Con la idea de contrarrestar el peso de China en la región Asia-Pacífico, Washington, Londres y Canberra lanzaron el lunes su alianza Aukus –anunciada hace 18 meses y cuyo nombre es el acrónimo inglés de las tres naciones– para construir una nueva generación de submarinos nucleares, tras la compra prevista por Australia de varios aparatos importados.
“La última declaración conjunta de Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia demuestra que los tres países transitan más y más por una vía errónea y peligrosa, pensando en sus propios intereses y menospreciando la preocupación de la comunidad internacional”, declaró el portavoz diplomático chino, Wang Wenbin.
Pekín ya había instado a los tres países, antes del anuncio del lunes, “a abandonar la mentalidad de la Guerra Fría y los juegos de suma cero”.
Rusia, que quiere fortalecer sus vínculos con China, también acusó a las potencias occidentales de fomentar “largos años de confrontación” en la región Asia-Pacífico.
“El mundo anglosajón construye estructuras de bloque como Aukus, avanzando la infraestructura de la OTAN en Asia, y apostando seriamente a largos años de confrontación”, dijo el ministro de Relaciones Exteriores, Sergei Lavrov.
Por su parte, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) advirtió que debe “vigilar que ningún riesgo de proliferación emane de este proyecto”, en palabras de su director general, Rafael Mariano Grossi. “Las obligaciones legales de las partes y las posiciones de no proliferación son primordiales”, insistió.
El lunes, el presidente estadounidense, Joe Biden, junto a los primeros ministros de Australia y Gran Bretaña, Anthony Albanese y Rishi Sunak, anunció desde la base naval de San Diego una cooperación “sin precedentes”.
“Nos situamos en la mejor posición para hacer frente juntos a los retos de hoy y de mañana”, dijo el mandatario. Estados Unidos no puede tener “mejores amigos”, agregó.
“Sin armas nucleares”
Ninguno de los tres gobernantes mencionó explícitamente a China, pero Biden afirmó que Aukus aseguraría que la zona Asia-Pacífico “siga libre y abierta”, una fórmula que apunta la voluntad de contrarrestar la influencia china en la región.
Albanese dijo que se trata de “la mayor inversión individual en la capacidad de defensa de Australia en toda nuestra historia”, y destacó que los tres países están “unidos, por encima de todo, por un mundo (…) donde la paz y la estabilidad y seguridad garanticen mayor prosperidad”.
El gobierno australiano estima que el proyecto, de varias décadas, costará unos 40.000 millones de dólares en los primeros 10 años, y creará alrededor de 20.000 empleos.
Australia es, después del Reino Unido, el segundo país que tiene acceso a la tecnología nuclear secreta estadounidense, insistió Albanese.
Sunak también insistió en los esfuerzos para aumentar el presupuesto de defensa del Reino Unido, que se compromete en “el acuerdo de defensa multilateral más importante desde hace generaciones”.
El programa de submarinos de ataque, que busca adaptar la presencia militar occidental en el Pacífico, se desarrollará en tres etapas, detalló la Casa Blanca.
Y se basará en un principio “crucial”, reiteró Biden: “Estos submarinos serán de propulsión nuclear, pero no llevarán armas nucleares”, para respetar el principio de no proliferación.
Primero habrá una fase de familiarización de Australia, que no tiene submarinos de propulsión nuclear ni tecnología nuclear. Sus marinos, ingenieros y técnicos recibirán formación por parte del personal estadounidense y británico.
Nueva generación de submarinos
El objetivo es desplegar, a partir de 2027 y de forma rotativa, cuatro submarinos estadounidenses y un submarino británico en la base australiana de Perth (en la costa Oeste).
En un segundo tiempo, Australia comprará tres submarinos estadounidenses de clase Virginia de propulsión nuclear, con opción a otros dos. Tienen que ser entregados a partir de 2030.
En la tercera etapa, la más ambiciosa, Estados Unidos, Australia y el Reino Unido se asociarán para una nueva generación de submarinos de ataque llamada SSN Aukus.
