Un cierre de las nucleares planificado, seguro, ordenado y justo socialmente, escalonando el cese de operación de todas las centrales españolas entre 2027 y 2035, continuando los instrumentos ya desarrollados en la Estrategia de Transición Justa.
Ese es el objetivo marcado por PSOE y Sumar en cuanto a la política energética española de los próximos años. Como estaba previsto, y pese a que algunas naciones europeas están dando marcha atrás en el cierre de nucleares, sobre todo después de que la Unión Europea la haya calificado como «verde», el acuerdo de gobierno firmado por ambas formaciones confirma que ese sigue siendo el plan para la energía nuclear en España.
Entre las centrales que siguen abiertas en el país, es de esperar que los cuatro reactores que tienen previsto cerrar entre 2027 y 2030 sean insalvables con una nueva legislatura liderada por Pedro Sánchez. Por otro lado, las que tienen una vida útil hasta 2032-2035, que son Ascó II, Vandellós II y Trillo, quizá tuviesen alguna opción.
La pregunta es cómo se piensa sustituir una fuente de energía que aporta más del 20% de la electricidad y que sirve de respaldo para las muy intermitentes renovables. Sobre esto último, en el acuerdo de Gobierno, no hay demasiado.
Comentario de AgendAR:
Ya les venderemos algunas centrales CAREM a los españoles cuando estén pidiendo agua por señas. Lo último ocurrirá en el sentido literal: ese país que fue, junto con Ucrania, la panadería de la Unión Europea, se está secando y desertizando desde los años ’70, salvo por las cordilleras Cantábrica y de los Pirineos.
En esas dos cadenas secuenciales, tras años duros de olas de calor y de sequía, Castilla, Asturias y Bilbao retienen respectivamente el 74,9%, el 80,8% y el 76,2% de sus stocks habituales de agua en acuíferos y en superficie.
Por algo a esas montañas del norte, que reciben agua traída por el viento desde el Golfo de Vizcaya, las llaman «el jardín de España». Hecha la salvedad de que en Galicia el jardín se incendió con todos sus pinares, un tipo de bosque implantado excepcionalmente malo para capear sequías históricas, y eso por lo muy combustible. Asturias y el País Vasco vienen capeándola mejor.
Pero la tragedia hídrica de esa península rodeada por tres mares empieza a verse en la meseta castellana, así como en las provincias del sureste: Valencia, Murcia, Almería, Málaga, Sevilla y Cádiz. Respecto de los niveles históricos, las reservas de agua en acuíferos y en superficie están así: a Madrid le queda el 32,9%, a Barcelona, el 25,6%, a Valencia, el 33,9%, a Málaga, el 35,2%, a Sevilla, el 28,8%.
Son ciudades grandes, en muchos casos con industria, y están a las puertas de la emergencia hídrica. Almería, ese océano de plástico blanco que cubre los mayores cultivos de frutas y hortalizas de Europa, puede quedarse con tanta agua como el vecino Desierto de Tabernas.
Y esto, lectores, no es sólo parte de un vaivén de ciclos secos y lluviosos regidos por la Oscilación del Pacífico Sur. Es una tendencia histórica firme, parte del menú de desastres para la humanidad llamado eufemísticamente «Cambio Climático».
Qué vuelta de tuerca suicida para los socialistas, partido fundado -hace ya mucho- por obreros ilustrados y cultores de la ciencia, concretamente el tipógrafo Pablo Iglesias Posse, que de estar vivo hoy estaría arrancándose la barba a puñadas. Cuánta sangre socialista vertida al cuete a manos de los fusiladores de Franco, para hoy terminar imitando a los alemanes, esos tipos que viven teniendo razón y que de puro ecologistas se pasaron con armas, cañones y banderas del átomo… al carbón. Los mayores contaminadores atmosféricos de Europa.
Hace décadas, socialistas si así se les puede decir todavía, que vienen sintonizando la radio equivocada: los ecologistas no son ecólogos. Son banqueros y petroleros con discurso bonito, reñido con la realidad y generalmente muy estúpido. Podés juntarlos por tonelada sin sacar un gramo de información o pensamiento científico.
El futuro de España sin energía nuclear es predecible: van a multiplicar parques fotovoltaicos y eólicos, pero con eso no lograrán que el viento deje de plancharse cuando la red pide más potencia, o que el sol salga de noche. Por ello, además de ampliar parques, van a tener que crearles nuevo «respaldo caliente», es decir centrales térmicas (de gas, de combustibles líquidos o de lo que consigan comprar).
Las centrales de respaldo caliente son parte inevitable del menú de las energías intermitentes, como la solar, o intermitentes y además impredecibles en el cortísimo plazo, como la eólica. Son máquinas que se mantienen calientes, quemando y emitiendo gases de invernadero, pero desconectadas de la red.
En cuanto se cae el viento en una región o una ola de calor brutal y duradera hace que millones de equipos de aire acondicionado se enciendan a la vez cuando los laburantes vuelven a casa, las centrales de respaldo, que se mantenían caliente, se conectan al toque a la red para evitar un apagonazo nacional. Las centrales de respaldo contaminan día y noche para estabilizar la frecuencia y el voltaje de la red. Son el lado sucio de las energías limpias.
Cuánta potencia de respaldo le pone cada país a su parque térmico intermitente es una decisión política, pero dictada por la disponibilidad del sol y del viento, sobre las cuales ningún humano tiene poder.
De modo que sin ese 20% de potencia firme y disponible que da el actual parque nuclear español, los españoles tendrán que reemplazarlos por potencia térmica, porque es la única que ofrece factores de disponibilidad como para calificar de «generación de base». No hablamos del 90% de disponibilidad de una central nuclear cualquiera, pero sí al menos de un 50 o 60%.
Por ende, libres al fin del átomo que tanto los amenaza, los españoles deberán importar más combustibles fósiles y contaminar más la atmósfera. Y endeudar cada vez más a su país, que no tiene un metro cúbico de gas o de petróleo que pueda llamar propio.
Es predecible, sobre todo, que los españoles van a terminar desalinizando agua salada marina o de napa para que las ciudades, la industria e incluso la agricultura no colapsen. Y para eso se necesita mucha electricidad de base. Cosa que las renovables no dan.
Espero que los argentinos no nos atrasemos con el CAREM, que es una central compacta y de una seguridad operativa inalcanzable para las BWR y PWR predominantes hoy en España y el mundo. Ni el ecologista más Neanderthal le podría encontrar el pelo a ese huevo.
El CAREM pertenece a esa generación de máquinas nucleares hechas para gustar a los de ese palo, los SMR, o Small Modular Reactors, pero a diferencia de los más de 100 proyectos SMR que se anuncian en el mundo, tiene una virtud casi única: la de existir. No es un software y propaganda, como las propuestas de EEUU, sino hormigón y acero. El prototipo está en construcción en el predio de las Atuchas 1 y 2, en Lima, provincia de Buenos Aires. Pasen y vean.
Y para entender lo que vayan a ver, traten de que no les desaparezcan los recursos humanos del país en energía nuclear, que todavía los tienen y muy buenos, ahora que los socialistas se han puesto tan alemanes. Donde esa gente vea futuro, respeto y buena paga, allá se va.
Daniel E. Arias