Con un escenario exportador de petróleo mucho más despejado gracias a los proyectos de infraestructura en marcha, el gran tema de debate de esta Argentina Oil & Gas 2024 pasó por el GNL y los desafíos que tiene el país para convertirse en un proveedor global.
Siendo uno de los grandes jugadores gasíferos a nivel mundial, Shell aparece como una de las majors con mejores condiciones para convertirse en el socio que YPF necesita para desarrollar el ambicioso proyecto de licuefacción por 30 millones de toneladas al año.
En el marco de esa discusión, Forbes visitó el stand de Shell para preguntarle a su presidente, Germán Burmeister, qué hace falta para concretar este sueño que tiene toda la industria y cuál es la hoja de ruta de inversión en Vaca Muerta.
Llegaste hace muy poquito a la presidencia de la empresa en un momento en el que se están llevando a cabo discusiones claves para la industria energética del país. ¿Con qué te encontraste y qué es lo que te planteás para la empresa como objetivo macro?
Creo que es un gran reconocimiento a la industria de haber puesto Vaca Muerta en el lugar en el que está hoy, generando esa expectativa de oportunidad para que sea algo transformacional para la economía argentina. Y yo creo que volver a la Argentina, ayudar a mi compañía siendo creativos a ser parte de un proceso de alguna manera u otra, la verdad, está buenísimo.
¿Cuáles son los próximos hitos que se vienen en materia de shale oil y a dónde apuntás?
Nosotros hoy producimos aproximadamente 50.000 barriles día, entre negocios operados e inoperados. Nuestro próximo objetivo es terminar una planta de procesamiento de petróleo y gas en algún momento del año que viene y llegar a 70.000 barriles día en un plazo de 12, 14 o 18 meses.
¿Qué nivel de inversión se requiere para esta etapa?
Hoy por hoy nosotros estamos invirtiendo entre 500 y 600 millones de dólares al año.
Teniendo en cuenta toda la infraestructura que está en marcha y la capacidad de evacuación que va a liberar. ¿Qué nuevas áreas tenés en mente para desarrollar?
Yo creo que Shell tiene una posición muy atractiva en cuanto a posiciones en la cuenca. Estamos estudiando los diferentes escenarios de crecimiento que son dependientes de varios factores. El país, la macro, la infraestructura, las regulaciones, la cadena de valor, la competitividad, el recurso de capital humano. Entonces creo que son varios factores que pueden impactar. Yo creo que todos los proyectos grandes de infraestructura que se están anunciando son fundamentales, así que, como participantes de la industria, bienvenidos.
Hasta ahora la decisión de la compañía fue enfocarse en la ventana del petróleo. ¿Les interesa empezar a volcarse también como productores de gas en este nuevo escenario?
A nivel mundial somos uno de los grandes jugadores del GNL y de gas, ya sea de gas por gasoducto, pero principalmente el GNL. Creo que Argentina está entrando, o se está posicionando como un potencial proveedor del GNL a nivel mundial, que es bienvenido. Y bueno, nosotros como compañía y por el rol global que tenemos, es una oportunidad más que vamos a investigar. Particularmente, desde un punto de vista personal, con mucho detalle porque como argentino hay temas que ver a nuestro país creciendo, generando una pata más de la mesa, para una economía que tiene pocas. El deseo está en todos, yo creo que independientemente de quién lo haga o quién participe, acá nos beneficiamos todos.
¿Lo ves factible? ¿Hay debería hacer el país para crear las condiciones para que esto suceda?
Yo creo que Argentina se tiene que convertir en un país creíble, con reglas claras, una economía estable donde pueda atraer inversiones. El gran problema de la Argentina en las últimas décadas ha sido una falta de inversión. Elegí cualquier ruta nacional, son las mismas que hace 50 años. La Argentina está sedienta de inversiones. No ahora, hace décadas. Y yo creo que eso es lo que hay que cambiar.
Pero quizás esos son cambios que requieren muchos años y la ventana de oportunidad de GNL no te da ese tiempo. ¿Cómo estás viendo esos plazos?
Yo creo que hay una ventana. Después si es de dos, tres o cuatro años, cada uno puede tener su opinión. Pero esa ventana no es eterna y hay que aprovecharla.
¿Qué novedades tienen en materia de exploración offshore?