Estos nuevos aparatos, sobre la base de un diseño británico con tecnología estadounidense avanzada, se construirán y serán desplegados por el Reino Unido y Australia. Tienen que se entregados a partir de los años 2030, principios de 2040.
Australia deberá levantar de cero una industria nuclear de alta tecnología, subraya David Andrews, analista en estrategia militar en la Universidad Nacional Australiana.
“Existen riesgos en la forma de administrar el personal, construir líneas de producción, gestionar los suministros y el mantenimiento”, advierte.
Comentario de AgendAR:
En plan de romper pactos tácitos, EEUU y el Reino Unido (RU) acaban de hacer polvo uno bastante sagrado: la tecnología de motorización nuclear de submarinos no se transfiere. El que la tiene, dice ese tratado nunca escrito, es por desarrollo doméstico. Eso ha sido cierto para los 5 miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (EEUU, el RU, Francia, la URSS y Rusia) y además la India. Nadie más la tiene.
Nadie más la tiene por ahora, porque a partir de la ruptura de este pacto, se abre una caja de Pandora geopolítica, y esas cajas rara vez aseguran la paz mundial. Así como EEUU y el RU habilitan a potencia nuclear a un tercero (Australia) que hasta 2021, como contendiente atómico, estaba pintado en la pared, ahora Rusia, China y la India pueden hacer su propio juego, y habilitar a nuevos terceros en la riña de gallos del Indo-Pacífico. Agarrate, Catalina.
El principio de «no se venden motores nucleares» se mantuvo a rajatablas durante toda la Primera Guerra Fría, incluso en sus momentos más peligrosos. Esta ley tácita empezó en 1955, con la entrada en servicio del primer submarino nuclear de la historia, el USS Nautilus, pero se terminó hace muy poco, en Septiembre de 2021, con Australia habilitada a propulsión nuclear.
Tal vez ese hito marque el arranque real de la Segunda Guerra Fría, más incluso que el Euromaidan ucraniano de 2014 o la invasión rusa de 2022. El asunto es que esto de Australia, además de poner de la nuca a China, deja un tendal de heridos dentro del llamado Occidente. EEUU, el RU y Australia al firmar el AUKUS rompieron contratos anteriores de compra firmados por Australia con Francia. Y qué contratos…
El presidente Emmanuel Macron enloqueció. Francia retiró a sus embajadores en EEUU y el RU, y su ministro de Defensa dijo que aquello había sido «una puñalada por la espalda». La oposición a Macron habló de romper con la OTAN. La indignación de París todavía dura. Los medios citan seguido al difunto general Charles De Gaulle. «Le Grand Charles» detestó toda su vida de las dos potencias aliadas, aunque entre 1944 y 1945 liberaron a Francia de la ocupación nazi.
Propulsada por el «faut se méfier des Anglos» de De Gaulle, Francia en los ’60 construyó su propia Force de Frappe (su arsenal nuclear, con submarinos misilísticos y todo) sin relación alguna con la OTAN para tener total libertad de iniciar una guerra nuclear con la URSS o China sin permiso de Washington o Londres. Con la movida de Australia, la OTAN se expande hacia el Indo-Pacífico pero se fractura un poco más en el Atlántico. Las rajaduras, de todos modos, eran viejas.
La historia empieza en 2009, cuando Australia decidió ir dando de baja su nada vieja flota de submarinos diésel-eléctricos clase Collins. Son 6 Kockums suecos pero mayormente construidos en Perth, y con mayor desplazamiento y potencia, rediseñados para la defensa litoral de un país que lejos de operar en un mar de juguete, como el Báltico, tiene 18.000 km. de costas y mucha ruta comercial vulnerable.
