El gobierno pide demorar las paradas de mantenimiento de las centrales nucleares para suplir la escasez de gas

Centrales Atucha I y II

Reproducimos este interesante y bien ilustrado artículo de La Nación. Y a continuación, Daniel Arias lo corrige.

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«La crisis energética que varios observadores ven venir con los faltantes de gasoil y GNC, y que se profundizaría en el invierno con cortes de suministro de gas a la industria, obligó a las autoridades regulatorias de las centrales nucleares a modificar las paradas programadas para que puedan proveer la mayor cantidad de energía eléctrica al sistema.

Si bien la generación nuclear apenas aporta el 7% del total, en momentos de escasez, todo megavatio-hora (MW/h) es esencial.

La Argentina tiene tres centrales nucleares: Atucha I, Atucha II (ambas en Zárate, Buenos Aires) y Embalse (Córdoba), que son operadas por la empresa estatal Nucleoeléctrica, cuyos accionistas son el Ministerio de Economía (79%), la Comisión Nacional de Energía Atómica (20%) e Integración Energética Argentina (Ieasa). Entre las tres centrales tienen una capacidad instalada de 1763 MW y emplean a 3000 personas.

Zona de trabajo en la turbina Atucha ll
Zona de trabajo en la turbina Atucha ll
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Para este año estaba programada una parada para mantenimiento de Atucha I, que se postergó para 2023 por pedido de la Secretaría de Energía. Por lo tanto, solo se realizarán pruebas repetitivas y mantenimientos mandatarios, de acuerdo con lo exigido por la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN), según explicaron en la compañía.

Trabajos en zonas controladas
Trabajos en zonas controladas
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Atucha II, en tanto, la más potente de las tres con una capacidad instalada de 745 MW, debió salir de servicio para reparar una falla del diseño original de una de las máquinas, detectada en una de las inspecciones rutinarias, y estará inhabilitada por cuatro meses.

Vista de la sala de control
Vista de la sala de control
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Se trata de todo un desafío para los técnicos de Nucleoléctrica, ya que deberán hacer un trabajo nunca antes hecho en la industria y del cual no tienen el respaldo del proveedor original, Siemens, que se retiró del mercado nuclear en 2000.

En la Secretaría de Energía consultaron si era posible también postergar este proceso, pero no fue posible, aunque se acortaron los plazos de regreso al servicio y estaría disponible nuevamente para el 10 de julio. Para realizar la reparación, se invertirán $ 1750 millones y se contrataron 520 personas.

En lo que se refiere a Embalse, la segunda central nuclear del país que entró en operación comercial en 1985, se postergó la parada programada de mantenimiento un mes, de septiembre a octubre 2022. A esta central se le hizo una extensión de vida entre 2016 y 2019, y podrá operar 30 años más. Tiene una capacidad instalada de 656 MW.

Trabajo en zona controlada
Trabajo en zona controlada
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Un proyecto similar está en carpeta para Atucha I. La central empezó a operar en 1974 y su ciclo de vida finaliza en 2024. Nucleoeléctrica está en tratativas de extender su operación por 24 años adicionales a plena potencia, pero necesita de una inversión de US$450 millones, que el Tesoro actualmente no tiene. Para ello, se está buscando que el Fondo de Garantía (FGS) de la Anses invierta en un fideicomiso que se armaría para financiar la obra con garantía de los pagos de tarifa que realiza Cammesa, la compañía con control estatal encargada de los despachos de energía eléctrica (son US$46 por MW/h en pesos, atado al tipo de cambio oficial).

Sala de control Atucha II
Sala de control Atucha II
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El FGS ya financió a Nucleoeléctrica en 2012 y el año pasado terminó de cobrar el préstamo en tiempo y forma. Por lo tanto, se está evaluando hacer una nueva emisión del cual el fondo de la ANSES volvería a invertir. Nucleoeléctrica factura US$ 550 millones por año, con lo cual cubre la operación y mantenimiento de las centrales.

Turbina Atucha II
Turbina Atucha II
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La cuarta central nuclear

En el Gobierno están en negociaciones con China para cerrar el financiamiento para construir la cuarta central nuclear en el país, que se llamará Atucha III y se emplazará en Zárate, al lado de las otras dos de igual nombre. Al momento, China ofrece financiar el 85% de la obra de US$ 8300 millones, mientras que la Argentina aportaría el resto (US$ 1245 millones). Sin embargo, las autoridades en Nucleoeléctrica buscan que China aporte todo el capital a través de un consorcio de bancos, según explicó Jorge Sidelnik, vicepresidente de la compañía, en una conferencia con periodistas.

