(Agradezco la información del colega Raúl Dellatorre )
En una visita fuera de todo marco oficial, pero con el interés de inspeccionar un desarrollo clave nuclear argentino, llegó al país este martes el titular de la NRC (Comisión Regulatoria Nuclear de EEUU), Christopher Hanson.
El miércoles 12 el funcionario visitante recorrió las centrales Atucha I y II y la obra vecina del proyecto de central pequeña modular argentina CAREM, el tema por el que probablemente se vino hasta aquí. Posteriormente, el jueves, viajó al sur para conocer el Centro Atómico Bariloche, de la Comisión Nacional de Energía Atómica, CNEA.
La visita ocurre enmarcada por las presiones de Estados Unidos para impedir que Argentina avance en el acuerdo de construir una cuarta central nuclear Hualong-1, con financiamiento y tecnología que proveerá China. Estaría junto a las Atuchas 1 y 2, por lo cual pasaría llamarse Atucha 3.
Los intentos del lobby estadounidense para frenar esta obra empezaron en 2015 y hasta hoy fueron exitosos, aunque chocan con la argumentación de los profesionales de Nucleoeléctrica Argentina SA (NA-SA) y la CNEA favorables al proyecto, y partidarios de que Argentina decida estas cosas en base a su conveniencia y a sus 73 años de experiencia nuclear. Sin embargo, a los EEUU no les faltan agentes dentro y fuera del gobierno ganosos de bloquear los acuerdos de cooperación con China, y éste ante todo.
Sin embargo, creemos que Hanson vino para otra cosa.
Llegó acompañado por otros cuatro miembros de la NRC, y en visita ajena a todo convenio bilateral de cooperación o colaboración en materia nuclear, por decisión unilateral del gobierno de Estados Unidos. Por eso no hubo funcionarios de gobierno de primera línea para recibirlos o escoltarlos en la recorrida por el predio de las Atuchas y del CAREM, situado a 15 km. de la pequeña ciudad de Lima y a unos 50 de Zárate. Lo mismo sucedió en Bariloche.
Significativamente, fue el propio embajador de Estados Unidos en Buenos Aires, Marc Stanley, quien lo recibió «Es un gusto dar la bienvenida… a Hanson. Estados Unidos y Argentina comparten una larga historia de cooperación nuclear y son socios en el uso pacífico de la energía nuclear», expresó el diplomático en un comunicado, que acompañó con una foto (la que ilustra esta nota) donde Stanley aparece delante de la bandera argentina, como si se tratase de un funcionario local que recibe a un visitante.
La foto es tan equívoca como la presunta asociación nuclear entre ambos estados. No existe, salvo por 73 años de interferencias diplomáticas abiertas y encubiertas que explican que con tanta historia nuclear nuestro país tenga sólo 3 centrales nucleoeléctricas, y todas extranjeras, en lugar de ser un exportador de este tipo de plantas. Allá los nombran embajadores, y aquí se hacen virreyes.
En Atucha fue recibido por autoridades de nivel gerencial de NA-SA, empresa operadora, diseñadora y constructora de centrales atómicas. Hanson visito especialmente el prototipo de 32 MWe del CAREM, ya con un 62% de avance total.
Es una central nucleoeléctrica de la CNEA con «seguridad inherente», lo que significa enfriamiento pasivo del núcleo garantizado por las leyes físicas de la convección, en lugar de por bombas respaldadas en profundidad por otras bombas, y con su suministro eléctrico en caso de apagón de red a cargo de generadores diésel, apuntalados a su vez por otros del mismo tipo en caso de falla. Eso es seguridad mediante sistemas activos escalonados en profundidad.
Hay otros enfoques. Las leyes de la física, a diferencia de las bombas y los generadores, no se rompen y no necesitan «back-up». La convección no falla, porque el agua refrigerante calentada por el núcleo asciende sola dentro del recipiente de presión, se enfría al ceder su calor en los generadores de vapor, y eso la hace bajar: es más densa. No puede no hacerlo. La circulación y el enfriamiento del núcleo, por ende, en un CAREM es un proceso pasivo. Eso, en 1984, hizo del CAREM un diseño potencialmente más barato y simultáneamente más seguro que cualquier central PWR, PHWR o BWR existente. Muy revolucionario, para aquella década.
Al ser un reactor totalmente argentino viene libre de ataduras de propiedad intelectual que impidan su exportación. Tiene otro punto a favor: está diseñado para ser producido de a centenares. La historia nucleoeléctrica mundial, salvo por los casos de Francia en los ’80, y hoy de Rusia, China y la India, estuvo siempre dominada por la fabricación casi artesanal de cada central. Eso es desastroso para los costos.
