Hace unas semanas el grupo Techint hizo una reunión de Transición Energética con directivos de sus empresas industriales provenientes de varios países del mundo (principalmente de la Argentina, pero también de Brasil, Chile, Estados Unidos, Italia, México y Medio Oriente). El invitado principal fue el exsubsecretario de Ciencia de Estados Unidos durante el gobierno de Barack Obama, Steven Koonin, un científico que minimiza el rol humano en el calentamiento global. Recientemente, publicó el libro El clima: no toda la culpa es nuestra.
“Cuando se habla sobre el cambio climático, los medios de comunicación, los políticos y otras voces prominentes han declarado que la ciencia es incuestionable al respecto. Sin embargo, el tratamiento de los informes y su transmisión a la población está repleto de desinformación e interpretaciones maniqueas”, dice la descripción del libro.
El empresario Paolo Rocca, presidente del grupo Techint, lo convocó especialmente porque cree que su mirada y perspectiva aporta positivamente al debate de transición energética y su velocidad.
El científico no descree del calentamiento global, pero dice que no existe una “crisis climática”, en línea con el pensamiento del presidente Javier Milei. El físico teórico sostiene que, mientras hay millones de personas que viven en la pobreza, hay otras prioridades en el corto plazo antes que, por ejemplo, pagar más caro por la forma de generación energética para que sea menos contaminante.
–¿Cuál es el objetivo del libro que acaba de publicar?
–Lo primero que quiero que se lleven es que la ciencia no dice lo que la mayoría de la gente piensa que dice, porque ellos reciben una ciencia filtrada a través de resúmenes políticos y de los medios. Lo segundo es que no hay una crisis climática. La ciencia dice que esto tal vez sea un problema, pero no es algo que sea tan serio que tiene precedencia sobre muchos otros problemas que el mundo también tiene hoy. Lo tercero es que nos estamos tirando de cabeza hacia un intento de tratar de transformar el sistema de energía sin haberlo pensado detenidamente en términos de costo, estrategia y consecuencias no anticipadas.
–¿Quiere decir que los gobiernos están observando con mayor preocupación el cambio climático, en lugar del aumento de la pobreza, por ejemplo?
–Hay 3000 millones de personas de los 8000 millones en el mundo que utilizan menos electricidad todos los años que la heladera promedio estadounidense. La persona promedio en Nigeria utiliza una trigésima parte de la energía todos los años que la que se usa en Estados Unidos en los refrigeradores. Creo que cualquier persona que haya trabajado o haya visitado estos países con deficiencia de energía tiene una idea de lo difícil que es la vida sin una fuente de energía adecuada. Entonces, yo diría, primera prioridad, si a uno le interesa la raza humana como un todo, asegúrense de que esa gente tenga energía suficiente. Esta parte de la región todavía está en desarrollo y necesita empezar a usar recursos para generar energía.
–En la Argentina, las empresas que están produciendo petróleo en Vaca Muerta están tratando de progresar en programas de emisión cero. ¿Es correcta esa visión o tal vez debería tratarse de producir lo máximo posible primero?
–Primero que nada, cuando hablamos de petróleo, de cero emisiones, no estoy seguro de qué significa eso. ¿Estamos hablando de cero emisiones en el proceso de extracción y de refinación del petróleo? Ahora, con respecto a si deberían estar haciendo esto o no. El petróleo es una commodity. Más bien se trata de la actividad económica a través de esa empresa, más que dar suministro al mundo. Creo que hay que verlo desde esa perspectiva. Si no lo hicieran, bueno, habría un poco menos en el mercado. Alguien podría producir un poco más como resultado. El precio podría subir un poco. Más que nada tiene que ver con que ellos ganen dinero.
–Hay algunos consumidores, por ejemplo, que están dispuestos a pagar más caro por comprar algo que sea más limpio.
