– Usted habló que de los problemas económicos que tiene el gobierno muchas son cuestiones autoinfligidas. ¿Cuáles?
– El deseo es que sea un escenario de colaboración entre oposición y oficialismo en algunos puntos, sabiendo que las diferencias son legítimas y que eso es lo que está en juego en una elección. Pero si recordamos las dos últimas presidenciales de 2015 y 2019, en cada una, en promedio, el Banco Central perdió 12 mil millones de dólares, producto del pago de la deuda o no pago, o el que viene es peor o el que se va en realidad es peor. Eso nos puso en estado de alerta y el argentino cuando está así compra dólares. Hoy, el Banco central tiene 6 mil millones de dólares de reservas. Ni siquiera tenemos las que usualmente perdemos en una elección. Eso hace que el escenario electoral, a priori, sea muy complejo. Creo que la Argentina va a pasar por uno de sus años más complicados, salvo que la política encuentre una diagonal donde diga: bueno, vamos a disputar en términos ideológicos, de cosmovisión, de programas económicos, pero en algunas cosas daremos garantías de continuidad. Porque las compañías y las personas no redefinen su vida y sus inversiones cada cuatro años, es un continuo. Entonces, si la política define esto cada cuatro años no solo es difícil invertir, sino que, se ve en la calle, hoy es muy difícil vivir.
– En su exposición dijo que Vaca Muerta no necesita de la Argentina, sino que Argentina necesita de Vaca Muerta. ¿Cómo es eso?
– Vaca Muerta hoy no es una promesa, es una realidad, y esa realidad ocurrió en diez años donde el país vivió esquemas macroeconómicos y de control de cambio distintos, tasas de interés y gasto público alto y bajo, ajustes fiscales y devaluaciones. Y Vaca Muerta demostró que su activo es tan sólido que puede incluso, superar, la inestabilidad macroeconómica. Ahora, la macroeconomía está buscando desesperadamente una fuente de recursos que, en el marco de un programa consistente, ayude a una estabilización más amigable, expansiva y mejor desde el punto de vista distributivo. Entonces, en vez de pensar que Vaca Muerta le tiene que exigir a la macro un montón de cosas, tenemos que entender que es la política, que son los decisores, los reguladores, los que tienen que ofrecerle a Vaca Muerta un esquema que, de vuelta, ninguno se va a llevar de esa mesa todo lo que va a pedir, ni ninguno va a poner todo lo que el otro quiere que ponga. Pero ese acuerdo hoy es más necesario que nunca, porque los tiempos apremian e, insisto, la situación macroeconómica de Argentina hace difícil encontrar sectores que puedan aportar algo y Vaca Muerta, sin duda, es uno de ellos.
– ¿En el cuello de botella que encuentra la producción de petróleo y gas por la necesidad de transporte Vaca Muerta no requiere del país?
– Ahí está el desafío de la planificación. Argentina, tratando de no exagerar, hace cuatro años que ya tiene el gas para llenar un gasoducto y, sin embargo, recién ahora lo estamos empezando a construir. En un programa macroeconómico que funcione, el gasoducto se hace a medida que se hace el gas que lo va a llenar. No se está cuatro años estancado, yendo y viviendo con discusiones, sufriendo en materia de empleo, de inversión, de divisas y que después, cuando me choco con la pared, aparece el gasoducto. Este sector tiene una ventaja frente al hidrogeno verde o la economía del conocimiento, por nombrar dos actividades, y es que ya demostró que las promesas son reales. No hay una discusión de que las exportaciones van a subir, es una realidad y el desafío es potenciarla.