Enrique Erize, director de la consultora Nóvitas, había estado en India en 2006 para observar que la mayor parte del área agrícola se produce de manera manual. Es decir: cientos de millones de personas siembran, riegan, cuidan y cosechan los cultivos con sus propias manos en pequeñas unidades productivas
Este año Erize regresó a India, junto con un grupo de empresarios agropecuarios argentinos en un viaje también organizado por Nóvitas, para observar que nada había cambiado.
“La mayor parte de la población, que supera los 1400 millones de habitantes, vive de la agricultura y no tienen ninguna intención de cambiar eso porque de lo contrario no sabrían qué hacer con la gente”, explicó Erize.
Lo mismo sucede en el ámbito comercial: la distribución y venta de los granos se hace de manera artesanal y no existe nada que muestre que eso vaya a cambiar en lo inmediato.
“Las empresas transnacionales que operan en India e hicieron grandes inversiones en instalaciones con el propósito de implementar un sistema moderno fracasaron de manera estrepitosa”, expresó.
“En cada ciudad y pueblo de India existe algo así como una ‘plaza de las carretas’, como podía haber en la Argentina cien años atrás, donde llegan los productores con carros con tracción a sangre que llevan sus granos en bolsas de arpillera y, por turnos, descargan los mismos en galpones para discutir los precios de venta a los gritos”, añadió.
Ese sistema, que está diseñado para sostener a una gran población que vive –vale recordar– en una nación democrática, ha permitido, con la ayuda de subsidios estatales y una férrea intervención estatal, lograr la autosuficiencia alimentaria e incluso transformarse en exportador de legumbres y cereales.
India es actualmente el mayor productor mundial de leche –los bovinos son sagrados para el hinduismo y no pueden ser sacrificados– y legumbres y el segundo en el ranking global de trigo, arroz y caña de azúcar.
“El único producto que no han podido producir para autoabastecerse son los aceites vegetales, razón por la cual son grandes importadores de aceite de palma en primer lugar, seguido por aceite de soja y, por último, aceite de girasol”, comentó Erize.
El presidente de Nóvitas indicó que, si bien India no está en el radar usual de los factores internacionales que hacen a la formación de precios de los principales granos, al tratarse de un gigante agrícola, cada cambio circunstancial que se produce en el país democrático más poblado del mundo promueve sacudones importantes.
El ejemplo más reciente es la prohibición de exportar arroz que tomó este año y que provocó un alza extraordinaria en el precio internacional del cereal (algo que tuvo repercusiones en las góndolas argentinas).
Y entre 2021 y 2022 generó también oportunidades en el mercado oleaginoso porque, al no habilitar en su territorio la siembra de soja modificada genéticamente, los “premios” ofrecidos por la harina de soja sin transgénicos hicieron irresistible la exportación de ese producto hacia Europa y EE.UU., lo que hizo por entonces que el país se quedara sin reservas internas de ese insumo.
Como los exportadores de harina de soja –fundamentalmente Argentina, Brasil y EE.UU.– sólo elaboran el producto en base a granos modificados genéticamente, entonces India no tuvo otra salida que autorizar de manera temporaria la importación de harina elaborada en base a soja transgénica para poder recomponer reservas. Y eso contribuyó a generar una oportunidad comercial para la Argentina (que es el mayor exportador mundial de ese commodity)
“Mucho de lo que vimos diecisiete años atrás lo volvimos a apreciar este año. La agricultura en India está enfocada no solamente a consolidar la seguridad alimentaria, como es el caso de China, sino también a dar empleo a la mayor parte de la población de ese país”, resumió Erize.