China, Japón, India, Suecia, Reino Unido, Francia, Rusia, Estados Unidos… la lista de países construyendo o con planes avanzados para levantar nuevas centrales nucleares es larga. Incluye viejos conocidos, pero también pequeños países que aspiran a tener energía barata, y por tanto, una economía saludable. También hay más programas de capacitación y una creciente bolsa de empleo en el sector que no se vio en más de una década, dicen expertos.
En la COP28, la cumbre del clima de la ONU celebrada el año pasado, 20 países se mostraron a favor de reforzar la energía nuclear para recortar las emisiones de CO2 y se comprometieron a triplicar la capacidad mundial para 2050.
La declaración supuso un giro completo y un reconocimiento de que esta tecnología forma parte de la solución a la crisis climática. Además, reveló que muchos países han cambiado su postura sobre la energía nuclear, denostada desde el accidente de Fukushima en 2011. Que Japón tenga intenciones de reactivar los reactores de Kashiwazaki-Kariwa, la mayor planta nuclear del mundo en producción de electricidad, dice mucho de lo que está sucediendo en el sector. Y en 2025 se espera que entren en funcionamiento capacidades sustanciales en EE.UU., Qatar, Rusia y Canadá, por ejemplo.
“La energía nuclear, históricamente, ha producido más energía baja en carbono que cualquier otra fuente, incluida la energía eólica o la solar. Ahora muchas naciones lo ven como una forma de cerrar la brecha de carbono”, explica Simon Middleburgh, co-director del Nuclear Futures Institute de la Universidad de Bangor, en Gales. Pero, detrás de esta oleada no está solo el cambio climático o la transición energética. Al menos otros 3 factores han influido en este nuevo “renacer” de la energía atómica.
1. Tecnología asequible
Las grandes centrales aprovechan la fisión nuclear para generar calor que produce energía. En su planificación y construcción se tardan de media unos 10 años y el coste oscila entre los US$4500 millones y US$5500 millones. Su producción alimenta ciudades enteras.
La llegada de los reactores modulares avanzados (SMR) más pequeños convertirá la energía nuclear en una tecnología accesible y de bajo costo en comparación con las instalaciones y los procesos de las grandes instalaciones. “Hemos llegado al punto en el que pueden fabricarse en masa”, dice Middleburgh. Por eso, los SMR son más asequibles y, al ser de menor tamaño, pueden colocarse en lugares donde no podrían ubicarse centrales nucleares más grandes, incluidos lugares remotos.
Sus módulos implican que las unidades pueden ser prefabricadas y luego enviarse e instalarse “in situ” frente a la necesidad de los grandes reactores de ser levantados directamente en el emplazamiento elegido. En lugar de gigavatios, producen la mitad. Unos 500 megavatios, suficientes para regiones o islas.
“Ahora tenemos pequeñas centrales modulares que están haciendo que la energía nuclear sea más viable económicamente, especialmente para los países más pequeños, países que no necesitan gigavatios”, dice Middleburgh. “Pero, todavía se basa en la tecnología del agua, es decir, el reactor de agua a presión. Se utiliza el combustible [uranio] para calentar el agua, y ese agua caliente impulsa turbinas de vapor que generan electricidad”, explica el profesor.
El prototipo de Argentina
“Algunos diseños de SMR también pueden servir a nichos de mercado, por ejemplo implementando microrreactores para sustituir generadores diésel en islas pequeñas o regiones remotas”, dice el organismo internacional de la Energía Atómica.
La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) de Argentina está construyendo un prototipo de SMR en Lima, provincia de Buenos Aires. “Esta clase de reactores tiene una gran proyección para el abastecimiento eléctrico de zonas alejadas de los grandes centros urbanos o de polos industriales con alto consumo de energía (incluyendo la capacidad de alimentar plantas de desalinización de agua de mar)”, dice el organismo. Una vez puesto en marcha, será capaz de generar 32 megavatios eléctricos. El 70% de sus componentes fue fabricado en el país.
2. No dependencia
La guerra de Ucrania sorprendió a la comunidad internacional que de la noche a la mañana se vio secuestrada por Rusia, uno de los principales proveedores de gas y petróleo del mundo. El conflicto tocó de lleno unos de los temas más sensibles en la prosperidad de un país: el suministro de energía, la producción eléctrica y la factura de la luz. Según cálculos de la OIEA, los 412 reactores nucleares repartidos por 31 países producen en torno al 10% del total de electricidad mundial.
Con la invasión de Ucrania, los países descubrieron el coste de depender energéticamente de socios dudosos. Y el problema de las energías renovables sigue siendo que no siempre hace sol o viento, por lo que su producción es intermitente y difícil de predecir. El objetivo ahora es lograr la seguridad del suministro de energía sin depender de factores externos. “Las naciones con energía barata y estable, son naciones desarrolladas”, añade Middleburgh.
En respuesta, muchos de los países europeos analizan ya cómo extender la vida de las centrales nucleares en uso. “Entre las empresas con mayor huella de carbono se encuentran las de Alemania, la República Checa, Polonia y Grecia, que siguen dependiendo en gran medida del carbón y el gas natural”, explica Anne Grammatico, directora asociada de calificaciones corporativas de Scope Ratings. En el otro lado se encuentran las de Francia, Bélgica, Suiza, Austria, España y los países nórdicos, “con una amplia generación nuclear, hidroeléctrica, solar y eólica”, añade.
