El gerente general de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), Daniel Bianchi, analizó la situación de la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) e indicó que “sería extraordinario producir agua pesada junto con fertilizante o hidrógeno”.
Bianchi explicó que, aunque la prioridad para la CNEA es producir agua pesada, sería “extraordinario” poder desarrollar una producción conjunta de fertilizantes o hidrogeno en la PIAP.
“La posición de la CNEA es clara, nuestra prioridad es producir agua pesada en la PIAP. Aun así, solo utilizaríamos la mitad de la capacidad de la planta, por lo que la otra mitad podría utilizarse para producir el fertilizante urea o hidrógeno”, expresó.
Al realizar un repaso por los últimos años en los que la PIAP estuvo paralizada, Bianchi aseguró que “la planta perdió cuadros de personal muy capacitados con la política de achique implementada por la administración anterior”, y agregó que muchos puestos laborales se mantuvieron por la “resistencia heroica de sus trabajadores en las rutas”.
El gerente general de la CNEA, que participó la semana pasada en la comisión de Energía de la Legislatura neuquina, afirmó que a partir de un acuerdo con la Secretaría de Energía de la Nación y Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NASA), la PIAP tendría nuevamente demanda de producción de agua pesada. No obstante, el funcionario explicó que para revitalizar la planta “lo que más se necesita es presupuesto para iniciar un proceso de acondicionamiento, que implica un periodo de entre 18 y 20 meses”.
Por último, el funcionario sostuvo que el desarrollo tecnológico y los cambios en los procesos en las centrales nucleares, limitaron el mercado internacional de agua pesada, producto para el que originalmente se diseñó la PIAP: “El mercado internacional es complicado, porque este tipo de centrales de uranio natural y de agua pesada han dejado de producirse, a excepción de China. Es una tecnología que hoy en día no tiene pleno desarrollo”.
Opinión de AgendAR:
En nuestra opinión, el ingeniero Bianchi se manejó con diplomacia. Refirmó las prioridades de la CNEA, y al mismo tiempo mostró receptividad a las afirmaciones de la Agencia de Inversiones del gobierno neuquino, que enarboló objetivos alternativos para la PIAP.
Como AgendAR hace periodismo sobre ciencia, tecnología y producción argentinas, no le da por la diplomacia. Y la opinión en este caso la expresa Daniel Arias, carente de toda vocación en ese sentido.
«A la provincia de Neuquén la PIAP no le interesa. No se mostró interesada nunca. La provincia funciona como un próspero emirato petrogasífero con elecciones y con obra social desde los ’60. Y por cierto, en ello le ha ido mejor que a otras provincias con mucho mayor desarrollo educativo, tecnológico y manufacturero. Los emires dan cátedra desde esa posición.
En nuestra breve historia como portal, hemos comprobado que la legislatura neuquina no tiene mayor idea de qué clase de producto hace la PIAP, o para qué sirve. Nos imaginamos que sus opositores en la dirigencia sacan cuentas de que consume cantidades de gas natural y de electricidad, que consideran factibles de mejor destino.
Si el producto de la PIAP vale U$ 700.000 la tonelada, eso no les mueve el amperímetro. Con toda la furia y en años de esplendor técnico, la PIAP a lo sumo producía 180 toneladas anuales, sobre las 200 de capacidad teórica. Por supuesto, el agua pesada es un salto cuántico desde la materia prima boba al valor agregado muy extremo y un buen año de producción, con la PIAP bien mantenida y trabajando a full, generaría U$ 126 millones/año de producto. Pero eso a nuestros emires no los emociona ni un poquito. Les pasa lo mismo con el valor agregado en general.
Si estamos importando agua pesada cuando tenemos la mayor unidad productiva en el mundo, parada desde 2016 y deteriorándose rápidamente, ésa es una de esas contradicciones que para la dirigencia neuquina se resuelven cerrando la PIAP, y olvídate, cariño. El problema es de la Nación (y no nos referimos al diario porteño).
¿Qué les importa si la Nación queda sin el mayor insumo estratégico del Programa Nuclear? Las 3 centrales del Programa funcionan gracias a a que el agua pesada aumenta la disponibilidad de neutrones para hacer reaccionar el uranio natural.
