Reproducimos las observaciones que hace hoy @marcelofalak en su imprescindible newsletter DesPertar. Describe mejor que economistas o funcionarios la situación actual. Agregamos un comentario al final.
«Más temprano que tarde, Sergio Massa deberá tomar una decisión: si su obsesión es, como afirma en sus reuniones privadas, reducir la brecha entre los tipos de cambio paralelos y el oficial para desalentar las expectativas de devaluación de este último, debería cambiar su política de multiplicación de dólares especiales y tomar decisiones más contundentes, que no pasarían necesariamente por una devaluación lisa y llana, ruinosa para la parte más pobre de la sociedad. Si no lo hiciera, el brete que hoy lo envuelve podría resultar bastante mayor.
No había que mirar las estrellas para saber que el anuncio del «dólar Catar» iba a provocar un veloz incremento del blue. Como se dijo ayer en desPertar, si viajar al exterior va a costar desde hoy –con la reglamentación respectiva ya publicada– unos 314 pesos por dólar, será inevitable que esas personas prefieran comprar billetes verdes más baratos en el segmento paralelo para hacer sus gastos. Y a mayor demanda, mayor precio.
La escalada ya empezó. El blue, que antes del fin de semana largo había cerrado a 277 pesos, el martes –tras el anuncio– saltó a 280 y ayer, a 289. Punta a punta, 4,33% en solo dos ruedas, 3,21% solamente en la de ayer.
En síntesis: el «dólar Catar», que encarece el «tarjeta» ya recargado tres veces anteriormente con un 25% a cuenta del impuesto a los Bienes Personales, le pone un nuevo piso al blue.
Dólar ilegal, ¿cuál es el problema?
El blue influye mucho menos que el tipo de cambio oficial en la formación de precios internos e incluso menos que los dólares negociados en bolsa.
Sin embargo, no es inocuo, hace titulares, crea expectativas y estimula a remarcar a los pequeños comercios. Además, su trayectoria no es ajena a la de los financieros, que de hecho ayer crecieron hasta 2,3% y superaron incluso la barrera del ilegal.
Si la idea de Massa es reducir la brecha cambiaria «desde abajo», acelerando las minidevaluaciones cotidianas del oficial, y «desde arriba», amesetando los paralelos, un desdoblamiento creciente y desordenado como el que se está llevando a cabo es un torpedo que el Gobierno lanza, con efecto banana, sobre la propia canoa con la que pretende atravesar un maremoto. De hecho, la brecha con el blue interrumpió su reciente tendencia a la baja y volvió a superar un peligroso 90%.
El intento de reducir la brecha en estas condiciones es complejo. El dólar oficial mayorista se ha ajustado en lo que va del año 47%, sin que le alcance, pese a los esfuerzos, para empardar una inflación que hasta agosto acumulaba 56,4% en el año. A eso habrá que sumarle una cifra que será mayor que 6 y menor que 7 –según le anticipó el ministro de Economía al FMI en Washington–. Actualizar la paridad que rige el grueso del comercio exterior implica acelerar la inflación.
Las causas de una resistencia
¿Por qué, así las cosas, no realizar un desdoblamiento más simple, con un «dólar comercial» que rija los aspectos más sensibles de las importaciones –las esenciales para la producción, las vinculadas a los alimentos o las que tengan mayor potencial inflacionario– y enviar todo lo demás –el turismo al exterior, la contratación de Coldplay, el atesoramiento privado…– a uno libre o financiero?
Quienes tenemos más de 50 años sabemos que el tema es sensible por dos motivos: por un lado, esos esquemas complican a las empresas –estatales y privadas– que deben hacer frente al pago de deudas; por el otro, tienden a ampliar la brecha con el oficial y las expectativas de devaluación porque, básicamente, implican liberar al Banco Central de todas las cajas deficitarias en divisas.»
Comentario de AgendAR:
Los análisis técnicos de economistas y, sobre todo, el discurso ideologizado que los políticos se sienten obligados a mantener frente a sus militantes, tapan un hecho simple: al contener al valor del dólar oficial -con el que se pagan las importaciones-, se está subsidiando la importación y los gastos en el exterior. Por eso, el gobierno pone impuestos, «percepciones»,… para que no sea mucho más barato importar, comprar afuera, que producir aquí.
Es cierto que una devaluación provocaría un salto inflacionario -otro más- que perjudicaría a los de ingresos fijos, o informales. Y también a las empresas endeudadas en dólares.
Pero esta política de parches se está haciendo cada vez más difícil de sostener. Tampoco está deteniendo la inflación. Y ha destruído el sistema de precios: el ama de casa que va al supermercado y el empresario que debe reponer stock ya no saben cuánto les va a costar.
Confiamos que en el equipo de Massa haya técnicos que sepan de economía y de la realidad productiva y social argentina- que estén pensando las medidas necesarias para que un sinceramiento del mercado cambiario no golpee -aún más- a la población. Lo que se debió haber hecho, con menos costo, hace más o menos un año.
Porque si no lo hacen, lo hará el proximo gobierno, cualquiera sea. Con un costo mayor.
Abel B. Fernández