Lejos de ello, los componentes del CAREM se fabricarían masivamente en línea y en grandes partidas. Saldrían de planta ya muy pre-ensamblados, dentro de un tamaño compatible con su posterior traslado en barcos, trenes o camiones, para un montaje rápido en destino. Se cree que sumando todos estos ahorros y simplificaciones con el CAREM se llegaría a menos de U$ 5000 por kilovatio instalado, más o menos la mitad del desaforado costo «overnight» de las grandes centrales contemporáneas de 1000 a 1600 MWe.
Los módulos de un CAREM pueden irse comprando de a uno. Según su potencia, integrando cuatro se llega a 400, 500 o 600 MW instalados para una central hecha por cuatro módulos, lo que significa una potencia media. Pero el cliente puede empezar a vender electricidad con el primer módulo, sea de 100, 125 o 150 MWe, y luego ir sumando otros, si le conviene y cuándo le conviene. En una situación ideal, cada módulo va pagando la compra e instalación del siguiente.
Con tanta elasticidad, el CAREM puede funcionar bien en islas o desiertos sin red eléctrica alguna, o como proveedor de potencia de base sumido en una gran red nacional o regional combinado con muchas otras y diversas fuentes intermitentes, como solar y eólica. Adonde lo pongas, sirve: si el CAREM no inicia el juego, lo estabiliza, porque le da respaldo 24×7, algo imposible para el sol o del viento. Y por supuesto, sin emisiones de carbono.
Toda esta perspectiva innovadora y ahorrativa le pudo dar buenas chances comerciales al CAREM, tanto dentro del país como para su exportación. De hecho, en 1988 la Comisión Atómica de Turquía, TAEK, trató de asociarse a INVAP, entonces a la cabeza del proyecto, para fabricar y vender decenas de unidades en el Medio y Extremo Oriente y África.
Los cuatro grandes partidos políticos de Turquía votaron por unanimidad en el parlamento una ley de apoyo, con una partida equivalente a unos U$ 500 millones de hoy, esperando que Argentina hiciera otro tanto. Hubo presiones y no lo hizo.
Entre 1989 y 1993 el gobierno de Carlos Menem deshizo el «joint venture» a fuerza de ningunear a los turcos o pedirles barbaridades «para la corona». Hoy los turcos son clientes de Rosatom, es decir de Rusia. Jamás volvieron. Aquella sociedad fracasada con Turquía fue una primera señal de que el CAREM inquietaba a los dueños del mercado nucleoeléctrico global, que en los ’80 todavía eran EEUU y la Unión Europea, y que dependía de unidades monolíticas de 1000 MWe para arriba.
No es un tema menor que hoy el CAREM le sigue pisando el poncho a 5 reactores estadounidenses más o menos copiados de su ingeniería básica, ninguno de los cuales está en construcción. Hanson pidió especialmente verlo, y recorrió la obra con sus adláteres Molly B. Marsh, Cinthya I. Roman, David L. Skeen y Catherine I. Iwanowski, amén del Primer Secretario de la Embajada en Buenos Aires, James Michael Saxton Ruiz, pero sin ningún funcionario local de primera línea que lo acompañe.
Conociendo a NA-SA y a la CNEA, la orden de abrirle la tranquera a Hanson debe haber llegado de Presidencia de la Nación. No creo que el gringo hubiera podido pasar de ningún otro modo.
Hanson no es un cuatro de copas ni tendría que haber entrado jamás al CAREM. Como licenciador de diseños, trabaja simultánemente para TODAS las empresas nucleares viejas y emergentes de su país, y a sola vista de la obra civil puede comparar y evaluar sin mucho error las ventajas y debilidades de nuestro proyecto medidas contra los similares estadounidenses.
Hablo de otros reactores a uranio enriquecido, refrigerados a agua, compactos (con los generadores de vapor incluidos adentro del recipiente de presión) y de enfriamiento pasivo, por convección natural, sin necesidad de bombas.
Ese tipo se vuelve a casa con cantidad de información valiosa. Si alguno de sus cuatro escoltas de la NRC tiene pergaminos de abogada/o de patentes, toda idea creativa o novedad técnica que puedan inferir de la obra civil será patentada a su regreso a la patria de los libres y hogar de los valientes como propiedad intelectual estadounidense. Después pretenderán que se las paguemos, o la usarán para tratar de asociarse por la fuerza a nuestras exportaciones del CAREM, si alguna vez las tenemos.
A futuro, este tipo de espionaje displicente puede tener consecuencias mucho peores cuando empiecen a pintar en obra los componentes metálicos de la «isla nuclear», es decir el recipiente de presión y sus sistemas periféricos de seguridad y control. Que es donde están mayormente nuestros pocos pero bien conseguidos «secretos de cocina» en procedimientos de fabricación, de materiales y de integración. Son 40 años de investigación y desarrollo puramente argentino.
