El 14 de febrero pasado la mayoría de los votantes de Indonesia eligió para la jefatura del Estado a un general con pasado dictatorial, pero reciclado como ministro del gobierno de Joko Widodo (apelado Jokowi). Si el nuevo mandatario continúa la política de su antecesor, mantendrá la paz y la unidad de un país tensionado por conflictos raciales, religiosos y regionales con el riesgo de que su perfil político se diluya.
Si, por el contrario, pretende diferenciarse de la exitosa política desarrollista y popular de Jokowi, polarizará al gigante musulmán en momentos en que EE.UU. y China pujan por la hegemonía en el inmenso espacio insular entre Asia y Oceanía. De la respuesta a este interrogante depende no sólo la transformación de Indonesia en una potencia regional, sino buena parte del mantenimiento de la paz mundial.
El ministro de Defensa indonesio, Prabowo Subianto, es el probable vencedor de la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Según el recuento oficial parcial de la comisión electoral, Prabowo obtuvo 57% de los votos, más del doble que su rival más cercano, Anies Baswedan. Esta ventaja debería permitirle alcanzar la mayoría absoluta y ser declarado presidente sin pasar por una segunda vuelta.
El ministro de Defensa superó ampliamente, por orden, a Anies Baswedan, exgobernador de Yakarta, y a Ganjar Pranowo, exgobernador de Java central. Un conteo rápido realizado por cuatro encuestadoras estima que Prabowo obtuvo 58% de los votos. La Comisión Electoral General tiene un plazo de 35 días para dar los resultados oficiales.
Hubo un tiempo en que la sola mención del nombre de Prabowo Subianto generaba temor en la mayoría de los indonesios. El general, de 72 años de edad, procede de una rica familia que por décadas estuvo ligada a la política. Su padre, un reconocido economista, participó en el gobierno de Sukarno, el fundador de la República (1950-67). En 1957, cuando Prabowo aún era niño, su familia se exilió por una década en Europa. Tras su regreso se unió al ejército y rápidamente ascendió en las filas hasta convertirse en capitán de las fuerzas especiales. Para entonces, Prabowo ya había sido acusado de violaciones de derechos humanos en Timor Oriental, excolonia portuguesa incorporada a Indonesia en 1975 (e independizada en 1998).
En 1983 se casó con una de las hijas del dictador Suharto (1967-98), quien durante 32 años gobernó Indonesia con mano de hierro. En 1998, cuando las protestas prodemocráticas amenazaban a Suharto, Prabowo trasladó sus tropas hasta la capital del país, pero no pudo impedir la caída del régimen. En los últimos meses del gobierno de Suharto ocurrieron también algunos hechos que alimentan las acusaciones por violaciones a los derechos humanos de las que acusan a Prabowo. El general niega todas las imputaciones y no ha sido condenado por ninguno de estos hechos. Sin embargo, como consecuencia de este escándalo, fue expulsado del ejército. Poco después se separó de su esposa y se exilió en Jordania.
En 2008 regresó al país, fundó su propio partido político y se postuló tres veces a la presidencia, siendo derrotado dos veces por el ahora mandatario saliente Joko “Jokowi” Widodo.
¿Qué ha cambiado? Para estas elecciones, Prabowo transformó su apariencia, dejó el tono frecuentemente histérico de sus discursos y comenzó a hablar más suave y pausadamente, como Jokowi, su antiguo rival que en 2019 lo nombró ministro de Defensa. Durante la campaña usó intensivamente las redes sociales para acercarse a los votantes más jóvenes. Más de la mitad de los 205 millones de electores del país son millennials o miembros de la generación Z y parte sustancial de los 167 millones de indonesios que usan redes sociales. En todo caso, el militar hizo su campaña interpelando a una generación que no tiene recuerdos de la era Suharto.
Prabowo también asumió la agenda política de Jokowi, apostando por un desarrollo impulsado por la construcción de infraestructura y una política industrial basada en la explotación y elaboración de las enormes reservas de níquel de su país, mineral indispensable para la fabricación de las baterías de los vehículos eléctricos. Durante su campaña también prometió aumentar los salarios de funcionarios, policías y militares, proporcionar viviendas más asequibles y erradicar la pobreza extrema en dos años. Asimismo presentó un programa de almuerzos gratuitos para escolares y nutrición extra gratuita para embarazadas, con el fin de combatir el retraso del crecimiento de los niños.
Durante su gestión como ministro de Defensa, Prabowo modernizó a las fuerzas armadas y logró un sustancial aumento del gasto en defensa. En el frente diplomático, en tanto, ha prometido mantener la política de ”buena vecindad” con todos los países entre el Océano Índico y el Pacífico. En el plano económico, finalmente, ha declarado que “no se adhiere a la visión neoliberal” y que ha apoyado históricamente las políticas proteccionistas.
