El primer capítulo de esta saga está aquí.
Nos dicen: «Pero empiezan por la mitad de la historia!» Es que el punto clave -y la carta fuerte de la Argentina atómica- es nuestra capacidad de investigar, desarrollar tecnología original y exportarla. Si no fuera por eso, la saga nuclear criolla habría terminado hace mucho. De modo que viajamos hacia el pasado reciente (2016), momento bravo si los hubo.
A todo o nada en Riyadh
Maldición, los coreanos nos sacaron la “pole position”: el rey Salman bin Abdulaziz de Arabia Saudita firma con KOPEC. Hay U$ 80.000 millones en juego. ¿Vamos a dar o no esa batalla?
(Septiembre 30 de 2016) Arabia Saudita es donde “primereamos” al resto del planeta en este mercado novísimo de las SNPPs (Small Nuclear Power Plants) como lo es el CAREM. O más probablemente y según vienen las cosas, es donde los coreanos nos pasan por encima. Para mayor humillación, con tecnología que nos copiaron.
Desde 1987, la Argentina ganó casi todas las grandes licitaciones internacionales por reactores multipropósito: son los que no fabrican electricidad pero sí radioisótopos, o materiales especiales, o capacitan personal. Los realmente multipropósito son los que hacen todo. Cuando INVAP construyó el OPAL en Australia, quedó establecido que tenemos el mejor diseño, cosa admitida por nuestro hasta hace poco competidor más acérrimo, Canadá, al que hemos derrotado en todos lados.
Pero este año (2016) estamos perdiendo oportunidades históricas. Algunas menores son irremediables. Bolivia, claramente: tras una década de “cultivar” el cliente ya estábamos descorchando champagne cuando los rusos aparecieron de la nada y nos sacaron de juego. En otras pujas seguimos en el ring: quizás Holanda, quizás Tailandia. Pero sobre todo Arabia Saudita, ojalá Arabia Saudita. Insh’ Allah, que sea Arabia Saudita.
Si ganamos Holanda (viene complicadísima), estaremos construyendo el mayor reactor de fabricación de radiofármacos del planeta. 600 millones de euros por lo bajo. En 2009 nos parecía un montón de plata y de prestigio. Hoy, en un mundo distinto donde ya tenemos ganados algunos campeonatos, es un aperitivo.
No se puede vivir de aperitivos.
Pero Arabia Saudita… en esa complicada monarquía surgida del estado más desértico de la Tierra, con reservas hídricas no muy superiores a las lunares, en marzo de 2013 parecíamos ganador inevitable.
Con los saudíes habíamos creado INVANIA, un “joint venture” de la barilochense INVAP, veterana de tantas victorias mundiales en reactores, y la inexperta pero riquísima TAQNIA. El objetivo eran 16 centralitas CAREM para dar potencia a otras tantas plantas de desalinización de agua de mar. El agua no es chiste en este sitio: Arabia creció bruscamente de 6 a 30 millones de habitantes y hoy gasta el 28% de su petróleo en desalinizar agua de mar, y ése es uno de los procesos más energívoros de la física. Los saudíes tienen apuro por poder volver a exportar el petróleo que hoy queman en beber. Este año TAQNIA tenía que estar en obra con un CAREM.
Pero en 2015 los saudíes congelaron todo, invitaron a otros jugadores y ahora estamos arrinconados por Corea del Sur. Para sumar insulto al daño (y no podemos echarle culpas a nadie salvo a nosotros) en 1997 los surcoreanos ya habían tratado de comprarnos el CAREM “a cambio de un besito”. Y ante la irritada negativa de la CNEA (Comisión Nacional de Energía Atómica) a regalar su proyecto “de bandera”, lo copiaron (vaya a saber cómo se chorearon los planos y las planillas de cálculo) y a su copia la llamaron SMART. Imbéciles de nosotros, tendríamos que haber hecho el prototipo inmediatamente cuando los coreanos se fueron de aquí con una sonrisa que prometía venganza. Pero en 1997 el país estaba en otra, haciendo todo lo posible -nuestras clases dirigentes son infalibles en ello- por dejar de ser un país, ser apenas un lugar.
En algo les ganamos a los coreanos: tenemos 32 años de trabajo de paciente “desarrollo hormiga” del CAREM, hecho con centavitos por INVAP, cuando para la CNEA ese era “un proyecto exiliado”. Están testeados en modelos físicos reales casi todos los componentes críticos. Se hizo un reactor nuclear (el RA-8, en Pilcaniyeu, Río Negro) para ensayar los combustibles. Hay un prototipo de 32 MW en construcción, a terminarse en 2018 (por alguna causa, se lo sigue llamando CAREM 25).