Edificio del reactor Atucha I
Edificio del reactor Atucha I
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Además, especificó que esperan tener cerrado el acuerdo antes de fin de año, para poder empezar a construir en 2023. La obra duraría 99 meses (un poco más de ocho años) y el repago se extenderá durante 12 años a partir del inicio de operación comercial.

China tiene 54 centrales nucleares en funcionamiento en su país y está construyendo otras 15 más, utilizando la tecnología Hualong One, de agua liviana y uranio enriquecido. “Durante mucho tiempo, China invirtió para importar tecnología nuclear de Canadá, Francia, Estados Unidos y Rusia, y llegó a la conclusión que esta tecnología es la más eficiente, con uranio enriquecido [aumenta la proporción de isótopo 235U de 0,7% a entre 3 y 4%]”, indicó, Isidro Baschar, director de Nucleoeléctrica.

Reactor Atucha II
Reactor Atucha II
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Esta tecnología es distinta al reactor canadiense Candu que tiene la central Embalse o al alemán Siemens de las dos Atucha, ambos de agua pesada y uranio natural, pero fue una decisión del gobierno anterior de Mauricio Macri de avanzar con el nuevo diseño. A diferencia de Rusia, que es el principal exportador de tecnología nuclear, China no tiene mucha experiencia en el exterior y la financiación de una central en la Argentina sería inédito, una cuestión que no pasa desapercibida para el gobierno de Estados Unidos

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Comentario de AgendAR:

Éstas eran las cosas que la Secretaría de Energía hacía en los dos últimos años de Alfonsín, cuando faltaba electricidad por el estado ruinoso del parque generador térmico de la época. El país se colgaba de sus entonces dos manos nucleares: Atucha I y Embalse, y para que no se apagara la luz, y por discreta orden del Poder Ejecutivo, dueño último de esas centrales a través de la CNEA, éstas se iban salteando sus paradas de mantenimiento.

Como entonces no existía un organismo regulatorio externo y diferenciado de la CNEA, ésta tenía 2 oficinas independientes de seguridad nuclear, cada una vigilando las instalaciones y lo que hacía o dejaba de hacer la otra. Y cuando alguna de estas reparticiones -en general el Comité de Licenciamiento, o CALIN- perdía la paciencia, la prensa se enteraba mágicamente de que, por ejemplo, Atucha I se venía salteando mantenimientos y cambios de componentes. Y como la memoria del accidente de Chernobyl estaba fresca, se armaban considerables escándalos. Y Alfonsín entonces firmaba lo que hubiera que firmar para que se libraran los fondos para mantenimiento nuclear, y Atucha I paraba. La Secretaría de Energía, que había estado años sin mantener el parque termoeléctrico, aprovechaba para echarle a la CNEA la culpa de sus apagones.

Todo ha cambiado pero nada cambió. Ahora se viene un invierno de insuficiencia eléctrica por otras causas: dos años de sequía dejaron sin agua los principales lagos hidroeléctricos, pero fundamentalmente, esa nueva y extraña garrafa geológica llamada Vaca Muerta, en las remotas estepas neuquinas, no tiene cómo entregar gas al centro del país, la zona de máximo consumo.

Tampoco cómo exportar gas, porque no importa qué concesiones prebendarias reciban las petroleras que operan en la zona, no importa cuánto hayan flexibilizado los salarios y las condiciones de trabajo, el estado jamás tiene un centavo para construir un gasoducto decente hasta el AMBA y su prolongación hacia Brasil, nuestro mayor comprador potencial de gas natural.

Durante el gobierno del PRO se habló hasta aburrirnos de la asociación virtuosa del capital privado y público para estos 1800 km. de caños y plantas de bombeo, que no son exactamente la Muralla China, como magnitud de obra de infraestructura. Pero nadie puso un centavo. Si estas cosas no las hace el estado, no las hace ni Magoya. Argentina, lectores. Y es que la iniciativa privada está privada de iniciativa en un modelo económico en el cual las empresas de ingeniería son del presidente (hablo del anterior), pero se dedican a cobrar peajes en rutas construidas por el estado.

De modo que ahora, sin un ducto desde Vaca Muerta hacia el AMBA y la Región Centro del mapa eléctrico, ante la falta de gas natural y la llegada de los primeros fríos, ya se encaran los cortes planificados de suministro para las industrias, y se suspenden las paradas de mantenimiento de las 3 centrales nucleares que tenemos.

