Recientemente, Roberto Salvarezza recibió el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), en reconocimiento a su trayectoria y aportes en el ámbito de la tecnociencia en la Argentina. “Desde el punto de vista personal es el reconocimiento más importante que he tenido en mi carrera porque me lo otorgó la propia comunidad donde desarrollé mi actividad científica durante más de 45 años”, destaca el bioquímico pionero de la nanotecnología y nanociencia en Argentina en la década de 1990.
Además de hacer investigación y firmar casi 400 trabajos publicados en revistas científicas, Salvarezza se convirtió en un actor clave en el desarrollo de políticas científicas y en el impulso del sistema científico nacional a través de diferentes cargos: director del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (INIFTA, CONICET-UNLP), presidente de la Asociación Argentina de Investigación Fisicoquímica, coordinador del Centro Binacional Argentino Brasilero de Nanociencia y Nanotecnología, presidente del CONICET (2012-2015), ministro de Ciencia y Tecnología (10 de diciembre de 2019 al 20 de septiembre de 2021) y ahora presidente de los directorios de YPF Litio y de la empresa I+D de energía del CONICET y de YPF: YPF Tecnología (Y-TEC).
En la siguiente entrevista Salvarezza describe su contribución al desarrollo de la nanotecnología y la nanociencia en Argentina, sus aportes orientados al impulso de la ciencia argentina y su articulación con el sector productivo y los logros de Y-TEC e YPF Litio.
-Usted formó parte de los pioneros que en la década de 1990 comenzaron a impulsar en Argentina la investigación en nanociencia y en nanotecnología. ¿Qué fue lo que lo motivó a trabajar en estas disciplinas?
En la década de 1980, en la UNLP, uno de mis temas de investigación, titulado “Nucleación y crecimiento de fases”, pretendía conocer la estructura de nuevos materiales a nivel atómico y molecular. En 1987 surgió la posibilidad de hacer un posdoctorado en la Universidad Autónoma de Madrid especializándome en dos nuevos instrumentos, el microscopio efecto túnel y el microscopio de fuerzas atómicas. En aquellos días el microscopio de efecto túnel estaba revolucionando la física y la química porque con ellos se podían “ver” y manipular átomos y moléculas cuyo tamaño está en la escala del nanómetro (unidad de medida que equivale a la milmillonésima parte de un metro). Por su parte, el microscopio de fuerzas atómicas no sólo contribuía en estas áreas sino también al campo de la biología porque podía observar estructuras biológicas en un nivel de resolución sin precedentes. Para un físicoquímico y bioquímico esto era realmente algo impensado en aquellos años, muy motivante. En 1992, volví al país y puse en marcha los Laboratorios de Nanoscopías y de Fisicoquímica de Superficies en el INIFTA, ocho años antes de que Bill Clinton lanzara, durante su presidencia, el programa federal de los Estados Unidos para impulsar la nanociencia y la nanotecnología. Podemos decir que en nuestro país esta área comenzó en el período 2003-2004, cuando se convocó a la creación de redes de investigación en nanociencia y nanotecnología por parte de lo que en esa época era la actual Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i).
-¿Qué temáticas abordó durante su etapa como investigador en INIFTA?
He liderado cerca de 30 proyectos, la mayoría relacionados con el área de nanociencia y la nanotecnología. Trabajamos mucho en entender qué factores determinan la capacidad que presentan átomos y moléculas de organizarse en forma espontánea y cómo controlarlos. Esto permite fabricar objetos muy pequeños y modificar superficies en forma sencilla. Algunos ejemplos en este campo: logramos avances en el desarrollo de materiales cuyas superficies presentan propiedades antibacterianas que pueden ser utilizadas en dispositivos médicos o implantes dentales. También avanzamos en la síntesis de nanopartículas metálicas de oro con estructura definida que pueden eliminar células cancerosas al ser irradiadas con un láser o bien ser utilizadas para transportar fármacos en su superficie. Además, pudimos modificar superficies metálicas con distintas moléculas para aumentar su resistencia a la corrosión. Son líneas de investigación cuyos resultados han sido publicados en revistas científicas internacionales.
-¿Por qué la nanociencia y la nanotecnología cobraron tanta relevancia?
