Una década en Vietnam mató a 55.000 estadounidenses. Un año en el EEUU de «Breaking Bad» mata a 100.000. Reproducimos una nota del New York Times, y agregamos nuestro comentario.
«Durante gran parte de la historia humana, la gente obtuvo sus drogas de la naturaleza. La marihuana proviene de la planta de cannabis, la cocaína de las hojas de coca, la heroína de las amapolas y los hongos mágicos realmente provienen de los hongos. Incluso las drogas legales, como el alcohol, el tabaco y el café, provienen de las plantas. Sus efectos a menudo se descubrían por casualidad, cuando alguien los consumía de la manera apropiada.
Pero en la crisis de sobredosis de hoy, las drogas más dañinas no provienen de las plantas. Son sintéticos, fabricados en un laboratorio, por lo general no requieren plantas en absoluto.
El año pasado, el fentanilo, un opioide sintético, causó más muertes por sobredosis que cualquier otra droga en un solo año. La segunda droga más letal fue la metanfetamina, que también se produce en laboratorios (del tipo que quizás hayas visto en “Breaking Bad”).
Juntos, el fentanilo y la metanfetamina ayudaron a hacer de 2021 el peor año de sobredosis de drogas en la historia de los EE. UU. informó la semana pasada.
Ambas drogas han proliferado tan rápidamente porque son sintéticas.
Los traficantes prefieren los sintéticos porque pueden fabricar y enviar las drogas a todo el mundo de manera más rápida y discreta. Los cárteles ya no necesitan un campo grande y expuesto con docenas de trabajadores para producir drogas en masa; simplemente pueden comenzar un laboratorio en un almacén escondido o en un edificio de apartamentos con un puñado de químicos. Y estos técnicos pueden fabricar drogas más potentes, lo que permite a los traficantes contrabandear cantidades más pequeñas por el mismo subidón.
Los usuarios de drogas a menudo también prefieren las sintéticas: las drogas suelen ser más baratas, aunque son más potentes.
Así que el fentanilo y la metanfetamina aparentemente se han extendido por todas partes, empujando las muertes por sobredosis a niveles récord año tras año.
Los esfuerzos antidrogas de Estados Unidos han tenido problemas para mantenerse al día con el aumento de las sintéticas, lo que ha permitido que la crisis de sobredosis empeore.
De alguna manera, el aumento de las drogas es el último giro en una competencia cada vez mayor entre las fuerzas del orden y los traficantes. Los contrabandistas escondían drogas en la carga de automóviles, barcos y aviones, por lo que las autoridades desplegaron perros detectores de drogas y realizaron detenciones y registros más exhaustivos. Los traficantes transportaron drogas a través de la frontera con drones, por lo que las fuerzas del orden lanzaron dirigibles con radar de baja altitud para detectarlos.
Pero las drogas sintéticas son un cambio importante en esa batalla. Regina LaBelle, ex zar antidrogas en funciones del presidente Biden, me dijo que su ascenso era la “peor pesadilla” de su oficina. La guerra tradicional contra las drogas se centró en gran medida en detener el flujo de drogas cultivadas en las granjas. No funcionó a la perfección, pero tuvo un efecto significativo: un experto estimó que la prohibición aumentó el precio de la heroína y la cocaína entre 10 y 20 veces, por lo que era menos probable o capaz de comprarlas.
Es probable que el impacto sea menor para las drogas sintéticas porque son más fáciles de fabricar y contrabandear.
Con los sintéticos, es posible que las autoridades ni siquiera sepan qué buscar. Aparecen regularmente nuevas drogas sintéticas, a menudo con nombres que suenan imposibles, como «isotonitazene», lo que dificulta que los funcionarios se mantengan al día con la última amenaza.
Muchos expertos ahora argumentan que EE. UU. necesita combatir la crisis de la adicción invirtiendo en estrategias alternativas que se enfoquen más en expandir el tratamiento y en la reducción de daños que en reducir el suministro de drogas. Al ritmo que aumentan las muertes por sobredosis, las alternativas pueden ser la única opción.»
Comentario de AgendAR:
La observación de Regina La Belle trata de rescatar el fracaso perfecto de la estrategia de «Guerra contra las drogas» decidida por Richard Nixon en 1969.
Y lo hace diciendo que la persecución contra los usuarios (porque finalmente, la guerra de Nixon se trataba de eso, y sigue así), elevó de 10 a 20 veces el precio de la droga puesta en la calle.
