal desafío de las autoridades sanitarias en todo el mundo, por lo que los expertos recomiendan una tercera dosis de las vacunas.
(1) Nota de AgendAR: Una observación: Chile y Uruguay debieron apelar a las poco efectivas Sinovac y Coronavac (51%) tras haber comprado la muy eficaz Pfizer (96%) y esperar meses enteros sin que se les entregara. Lo mismo sucedió con Pfizer en casi toda América Latina, lo cual volvió a la Sinovac durante este invierno austral la vacuna más suministrada del mundom, y todavía hoy, la más extendida como plan B.
Análogamente, Argentina se quedó también meses a la espera de la llegada de otra fórmula bastante efectiva (AstraZeneca) creyendo que sería rápida: después de todo la fórmula para toda la región se fabricaba en suelo argentino. El detalle es que luego era enviada a México en un 100%, y hasta hoy, con poca devolución.
Como plan B la Argentina optó por la Sinopharm, que no debe ser confundida con la Sinovac (es tecnologicamente distinta y con un 71% de eficacia, mucho mejor) y por la muy eficaz Sputnik-V (91%), que se atrasó en llegar porque el fabricante, RDIF, estaba excedido en capacidad de suministro. Argentina inició su campaña vacunatoria tarde, y con estas dos fórmulas como plan B.
Las curvas de muertes por millón de habitantes en la fase fría de 2021, cuando se compara Argentina con Chile y Uruguay, indicarían que fue un poco mejor vacunar rápido y masivamente, aunque con una fórmula inferior como la Sinovac, que con tres meses de retraso y mejores vacunas.
Si un carnet de vacunación con dos Sinopharm o dos Sputnik-V da mayor cobertura contra enfermedad severa y muerte que un carnet con dos Sinovac es algo que se sabrá en los próximos meses. Surgirá de comparar la performance de los grupos con doble vacuna (pero sólo homóloga, y todavía sin tercera vacuna) en los 3 países. Pero la tercera dosis se está suministrando tan rápido en Chile y Uruguay que probablemente la comparación se volverá imposible.
La fuerte rampa inicial de muertes en Argentina, sin embargo, se debe a que se contaba con iniciar 2021 con el regreso, ya pago, de 22,4 millones de AstraZeneca fabricadas en territorio nacional. Esa iba a ser la primera dosis del personal sanitario y parte de la población etariamente en riesgo. Y eso no ocurrió.
Lo que no mejoró las cosas es que el Ministerio de Salud de Argentina no autorizó estudios de fase durante todo 2021 de al menos 4 fórmulas desarrolladas en universidades nacionales y laboratorios del sistema científico del país. El licenciamiento y distribución de al menos una fórmula propia antes del invierno de 2021 probablemente habría achatado un poco la rampa de muertos por millón en su momento crítico y hoy estaría garantizando 3ra dosis para toda la población.
No habría sido gratis para el estado: un proceso de licenciamiento a mediados de 2021 habría costado al menos U$ 300 millones, con la fase III como la parte más cara de la habilitación (no menos de U$ 240 millones). Sin embargo, para invierno de 2021 la Argentina ya llevaba U$ 1700 millones gastados en importar vacunas, que en general llegaban en partidas chicas y con atrasos.
No son buenos números ni buenas decisiones en el país que más tipos y dosis de vacunas fabrica y exporta en la región. Que no es Brasil: es la Argentina, una potencia biotecnológica no asumida.