A los 91 años falleció Horacio Osuna, uno de los miembros del Instituto Balseiro que fundó la empresa rionegrina INVAP en septiembre de 1976. Activo hasta el final de su vida, fue un tecnólogo en muchos sentidos tan ejemplar como la empresa a la que ayudó a dar vida y prosperidad.
El jueves 21 de septiembre, a los 91 años, en la Bariloche de sus mayores logros, falleció Horacio Osuna, uno de los miembros del grupo emergido del Instituto Balseiro (IB) que en 1976, bajo el liderazgo de Conrado Varotto, fundaron INVAP Sociedad del Estado y luego la construyeron en los años posteriores hasta llegar a la actualidad.
Químico de formación académica, e investigador retirado de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), Osuna fue presidente del directorio de la empresa estatal rionegrina entre 2011 y 2017, órgano que integraba desde 1983. En 2018 fue declarado presidente emérito de INVAP.
Osuna no sólo fue un brillante tecnólogo, sino que, a su vez, era un diestro cultor de las relaciones humanas y un intachable poseedor de una línea de conducta siempre comprometida con el desarrollo nacional. Una muestra de la magnitud de su legado fue el homenaje que le brindó en el Senado de la Nación, el senador por la Provincia de Rio Negro, Alberto Weretilneck, una semana después de su fallecimiento.
“Osunear”
“Te puedo decir sin dudarlo que Horacio dejó una marca en nuestra generación. A tal punto fue eso, que nosotros acuñamos un verbo que es el ‘osunear’”, le relató a TSS, Vicente Campenni, gerente General de INVAP.
El “osunear”,era algo que practicaba Horacio y consistía en aparecerse de repente en la oficina de alguno de los miembros de la empresa, saludando con un “hola ¿qué tal?”, para pasar luego a sentarse e iniciar una conversación aparentemente casual. “No importaba lo que vos estuvieras haciendo –continuó Campenni–, él te preguntaba ‘¿y vos que pensás?’ y te sacaba cualquier tema desarrollándose a partir de ahí una charla en la que, por un lado, él te sacaba una radiografía, y por otro, luego te hacía una devolución desde su punto de vista, con una visión más política, más estratégica, de la cuestión planteada”.
Esas ocasiones servían para que Horacio compartiera experiencias pasadas que podían servir de referencia para nuevas situaciones, “para no golpearse con la misma piedra”, enfatizó Campenni. “Y eso lo hacía sistemáticamente. La primera vez que uno lo vivía, pensaba que sólo le había tocado a uno, pero luego lo compartíamos con otras personas y veíamos que era una práctica habitual en él, y que lo hacía intencionalmente y no de causalidad. Él pensaba que era la manera de contribuir a la consolidación del propósito de esta empresa”, explicó el gerente general de INVAP.
Otra combinación de rasgos que destacaba en Horacio era su audacia, en el mejor de los sentidos, junto con una visión crítica de las situaciones que se presentaban. “Con visión crítica me refiero a tener un análisis desafiante de la situación”, destacó Campenni, y continuó: “Por ejemplo, ante un problema, analizaba su complejidad para buscar ese camino no evidente que te permite salir del mismo y hasta en algunos casos convertirlo en una oportunidad. En general, esos caminos requieren audacia para su implementación”.
Campenni pertenece a la primera generación de directivos de la compañía estatal rionegrina que no formó parte del grupo fundador que, en 1976, encabezó el célebre Conrado Varotto. Doctor en Física de formación y profesión inicial, en 1988 Campenni dejó la hoy Facultad de Matemática, Astronomía, Física y Computación (FAMAF) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) para sumarse a INVAP, a 1.535 km de distancia. En el proceso dio un salto aún más grande, el que lleva de la ciencia académica a la tecnología aplicada. Una versión personal de lo que Varotto había impulsado en términos institucionales 12 años antes, al conducir el alumbramiento de INVAP desde el seno del Centro Atómico Bariloche (CAB) y la CNEA con el decisivo apoyo del gobierno de la Provincia de Rio Negro. Osuna fue una pieza fundamental de esos comienzos, y de todo lo que vendría después.