El Departamento de Defensa de Australia entonces aclaró que abrían la licitación para una flota de reemplazo de los Collins, pero que ésta no sería nuclear. Lo que no hacía falta aclarar: lo que sabe Australia de motores nucleares cabe en el reverso de una estampilla y sobra lugar. Pero además, ésta era una tecnología que nadie vendía a nadie a nadie, para no causar una bola de nieve de desastres diplomáticos.
Eso cambió.
En 2016, y tras remarla como titanes, los de la empresa estatal francesa Naval Group ganaron la licitación australiana y cerraron trato para la provisión de 12 submarinos de ataque franceses, clase Barracuda. Son naves bastante grandes y originalmente tienen motores nucleares.
Francia, todavía respetuosa de las viejas usanzas sobre motorización nuclear, se comprometía a rediseñar sus Barracudas para recibir una propulsión diésel-eléctrica combinada con un sistema de potencia silencioso AIP (Air Independent Power). Éste añade al menos una semana extra en inmersión total profunda, más allá de profundidad de snórkel.
Sin contacto alguno con la atmósfera, la unidad AIP garantiza a los tripulantes provisión (un tanto estrecha pero suficiente) de potencia motriz, oxígeno por hidrólisis y agua potable por desalinización. Esto añade una semana extra de invisibilidad a las tres que probablemente tiene un diésel-eléctrico del montón, pero sin AIP. El Barracuda reconvertido a diésel + AIP recibió otro nombre, según usos y costumbres: la clase Attack.
El Attack equivale a un rediseño completo, aunque sea en dirección de prestaciones descendentes. Y esto es un trabajo de locos. No por nada, el precio original pactado se duplicó, informó Francia, ya con Australia habiendo abonado 2400 millones de dólares australianos a cambio de nada demasiado más sustancial que nuevos planos y planillas de cálculo.
Un submarino con AIP es casi indetectable durante al menos un mes, lo que en guerra lo transforma en un peligro bastante ubicuo: puede estar lejos de su último punto de avistaje, o del avistaje de su snórkel. Pero ojo, eso es todo lo lejos que se va navegando a velocidad de patrulla, más o menos entre 6 y 8 nudos, porque hay que hacer durar la carga de baterías, la fuente de oxígeno líquido, y abstenerse todo lo posible del motor diésel y del snórkel, muy delatores. Y el primero no opera sin el segundo. Son acaso 1800 km. en cualquier dirección desde la última detección: no es poco, si hay que buscarte. Pero tampoco es que estés en las antípodas de la Tierra.
En cambio un submarino nuclear, con capacidad de inmersión sólo limitada por la comida a bordo y bastante más de 30 nudos garantizados a profundidad de combate, desaparece de la superficie y en un mes le da la vuelta al mundo. En contrapartida, puede ser algo más ruidoso que un diésel-eléctrico, por las bombas de refrigeración del núcleo del motor nuclear. Incluso así, ¿cuántos recursos tiene que movilizar el enemigo para localizar un blanco tan ubicuo? Un submarino nuclear, sea de ataque o un «boomer» armado de misiles balísticos de largo alcance, no es un arma defensiva. Está hecha para llevar la guerra a mares y tierras del enemigo.
La venta de los Attack a Australia por 50.000 millones de dólares australianos (equivalentes a U$ 34.000 millones estadounidenses) fue considerada la operación del siglo. Con ese golpe Francia sacó del primer puesto mundial de ventas a Alemania, cuyos submarinos diésel-eléctricos Thyssenkrupp tipo 209 y 214 dominaron el mercado mundial durante décadas.
Francia también mandó a cucha a un emergente duro, la sueca Kockums y a otro aspiracional, la española Navantia, que desde fines de siglo aspira a pisarle el poncho a los astilleros franceses. Y también le tiznó la cara a Japón, que ya tiene 3 clases sucesivas de submarinos diésel-eléctricos con baterías de litio y todavía no logra exportar ninguno.