Los coreanos ya testearon una planta piloto de unos 20 MW, lo que no es poco. Tal vez empiecen un prototipo de módulo comercial de 99 MW en 2017. Pero nadie se extrañe de que ese prototipo esté en Arabia. Y de que se venda a un extravagante precio de U$ 1000 millones. Y de su capacidad de generar, amén de electricidad, 40.000 m3 de agua diarios (equivalente a 25 piletas olímpicas de natación) en una planta anexa.
La KAERI (Korean Atomic Energy Research Institute) no es ningún café académico sino el núcleo de un programa nuclear con empresas infernalmente agresivas. Las lidera la estatal KOPEC, que junta más de 30.000 expertos en puestos directos. Ya caminan la Península Arábiga a lo grande: a los vecinos Emiratos les vendieron 4 monstruosas centrales nucleares APR 1400, de las cuales la primera se termina el año que viene. En ese lugar del planeta a nadie parece temblarle el pulso por estar comprando “casi-prototipos”: la primera APR 1400 del mundo entró en línea en Shin Kori, Corea del Sur, en 2016, de modo que de experiencia operativa real, poco y nada.
En reactores chicos modulares de agua liviana, como nuestro CAREM o su SMART, los coreanos tienen la ventaja de venir no de una distraída república sojo-financiera, sino de un país cuya dirigencia se forjó en la fragua de la industria pesada, luego la de la electrónica, y hoy quiere ser el tercer o cuarto exportador nuclear mundial.
Si Dios y Allah fueran argentinos y le ganáramos a este minúsculo coloso, nuestros son el poder, la gloria y la primera venta -¡masiva, además!- del CAREM. Y hay también un reactor multipropósito en juego, pero en el contexto, apenas es “una yapa”. Según la WNU (World Nuclear Association), todo ese contrato vale no menos de U$ 80.000 millones, cifras que me parecen siderales, pero eso es Medio Oriente. Lo cierto es que si ganáramos en Arabia Saudita, pasaríamos de exportador ocasional de grandes plantas de finalidades científicas y médicas a exportador serial de plantas eléctricas. Es un mercado inmediblemente mayor, en el cual pudimos ser los primeros, y que hoy está empezando a explotar.
Hablo de decenas de miles de millones que no son de soja ni de mineral metalífero. Son de valor agregado argentino duro y puro. Todo eso está en juego, y en peligro.
A qué me refiero cuando digo que el SMART (abajo) es una copia fiel del CAREM argentino, centrales compactas con el primario y los generadores de vapor encapsulados dentro del recipiente de presión, y refrigeración convectiva, sin bombeo de agua. Mientras aquí no se le daba un mango a la CNEA y ésta perdía recursos humanos a espuertas, los coreanos nos chorearon el diseño. Y hay cuatro empresas más que hicieron lo mismo.
Daniel E. Arias
PD de 2023: En Arabia Saudita terminamos vendiendo un reactor de investigación y docencia muy chico, lo que en la jerga se llama «una facilidad crítica de potencia cero». Obviamente, algo mucho más básico y barato que un CAREM, pero el asunto provocó no poca irritación entre los dueños occidentales de la pelota nuclear. Por lo que se sabe, los coreanos no tuvieron éxito en ese reino arenoso con sus SMART y nadie dice «esta boca es mía» a la hora de explicar las causas. Y nosotros seguimos pacientemente construyendo el prototipo del CAREM, obra que estuvo totalmente detenida entre 2018 y 2021 porque a algún presidente se le antojó cortar el presupuesto 2016 de la CNEA a la mitad de su valor (en pesos) de 2015, y dejarlo clavado allí. Lo dicho: esa pequeña venta de INVAP a Arabia Saudita causó no poca irritación entre los dueños de la pelota nuclear mundial.
Pero la tenacidad paga. Si en 2024 a la CNEA no vuelven a hacerle el chiste de dejarla sin un cobre, el prototipo del CAREM se termina en 2026, y allí nos enteraremos de sus virtudes y defectos ocultos. En Holanda INVAP ganó finalmente -en 2018- la segunda licitación del reactor Pallas, en Petten, tras derrotar por segunda vez a todos los demás, y en semifinal a los rusos y coreanos. Ya había ganado en 2008 contra los mismos adversarios, pero Holanda decidió cancelar.