En la forja de lo importante
Los inicios de la carrera de Horacio Osuna se hicieron a través de la actividad nuclear cuando se incorporó a la CNEA a principios de la década de 1960. Allí ingresó a la Gerencia de Metalurgia Nuclear que por entonces lideraba Jorge Sábato, protagonista clave, no sólo del desarrollo del sector en Argentina, sino que fue uno de los más prominentes pensadores y realizadores del avance tecnológico nacional.
Bajo la conducción de Sabato se lograron fabricar los elementos combustibles para las centrales nucleares, con lo que la Argentina adquirió una capacidad disponible solo en un selecto grupo de países de los más avanzados del mundo.
Esos recursos, potenciados, continúan en el presente. La exportación de tapones de blindajes para las centrales nucleares chinas Quinshan 3-1 y 3-2, concretada en el último septiembre desde CONUAR, empresa conformada por la CNEA (32,7%) y el Grupo Perez Companc (67,3%), es uno de los corolarios de las políticas diseñadas desde el Estado en la década de 1950 y 1960 para lograr la integración vertical de la cadena de suministros para el sector nuclear. Sabato fue uno de los artífices clave de ese proceso y Horacio un participante destacado del mismo.
A poco tiempo de ingresar a la CNEA, Osuna fue enviado a Estados Unidos, al famoso Laboratorio Nacional de Argonne, a especializarse en la tecnología del plutonio. Cuando regresó a la Argentina se hizo cargo del laboratorio de ese material en la CNEA.
A finales de la década de 1970, el Gobierno le encargó a INVAP la construcción de una planta de enriquecimiento de uranio, fundamental por varios motivos: la Argentina estaba entrando en el mercado internacional de los reactores de investigación e irradiación, como los de producción de radioisótopos, que funcionan básicamente con uranio enriquecido, y para tener éxito era necesario poder garantizarle a cualquier potencial cliente la provisión de sus elementos combustibles. Por otra lado, se estaba trabajando en el concepto del CAREM, que también implicaba uranio enriquecido. Adicionalmente, era factible mejorar la eficiencia de los reactores de potencia instalados en el país, basados en uranio natural y agua pesada, utilizando uranio muy levemente enriquecido, y se podía entrar, asimismo, en el mercado de la propulsión nuclear. Por último,esa tecnología colocaba a la Argentina entre los países que dominaban el ciclo completo para la producción de cualquier tipo de combustible nuclear. El enriquecimiento de uranio era, y sigue siendo, una tecnología celosamente guardada por un puñado de potencias nucleares, por sus implicancias civiles y militares. Incluso, en la actualidad, no son más de 13 países en el mundo los que tienen capacidades propias para el enriquecimiento de uranio y la Argentina es uno de ellos.
El sitio elegido para erigir la planta en cuestión fue Pilcaniyeu, a 70 kilómetros de Bariloche, en la Provincia de Río Negro. Horacio fue uno de los que condujo el proyecto. “Él se cargó al hombro todo lo que fue la búsqueda del sitio, la gestión para conseguir los terrenos. Así que estuvo recorriendo los parajes de ‘Pilca’, como le decíamos al lugar, para ubicar un sitio disponible que finalmente se compró”, explicó a TSS, Hugo Albani, presidente de INVAP y compañero desde aquellos tiempos de Osuna. “Después se encargó del desarrollo de la infraestructura básica, la construcción de caminos, de puentes sobre el río Pichileufu, las primeras obras de la planta y de la usina. Una tarea ciclópea en esa época” agregó Albani.
En 1983, Horacio pasó a conformar el directorio de INVAP, el que años después comenzaría a presidir hasta 2018, cuando fue nombrado presidente emérito. Desde el directorio, Osuna se enfocó especialmente en tareas vinculadas con las relaciones institucionales y particularmente internacionales. “Anduvo caminando todo el mundo con la valijita, vendiendo los productos de INVAP”, señaló Albani. El carácter y el modo de ser de Horacio eran ideales para esas cuestiones. “Adonde iba era un hombre muy querido, muy amigable”, recordó el presidente de INVAP.