El litio es otro «game changer» naval. Las baterías con ese ión metálico tienen una densidad energética mucho mayor que las de plomo-sulfúrico, que ya cumplen 120 años en los submarinos de distintas armadas. Con baterías de litio, las naves japonesas resisten inmersiones de más de 3 semanas sin echar mano del diésel y el snórkel para recargarlas. Y tanto así que no llevan motor AIP adicional.
El «offset» que ofrecieron los franceses para asegurarse la venta parece haber sido político: una mayor intervención de los astilleros submarinísticos de Perth en la construcción de las naves Attack, lo que aseguraba al menos dos décadas con alta contratación, altos sueldos y cero despidos en esa ciudad de la árida costa australiana occidental, Perth.
Obviamente, cada puesto calificado en Perth sería uno menos en Toulon, sede de Naval Group, donde de todos modos se aseguraban 4000 puestos directos de trabajo y contratos para 200 firmas proveedoras calificadas.
Esta empresa de Toulon la fundó el obispo Richelieu -efectivamente, sí, el de «Los Tres Mosqueteros»- en 1631 con el nombre de Diréction de Construction et Armes Navales, para construir galeones artillados y otros veleros de combate Luis XIII. Se trata de los astilleros más viejos del mundo, uno de los más calificados y diversificados en recursos humanos, y desde septiembre de 2021, uno en problemas.
A fuerza de rediseños, Naval Group terminó recotizando la operación en 90.000 millones de dólares australianos, equivalentes a U$ 61.200 estadounidenses, para gran bronca de Canberra, la capital política de la isla-país-continente. No le resultó difícil a EEUU y el RU tumbar aquel acuerdo con Francia: por U$ 40.000 (un precio en el que no cree nadie) ofrecen potencia nuclear en lugar de térmica. Y esto da una capacidad bélica como sólo la tienen 6 potencias.
Cuando el presidente Joe Biden jura que los tres Virginia y tal vez dos más que le venderá a Australia no tienen misiles nucleares, debería aclarar que al menos, no del tipo balístico. No habrá Tridents a bordo.
Pero los Virginia pueden disparar en inmersión y horizontalmente misiles Tomahawk por las portas de torpedos, y las unidades nuevas tienen lanzamiento vertical de misiles antibuque Harpoon. Ambos tipos de arma son de vuelo subsónico rasante, y con distinto alcance.
El más temible y pesado de ambos, el Tomahawk, puede llegar a 1800 km. del sitio de lanzamiento, lo que los habilita a atacar blancos terrestres muy alejados del mar, y cargar -entre varias opciones- una cabeza termonuclear W-80 de hasta 150 kilotones. En suma, que no es imaginable que el OIEA mande inspectores desde Viena para meter las narices en los submarinos vendidos a Australia y garantizar que no lleven bombas de hidrógeno. Cuando Inglaterra nos mandó la Task Force encima, llevaba bombas nucleares antisubmarinas por si las moscas, pero no pintó ningún inspector.
Y es que en los términos del Tratado de No Proliferación (TNP), EEUU es garante del acuerdo, y como tal, es libre de todo control de armas que no emerja de otros tratados bilaterales de inspección y disminución de arsenales, como los SALT y START con la URSS y luego con Rusia. De modo que con el tratado AUKUS habrá que creer muy firmemente en la palabra de Joe Biden. Tal vez los chinos no lo hagan.
Difiero del parecer de David Andrews, el analista de defensa de la Universidad Nacional Australiana. Su país no parte de cero en construcción naval. Lo que sí parece evidente es que este pacto AUKUS tal vez la lleve a cero. No se puede tener todo, seguridad y además industria.
Me explico. Por ahora, el país-isla sabe lo suyo de ingeniería de submarinos. Y es que desde que en la posguerra se volvió más país que colonia británica, y trató de no comprar «llave en mano». Su flota actual de submarinos diésel-eléctricos, los 6 clase Collins, se construyó mayormente en los mismos astilleros de Perth donde se pensaba ensamblar aquella nueva flota Attack francesa. La base comercial era la misma: la tecnología es extranjera y se transfiere y paga, pero la construcción a partir del segundo sub empieza a ser cada vez más australiana y hay mucha capacitación de personal y de subcontratistas locales.