Los emires no tienen ninguna planta nucleoeléctrica en territorio propio, y más bien las ven como depresoras de precios hidrocarburíferos. Como dueños de un subsuelo atiborrado de ellos, preferirían precios más voladores que altos: en Neuquén, históricamente hidroeléctrica en un 75% (salvo si no llueve) y térmoeléctricaen un 25%, la electricidad es esa cosa que se exporta a otras provincias, y sólo el 10% va a autoconsumo por la escasa población.
Los emires saben que 1000 MWe nucleares instalados evitan el quemado de 1600 millones de m3 anuales de gas natural. Ello no los vuelve grandes partidarios del Programa Nuclear Argentino.
El contraalmirante Carlos Castro Madero decidió poner la PIAP en Neuquén porque se estaba empezando a perforar Loma de la Lata, con 60 años asegurados de gas natural si no los hubieran despilfarrado las térmicas, en algunos casos a costo cero y a pie de pozo, y la libre exportación a Chile. En la prospectiva de Castro Madero, si el país crecía un 6% Anual, con las represas del Limay y el Negro, amén de los pozos, los insumos básicos (agua, gas natural y electricidad) para hacer agua pesada estaban a mano, y gas iba a sobrar. Pero sobre todo confiaba además en asociar a la provincia al Programa Nuclear por generación de empleo calificado y volverla una especie de Córdoba, llena de firmas de servicios y metalménicas. Creyó estar dando soluciones, no problemas.
Sin embargo, le faltó visión local. Córdoba no tiene petróleo ni gas, y para dejar de ser la provincia agropastroil que fue (y tan bien describe José D. Sarmiento) y ser la que es, atrapó las oportunidades de recursos humanos en metalmecánica que les daba el Instituto Aerotécnico, y se llenó de fábricas de autos. Que alfombraron la provincia de autopartistas y talleres, porque los autos requieren cadenas de valor, en aquel momento 98% nacionales.
La visión local es que Neuquén no hay visión. Plata no faltó, le entra a espuertas desde hace 6 décadas con los hidrocarburos. ¿Qué industrias transformativas radicaron o desarrollaron con esa plata? No preguntes.
La PIAP literalmente a Neuquén literalmente se la bajaron de regalo y poco menos que desde un plato volador. Históricamente ocupó, en los cortos períodos en que se la dejó funcionar, a un plantel de unos 450 ingenieros y técnicos químicos, además de obreros altamente especializados en mantenimiento, sin duda los ciudadanos al tope del PBI por cabeza, aunque no así de los sueldos. Cuando se la cerraba, los ingenieros y técnicos salían a cortar rutas. ¡En Neuquén! Donde de suyo son bastante intransitables, además. Sin afectación de la imagen provincial, por lo demás. ¿Qué le hace una mancha más al tigre?
La PIAP se construyó tan enorme, tan descomunal, para cubrir la demanda de 8 centrales nucleares más o menos parecidas a la de Embalse, de Córdoba, lo proyectado por Castro Madero en los ’70 para la Argentina de los ’90. Hoy estarían ahorrando la quema de 7.680 millones de m3 de gas natural/año.
Pero hete aquí que gracias a los ’90, tenemos sólo 3 unidades núcleoeléctricas y pese a Vaca Muerta, 2da mayor yacimiento mundial de gas de fracking, dado que nadie se calentó aún en construir un ducto de 560 km. en 2021 tuvimos que importar U$ 34.127 millones, mayormente de gas, para no entrar en apagón el invierno pasado. Castro Madero tenía la visión correcta en la provincia incorrecta, y según chocan la calesita energética los gobiernos nacionales, hasta en el país incorrecto.
Cortes de ruta aparte, ¿qué efecto local genera la PIAP? Neuquén no abunda en personal altamente calificado en tecnologías de punta, pero la PIAP -cuando funciona- genera demanda y sube los sueldos de gente que, para la dirigencia neuquina, debería estar dedicada a trabajar en los pozos. Otra piedrita más en el zapato de las petrogasíferas, y van…
La tirria de ya demasiadas administraciones nacionales contra la PIAP se explica más por la política internacional que por el plácido extractivismo local. Para el State Department, que viene manifestando desvelos extraordinarios por nuestro país, las centrales nucleoeléctricas de uranio natural y agua pesada son «proliferantes» porque en teoría -muy en teoría- permiten «cocinar» plutonio 239.