Cuando estábamos celebrando nuestro aniversario de 110 años recibimos el permiso por la declaración de impacto ambiental, que era fundamental para poder empezar la campaña sísmica. Esta ya ha sido contratada y creo que vamos a estar empezándola a fin de año. Son varios meses de trabajo, después de estudio y de análisis, para ver si se amerita el próximo paso.
¿Cómo percibís la situación actual del país? ¿Te parece que hay cambios positivos para que el sector pueda desarrollar todo ese potencial que hablamos hace tantos años?
No sé si es una buena analogía, pero varios granitos de arena hacen una playa. Entonces, yo creo que nuestra industria es una de las pocas, pero ojalá de las muchas, que el país necesita para el bienestar y para el crecimiento de todos los argentinos. Entonces, en eso prefiero mirar el vaso medio lleno y ver que nuestra industria va a contribuir positivamente al desarrollo del país. ¿Va a impactar a todos? No lo sé, pero va a impactar a muchos. Y eso ya es súper importante.
Fernando Heredia
Nota de AgendAR:
Dado que la Shell dirigió (vía el Ing. Juan J. Aranguren) el Ministerio de Energía, cuando hubo uno, no hay como preguntarle a empresa tan conocedora si tenemos un gran futuro en exportar GNL. Con tanto gas natural que Shell exportó barato a Chile para recomprarlo caro, tiene autoridad de sobra en materia de metano.
Demanda mundial de GNL hay, y en rampa. ¿Pero cuándo se mocha? La India desiste de importar GNL por caro, y seguirá quemando su propio carbón, que le sale unas cinco veces más barato por rendimiento térmico. ¿Ucrania tal vez siga haciéndonos muchos años el favor de no firmar la paz con Rusia? Por ahora en Kiev prefieren seguir haciéndose matar para que a la UE tenga el privilegio del GNL estadounidense y la electricidad carísima, y no vuelva jamás a tener la maldición del gas natural ruso barato, sin licuefaccionar y sin fletes caros de barco metanero. Pero tal vez los ucranianos se cansen, o quizás antes los europeos.
China se maneja a carbón propio, importa hidrocaburos pero rechinando los dientes, y tiene el programa nucleoeléctrico más expansivo de la historia mundial. By the way, India también, el segundo mayor del mundo.
Pakistán, aliado chino inmemorial, acaba de descubrir enormes campos de petróleo y gas en su «offshore». Esos horizontes tienen tres ventajas geopolíticas casi inmedibles: están entre las reservas número 3 y 4 en el orden mundial, el gran bloqueo houthi del Mar Rojo no los afecta, y quedan dentro de aguas territoriales incontestadas.
Cuando los pakistaníes desarrollen esta ayuda inesperada (no menos de 10 años, y se descuenta crédito chino) tienen tres alternativas logísticas para llevar gas natural a China. Tienen dos líneas nuevas de tren ya construidas para entrar en China con GNL licuado en Pakistán, o pueden tender gasoductos a tender a la vera de esos nuevos ferrocarriles para llevarlo como metano gaseoso. Ninguna es especialmente barata pero tampoco cara, máxime con chequera china, y ambas son territorialmente seguras.
Eso sería jugar a adrenalina cero. Pero si los pakistaníes se sienten audaces y capaces de soportar bloqueos en los «choke points» de Malaca y Singapur, que EEUU cerraría inmediatamente en caso de guerra con China. Sucedería si Taiwan se declara formalmente independiente. Por lo demás, EEUU aprovechó o causó, vaya a saber, la guerra de Ucrania para volverse la garrafa de GNL de la UE. Lo hace a partir de gas frackeado en una enorme formación pérmica (Permian) que abarca buena parte del Midwest, y está construyendo nuevas plantas de licuefacción sobre su costa Este para decuplicar su capacidad de pre-guerra. Y ya no le alcanza esa costa.
No son los únicos jugadores nuevos. El descubrimiento de petróleo y gas offshore en un área de 29.000 km2 de Guyana y Surinam va rumbo de exportar crudo por 1,3 millones de barriles equivalentes por día. «Equivalentes», porque por ahora los operadores, básicamente Exxon y la china CNOOC. separan el gas para reinyectarlo en los pozos y evitar que se despresuricen. Cuando les convenga, y si les conviene, lo licuarán para exportarlo. Chevron quiere su tajada y por ahora confía en algún arbitraje. Los guyaneses la miran por TV.