Para el director general del Organismo Internacional de Energía Atómica, el argentino Rafael Grossi, los países “han descubierto o redescubierto o revalorizado la enorme autonomía que da la energía nuclear. Una planta nuclear, no depende de nadie, la prendes y la apagas cuando quieres y la tienes por cien años. Da una enorme capacidad de maniobra”.
Foco en el uranio
Y todo esto ha puesto el foco también en el uranio, la materia prima que alimenta los reactores. “La paulatina aceptación de la energía nuclear y su reciente calificación como energía ‘limpia’ en Europa está provocando que muchos inversores se interesen por este sector. Rusia, EE.UU. y la UE se reparten la producción de esta materia prima, de la que 5 gramos generan la misma energía que una tonelada de carbón o más de 500 litros de petróleo”, asegura Manuel Pinto, analista de XTB.
Las empresas también podrían verse beneficiadas. “La reducción del tamaño de las centrales nucleares a unidades modulares más pequeñas para hacerlas escalables para la fabricación tiene sus promesas. Estas centrales eléctricas podrían ofrecer beneficios a los usuarios industriales en muchas partes del mundo”, dice Norbert Rücker, economista jefe de Julius Baer. “El desarrollo de esta tecnología cuenta con muchos patrocinadores y está ocurriendo en muchas partes del mundo”, añade.
3. Medidas de seguridad pasivas
“La energía nuclear tiene un par de obstáculos que superar en términos de regulación y de capacidades, pero ya se están superando”, dice Middleburgh. Tras décadas mejorando la tecnología y sobre todo, después de lo sucedido en el accidente de Fukushima en 2011, cuando un tsunami inundó los reactores provocando un gran desastre, los avances en seguridad han sido notorios, creen los expertos.
Ahora las centrales están diseñadas para apagarse si algo sale mal. Estas medidas de seguridad se basan en elementos como la gravedad y se denominan medidas de seguridad pasivas. Pero, la gestión de los residuos sigue siendo un tema polémico dentro de este campo.
“Ahora, con los reactores de agua a presión, con estos SMR y estos sistemas futuros, los residuos se pueden almacenar provisionalmente en un lugar seco y a largo plazo, se entierran en un depósito geológico. Si observamos lugares como Suecia y Finlandia, en este momento están muy por delante en este aspecto”, dice el académico.
Residuos nucleares
La cuestión de qué hacer con esos residuos es algo con lo que muchos gobiernos han estado lidiando durante años. Los combustibles usados son intensamente radiactivos, y esa radiactividad tarda mucho tiempo en desintegrarse”, explicó el profesor Neil Hyatt, principal asesor científico de los Servicios de Residuos Nucleares de Reino Unido. “Después de unos 1000 años, queda alrededor del 10% de la radiactividad original, y eso se descompondrá lentamente durante unos 100.000 años más o menos”.
¿Qué pasó en América Latina?
Hasta 15 países que nunca tuvieron nucleares están ahora interesados en desarrollar esta tecnología en la próxima década. En Latinoamérica, 9 países integran desde febrero la Red Regional de Reactores de Investigación e Instituciones relacionadas en América Latina y el Caribe: Argentina, Bolivia, el Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Jamaica, México y el Perú. Y es que, sobre todo, el desarrollo y despliegue de pequeños reactores modulares ha llamado la atención de países en América Latina.
Pero, si hablamos de grandes reactores, Brasil cuenta con 2, los mismos que México mientras que Argentina suma tres en total. No son los países con menos, pero se sitúan lejos de los 93 que Estados Unidos tiene conectados a su red eléctrica, los 56 de Francia o los 55 de China, los tres países que encabezan la lista mundial.
Para Raquel Heredia, física y representante de WiN Mexico, la red de mujeres en el sector nuclear, los reactores de América Latina están en cada país bajo el paraguas de una empresa estatal. “Eso implica que el Estado tiene que tomar las decisiones de invertir y eso choca con la política de Latinoamérica, que tiende a ser muy del corto plazo”. Y añade: “Cuando un proyecto es de inversión a largo plazo, no siempre es atractivo para un político que está viviendo a corto plazo. Eso es una realidad política a nivel mundial”.
Tener un sistema energético estable “requiere de la participación de varias fuentes, no solo las energías renovables, sino también las energías limpias, como es el caso de la nuclear, y la vinculación que puede haber entre ellas, o sea, la complementación que puede haber entre unas y otras”, explica Adriana Serquis, física argentina, presidenta de la Comisión Nacional de Energía Atómica e investigadora principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.
Serquis cree que América Latina está cada vez más preparada para desarrollar energía nuclear y cita como ejemplo la creación de organismos de ciencia y tecnología, y la formación de profesionales con sus institutos académicos. “Con el apoyo de los organismos internacionales de energía atómica, siguiendo los proyectos que vienen de ahí, también se está armando una red latinoamericana de reactores de investigación, por ejemplo, y esos son lugares generadores de conocimiento”, añade.
Los reactores de investigación se construyen con diferentes objetivos, pero el principal es el de generar investigación, o sea, tener un lugar de experimentación donde los futuros ingenieros e nucleares se formen para la utilización de la energía nuclear y pueden experimentar con, por ejemplo, las diferentes configuraciones de un núcleo. Son como “reactores escuelas”, finaliza.