Otro elemento clave para explicar su triunfo es que lleva a Gibran Rakabuming Raka, hijo mayor de Jokowi, como candidato a la Vicepresidencia. Según los analistas, la relación entre Prabowo y Widodo -antiguos adversarios electorales convertidos en aliados- será decisiva para el rumbo del gobierno entrante. Dejar de lado a Widodo, que sigue disfrutando de índices de aprobación del 80%, sería políticamente arriesgado. El actual presidente no puede optar a un tercer mandato, pero, con tales índices de aprobación, seguramente intentará mantener su influencia desde afuera del gobierno. Durante sus dos mandatos de cinco años la economía indonesia -la mayor del Sudeste Asiático- ha crecido en torno al 5% anual. Sus políticas de construcción de infraestructuras, ayuda alimentaria y en metálico a los pobres, sanidad y educación han gozado de gran popularidad.
Prabowo ha prometido mantener las políticas de Widodo, incluido el desarrollo de la exportación de materias primas elaboradas. Las empresas chinas han invertido miles de millones de dólares en la industria metalúrgica y minera de Indonesia, sobre todo en el níquel, después de que Widodo prohibiera en 2019 las exportaciones de mineral en bruto. Así, las empresas extranjeras se vieron obligadas a instalar fundiciones y plantas de procesamiento dentro del país. Al mismo tiempo, inversores chinos y occidentales están construyendo por U$S 32.000 millones una nueva capital en Kalimantan (Borneo).
Como su partido Movimiento Gran Indonesia (conocido por su acrónimo Gerindra) salió tercero en la elección legislativa realizada simultáneamente, Prabowo ha prometido formar un gobierno de coalición, tal como hizo Widodo (cuyo Partido Democrático Indonesio en Lucha ganó en la elección parlamentaria). No obstante, es improbable que Pradowo se convierta en la marioneta de Jokowi.
Indonesia, que forma parte del grupo G-20 de las principales economías del mundo, tiene un rol arbitral en la disputa entre Estados Unidos y China por el poder en el Sudeste Asiático. El país se compone de más de 17.000 islas y una superficie de 1.904.569 kilómetros cuadrados. Con alrededor de 280 millones de habitantes, es también el cuarto país más poblado del mundo y de mayor población musulmana. Java, la isla más poblada del mundo, alberga a más de la mitad de los habitantes del país.
Indonesia es una república con un poder legislativo y un presidente elegidos por el voto popular. El gobierno tiene su sede central en la capital, Yakarta, aunque, para desconcentrar un poco la población, actualmente se está construyendo en la vecina isla de Kalimantan la ciudad de Nusantara. El país comparte fronteras terrestres con Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Malasia. En su inmediata vecindad marítima están también Singapur, Tailandia, Filipinas, Palaos, Australia y el territorio indio de las islas de Andamán y Nicobar.
Tras tres siglos y medio de colonialismo neerlandés y de cuatro años de lucha por la liberación, Indonesia obtuvo su independencia en 1949. Hasta 1965 fue gobernada por Kusno Sosrodihardjo, más conocido como Sukarno, quien realizó un gobierno nacionalista apoyado por el entonces poderoso Partido Comunista. Sin embargo, en 1965 se produjo un golpe militar alentado por EE.UU. durante el cual fueron asesinados dos millones de comunistas y aliados. Sukarno fue finalmente depuesto en 1967 y remplazado por Haji Mohammad Soeharto o Suharto, quien rigió férreamente el país hasta 1998, cuando se instauró el régimen democrático. La primera presidenta electa por el voto popular fue Megawati Sukarnoputri, la hija de Sukarno, quien todavía (a los 77 años) ejerce un gran poder como líder del Partido Democrático Indonesio en Lucha (PDI-P). Junto al presidente saliente, Joko Widodo, la lideresa ocupa un lugar central en la política indonesia que Prabowo no podrá soslayar.
El presidente electo se enfrenta al dilema de asegurar la continuidad, manteniendo así la paz y la unidad del país, pero diluyendo su perfil, o tratar de ganar identidad propia, con el riesgo de polarizar la política y agudizar los conflictos que emanan de la diversidad geográfica, étnica y religiosa del país. La inmensa región entre el Índico y el Pacífico está cruzada por la competencia de poder entre China y EE.UU. Si Indonesia se desestabiliza, puede ser la mecha que haga saltar el polvorín regional. El liderazgo indonesio va a tener que medir muy bien sus pasos, si no quiere desatar una catástrofe.
Por Eduardo J. Vior
analista internacional