Guyana, con menos de 900.000 habitantes más bien pobres y juveniles (29 años de edad promedio) deja hacer y se limita a preguntarse qué clase de país inventar (o dejar que le inventen), eso tras 5 siglos de genocidios y miseria colonial, y con un PBI que de pronto está creciendo un 62% anual. ¿Cómo pueden evitar la famosa «maldición del recurso», a saber, exportás naturaleza bruta a lo grande, pero no le cae un mango de desarrollo integral y real a tu país? Cuando estás cabalgando un tigre no te podés bajar, como dicen en Avellaneda, pero tampoco fijarle el rumbo.
Cuando las empresas instaladas en el Mar de Guyana salgan a vender gas licuado, saldrán matando. Y si no lo hacen es porque quizás en diez o quince años haya exceso de oferentes. Desde que llegaron herramientas tecnológicas como la sísmica de alta definición y el fracking masivo, pintan gas y petróleo nuevos en países que jamás creyeron tener. Y al mercado del GNL ingresan hasta países sin gas, o con muy poco.
México, por ejemplo, se dispone a licuefaccionar excedentes de gas de fracking estadounidense. Estos sobrantes van destinados a China, para lo cual se construirá un ducto de 800 km. a través de la Sierra Madre, desde el «heartland» del Permian hasta Puerto Libertad, México, sobre el Pacífico. Eso evita tener que atravesar con barcos metaneros el Canal de Panamá, problemáticamente falto de fondo por falta crónica de lluvias en las selvas que alimentan el Lago Gatún. Salir hacia China desde México ahorra 11 días de tránsito, mayormente en espera a que llegue la autorización de cruce.
Con tanto nuevo oferente de GNL la Argentina tendrá mucha competencia. Demasiada como para dejar que le sigan manejando el negocio a estilo de 2018, cuando le compraba gas (argentino) a Chile a la mitad del precio al que se le vendía (a Chile), en tiempos de Juan J. Aranguren, el mejor ministro de energía de la Shell que tuvimos. Hasta ahora todo indica que se seguirá en esa dirección, incluido comprarnos nuestro propio gas como si fuera de las multis, y tres veces el precio de producción.
Fijarle el rumbo al tigre requiere del país que fuimos entre la fundación de YPF (1922) y el arranque del Proceso (1976). El país actual no lo logra. Guyana somos todos.
Por caso, veamos lo que pasó con Petronas, la petrolera estatal malaya. Hasta hace meses estaba asociada con YPF en un plan que data de años para sacar el gas de Vaca Muerta por Bahía Blanca. Pero con la asunción del presidente Javier Milei, nuestra mayor empresa federal quedó bajo dirección de un elenco puesto por Techint. Esta empresa es cortés: no devuelve regalos. Empezó el proceso con 30 firmas y lo terminó con 46 y hoy tiene más de 100 en 24 países. Es el grupo económico más beneficiado por todo lo que sucedió y no sucedió en el país desde 1976 a la fecha, pero juega en primera desde que compró (es un decir) la enorme acería estatal Somisa en tiempos de Menem. Su sede hoy está en la UE.
Tal vez por cortesía hacia el presidente Milei, que gentilmente le concedió a Techint dirigir YPF, y quizás no sin retribuir cumpliendo un mandato presidencial (a saber, joderle un poco la vida al gobernador más presidenciable, Axel Kiciloff), YPF quiso forzar a Petronas a construir su planta de GNL no en Bahía Blanca, según planes que ya cumplen 5 años. Minga, nada de Bahía Blanca, olvidate de Bahía Blanca.
Allí, en Bahía Blanca, hay una ciudad donde albergar al personal, ductos y puerto construidos, electricidad asegurada y un predio reservado desde hace años para la unidad de licuefacción. Pero de pronto, YPF no quiso saber nada de eso. Acaso por aquella vocación expedicionaria que tuvo hace un siglo, cuando fundaba ciudades, YPF decidió que la planta de GNL se hacía en Punta Colorada, Río Negro, llamada cómicamente «Puerto».
Búsquenlo en Google, lectores. Vean las imágenes satelitales. Allí sólo hay un ruinoso embarcadero de pellets de hierro, y los requechos de los hornos donde se los cocinaba, relictos de la extinta empresa minera nacional Hipasam. Fuera de ello, en Punta Colorada no hay agua, ciudad o electricidad, y menos que menos un puerto. Nunca hubo mucho, pero desde que se fue Hipasam, ahí hay nada. Pero en cantidades.