No son muy impresionantes: hay una minúscula y dos medianas. Representan el 5% de la potencia instalada pero producen el 11% y a veces el 15% de la electricidad circulante. Porque están bien hechas, y se la bancan. No trate de hacer lo mismo con una central de gas porque se rompe. Pero claro, en algún momento la nueva entidad de licenciamiento nuclear, la ARN (Agencia Reguladora Nuclear), ahora externa a NA-SA, operadora y titular de las centrales, va a tirar la bronca.

Hablando de bronca, aquí tiramos la nuestra por las pavadas que se publican. Dice el artículo de La Nación que la reparación de un defecto de diseño de Atucha II tomará 4 meses, y que (sic) «se trata de todo un desafío para los técnicos de Nucleoléctrica, ya que deberán hacer un trabajo nunca antes hecho en la industria y del cual no tienen el respaldo del proveedor original, Siemens, que se retiró del mercado nuclear en 2000″.

Caramba, la central la terminó de construir NA-SA entre 2006 y 2014 sin ningún apoyo de Siemens, que en realidad en 1990 ya estaba cerrando KWU, su división nuclear, hasta que se la vendió a la francesa AREVA. Si NA-SA terminó estaba obra con 28 años de demora y sin que Alemania tuviera arte ni parte, no parece tan dramático que tenga que corregir un error de diseño (¿cuál?).

Tampoco es la primera vez. Atucha I, tan prototipo y única como Atucha II, tenía un defecto de diseño importante en los internos del reactor, que recién apareció en 1988. Ante las anomalías, el reactor se apagó solo sin generar ninguna emergencia de seguridad, y sin que tuvieran siquiera que actuar los sistemas activos de «scram», o apagado instantáneo.

Siemens, que todavía no había hecho público el inminente cierre de KWU, se ofreció a reparar la central destapando el recipiente de presión, una tarea que insumiría 2 años y que tasó en U$ 200 millones (valor de aquel año). La CNEA, dirigida entonces por la Dra. Emma Pérez Ferreyra, arrugó la nariz: la central estaba en la mitad de su vida útil planificada y había costado la mitad de esa cifra. Llamó en su auxilio a INVAP y a Techint, y se reparó la planta a recipiente cerrado, con herramientas semirrobóticas diseñadas «ad hoc» y por U$ 17 millones. En 1990 estaba de nuevo en servicio. No sin que una misteriosa campaña de mala prensa asustara a los porteños con la inminencia de un Chernobyl a 160 km. de Buenos Aires.

La central se compró para durar 30 años, pero es tan brutalmente robusta y se adapta tan bien a recibir mejoras de diseño y de quemado que no es imposible que termine recibiendo sucesivas extensiones de vida útil y que dure 60 u 80 años. O más. Yo la vi ser inaugurada en 1974, pero me alegra saber que es difícil que vea su decomisión. Además, se compró de 320 MWe de potencia, y con sucesivos rediseños y optimizaciones de termohidráulica, hoy da 367 MWe sin esforzarse.

Y todo eso se hizo, lectores, sin ni una gota de asesoramiento alemán. Que por otro lado, Alemania no podría dar, porque disolvió sus recursos humanos en el área atómica. País que, por el cierre prematuro de sus 18 centrales nucleares, se autocondenó a comprar gas ruso de aquí a la eternidad. De modo que no consideramos de ningún modo que Atucha II tenga problemas excepcionales para las capacidades técnicas de NA-SA, y en buena medida, porque no es la «operadora boba» en que trató de transformarla el macrismo, sino una diseñadora y constructora.

China llegó a la conclusión de que le convienen las centrales de uranio enriquecido y no las de uranio natural. Pero nosotros, aunque tenemos la capacidad casi teórica de enriquecer en Pilcaniyeu, Río Negro, jamás hemos tenido una planta de tipo industrial. Las presiones de EEUU contra la renovación tecnológica y el incremento de capacidades de Pilca fueron tremendas. De modo que no tenemos la ventaja que tiene China, de ser autosuficiente en combustible enriquecido.

El uranio natural aquí sigue siendo una opción vigente, necesaria y obligatoria: con este combustible, estamos a salvo de aprietes y de boicots el día que alguien se moleste porque no firmamos tal o cual papel, o porque decidimos (ponele) recuperar el control de nuestro mar y echar a los más de 600 pesqueros piratas de los cuales la mitad al menos viene aquí desde… sí, ese país que los periodistas suelen llamar «el gigante asiático». No por nada NA-SA todavía mantiene viva la opción de una CANDÚ parecida a Embalse como quinta central, y está diseñando sus componentes.

Una más y no jorobamos más: ¿de modo que las Atuchas están en Zárate? Desde 1967 el país ha creído equivocadamente que estaban en Lima. Son 22 kilómetros de distancia. Pero si lo dice La Nación…

Daniel E. Arias