–Sí, claro. Está bien, la gente quiere hacer eso. Es una cuestión de cuánto dinero extra quiere pagar la gente. Los estudios en los Estados Unidos y en Europa muestran que la gente está más que dispuesta a apoyar la Agenda Verde en lo abstracto. Pero en lo que tiene que ver con disposición a pagar de más por semana o por mes, no es mucho.
–¿Cree que hay espacio para todas esas cosas en el mercado?
–Sí, si pueden ganar dinero haciendo eso, ¿por qué no? Pero una vez que se dan cuenta de que no están salvando el planeta, o sea, que no es una diferencia muy importante… Te puede hacer sentir bien.
–En cuanto al desarrollo tecnológico global, usted dice que cada país debería encontrar su propia manera de desarrollar los recursos energéticos. ¿Eso implica producir todas las fuentes de carbono disponible o la fuente renovable?
–Creo que es muy difícil para la comunidad internacional decirle a un país que eso no se puede hacer en lo que tiene que ver con la disponibilidad de la energía. Hay otro científico, Roger Pinkham, que formula la ley de hierro de la energía: los países van a hacer lo que necesiten hacer para obtener energía. Y creo que hay muchísimos ejemplos de esto. Es un shock para mí cuando, por ejemplo, el Banco Mundial le dice a Vietnam que no va a financiar esa planta de carbón de US$20 millones porque contamina. Creo que Vietnam necesita tanta energía como pueda tener. Y si el Banco Mundial le dice que no, China va a intervenir y lo van a terminar haciendo igual. Es muy difícil decirle a un país qué hacer a menos que puedan hacer la diferencia. Si lo escuchan a Narendra Modi, primer ministro de India, básicamente dice que van a hacer lo que tengan que hacer para obtener energía.
–En ese sentido, ¿qué recomienda para un país como la Argentina?
–No conozco cuál es la situación energética argentina. Sé que tienen tres plantas nucleares en operación. Si lo que quieren hacer es reducir las emisiones en electricidad, creo que esa es una muy buena alternativa. No sé hasta qué punto están utilizando energía eólica, pero tienen que recordar que necesitan algún tipo de backup para este tipo de generación [porque la producción es intermitente]. Y eso también es un costo extra si quieren cerrar el gas o las plantas de carbón. Uno de los problemas que vemos en los Estados Unidos y en Europa es que la gente que realmente comprende el sistema de energía, los que lo desarrollan y lo operan, quedan fuera de las discusiones acerca de cómo debería evolucionar. O sea, los expertos técnicos. Y creo que si involucramos a esas personas, y muchas veces son gente de buena voluntad que quieren hacer esto, lo que pasa es que no quieren hacer algo que no va a funcionar. Eso sería algo muy positivo si la Argentina puede incluirlos.
–Muchos países están aplicando impuestos al carbono. Usted tiene una visión contraria a eso, pero ¿se puede justificar en alguna situación o no tiene sentido para los países de todo el mundo?
–En países desarrollados el problema con el impuesto al carbono es que hay tal vez tres cosas que no se están haciendo y que tienen que hacerse. Una es que tiene que ser predecible. No necesariamente constante, pero predecible. Lo cual es muy difícil de hacer con un sistema político. Lo segundo es que tiene que ser universal. Lo tercero es, ¿qué van a hacer con el dinero? En los Estados Unidos se recauda una cantidad bastante significativa de dinero. Estamos hablando de 6000 millones de toneladas de CO2 por año y de US$40 por tonelada. Son US$240.000 millones. Es mucho dinero, incluso para los Estados Unidos. ¿Vamos a confiar en el Congreso para distribuir razonablemente esa suma? No. Y también está el mercado internacional, donde hay impuestos en un país que hacen que esos bienes sean más caros. Eso ya no sé cómo se arregla. La gente habla de ajustes en la frontera, pero me parece a mí que es una perspectiva bastante complicada.
–¿Qué piensa de la administración de Joe Biden en el sector energético?