La nanociencia y la nanotecnología permitieron el dominio de la materia en la escala de pocos átomos o moléculas permitiendo utilizar propiedades únicas que la materia presenta en esa escala de tamaño. Además, permitió reducir marcadamente el tamaño de distintos dispositivos. Hoy en día la nanociencia y la nanotecnología están presentes en nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, durante la pandemia de COVID-19 la nanotecnología aplicada al campo de la biotecnología estuvo presente en vacunas a ARN y en distintos test de diagnósticos. Hoy los materiales activos que componen el cátodo de las baterías de ion litio están compuestos de nanopartículas. La nanotecnología sigue reduciendo el tamaño de los chips utilizados en dispositivos electrónicos que hoy están en tamaños de unos pocos nanómetros. En otras palabras, ambas están presentes en todas partes, desde la medicina hasta la energía y la electrónica.
-¿Podría describir cómo se fue involucrando en la gestión de políticas científicas y en el impulso de la ciencia argentina con una mirada federal?
Además de hacer ciencia básica y aplicada en el INIFTA durante años y presidir este Instituto, sentí que era importante apoyar el desarrollo de todo el sistema científico de nuestro país. En 2005 me involucré como coordinador en la evaluación del área de proyectos de Química de la Agencia I+D+i. Esta experiencia fue muy útil para comenzar a ampliar mi mirada sobre todo el conjunto de la investigación en química del país y en las distintas instancias de evaluación científica. Más tarde, presidir el CONICET, la institución científica más relevante de Argentina, me permitió tener un panorama muy amplio de la actividad científica, no sólo de este organismo sino también de todo el conjunto de la ciencia argentina dada la interacción del CONICET con las universidades y demás organismos de CyT. Sin duda este conocimiento me permitió abordar el desafío de liderar el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación en un momento muy complicado como fue el de la pandemia.
-Y-TEC, la empresa del CONICET y de YPF, cuyo directorio preside fue creada cuando usted era presidente del CONICET.
Efectivamente. En esa etapa me tocó firmar el acuerdo para la creación de Y-TEC, hoy la empresa de investigación y desarrollo para la industria energética más importante de la Argentina. El origen de la empresa se remonta a 2012 cuando los argentinos y argentinas recuperamos YPF tras una etapa de privatización que había debilitado las capacidades científicas y tecnológicas de YPF al desmantelar los laboratorios que la empresa tenía en Florencio Varela. Y-TEC, cuyas modernas instalaciones dotadas de equipos de última generación fueron inauguradas por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en 2015, genera tecnologías para un área tan estratégica para el país como lo es la industria energética (petróleo, gas, energías renovables, hidrógeno y litio). Hoy en su sede, en Berisso, trabajan 260 tecnólogos de los cuales más de 60 son personal del CONICET. Pero, además, otros 130 investigadores, técnicos y becarios del CONICET, de más de 30 institutos, participan en proyectos de la empresa.
-¿Podría destacar los principales logros y objetivos de Y-TEC?
Son muchos los avances que se han logrado en diferentes áreas. Se optimizaron procedimientos de fracturas para la extracción de gas y petróleo no convencional, se desarrollaron polímeros para recuperación terciaria de yacimientos maduros, se han implementado tecnologías para remediación ambiental y desarrollado nuevos productos químicos para la industria del petróleo. Producimos bioinsumos para YPF Agro quien los hace llegar a nuestros productores. En la transición energética acompañamos a YPF Luz e YPF Litio en agregar valor a este recurso. Argentina tiene las segundas reservas de litio más grandes del mundo y es el cuarto exportador de carbonato de litio. Este compuesto es la materia prima utilizada en la fabricación de los materiales activos para los cátodos de las baterías que se utilizan para almacenar energía renovable y para movilizar vehículos eléctricos. También estamos trabajando en tecnologías para la producción de hidrógeno, considerado como el vector energético del futuro en reemplazo de los combustibles fósiles.
-¿Qué proyectos encaminados a la industrialización del litio están impulsando?