Con los años, Horacio devendría también en el referente de los cursos que el Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto (Cancillería) argentino da a los diplomáticos de carrera que ingresan a la Dirección de Asuntos Nucleares de esa repartición. Esos cursos, cuya duración suele prolongarse por varias semanas, se dan en la sede de INVAP en Bariloche y con el tiempo han ido incorporando las nuevas temáticas en las que esta empresa ha ido incursionando con éxito, como satélites y radares. Estos cursos son fundamentales por dos razones, una de tipo comercial, ya que las embajadas, y la propia Cancillería, son uno de los primeros eslabones de promoción de los bienes y servicios que el país ofrece en el mercado internacional. La otra es de naturaleza político estratégica: sistemas nucleares, satélites y radares son elementos sumamente sensibles por el poder tecnológico que implican, sobre todo cuando no se trata de la mera compra de esos artefactos, sino de contar con la capacidad para diseñarlos y fabricarlos. En la arena internacional, estas cuestiones se encuentran en lo más alto del ranking de lo que se disputa. Según Albani, “en todas las decisiones importantes, las que llevaron a la empresa [INVAP] a ser lo que es hoy, Horacio estuvo presente”.
Técnica y corazón
“Lo conocí cuando estaba estudiando en el Balseiro, que en ese entonces era el Instituto de Física Bariloche”, comienza Varotto en conversación telefónica con TSS, refiriéndose a Osuna, a quien el fundador de INVAP llamaba, con gran cariño, “el gordito”.
Varotto conoció a Horacio más de una década y media antes de aquel hito liminar del desarrollo tecnológico argentino que fue el nacimiento de INVAP, cuando él se encontraba haciendo su tesis doctoral en el Instituto de Física Bariloche, posteriormente denominado Instituto Balseiro. Era los primeros años de la década de 1960.
“Entablamos de entrada una amistad increíble, de visitarnos familiarmente“ recordó Varotto en relación a Horacio. “El me dio una mano muy grande cuando yo estaba preparando mi tesis de doctorado –continuó Varotto–.En el Laboratorio de Constituyentes había equipos que yo no tenía en Bariloche y eran necesarios para mi trabajo”. Varotto se refiere al Centro Atómico Constituyentes, de la CNEA, ubicado en la Provincia de Buenos Aires, donde Horacio conducía la Unidad Alfa, dedicada a las investigaciones en plutonio.
En 1968, Varotto partió a la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, para hacer un posdoctorado. En ese lugar, en los alrededores de San Francisco, tomó contacto con la sinergia que se venía generando entre el Estado, las universidades y el sector privado,y que había alumbrado al mítico Silicon Valley. Con esa experiencia y la ruta que ya había prefigurado la formulación conceptual del Triángulo de Sábato-Botana, Varotto regresó en 1970 al Balseiro con la idea de emplear los múltiples conocimientos científicos que se venían acumulando en el seno de la CNEA para la solución de problemas tecnológicos específicos que pudiera demandar el sector productivo nacional. Así nació a fines de 1971 el Programa de Investigaciones Aplicadas (PIA) de la CNEA. “Desde el primer día del programa de Aplicadas él [por Horacio] se prendió”, recordó Varotto.
A poco de andar, y con proyectos ya en marcha con compañías como FATE Electrónica y ENTEL, Varotto y sus colaboradores se dieron cuenta de que no era posible trabajar para la industria desde la estructura administrativa de la CNEA y que era necesario contar con una forma empresarial ágil para ello. El Gobierno de Rio Negro aportó un mínimo capital inicial y así nació INVAP como sociedad del estado, incubada en el CAB-IFB, con el apoyo del CN Carlos Castro Madero, entonces presidente de la CNEA. En todo ese proceso, antes, durante, y por supuesto, en el futuro, Horacio sería una figura omnipresente en la nueva empresa.
“No hay un momento en el que pueda decir que el Gordito vino y se hizo la luz, no –enfatizó Varotto–. Horacio estuvo desde siempre, desde que yo era pibe. Entonces, fue muy natural que cuando empezamos con INVAP él estuviera ahí”
Antes de que finalizaran los años ’70, Horacio se había mudado a Bariloche con toda su familia. A partir de ese momento, la ciudad patagónica e INVAP serían sus hogares definitivos. “Horacio se metía en cuanta tarea yo le decía que se metiera. Tenía una enorme capacidad para resolver problemas. Se destacaba tanto en los temas técnicos, como en los no técnicos. Me acompañaba en viajes muy difíciles, en negociaciones internacionales. Tenía un don de gente que compraba a cualquiera. Además, tenía una memoria increíble para recordar gente, lugares y fechas. Para mí tenerlo al lado era una especie de seguro de que no iba a meter la pata”, aseveró Varotto.
