La gran sequía terminó, se recuperó la producción de soja, la industria aceitera reaccionó y se reactivaron los embarques de los subproductos de la molienda. En esa pequeña saga sucedida a lo largo del primer semestre de 2024, la Argentina pudo recuperar terreno en el mercado global de la harina de soja, su principal producto de exportación, volviendo a recuperar lo más alto del podio, de donde había sido desplazada por Brasil el año pasado.
Pero esta buena noticia lanzada este viernes por la Bolsa de Comercio de Rosario se ve opacada por la posibilidad de que esta recuperación sea algo temporal. Y que muy pronto el país vuelva a ser superado por alguno de sus competidores más cercanos, que son Brasil y los Estados Unidos.
Los tres países pujan en el mercado de la soja en las últimas décadas, pues son los grandes productores y exportadores de la oleaginosa. Pero “desde la campaña 1997/98, Argentina se mantuvo como el principal exportador global de este producto” hasta que en la campaña 2022/23, “el país sufrió la peor sequía de los últimos 60 años, lo que afectó gravemente su capacidad de producción y molienda” de soja. Fue por eso que “Brasil superó a Argentina como principal exportador de harina de soja por primera vez en 25 años”.
El informe de la BCR, basado en datos del primer semestre de 2024, mostró que tras la emergencia climática se produjo “una notable recuperación en el volumen exportado de harina de soja argentina”, ya que los envíos crecieron 46% respecto al primer semestre de 2023, permitiendo al país recuperar su lugar histórico en el podio.
En un segundo informe, la entidad describe que durante los primeros cuatro meses de la campaña en curso, la molienda de soja repuntó 30% respecto a la campaña pasada, ya que se procesaron 15,4 millones de toneladas de soja 2023/24 y según los datos oficiales se habrían producido 14,8 millones de toneladas de subproductos, con un ratio de 0,96 toneladas de subproductos por cada tonelada de soja procesada.
De todos modos, esta normalización del flujo de soja operado por la industria aceitera argentina, no es más que eso: una normalización. Los otros actores también juegan y en ese sentido la BCR aclaró que “a pesar del crecimiento interanual, al evaluar el desempeño sobre el mediano plazo, la dinámica productiva local se ve sobrepasada por sus más cercanos competidores”.
En otras palabras, no se sabe cuánto tiempo más mantendrá la Argentina el primer lugar como exportadora mundial de harina de soja. Y eso sucede porque la producción del poroto local se encuentra estancada, mientras que en otros países aumenta y además crece la participación de la molienda frente a las exportaciones de granos.
La Argentina tiene 43 plantas que procesan soja, contra 85 en Brasil y 75 en Estados Unidos. Pero en esa comparación, “cuenta con una menor cantidad de plantas procesadoras, pero estas son más grandes y eficientes por lo que la capacidad teórica de procesamiento anual total es comparable a la del país vecino y no muy lejana a la de los norteamericanos”. A la vez, la industria aceitera local está geográficamente concentrada alrededor de la ciudad de Rosario donde se localiza prácticamente el 80% de la capacidad de crushing nacional.
De todos modos, por falta de materia prima suficiente, la industria sojera local tiene una capacidad ociosa “que se ha mantenido cerca del 42% durante las últimas tres campañas de producción normal” y este parece ser su gran limitante.
Por eso, otro gráfico publicado por la BCR muestra que mientras aquí la molineda de soja se mantiene estable, en los últimos años Brasil y Estados Unidos “exhiben una tendencia de crecimiento sostenido y relativamente estable”.
“En términos generales, Estados Unidos y Brasil superan significativamente a Argentina en términos de volumen total de crushing de soja. Sin embargo, esta diferencia no se traduce directamente en una mayor presencia en el mercado internacional de exportación. La razón principal radica en los patrones de consumo interno de cada país, ya que tanto Estados Unidos como Brasil destinan una proporción sustancial de su producción al mercado doméstico. Sin embargo, año a año, la participación sobre el mercado internacional de ambos a tendido a incrementarse al compás de un mercado comprador que se ha fortalecido”, advierte el informe.
Teniendo en cuenta las estimaciones comerciales para esta campaña 2023/24, en un período de catorce años, las importaciones mundiales de harina de soja habrían aumentado un 25%, al tiempo que las exportaciones desde Estados Unidos y Brasil se habrían incrementado sostenidamente a un ritmo promedio anual del 4% y 3,2% respectivamente durante el mismo período de tiempo.
En las antípodas, desde 2010 la Argentina “ha decrecido su ritmo promedio anual de envíos al exterior de harina de soja en 0,9% negativo”.
La conclusión es triste: “Aunque la Argentina hoy mantenga la posición de principal referente sobre el comercio internacional de harina de soja, ya no lo hace de forma indiscutida y ha sabido perder terreno sobre un mercado que no ha parado de crecer”.
A modo de ejemplo, la Bolsa de Rosario mostró que la región del Sudeste Asiático pasó de importar 11 millones de toneladas de harina de soja durante el ciclo comercial 2010/2011 a 19 millones en la 2023/24, y “se perfila como una de las más prometedoras de aquí al futuro en cuanto al mercado por harinas se refiere, pudiendo llegar a explicar un tercio de las importaciones globales de harina de soja hacia el año 2028”. Hace cinco años, Argentina explicaba casi la mitad del total de importaciones de harina de soja desde esa región, pero desde la campaña 2020/21 su participación no ha parado de caer a mínimos históricos.