En breve inauguraremos en La Plata, junto con la UNLP y con el apoyo del Ministerio de Ciencia Tecnología e Innovación, la primera Planta Nacional de Desarrollo Tecnológico de Celdas y Baterías de Litio (UniLiB). Una vez que se ponga en marcha esta planta, de una superficie de 1650 m2 y capacidad de 15 MW h/año, comenzaran a fabricarse por primera vez las celdas de las baterías de litio en nuestro país. Además, el gobierno de Santiago del Estero, junto a la Universidad local y nuestro apoyo, está construyendo una planta de fabricación de celdas de 75 MW h/año de capacidad. Unos años atrás, decir que Argentina podía industrializar el litio, agregarle valor a este insumo, era considerado utópico. Hoy ya no se discute esta posibilidad. Tenemos los conocimientos acumulados durante años por nuestros científicos y la tecnología para hacerlo. Es de enorme importancia agregarle valor a los recursos naturales en nuestro país dando trabajo y mayores posibilidades de desarrollo socioeconómico a los argentinos.
–Así como trabajó por la federalización de la ciencia como presidente del CONICET y ministro de Ciencia, ¿en Y-TEC también se trabaja de manera federal?
Efectivamente, para poder desarrollar los diferentes proyectos en el área del petróleo, gas, agro, litio, e hidrógeno, buscamos integrar actores del sistema de ciencia que puedan aportar con sus conocimientos y los encontramos en diferentes provincias del país. Por ejemplo, hemos transferido nuestra planta piloto de biogás a un centro de desarrollo tecnológico en Santa Fe que tiene a la Universidad de Rosario como socio y otorgado valioso equipamiento para el estudio del transporte de petróleo a la UTN Neuquén, y de resistencia de materiales al INTEMA de Mar del Plata. Como mencioné, estamos con una planta de producción de celdas de ion litio en Santiago del Estero y firmamos un acuerdo para la instalación de una planta de fabricación de materiales activos para los cátodos de las baterías de ion litio en Catamarca. Además, en el Centro de Investigación y Desarrollo en Materiales Avanzados y Almacenamiento de Energía de Jujuy tenemos un piloto para desarrollar nuevas tecnologías eficientes y sustentables para la extracción y procesamiento de salmueras ricas en litio y con el Instituto de Energía de Santa Cruz avanzamos en proyectos centrados en hidrogeno. En agro estamos construyendo un centro en Mercedes, provincia de Buenos Aires, asociados con el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Como ven, son muchas las líneas de trabajo que se están desarrollando en todo el ámbito del país.
-¿Por qué es importante que CONICET forme empresas o sea parte de ellas?
Desde mi punto de vista hay varios modelos de interacción entre el sistema de ciencia y el sistema socio productivo. Para que un país sea desarrollado y soberano es fundamental que el conocimiento que generan sus universidades y el sistema público de investigación sea capturado por empresas locales y se transforme en productos con alto valor agregado. Y es muy positivo que en esa dirección un organismo como CONICET no solo aporte con conocimiento de sus científicos y científicas sino también se involucre en la creación y el desarrollo de empresas de base tecnológica.
-¿Cómo ve la ciencia argentina en la actualidad y hacia dónde tiene que apuntar?
Argentina tiene el sistema de ciencia más potente de Latinoamérica. Un sistema que ha podido construir reactores nucleares, satélites y hacer desarrollos muy valiosos en biotecnología vegetal y humana. Argentina tiene tres investigadores cada mil habitantes de población económicamente activa, el mejor número de Latinoamérica. Lo que tenemos que lograr es una eficiente interacción entre este sistema y el sistema productivo que permita capturar el conocimiento y lo transforme en bienes que tengan un alto impacto socioeconómico. Y esto involucra a todo el sistema de ciencia. No se limita a las ciencias llamadas duras, porque cada proyecto tecnológico que hoy tenemos en marcha, como el caso del litio, requiere también una mirada socio-ambiental. Hoy en día ningún proyecto tecnológico avanza si no tiene una garantía de sostenibilidad y para eso es preciso un enfoque transdisciplinario que integre a las ciencias sociales, a las ciencias económicas con las otras disciplinas exactas e ingenieriles. Sin las ciencias sociales (ambientales que lo validen) ningún proyecto tecnológico del siglo XXI va a conseguir la licencia social. Estamos en una muy buena posición en Latinoamérica aunque aún hay mucho por hacer para fortalecer nuestro sistema de CyT. La Ley de Financiamiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovacion, que logramos aprobar durante mi gestión en el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, es una muy buena herramienta que da previsibilidad al sistema. Tenemos muchos desafíos por delante, pero sabemos que la ciencia básica y sus aplicaciones son claves para el desarrollo y soberanía de nuestro país.