«Sin una economía sana, equilibrada y previsible no hay desarrollo científico sostenible (ni ningún desarrollo. Podrá haber buenos científicos, pero no ciencia».
Bien común
El conocimiento es importante para las sociedades porque es parte del bien común, consecuencia de la curiosidad innata del ser humano. Pero el desarrollo basado en ciencia y tecnología requiere tratar al conocimiento como un valor tangible de la economía, como parte de ella..
El desarrollo económico necesita infraestructura (caminos, puertos, tendido eléctrico) y la novedad sería ver al conocimiento como parte de la infraestructura del país. El sentido de la “sociedad del conocimiento” debería ser el de “infraestructura del saber”.
Pero es imposible pensar en la economía del conocimiento con una economía fallida y una infraestructura sin planificación ni mantenimiento.
Los países desarrollados realizan una importante inversión en ciencia básica, el motor del conocimiento, pero esa inversión solo es posible y eficiente con una economía fuerte. Sin una base económica sólida no hay infraestructura de conocimiento significativa.
Las políticas científicas de nuestro país son discursos vacíos. El supuesto desarrollo científico argentino de las últimas décadas es una infraestructura endeble, con poca planificación y, sobre todo, sin mantenimiento. Nada diferente al resto de la Argentina.
Ha sido más gasto que inversión, con multiplicación de asalariados sin recursos para que, como albañiles sin cemento, construyan caminos a la nada. Aún así, paradójicamente, la “economía del conocimiento” está presente en el agro, una actividad competitiva a nivel mundial.bPese a que se la suele presentar como una producción primaria sin valor agregado de chacareros primitivos y avaros, el agro ha aumentado su productividad con desarrollos tan simples como la siembra directa o tan sofisticados como los transgénicos.
Si la economía de Argentina aún no naufragó irremediablemente ha sido gracias una agroindustria basada en la ciencia y la tecnología. Pero no se trata de evitar el naufragio sino de navegar, algo imposible en un mar de restricciones.
Sin una economía sana, equilibrada y previsible no hay desarrollo científico sostenible (ni ningún desarrollo). Podrá haber buenos científicos, pero no ciencia. Quizás haya algún sector que funcione mejor, pero no habrá una mejora de conjunto.
Hoy Argentina no contribuye de manera significativa en la creación de conocimiento, no tiene un sistema eficiente y amplio de transferencia de conocimientos, y, más grave aún, carece de un mercado de capitales y bursátil relevante, sin inversores de riesgo que apuntalen empresas incipientes y sin libertad de mercado que permita la creación dinámica de emprendimientos tecnológicos en un sistema competitivo. Y nada de esto será posible sin contar, en primer lugar, con una macroeconomía racional en la que el Estado no sea un obstáculo sino un facilitador de infraestructura para que los privados generen riqueza.»
Investigador del Conicet