Hora de cerrar la obra a paracaidistas que vieron luz y tocaron el timbre, compatriotas. Son competidores durísimos y corren con ventajas. Nunca les faltará información sobre el CAREM: tienen seguramente todavía activos a los topos locales que explican que el diseño de las «islas nucleares» de los proyectos NuScale y el BWXT mPower sean tan parecidas a la del CAREM.
No deja de ser culpa nuestra. Este proyecto la CNEA lo expuso públicamente por primera vez en un congreso de centrales nucleares en Perú… en 1984.
Por una suma de estupideces, agachadas y traiciones criollas demasiado largas para contar o ser creídas, la obra se inició recién en 2011. Venía avanzando con las dificultades inevitables de un proyecto FOAK (First of a Kind, primero en su tipo), cuando el gobierno de Mauricio Macri frenó todo. Privatizó la dirección de obra, y luego la dejó sin plata.
Julián Gadano, el sociólogo que Macri puso a dirigir al mejor elenco de ingenieros, físicos, combustibleros y reactoristas nucleares del Hemisferio Sur, logró vaciar el sitio de obreros, técnicos e ingenieros totalmente recién en 2018. La obra quedó más pacífica que un cementerio.
Fue resucitando despacio a partir de julio de 2021, cuando el gobierno de Alberto Fernández redescubrió algo tarde el átomo, 2420 años después de Demócrito y 72 años después de Perón, y se dignó a cambiar a las autoridades macristas en la CNEA y NA-SA.
En 1984 el CAREM era el único proyecto SMR (Small Modular Reactor) del mundo. Hoy compite contra unos 80 otros reactores catalogables como chicos y modulares. Algunos son mucho más audaces que el nuestro, por temperaturas, presiones y materiales. Pero la mayor parte de los hoy considerados conservadores, es decir los que funcionan con uranio levemente enriquecido y agua natural presurizada, son copias del CAREM.
Ojo, ser tecnológicamente conservador en el rubro nucleoeléctrico es saludable, garantiza más ventas que ser excesivamente innovador. En ese punto la industria funciona un poco como la aviación comercial, poco afecta al diseño rupturista, y por lo mismo. Lo muy probado es lo muy seguro.
En el caso del NuScale, posiblemente podríamos llamarlo una copia mejorada del CAREM. Hablo específicamente no de la llamada «isla nuclear» sino del diseño del edificio de contención. Deberíamos afanarlo. Cien años de perdón para quien lo haga.
Pero aunque NuScale ya tiene aprobación regulatoria del NRC, 80 empresas proveedoras adherentes y aportistas de capitales, decenas de municipalidades apalabradas en Idaho y estados vecinos, unos 11 clientes internacionales en medio planeta con MOUs (memorandos de intención de compra) firmados con lindas rúbricas y muchos sellos, y de yapa al Department of Energy poniendo el 80% de la tarasca de Investigación y Desarrollo, sigue siendo un reactor de papel. O más bien de servidor, es decir un montón de dibujos por un lado, y otro montón de unos y de ceros en muchas unidades de memoria por otro.
Pero hablando de números, el precio del kilovatio instalado se les ha disparado, en los cálculos de costos, de unos U$ 5000 iniciales a casi 18.000. No todas son rosas en NuScale. Sin que hayan mediado hormigón o fierros aún, sus unos y sus ceros son salados.
El CAREM, en cambio, es una obra, muy a pulmón pero concreta, tangible, incomparablemente más barata y casi completa. Hora de cerrarla. Terceros afuera, como en el box. Cocodrilo que se duerme, es cartera.
Cuando el CAREM esté construido y entrando en criticidad, será inevitablemente visitada por el inspectorado del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de las Naciones Unidas, para ver que no la usemos para cocinar plutonio y hacer bombas atómicas. Los tipos caen por sorpresa y como desde 1995 somos firmantes del Tratado de No Proliferación (Menem lo hizo), toda instalación nuclear argentina carece de puerta para ellos: adiós al secreto comercial.
No todos los inspectores del OIEA son buenos muchachos, pero sí buenos observadores, y algunos le cuchichearán en la oreja a nuestros competidores ciertos trucos de cocina criollos que aquí aprendimos a fuerza de décadas de rompernos la cabeza en cálculos, en modelos computados y en simuladores físicos de mucho costo. Y esos competidores están y estarán más forrados que nosotros. Y los apoyarán sus gobiernos, cosas que aquí, como se ve, sucede poco, y por poco tiempo.
El año pasado nos visitó misia Anne Ganzer, una funcionaria del State Department llena de consejos maternales. Nos dijo que no compráramos la central china Hualong-1 porque los chinos son «corner cutters» (tipos que bajan precios bajando la calidad y la seguridad).
Bueno, ella viene del país donde General Electric diseñó y licenció sin problemas las 4 inolvidables centrales MK1 que en 2011 se hicieron puré radioactivo en Fukushima, Japón. Eso no ocurrió debido al terremoto ni al inmediatamente posterior maremoto de Tohoku, sino a las asombrosas cicaterías y berretadas de diseño de seguridad del GE MK1. No me extenderé al respecto, dan para un libro.