Detalle al pie, en Punta Colorada también faltan 694 km. de gasoducto que habría que tender desde Fortín de Piedra, lugar de Vaca Muerta que provee el 20% del gas natural de Argentina, concedido a, ejem, Tecpetrol, de Techint. Como el intempestivo puerto y el ducto añadían U$ 30.000 millones, y de pronto los tenía que garpar Petronas. Pero eso no estaba en el libreto original, y los malayos hicieron mutis por el foro, sin portazo, pero…
Cosa que no despeinó a nadie en YPF. Ésta mantiene el proyecto de exportar petróleo y licuar gas de Fortín de Piedra en Punta Colorada, pero ahora con Tecpetrol en lugar de Petronas, lo cual lo vuelve un asunto interno de Techint: Fortín de Piedra bien podría llamarse Fortín de Rocca. Acaso para hacer menos familiar la cosa, se añadió Shell, que se compromete a comprar un tercio del GNL producido
Horacio Marín, ex Techint y hoy presidente de YPF, está saliendo a pasar la gorra para conseguir capitales externos. Algo me dice que el estado terminará endeudándose para que Techint y la Shell inventen un puerto privado de petróleo y gas en medio de un páramo.
De yapa, el paramo es un sitio complicado por sus vientos y corrientes de marea, bastante salvajes. Ya a Hipasam le costaba bastante embarcar pellets de hierro, a las apuradas, cuando la marea subía sus habituales 8 metros, y lo hacía en barcos que rara vez rascaban las 50.000 toneladas de peso muerto, pero más de una vez, el fondo de restingas. Si te agarraba una bajante o un viento del NO, el encallamiento de un mineralero de aquellos en las restingas no habría sido grave: los pellets no contaminan a distancia.
Pero para los no geógrafos, el límite sur del Golfo de San Matías es península Valdés, el mayor activo turístico internacional del país en la costa patagónica. Fue declarada «Patrimonio de la Humanidad» por la UNESCO en 1999. La península mueve un negocio de avistaje de fauna de alrededor de 240.000 visitantes/año, cuando al dólar se lo deja flotar. Los hoteleros y operadores turísticos de Madryn, ciudad de 140.000 habitantes, deben estar preocupados.
No sin razón. El nuevo negocio empezará con un boyón de carga para petroleros gigantes, de los de 400.000 y más toneladas de peso muerto. Jamás operaron en el país barcos de semejante porte, pero Marín llegó a dar por sentado que los habrá de 500.000 toneladas. Son ingobernables, los domina la inercia, es simple física newtoniana.
Otro barón criollo de la energía, Bulgheroni, se alió con la nórdica Golar en una UTE llamada Southern Energy, y tan seguros están de contar con caños de gas natural desde Vaca Muerta hasta Punta Colorada que para 2027 han contratado una planta flotante de licuefacción, el buque Hilli Episeyo, con una capacidad de 2,45 millones de toneladas por año (MPTA).
No es tanto en comparación con el proyecto inicial entre YPF y Petronas. Éste suponía ir instalando módulos terrestres de licuefacción en Bahía Blanca a lo largo de un par de décadas hasta llegar a 30 o 40 MPTA. Los malayos se piantaron de este país al que el nuevo cacique de la Shell, Germán Burmeister, le recomienda ser previsible y de reglas claras.
Ya lo decía Emilio Sálgari, los imprevisibles de la historia son estos malayos, sin duda. Y tanto así que en 1974 construyeron una petrolera propia (Petronas) sobre no muchos recursos propios, pero monopolizando su explotación. En medio siglo de darles el olivo y no dejarse patotear por las otras seis grandes petroleras del mundo, se volvieron la adición más reciente al grupo de «Las siete hermanitas». Los sorpresivos malayos tienen la firma número 216 en el ranking de Fortune, y en 2022 le generaron entradas por U$ 50.000 millones al estado de Malasia.
Como dice Energía y Negocios, revista que suponemos no dirige Miriam Bregman, «escuchar al presidente del país, donde se invertirían miles de millones “¡Amo ser el topo que destruye el Estado desde adentro! Es como estar infiltrado en las filas enemigas”, debió haber impactado mucho más en la decisión de Petronas que cualquier vaivén del mercado internacional».
En cuanto al considerable lote en el puerto de Bahía Blanca donde se iba a construir la planta de licuefacción de YPF-Petronas ahora se destina a… ¿adivine qué empresa? Techint.
Apa.
Daniel E. Arias