Se combinan varios factores que hacen que el resultado de estas elecciones de «medio término» marque, en un sentido o en otro, una etapa clave en la transformación del sistema de gobierno, y de poder, en los Estados Unidos. Y no podemos dejar de dedicarle espacio en AgendAR, porque influirán, mucho, en nuestra realidad local.
El bipartidismo clásico de EE.UU. -que expresaba diferencias, algunas importantes, entre Demócratas y Republicanos pero sobre todo un acuerdo básico en la estabilidad de sus instituciones, y en las reglas de juego de la competencia política, empezó a cambiar cuando en julio de 2016 Donald Trump consiguió la candidatura presidencial del Partido Republicano.
El paso siguiente, más importante, fue cuando derrotó a Hillary Clinton, la candidata de los Demócratas, y del «establishment» de la Costa Este, en noviembre de ese año.
Trump había construido una «nueva mayoría» con parecidos y diferencias con el electorado republicano tradicional, que sumaba a parte de los votantes de los demócratas. Trabajadores afectados por la globalización, petroleros y mineros afectados por las políticas ambientalistas, estadounidenses blancos hostiles a la inmigración, cristianos evangélicos y no pocos católicos que rechazan las «políticas de genero», y sobre todo, gente común con bronca con una elite política que perciben «progresista» y poco patriótica.
Trump consiguió amalgamar estos sectores, y transformarlos en el factor de poder absolutamente decisivo en el Partido Republicano, a pesar de haber sido derrotado en las elecciones noviembre 2020. Ningún candidato de ese partido se atreve a disputar la afirmación del ex presidente de que «le robaron la elección». Los que lo hicieron, perdieron en las primarias.
En Europa se ha visto crecer fuerzas políticas con una «agenda de rechazo» similar en casi todos los países, y hasta ganar elecciones. En América del Sur surgió una copia exitosa en Brasil. Que perdió, por muy poco, las últimas elecciones, pero sigue siendo una realidad poderosa en nuestro vecino del norte.
El hecho inquietante -al que los argentinos, y el resto de los habitantes del planeta debemos prestar atención- es que la «grieta» entre los votantes de uno y otro partido es profunda. La sociedad estadounidense está polarizada -hoy, aún más que la nuestra. Y por primera vez en un siglo y medio, el fantasma de una guerra civil empieza a ser mencionado por analistas serios (no los conspiranoicos de internet). Muy, muy improbable, pero no ya inconcebible.
Hay un elemento personal que agrava la situación para los Demócratas. El presidente Biden, un astuto político del aparato Demócrata, muestra síntomas inocultables del deterioro de la edad. Y su carisma personal no es notorio. El que llama a candidatos y gobernadores de su partido es el presidente, pero el que entusiasma a las multitudes en la campaña es un ex-, Barack Obama, que no puede volver a serlo.
Es necesario tener en cuenta, también, que un factor de política internacional supera la grieta. Demócratas y republicanos coinciden por completo en que el rival de los Estados Unidos es China. Pero no parece ser suficiente para ponerlos de acuerdo; las diferencias políticas y culturales son demasiado profundas.
Esta historia no termina con los resultados de estas elecciones. Pero van a ser importantes, y reveladores. Ayudaremos a mantenerlos informados.
Abel B. Fernández
Además del futuro de Biden, de Trump, y del sistema bipartidista ¿qué se decide en estas elecciones?
«Todos los 435 escaños están en juego en la Cámara de Representantes, donde los legisladores cumplen mandatos de dos años. Los demócratas controlan por poco la cámara, y los republicanos necesitan una ganar solo 5 escaños más de los que tienen para obtener la mayoría.
En el Senado de 100 escaños, se disputan un total de 35. La cámara, donde los titulares sirven durante seis años, está dividida 50-50, pero los demócratas actualmente tienen el control ya que la vicepresidenta Kamala Harris ejerce un voto de desempate. Los republicanos solo requieren una ganancia neta de un solo escaño para tomar el control.
También hay una serie de otras carreras, incluidas 36 contiendas para gobernador y muchos más puestos de nivel inferior. Las carreras para secretarios de estado a nivel estatal han adquirido una importancia adicional este año, ya que controlan las elecciones estatales, incluida la carrera presidencial de 2024. También hay elecciones para legislaturas estatales e iniciativas electorales sobre temas que incluyen el acceso al aborto, cambios en los sistemas de votación, medidas de control de armas y la legalización de la marihuana para recreación.»