Como la política es agonal, es decir es una lucha de ambiciones, y también entre ideales y temores distintos, en AgendAR nos parece necesario distinguir entre los hechos y las predicciones. O expresiones de deseos.
Está agotada la forma de ejercer el poder presidencial -en Argentina, un factor decisivo en política y muy importante en economía- que Mauricio Macri mantuvo desde que llegó al cargo en diciembre de 2015: el Presidente como decisor último en una administración donde había funcionarios más y menos importantes, pero ninguno tenía la última palabra en sus áreas. En realidad, no distinto del manejo en la larga gestión Kirchner.
El deterioro llevó 9 meses -a partir de la victoria pírrica en la reforma previsional de diciembre pasado- y la lápida la pusieron ayer en los dos medios gráficos más importantes del país. Los mismos que fueron apoyos claves y también expresión de los sectores de la población que se identificaron con la coalición oficialista, Cambiemos.
Jorge Lanata, que en esta etapa suya es el «periodista estrella» de Clarín, escribió este sábado 1/9 «Si esta semana que comienza el Gobierno no cambia, en pocas semanas no va a haber gobierno para cambiar«.
El mismo día, el sociólogo Eduardo Fidanza escribía en La Nación -en otro estilo, como corresponde a la diferencia en el nivel académico del columnista: «…Una conclusión dura para el Gobierno: fallaron la dimensión carismática del liderazgo, la lucidez de las políticas elegidas y la aptitud de los funcionarios para aplicarlas o corregirlas. Los spots presidenciales sin sustancia, la decisión de inducir una enorme recesión, las confusión del Estado con la empresa, la ausencia de precisiones sobre el rumbo, el desprecio de la política clásica, la falta de coordinación en la toma de decisiones, la soberbia y la negación supina de la realidad son una muestra surtida de esa triple falla que hace zozobrar al país. La consecuencia es el regreso a una temida desgracia argentina: el vacío de poder«.
Frente a estos diagnósticos, hechos por hombres y medios que aprobaron y aprueban los objetivos explícitos de Cambiemos, las modificaciones que se mencionan en el esquema de gobierno parecen menores.
Como cuenta Clarín -si algún medio puede anticiparlas, es ese- el Presidente reducirá a la mitad su gabinete. Diez ministerios serán absorbidos por otros. Marcos Peña, su jefe de gabinete y estratega, permanece, pero los vicejefes Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, que con Peña eran señalados por Macri como sus ojos y oídos, no supervisarán más la gestión de los ministros.
Los ministerios de Ciencia y Tecnología, Cultura, Energía, Agroindustria, Salud, Turismo, Ambiente, Trabajo y Modernización se convertirán en secretarías de otras carteras.
Ciencia y Tecnología pasará a Educación. Lo mismo podría ocurrir con Cultura. Salud será absorbido por Desarrollo Social; Energía, por Transporte; Ambiente, al igual que Modernización, por Jefatura de Gabinete; Trabajo, por Producción. Agroindustria pasaría a Hacienda. Turismo podría quedar bajo el mando de Producción.
Estos cambios pueden parecer secundarios, como ya dijimos. Un gesto simbólico de «austeridad». Macri sigue siendo el Presidente, y conserva a su mano derecha, Marcos Peña. María Eugenia Vidal es la gobernadora de Buenos Aires, y Horacio Larreta es el jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma.
Pero los hechos obligan a hablar de ocaso. Como lo sabe cualquiera que viva en nuestro país, la sociedad argentina está profundamente dividida: un sector muy numeroso, presente en todas las clases sociales pero mayoritariamente en los más humildes, está amargamente opuesto a Macri y a sus políticas. Otro, también numeroso y creciente, está desilusionado con su gobierno. Pero no son ellos los que le han «torcido el brazo» y obligado a hacer estos cambios.
Por supuesto, la ira y el desencanto que se extienden lo debilitan a Macri. Pero quienes lo han presionado es lo que él mismo llamó «el Círculo Rojo», los sectores informados y con recursos para hacerse oír. Que en su mayoría lo habían apoyado. Más decisivo, fueron los inversores, nacionales y locales, a quienes trató desesperadamente de favorecer y atraer, quienes le «bajaron el pulgar». Es difícil conservar poder político, si los sectores en que se apoya lo cuestionan.
Los argentinos tenemos gran facilidad para las teorías, y en estos momentos sobran las «explicaciones», todas distintas: que todo lo que ha hecho fue deliberado, parte de un plan diabólicamente astuto; que él y sus funcionarios son ineptos; que leyó mal la coyuntura internacional… No importa. El hecho es que es un presidente debilitado y, como dicen los estadounidenses, un «pato rengo». Alguien que se irá en poco más de un año, con escasísimas chances de reelección.
Sigue conservando el manejo de los recursos del Ejecutivo nacional, instrumento poderoso si los hay. Pero, un dato importante para los que nos interesamos, como este portal, en la producción argentina, y en realidad para todos los argentinos, está plenamente justificado hablar del ocaso de la presidencia Macri.
Abel B. Fernández