Es interesante, para entender cómo cambió el mundo de la noche a la mañana, que en 2016 Australia estuviera relativamente cómoda con 6 de esos submarinos defensivos, capaces de evitar desembarcos y también de mantener despejadas las rutas comerciales de ese país. Australia no temía desembarcos: era el primer proveedor de carbón a China. Eso se terminó.
Ahora la vecindad entre ambos países se ha vuelto mala, pero Australia va a tener tres naves clase Virginia con opción a dos más, todo bien «llave en mano». Recién después de esas cinco naves vendrán los submarinos nuevos clase AUKUS, que uno imagina como una evolución de los Virginia y los clase Astute británicos. Y entonces habrá construcción local… pero el año del arquero.
Todo este «know how» de propulsión a Australia le caerá de arriba. No parece que los Aussies vayan a aprender a construir reactores PWR compactos, aunque sí seguramente a operarlos. ¿Les darán permiso para enriquecer uranio? Los motores estadounidenses e ingleses llevan enriquecido al 93%. Dan una potencia fabulosa, y el combustible dura 30 o 40 años, más o menos lo que la vida útil del casco y la electrónica. No hay recarga.
El país es casi virgen en materia atómica. No ha tenido más que dos reactores nucleares: uno comprado a Inglaterra en los ’50 para fabricar radioisótopos, planta que en 2000 fue reemplazada por otra mejor y para el mismo fin: el OPAL, construido por la firma argentina INVAP.
Los australianos son usuarios eficientes (y mucho) de reactores de producción. Pero de ahí a tener motores y misiles nucleares que le permitirán atacar a cualquier país del mundo, salvo a los más mediterráneos, hay un trecho enorme, y los australianos lo acaban de cruzar de un salto diplomático. Toneladas de know-how muy recóndito les caerán de arriba. O quizás desde arriba, porque no parece que este tratado vaya a generar mucha ocupación en Perth, salvo la del mantenimiento de una flota inicialmente estadounidense, aunque lleve bandera local. La construcción en Australia, por ahora parece un puro y lejano «te la debo».
Los Collins todavía seguirán toda esta década en servicio. Son animalitos de 77 metros y desplazan 3400 toneladas cuando sumergidos, lo que viene a ser 1000 toneladas más que nuestros TR-1700, como el ARA San Juan, que se hundió, y el ARA Santa Cruz, que no navega porque por causas que se ignoran sigue vigente una decisión del gobierno de Mauricio Macri de no completar su mantenimiento de media vida.
¿Defectos de los Collins? Uno inherente y otro creado. El inherente es que los 6 Collins, con 20 nudos, son un poco lentos, un problema con tanto mar y tanta ruta comercial a custodiar. El creado: nunca tuvieron suficientes tripulaciones, causa tal vez principal de su bajísima disponibilidad (algún año llegó a haber sólo dos en patrulla). Los australianos tienden a echarle la culpa a la tecnología sueca, pero el problema parecen ser ellos (dicen los suecos).
Como sea, Australia acaba de ser metida de un empujón en una posible guerra por el control del Indo-Pacífico, y nada menos que como contendiente nuclear. No es que le hayan faltado guerras a ese país: se metió o lo metieron en casi todas las del siglo XX y continúan.
Pero la última vez que en Australia explotó una bomba termonuclear fue en 1963, la séptima de una serie de tests ordenados desde 1957 por Su Graciosa Majestad en tierras de los Maralinga Tjarutia -a quienes nadie pidió permiso- dentro de un área prohibida de Woomera, Southern Australia. La zona quedó bastante contaminada y en 2014 se le pagó a los «aboriginals» una compensación de 13,5 millones de dólares (australianos).
¿Quién le pagará un dólar (americano) a Australia si llueven misiles chinos sobre Sydney?
Daniel E. Arias