Los datos fiscales del mes de enero, publicados el viernes pasado, revelan que -por lo menos para el primer mes del año- el gobierno cumplió su objetivo. Tal como se desprende del cuadro a continuación, el resultado fiscal del Sector Público Nacional mostró un superávit financiero, algo que no se observaba desde hace más de 10 años (la última vez que se había observado un resultado así fue en agosto del 2012).
Al examinar cómo se logró ese resultado, queda claro que el gobierno aplicó un drástico ajuste sobre el gasto, cuya caída (medida en términos reales) fue de casi 40% respecto del mismo mes del año anterior, mientras que los ingresos fueron prácticamente los mismos. Si bien todas las partidas mostraron recortes importantes, los más significativos (por el peso que tienen en el total del gasto público) estuvieron en las jubilaciones (-38%), los planes sociales (-23%), los subsidios al gas, luz y transporte (-64%) y el empleo público (-28%). El otro rubro para destacar, pero más por la cuestión política, fue el freno casi total de todas las transferencias a las provincias.
Si bien para el gobierno es un dato alentador, hay dos cuestiones a resaltar. En primer lugar, como advierte Fernando Morra, enero es un mes que, por cuestiones estacionales, siempre presenta un bajo nivel de ejecución del gasto (lo que repercute en el resultado fiscal). Tal es así que, en seis de los últimos diez años, a pesar de que en enero se registró un superávit primario (antes del pago de los intereses de la deuda), el año terminó en déficit.
No obstante lo anterior, la magnitud de este ajuste y del holgado resultado fiscal (que permitió registrar un superávit financiero, es decir, luego del pago de los intereses), dan una pauta de las firmes intenciones del gobierno de lograr la meta fijada. Lo que nos lleva a la segunda advertencia.
El bolsillo de la población argentina se viene achicando sistemáticamente desde hace años. Entre diciembre del 2017 y noviembre del 2023, el poder adquisitivo del empleo registrado se redujo 25% (en el empleo informal no se cuenta con buenos datos oficiales, pero la caída se estima en torno al 30%). Por su parte, el haber mínimo se redujo 28%.
A los pocos días de asumir, la drástica devaluación del tipo de cambio que aplicó Milei provocó que la inflación se acelerara de manera notable, siendo del 25,5% en diciembre y del 20,5% en enero. Este fuerte salto de los precios pegó de lleno en los ingresos, al no tener la capacidad de actualizarse a la misma velocidad. Así, en tan solo dos meses, el salario registrado se redujo 23% (casi lo mismo que había sucedido antes a lo largo de seis años). Con las jubilaciones la contracción fue menor, del 14% (ayudado por el otorgamiento de bonos extraordinarios que compensaron parcialmente la caída). La separación entre estos dos períodos no es para atribuir culpas a la caída de los ingresos, sino para dimensionar la violenta merma que sufrieron en estos dos meses, en el marco de un proceso de deterioro que viene desde hace años.
Si tomamos todo el período, incluyendo estos dos meses, la caída de los salarios fue del 41%, mientras que la de la jubilación mínima fue del 38%. No es casualidad que, según las estimaciones que realiza la Universidad Torcuato Di Tella, la tasa de pobreza haya pegado un salto de casi 4 puntos respecto de la última medición oficial, ubicándose en el 43,7% de la población (la medición que realiza el Observatorio de la UCA, de amplia difusión en estos días, no es comparable, dado que siempre presenta valores más elevados).
Pero, lamentablemente, esto no fue todo, porque esta caída de los ingresos se tradujo en una severa reducción del consumo, afectando la actividad económica. Si bien todavía no contamos con el dato oficial del Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE), diversos indicadores ya adelantan un fuerte freno al consumo y la producción. Las ventas minoristas se redujeron 29% en enero respecto del mismo mes del año anterior; la construcción un 28% y la producción de autos, 17%. En la mayoría de estos casos son contracciones sumamente elevadas, solo superadas por lo sucedido durante la pandemia.
La descripción detallada de todo este panorama tan recesivo es para advertir que no parece compatible con la decisión del gobierno de llevar a cabo el mayor ajuste fiscal de la historia reciente, como muestra el gráfico debajo.
Milei está convencido de que la sociedad lo va a tolerar porque, como sostuvo en una de sus entrevistas, “es la primera vez que alguien gana diciendo que va a hacer un ajuste”. Si bien es cierto que su discurso de campaña se centró en el ajuste, el énfasis siempre estuvo puesto en “la casta”, no en “la gente”. Sería un error, entonces, creer que la sociedad argentina, que ya viene muy golpeada, va a recibir de brazos abiertos un ajuste de semejante magnitud.
Hay un segundo obstáculo. El fuerte ajuste no solo puede poner un freno al programa desde el plano social, sino incluso desde lo fiscal. Esto se explica por el hecho de que el gasto público es un componente muy relevante dentro del PIB. Con lo cual, la reducción del mismo puede contribuir a una caída en la actividad y el empleo, lo cual a su vez impacta en la recaudación, haciendo que la meta deseada se vaya corriendo y que sea necesario un ajuste todavía mayor.
Esto ya se vio reflejado en los datos. Tanto el componente interno del IVA como los aportes y contribuciones de la seguridad social (los dos tributos de mayor peso en la recaudación) mostraron caídas importantes en enero, del 10% y del 25%, respectivamente. En el primer caso, la caída estuvo fundamentalmente explicada por la contracción de las ventas, mientras que el segundo se explica por el cimbronazo que sufrieron los salarios registrados.
En suma, el fuerte ajuste fiscal que persigue el gobierno de Milei es una decisión sumamente arriesgada dado que puede profundizar la recesión y la caída del poder de compra de la población, lo cual no solo pondría en jaque la meta fijada por el lado de la caída de la recaudación, sino fundamentalmente porque va a poner a prueba la tolerancia social de una sociedad que ya viene muy golpeada.
Juan Manuel Telechea