–Creo que muchas de las políticas fueron mal planeadas y mal pensadas. Por ejemplo, la ley de reducción de la inflación. Hubo muchos subsidios para energía solar o eólica, que en realidad son las formas de generación más baratas. ¿Por qué las subsidian? No sé. Las restricciones a las exportaciones de gas natural son totalmente contraproducentes. Creo que las partes de investigación y desarrollo de esa ley son buenas, porque tendrían que poner dinero en investigación, en el almacenamiento de la energía, en la informática de la red. Todo eso es bueno, pero hay demasiada eólica y solar. Subsidiar vehículos eléctricos no es algo que valga la pena, nadie quiere comprarlos.
–¿Qué le diría a la gente que dice que cada vez hay más fenómenos climáticos, como sequías e inundaciones?
–Primero que nada, hay que hacer una distinción entre el tiempo y el clima. El tiempo es lo que pasa todos los días, todos los meses. El clima es lo que pasa en un período de varias décadas. Lo segundo es que hay tantos lugares en el mundo y las chances de un evento de 100 años que ocurra en el mundo, es algo que se puede calcular, y por supuesto que los medios se suben a todas las posibles catástrofes y dicen, bueno, este es un tema climático. Hace dos veranos, creo, tuvimos muchas inundaciones en Pakistán. Mucha gente falleció. Dos días después del evento, el ministro de Medio Ambiente de Pakistán dijo que era por el CO2 y que les debían dinero por el CO2. También dijo que eran las peores inundaciones desde 1960 o algo así. ¿Antes de 1960 qué pasó? El monzón de ese año al que estamos hablando no fue particularmente infrecuente si lo comparamos con los años anteriores. Lo que lo hizo diferente esta vez es que las montañas en Pakistán habían sido privadas de árboles. Entonces hubo muchísimo más gente que vivía en planicies donde se pueden inundar y donde no deberían haber estado. Por supuesto, la catástrofe fue causada por humanos, pero no lo hizo nada de orden climático. Eso tiene que ver con mala infraestructura. No es que yo les eche la culpa a los medios, pero se suben a eso y lo hacen porque como noticia es maravilloso y lo propagan.
–Usted no tiene una visión alarmista del calentamiento global, pero ¿cuán preocupado está sobre la situación?
–Durante los últimos 120 años hemos visto tanto calentamiento como las Naciones Unidas está proyectando. Es 1,3 grados en los últimos 120 años. La humanidad ha prosperado como nunca antes en su historia en ese tiempo. La esperanza de vida creció de 52 a 73 años. El PBI per cápita creció multiplicado por siete. La tasa de alfabetismo crece hasta el 80%. Las tasas de muerte por clima extremo bajó en un factor de 50, a pesar o tal vez por el calentamiento global. Pensar que otro 1,3 grados va a descarrilar todo eso no lo creo. Hay otras cosas que podrían descarrilar todo eso pero son muy adaptables. Maravillosamente adaptable es una característica humana dominante. Le pregunté a los expertos ¿qué es lo que realmente les preocupa? Y no pueden dar una buena respuesta. Es muy difícil imaginar algo en la escala de una pandemia. Un asteroide, una llamarada solar. Pueden elegir su catástrofe favorita y ahí está. Lo que tenemos que hacer es desarrollar la mayor parte de la humanidad al punto en que sean más resilientes. Por supuesto que hay cosas que nos complican, pero tenemos que saber manejarlas y adaptarnos. La pandemia, tan terrible como fue, creo que lo manejamos bastante bien.
–¿Qué mensaje le dejaría a los jóvenes que más siguen la agenda climática?
–No se crean todo lo que escuchan. Uno lo aprende cuando se hace mayor. Les voy a dar ese ejemplo de que la humanidad mejora y mejora. También les voy a decir que si quieren cambiar el sistema energético por preocupaciones con el clima, más vale que lo entiendan primero. Tómense el tiempo de entender.
Sofía Diamante