jueves, 21 noviembre, 2024 - 10:50 pm

Los adolescentes y El «fenomeno Milei»

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Unas horas antes, a 60 kilómetros de ahí, en el barrio platense de Tolosa, otros pibes cortaban a cada rato el fulbito que jugaban en un cumpleaños con el grito de guerra del ultraderechista: «¡Viva la libertad, carajo!». Acaso se esconda, detrás de esas pasiones infanto-adolescentes, una razón más cultural que política -aunque una cosa siempre es la otra- de un fenómeno que no se agota en -que no solo se explica por- la frustración y la rabia («la desesperación y la revancha»,  de una porción mayoritaria del electorado cansada de esperar soluciones de la dirigencia tradicional.
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«(La joven kirchnerista Ofelia Fernández, la estrella progresista del Partido Démocrata Alexandra Ocasio Cortez, la actriz de Harry Potter y activista humanitaria Emma Watson y el veterano líder «socialista» estadounidense Bernie Sanders son las figuras que más nombraron los jóvenes encuestados cuando se les preguntó a quiénes elegirían como líderes de un partido político al que votarían porque reuniría las condiciones a las que ellos suscriben», escribió Eugenia Muzio en el diario BAE Negocios en septiembre de 2019, al pie de las urnas que consagrarían presidente a Fernández, en la prehistoria del boom  ultraderechista que este año detonó el sistema político. «¿Que pasó en el medio?», inquiere la periodista, ahora integrante de la redacción de Letra P, al autor de esta nota.
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En 2013, en un ciclo de charlas para padres y madres que ofrecía el Colegio Nacional de La Plata, un sociólogo -perdón, este cronista no recuerda el nombre- explicó que la revolución que produjo en los sesentas la irrupción del rock, que todavía entonces regía, en muy buena medida, los patrones culturales de una amplia franja etaria en las sociedades occidentales, había complicado el proceso vital de ruptura que las personas deben transitar entre la pubertad y el ingreso a la adolescencia, porque compartían con sus mayores consumos, estéticas, lenguajes… escuchaban la misma música, usaban las mismas zapatillas, pensaban parecido respecto de las drogas y el sexo…
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Atrapados en esa comunión, la pudrían con comportamientos extremos de los que la mayoría volvía rápidamente o bien rompían por derecha: adoptaban posiciones más conservadoras que las de sus padres y sus madres.
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Por esos años, el kirchnerismo se nutría de la juventud como su motor más poderoso, pero era una juventud que todavía militaba la política dentro de los cauces tradicionales, más en la calle que en las redes, más en los barrios que en los foros de internet. Eran generaciones que reivindicaban como propio el pacto del 83 que habían construido sus pares de la primavera alfonsinista, la otra etapa de estas cuatro décadas marcada por esos liderazgos que surgen de vez en cuando y consiguen despertar encendidas pasiones populares.
Esos años finales de la docena K eran, todavía, prehistoria del estallido digital que fracturó el statu quo cultural con una potencia acaso inédita en medio siglo de hegemonía de la cultura rock; el cimbronazo que modificó sustancialmente la manera en que la juventud vive, se relaciona, construye comunidades y sentidos y adhiere a consensos nuevos que, aunque a las generaciones diezmadas por la dictadura o seteadas por la recuperación democrática les cueste horrores asumir, no incluyen las vacas sagradas del 83. Tampoco adoran al Estado, una institución arcaica y totalitaria que, más que garantía de derechos, les suena a escollo para el ejercicio de la libertad que Milei dice venerar.
Además de interpretar y conducir el hartazgo de las capas sociales castigadas por el encadenamiento de los gobiernos fallidos de Cambiemos y el Frente de Todos, ¿es posible que el presidente electo se haya convertido -voluntariamente o por accidente- en canal de la pulsión disruptiva de las generaciones que están protagonizando una revolución social solo comparable a aquella del rock?Con su estética de videojuego, con su peinado raro de personaje de animé, ¿Milei, a pesar de ser un cincuentón de traje y corbata, es el beatle 3.0 de la política argentina? (Aporta Maira Haunau, también periodista de este portal, la paradoja de la explotación libertaria del manga japones. Una de las series protagonistas de la iconografía mileísta es Chainsaw Man, cuyo protagonista –Denji, que empuña motosierra igual que Pochita, el demonio que lo acompaña- consigue salir de la pobreza extrema, que combatía vendiendo órganos para pagar una deuda de su padre, cuando lo contrata una empresa estatal. ¡Plop!)Aquellos liderazgos que encienden flamígeras pasiones populares, que desatan amores y odios pero nunca indiferencias, aparecen de vez en cuando.E.n Argentina, en estas cuatro décadas, apenas es posible contar el de Raúl Alfonsín y los de la dupla «Néstor y Cristina». ¿Cabe anotar el de Milei?.

.Conviene, aunque cueste, tomárselo en serio, primero y fundamentalmente porque casi 14 millones y medio de personas lo eligieron para gobernar el país en el convencimiento de que puede ser quien finalmente corte la cadena de frustraciones; pero es tempranísimo para saberlo. Otros presidentes que llegaron a la Casa Rosada en andas de una robusta legitimidad de origen no supieron construir legitimidad de ejercicio y fracasaron en el intento.-

El ultraderechista, además, llega al poder sentado sobre aquella montaña de votos, pero, al mismo tiempo, sobre un castillo de naipes: con un partido en pañales, cero estructura de poder territorial, un aparato prestado por Mauricio Macri, el Gato de las mil mañas, y un programa de gobierno sostenido por desmesuras que pondrán, inexorablemente desde el día 1 de su administración, la conflictividad social al rojo vivo, con perdón del color. Sin gobernabilidad no hay paraíso posible..

.Con todo, si los planetas se alinearan y el panelista pirómano se convirtiera en un estadista medianamente razonable, capaz de transformar dinamita en energía positiva, tendría a su favor un fervoroso semillero silvestre para generar las condiciones de durabilidad de un liderazgo tan disruptivo como los flequillos de Los Beatles.

Juan Rezzano

VIALetra P