Ojo, aquí las famosas GE MK1 fueron presentadas en la licitación de Atucha I, en 1967, pero NUESTRAS autoridades regulatorias, el entonces llamado CALIN (Consejo Asesor de Licenciamiento Nuclear) y la Gerencia de Radioprotección de la CNEA les bajaron el pulgar a carpeta cerrada. Cucha, perro.
Las dos Atuchas aprobadas por esos dos organismos, precursores de la actual ARN de Argentina, son prototipos únicos en el mundo, dos perfectas FOAK. La segunda viene teniendo problemas iniciales de disponibilidad, como en su momento los tuvo la primera, aunque menores.
Pero las venimos sacando buenas: Atucha I ahora tiene una disponibilidad promedio del 89%, es decir funciona a plena potencia 324 días por año. Es más, le levantamos la potencia de sus 320 MWe originales a 357, y le mejoramos el quemado en un 80%, con lo que consume mucho menos combustible y produce menos desechos. Pero lo esencial es que en seguridad siempre, nos permitieron dormir sin frazada desde su primer día, ambas. Aquí no compramos «corner cutters».
Y hay pruebas de ello. En la guerra de Irán contra Irak, entre 1981 y 1989, aviones franceses volados por iraquíes le surtieron un misil Exocet a la central nuclear iraní de Bushehr 1, cuyo edificio de contención es idéntico al de las Atuchas. Lógico, como que los diseñó la misma gente (SIEMENS).
Es decir que 855 kg. de acero (los misiles antibuque son duros) embistieron ese domo con forma de huevo a 315 metros por segundo, casi la velocidad del sonido, y siguió la explosión de 170 kg. de alto explosivo preformateado en cono para perforar cascos navales. El misil hizo un bollo en ese cascarón externo de la central. Pero no logró perforarlo. Por lo tanto, tampoco pudo explotar adentro.
Perdón por la disgresión, pero valía la pena contar la aneda. Un poco para demostrar que no tenemos la aprobación regulatoria tan facilonga como la NRC, ni somos tan giles a la hora de comprar. Pero gracias por preocuparse, misia Anne.
También Ud. nos recomendó, recuerdo, que le vendiéramos el CAREM a algún fabricante de su país, gente con más sobolyi que nosotros. O que nos asociáramos directamente a alguno de sus varios proyectos de SMR, tan parecidos al CAREM, vaya a saber por qué. Es decir, que laburemos de changarines para nuestros chorros.
Sí, ponele.
Más allá de que la Ganzer parecía hacerle excesivos honores a su apellido, este Hanson es otra clase de fiera, tipo bien del palo nuclear, y oriundo de un país donde a duras penas Westinghouse pudo construir dos reactores en los últimos 40 años, y se fundió y entró en bancarrota sin terminarlos. Y ojo, hablo de los AP 1000 del complejo nuclear de Vogtle, Georgia, fierros muy buenos.
Misteriosamente, en manos de las empresas yanquis, toda tecnología nuclear parece volverse demasiado compleja y cara en meses, en parte porque sus ingenieros de detalle y montajistas tienen una cultura de enrular el rulo, pero en mucha mayor parte porque se jubiló o murió, rascándose el higo y desocupada, toda una generación de empresas de construcción y montaje nucleares. Y las obras en manos inexpertas salen mal y hay que rehacerlas.Y eso cuesta tiempo y plata. Fue lo que sucedió en Vogtle, y llevó a Westinghouse a la quiebra.
¿No les viene pasando eso mismo incluso a los franceses, los excampeones nucleares de Occidente, constructores de la única flota de centrales casi idénticas entre sí de Europa Occidental? Bueno, hay países razonablemente libres de gente sin formación en ingeniería, biología y radioprotección en las cúpulas donde se toman decisiones nacionales sobre energía. Francia hace rato que ya no lo es.
La mitad de las 56 centrales nucleoeléctricas francesas decayó por falta de mantenimiento, y los recursos humanos expertos para mejorarlas, o hacer nuevas plantas, se jubilaron o murieron entre los ’90 y la actualidad, como en EEUU. Pero en el continente euroasiático se destacan Rusia, China y la India. Allí esas estupideces no suceden.
Y a nosotros, más o menos. No somos ningún ejemplo de rapidez o decisión, pero al parecer nuestro pequeño y sencillo CAREM de algún modo a los johnnies todavía los jode.
Hermoso paisaje, el de ese recodo del Paraná de las Palmas donde se construye el CAREM, pero no está para turismo nuclear, don Hanson.
No se arriesgue tanto a venirse al cuete. Un día le pueden cerrar la barrera.
Daniel E. Arias