Ellos, los estadounidenses antiproliferantes, no tienen ninguna instalación de este tipo, y sin embargo cultivan un stock de 5550 cabezas nucleares, de las que 2361 están listas para ser usadas, desplegadas en todo el mundo. Nosotros tenemos una centralita chica desde 1974 y dos medianas, las dos Atuchas y Embalse, desde 1984 y 2014, y cero cabezas nucleares.
Sin embargo, los EEUU vienen tratando de lograr la inexistencia de la PIAP desde antes de que se la construyera y lograron retrasar más de una década su puesta en línea, en 1994. Y desde aquel año la enorme instalación fue cerrada sucesivamente por practicantes de la obediencia debida como Carlos Menem, Fernando De la Rúa y Mauricio Macri, con un costo no medido jamás en deterioros de material, desbande sucesivo de recursos humanos y lucros cesantes.
¿Cuáles lucros cesantes? Cuando se la dejó funcionar, la planta no sólo permitió generar nucleoelectricidad local, sino que exportó su producto a EEUU, Canadá, Francia, Corea, Noruega y siguen los nombres. Habría sido milagro que no exportara. Tiene el mejor precio mundial. Al menos, cuando está trabajando, no cuando está cerrada y haciéndose percha como viene sucediendo ininterrumpidamente desde 2016. Tercer cierre, y contando. Si la reabren.
Y ahora Neuquén dice que quiere la mitad de la PIAP, o toda la planta, ¿por qué no?, para producir «hidrógeno azul». Es el que se produce por «reforming catalítico» del gas natural, genera efecto invernadero por emisión de C02. Por lo cual como gas vehicular combustible, el hidrógeno llamado azul es una bosta. Por su emisión de carbono, es bastante preferible el vulgar GNC, que con 200 atmósferas de compresión da el mismo kilometraje que 700 atmósferas de H2 -azul, verde, rosa, a cuadros, Ud. elija el color- en un auto impulsado por pilas combustibes.
Con una matriz eléctrica básicamente térmica, de yapa, en Argentina el auto a GNC no sólo es más práctico: es más ecológico. No así en Suecia, donde el 40% de la electricidad es «hidro», el 40% nuclear y el 20% a discutir entre térmica y eólica.
Y además, el auto a GNC es bastante más existente. Móviles a H2 del color que quiera, aquí no hay ninguno, salvo el Renault 9 del físico nuclear y experto en materiales Juan Carlos Bolcich, aquella vieja espada del Centro Atómico Bariloche.
Pero en una comparación que hicimos en 2020, el el mundo había 189 autos a baterías de litio por cada auto de hidrógeno. Los primeros eran de usuarios normalitos, los segundos, de reparticiones de gobierno japonesas o alemanas tratando de imponer la tecnología. Sin éxito, por cierto, por aquello de que 700 atmósferas son una presión considerable, y sobre todo por asuntos de infraestructura para la recarga.
Si las estaciones de servicio «Superchager» para autos eléctricos como los Tesla son una rareza, las de recarga de H2 ni quieras ver. Las primeras a lo sumo requieren un refuerzo de las acometidas eléctricas existentes. Las segundas, el despliegue de una red nacional de ductos de hidrógeno. Y conseguir el metal que se banque esa molécula infiltrante sin triturarse en forma de cristales de hidruros.
Además de no ser ni siquiera un poquito verde y funcionar en un mercado altamente imaginario, el hidrógeno molecular azul, sacado del gas, es tan imposible de almacenar o transportar porque, al igual que el verde o el rosa, destruye los metales. El origen no cambia las propiedades físicoquímicas de esa molécula, la más chiquita del universo.
Y además, aquí, para otros usos, el hidrógeno azul no está en falta. La industria química argentina -que está en muchas provincias bastante poco cercanas a Neuquén- por el momento no tiene ninguna demanda insatisfecha de hidrógeno. En las grandes petroquímicas, como las de Bahía Blanca, ese gas se genera «in situ», dentro de la planta, como insumo de proceso.