La gran empatía que generaba Horacio fue un capital fundamental para una empresa que debía abrirse un camino arduo, tanto en el país, como mucho más en el mundo, vendiendo, diseñando y fabricando sistemas tecnológicos de altísima complejidad desde un lugar que no integra la élite internacional de naciones poderosas. “El no estuvo en un desarrollo específico 100% del tiempo. Era un generalista que a mí me dio una mano terrible. Era también una persona de una bondad extrema”, explicó Varotto, destacando tanto la idoneidad técnica de Horacio como sus cualidades propiamente humanas. Su capacidad para congeniar y trabajar de modo fecundo con personas que incluso podían tener ideas muy diferentes a las suyas, fue otra virtud que resaltaba en él.
En 1991, Varotto se retiró de INVAP. Las terribles dificultades presupuestarias y económicas que sufrieron la CNEA, y Argentina en general, originadas en las hiperinflaciones del fin del gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989) y de los primeros años de la Presidencia de Carlos Menem (1989-1999), hicieron a INVAP sumamente dependiente de sus contratos con el exterior. Lapérdida de una gran oportunidad de exportación a causa de desavenencias internas en la CNEA, llevaron a la compañía rionegrina al borde del colapso. Como una forma de ayudarla a sobrevivir, Varotto dio un paso al costado. Su sucesor, Héctor “Cacho” Otheguy, vio su tarea adicionalmente complicada al tener que acomodar contratos con el exterior a la nueva política de Menem, de fuerte alineamiento con Estados Unidos. Horacio fue esencial en ayudar a que la empresa se recuperara de todas esas dificultades.
Tres años más tarde, Varotto iniciaría otra épica tecnológica al asumir la conducción de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), agencia creada por Menem en 1991 y que el fundador de INVAP dirigiría desde inicios en 1994 hasta su jubilación en 2018. En el camino, en 1998, crearía a VENG, empresa dedicada a la ejecución de algunos aspectos del programa espacial argentino. Pero esa es otra historia.
En el difícil proceso de transición de 1991, Horacio fue una de las personas de INVAP que más luchó para que Varotto continuara en la empresa, y una vez consumada su salida de la misma, fue de quienes más apoyó a su reemplazante, Héctor “Cacho” Otheguy. El prestigio de Horacio fue, una vez más, definitorio para volver a abrir caminos para INVAP, primero de esperanza, luego de nuevos éxitos concretados.
En los tiempos que corren, una figura como la Horacio Osuna se yergue con su testimonio de vida como un faro para recalibrar pensamientos, acciones y emociones. Su brillo no provino sólo de su aptitud técnica y profesional, que tenía en abundancia, sino también de su calidad como persona. Varotto lo resume hacia el final de la charla: “Si usted buscaba un corazón que fuera dado, que fuera desinteresado, ese era el Gordito”.
Carlos de la Vega
Un comentario personal en AgendAR:
Nunca le hicimos un homenaje al vasco Osuna en AgendAR, creo que porque hablaba muy poco y escuchaba mucho.
Soy el primer sorprendido de su rol en la construcción del actual Polo Tecnológico de Pilcaniyeu, en medio de la nada, un lugar sin caminos, electricidad, gas, agua o siquiera puentes para llegar, deliberadamente ubicado donde no lo encontraran ni los satélites de espionaje óptico de los EEUU. ¿Quién iba a pensar que esos galpones de esquila eran una planta de enriquecimiento de uranio…? Y si alguien durante 36 años evitó decirme: «esto lo hice yo», fue el vasco Osuna.
La descripción del rol de Osuna como generalista y resolvedor de problemas que hacen Varotto y Albani (dos fundadores de INVAP), y lo que añade Campenni del verbo «osunear» es impresionante. Y cierto.
Al Vasco lo conocí en 1987 y me doy cuenta de que en casi cuatro décadas nunca supe mucho de él. Muy callado, modesto, afable y observador, el hombre. No era tan fácil conocerlo, pero probablemente él a mí me junó bastante: me debe haber osuneado lo suyo.
Buen viaje, amigo.
Daniel E. Arias