Qué ingenuidad: los adictos son un mercado cautivo, por definición. Ante el «craving», la terrible y diversa sintomatología asociada a la abstinencia forzosa, los adictos no consideran siquiera el precio. Lo que logró plenamente la estrategia de Nixon es aumentar de 10 a 20 veces las ganancias de los «dealers». Un economista, ahí.
Cuando el artículo habla de estrategias alternativas y tira un solo ejemplo («mitigación de daños») es porque es la única que ha funcionado al menos parcialmente, en Canadá, los países escandinavos y en Holanda.
En la política prohibicionista de EEUU, «mitigación de daños» es prácticamente mala palabra: le haría perder recursos al aparato policial, judicial e incluso a las empresas que gerencian cárceles privadas con fondos públicos. Eso, en el país con más población encarcelada del planeta en términos absolutos (2,12 millones) y relativos (639 presos cada 100.000 habitantes).
Y la mayor parte de los presos están ahí porque los defensores de oficio están desbordados de casos y trabajan mal. Y sus supuestos clientes, a los que ni le conocen la cara, terminan prisioneros largamente, con o sin condena, por consumidores finales, no por vendedores minoristas o mayoristas. Consumidores que en muchos casos no han cometido más crimen que comprarse «un raviol» y que los agarraran justo. Ser negro o hispano favorece muchísimo que te agarren.
Ciertamente, en la cárcel no se van a curar de su adicción, si acaso la tenían. Se les va a agravar. Y volver mucho más cara, nada más. Y eso porque las cárceles, por provisión monopólica garantizada, son la crema de la crema del mercado de las drogas duras.
A los «dealers» les conviene que la multiplicación de las cárceles y de los adictos encarcelados.
Con adictos en la calle, tratando de reinsertarse laboralmente y recibiendo metadona en forma controlada y servicios de salud y psiquiatría especializada anexos en clínicas ambulatorias oficiales, como en Canadá, los dealers pierden ganancias fabulosas.
Pero los principales dealers de la historia de los últimos 30 años en los EEUU han sido las farmacológicas fabricantes de opiáceos como la oxicontina, y su «downstream» de farmacias que despachan cantidades absurdas de pedidos por internet apuntalados por recetas truchadas… o no. Y eso por no mencionar a los médicos que viven de vender tales recetas.
Los hermanos Arthur, Raymond y Mortimer Sackler, grandes filántropos y dueños de Purdue Pharma, son más ricos que los Rockefeller, según la revista de negocios Forbes. Pero construyeron el núcleo de su emporio vendiendo OxyContin (MR) como analgésico potente pero «no adictivo», algo que vino con el no menos potente respaldo regulatorio de la Food and Drug Administration (FDA).
Pero sólo esa marca, OxyContin, está involucrada en al menos 400.000 muertes por sobredosis, y Purdue perdió juicios colectivos por ya U$ 3000 millones y se declaró en quiebra para salvar unos U$ 10.700 millones de ganancias de la última década que se fugaron a alguna parte.
Los estados como Massachussets o New York, puntales de los juicios coletivos contra Purdue Pharma, nunca acusaron de nada a la FDA. El estado rara vez enjuicia al estado, y menos aún al Estado Federal.
Los Sackler no son ni siquiera la parte emergente del iceberg de un negocio enorme. Fundamentalmente, porque la OxyContin es cara, pero entre los opiáceos no controlados está siempre la servicial heroína del mercado negro, mucho más barata. Destino de muchos buenos trabajadores, estudiantes y ciudadanos que, por lesión, enfermedad o simple vejez, empezaron con algún dolor crónico intratable.
Con mitigación de daños, un concepto demasiado complejo como para desmenuzarlo aquí, se logran tasas de abstinencia prolongada del 30%. No es impresionante, en absoluto. Pero son los números reales con las terapias actuales, entre las cuales está la sustitutiva.
Entre el 70% que recae, una cantidad muere por sobredosis. Por simple matemática, donde hay estrategias de mitigación de daños, el número final de muertos es una cantidad al menos un 30% menor que en ese mundo policial y nixoniano donde no las hay.
Ese 30% que logra abstinencias prolongadas tiene recaídas, pero con apoyo institucional, farmacológico y social, logra remontarlas. Nadie dijo que vivir fuera fácil. Para nadie.
Daniel E. Arias