Entonces los caciques provinciales dicen que quieren la mitad de la PIAP, o toda ella, ¿por qué no?, para fabricar fertilizantes. Viejo sueño incumplido desde los ’90: después de todo, sí que hay una demanda insatisfecha de fertilizantes nitrogenados en Argentina, y es enorme: el déficit anda por el 50% del que sería necesario para evitar el deterioro de suelos con el actual modelo de explotación, que sin fertilización petroquímica constante, es pura minería de nitrógeno.
Pero he aquí que para transformar toda la PIAP en una fábrica de urea granulada, como la de Profértil en Bahía Blanca, haría falta una inversión de U$ 600 millones, según estimaciones nuestras también ya viejas, de 2018. Creemos que hoy hace falta más plata, pero dejemos esa cifra por buena.
Es lógico que los emires echen humo de entusiasmo. Tienen el humo fácil: el precio por tonelada de la urea subió un 187% desde marzo de 2021 a marzo de 2022. Ahora ya no se vende a $ 8000 sino a 23.000 la tonelada.
Es cierto que si eso es un poco menos que el precio por tonelada del producto que producía la PIAP cuando su último cierre. En pesos, anda por 148,4 millones usando la cotización «blue» del dólar. Según el dólar oficial, casi 89 millones de pesos la tonelada. Que con las matemáticas del resto del universo, por tonelada viene a ser 3.869,6 veces más que la urea granulada.
Con las matemáticas emiratíes ignoro cuáles son las conclusiones. Con las que en el resto del país se enseña trabajosamente en las escuelas primarias, se gana casi 4000 veces más plata produciendo agua pesada que urea granulada. Incluso a dólar oficial. Y sin tener que invertir U$ 600 millones salidos de vaya a saber dónde, y así discapacitar el 50% de una de las dos líneas de producción de una planta que hoy no valdría menos de U$ 3200 millones.
La última vez que AgendAR preguntó, que habrá sido por 2021, la PIAP necesitaba de 2 años de reparaciones y U$ 50 millones para volver a ponerse en marcha. Reconstruir el elenco humano suponemos que va a ser bastante más difícil: habida cuenta de la cantidad de cierres por embajada que registra la instalación, mucha gente experta no va a querer volver ni con los mejores suelos ni las garantías más increíbles. El que se quemó con leche, ve una vaca y llora, se sabe.
La PIAP la necesita el estado federal, que tiene intereses un poco más generales que la provincia, porque ya lleva 5 años importando agua pesada y pagándola afuera. Además, en previsión de que pinten más presidentes como los tres mentados, con ganas y/o instrucciones de cerrar la PIAP, hay que fabricar sí o sí unas 480 toneladas de ese líquido ligerísimamente azulado y algo más pesado que el agua común. ¿Para qué? Para tenerlas hasta el término de vida útil de nuestras centrales nucleares, entiéndase. Importadas, valdrán el doble.
Por último, está la cuestión de las incumbencias. La planta es administrada por ENSI, una sociedad del estado neuquino (con el 51% de las acciones) y de la CNEA (con el 49%, como representante del estado federal). Entendemos el error de algunos caciques que creen que eso les da poder de decisión sobre los destinos de una instalación en la que no han puesto jamás un mango. El problema es que decir si un taxi sigue taxi o la mitad la volvemos ambulancia no lo decide el chofer, aunque sea muy bueno: no es lo mismo que el dueño del vehículo. Y en términos de derecho resulta bastante claro que la PIAP es de la CNEA. El operador es el operador, nomás.
Y luego de esto último, va lo último en serio: si quieren fertilizantes, oh, emires, hay que demoler mucho derecho y poner mucha plata. Lo primero se hace fácil, con el estado actual de la Justicia Federal. Pero la pasión de la dirigencia neuquina es bien emiratí: no pasa por PONER plata sino RASTRILLAR regalías.
Lo que nos lleva a pensar que los combativos sapukai que se vienen escuchando desde las estepas sobre qué van a hacer o no hacer con la PIAP de Arroyito son operaciones mediáticas de bajo costo de conjuntos teloneros de la política local. Estarán buscando cartel. Hemos consultado a algunos visires. La plata, no la tienen.
Y bueh.
Daniel E. Arias