El default con una firma kazaja pone en riesgo la operación de nuestras centrales nucleares

La empresa kazaja Kazatomprom ganó una licitación para proveerle a la estatal Dioxitek el concentrado de uranio necesario para fabricar los elementos combustibles que requieren las centrales nucleares argentinas. El primero de los tres envíos pactados llegó el 1 de diciembre del año pasado, pero el gobierno de Javier Milei no cumplió con las condiciones de pago y los kazajos interrumpieron el abastecimiento, lo que podría derivar en la paralización de Atucha II y Embalse para mediados de año próximo cuando se acaben las reservas.

Atucha II tiene una capacidad de generación de 745 MW y Embalse otros 683 MW. Por lo tanto, si esas centrales dejan de generar energía se perderían 1428 MW en un momento donde la capacidad de generación se encuentra por debajo de la demanda de energía proyectada para los próximos meses. Los elementos combustibles también son indispensables para que opere Atucha I, pero esa central salió de servicio a fines de septiembre para que se lleve adelante la extensión de su vida útil, obra que demorará unos 30 meses.

El default con los kazajos

El acuerdo con Kazatomprom contemplaba tres envíos anuales de unas 170 toneladas de uranio concentrado cada uno. El mecanismo de fijación de precio acordado fue bajo un esquema spot que toma la cotización promedio del insumo en una revista especializada durante las 8 semanas anteriores a la llegada del embarque.

El precio final del primer envío fue de US$ 34,5 millones. El 50% se debía pagar a los 30 días y el otro 50% a los 60 días. Sin embargo, cuando todavía no se había pagado ni siquiera la primera parte el Banco Central emitió una comunicación donde estableció que las deudas de importación de bienes y servicios debían ser canceladas con los Bonos para la Reconstrucción de una Argentina Libre (Bopreal).

Como era de esperar, los kazajos se negaron a aceptar los Bopreal, pero Dioxitek no tenía acceso al mercado de cambios. Por lo tanto, la negociación se empantanó y Argentina quedó en default. La empresa estatal pagó el 95% de la deuda recién entre junio y julio, pero antes de realizar el segundo envío los kazajos endurecieron su postura y exigieron que se cancele el monto que faltaba, se pague una multa por el incumplimiento, se firme una adenda al contrato y se les otorgue una carta de crédito garantizada.

El primer embarque había salido desde San Petersburgo y demoró 6 meses en llegar a Buenos Aires, pero por las sanciones que se le aplicó a Rusia luego de la invasión de Ucrania ningún banco se mostró dispuesto a otorgar una carta de crédito para un envío proveniente de San Petersburgo. Una segunda opción que se exploró fue que el concentrado de uranio llegara desde Georgia, aunque el viaje ya no iba a demorar 6 sino 8 meses.

Si en julio se hubiera cumplido con las condiciones que fijó Kazatomprom, el segundo embarque podría haber arribado en marzo de 2025. Distintos funcionarios advirtieron durante meses sobre la necesidad de resolver el tema con urgencia porque las proyecciones indican que Dioxitek se va a quedar sin concentrado de uranio a mediados de mayo de 2025 y el stock de elementos combustibles que tienen las centrales nucleares es mínimo. Sin embargo, el gobierno nunca terminó de resolver el tema.

En los últimos meses incluso se exploró la posibilidad de buscar otros proveedores para un envío puntual, pero para que Nucleoeléctrica, la empresa que administra las centrales, autorice la compra, primero se debe obtener una nota de Kazatomprom que diga que no va a poder enviar el producto en los plazos requeridos y los kazajos no van a enviar ninguna carta hasta que se les cancele la deuda pendiente. Además, mantener el default con esa firma también complica la relación con cualquier otro proveedor del sector. Se confirmó con dos técnicos del sector nuclear sin contacto entre sí que hasta este viernes la deuda continuaba impaga.

Cómo se elaboran los elementos combustibles

Con el concentrado de uranio, Dioxitek produce polvo de dióxido de uranio que es utilizado por la empresa Conuar para fabricar pastillas de dióxido de uranio que se le proveen a las centrales nucleares. Esas pastillas se colocan en el interior de tubos de aleación de zirconio (llamados vainas) que se ensamblan para formar los elementos combustibles. Estos elementos son estructuras diseñadas específicamente para cada tipo de reactor.

Se utiliza el término elementos combustibles, en lugar de simplemente combustibles, para destacar que no se trata de una sustancia simple o cruda, como el carbón o el petróleo, sino de una estructura compleja y diseñada específicamente para ser usada en reactores nucleares. Embalse, por ejemplo, es un reactor de tecnología Candu con un diseño estándar. Por lo tanto, los canadienses podrían llegar a proveer los elementos combustibles. Atucha II, en cambio, es un diseño original desarrollado por Kraftwerk Union (KWU), una filial de Siemens, pero cuando se retomó la construcción en octubre de 2006 KWU había desaparecido y fue la estatal Nucleoeléctrica la que terminó la obra introduciendo ciertas variantes al diseño original, lo que obliga a ser más cautelosos al momento de evaluar la incorporación de elementos combustibles alternativos.

Fernando Krakowiak

Opínión de AgendAR:

El problema, lectores, no es únicamente estar en rojo con el mayor proveedor mundial de uranio, que es Kazajistán. Otros proveedores posibles, como Canadá o Rusia, no nos venderán un gramo hasta que salgamos de esta deuda.

Pero la mayor deuda la tenemos con nosotros mismos. Tenemos sólo tres centrales nucleares, una chica (Atucha 1) y dos medianas (Atucha 2 y Embalse). Dada la escasa demanda que supone un programa nucleoeléctrico absolutamente enano, como el argentino, tenemos todavía al menos dos décadas de uranio en la mina de Sierra Pintada, inmediaciones de San Rafael, Mendoza. Ni hablar de yacimientos ya prospectados y medidos pero nunca explotados, como Cerro Solo, en Chubut.

No somos un país uranífero, como Canadá, Kazajistán o Rusia, pero somos un país CON uranio. ¿Por qué estamos dependiendo entonces de Kazajistán?

Las causas del cierre prematuro de Sierra Pintada son impresentables. En 1989 cayó la URSS. En 1992 y 1997 se firmaron nuevos pactos de desarme (START II y SORT) entre la novedosa Federación Rusa y los EEUU. Tuvieron un éxito limitado pero medible, si consideramos que en 1985 había más de 63.600 cabezas nucleares en los arsenales yanquis y soviéticos y de las otras cuatro potencias con este tipo de armas, y hoy quedan 12.121. Y esos pactos inundaron el mundo de uranio baratísimo. Porque las nuevas minas fueron los arsenales.

Ese último número está en ascenso nuevamente. Y sigue siendo más que suficiente para eliminar a casi toda la especie humana. No tanto durante la guerra y por efecto directo de las armas, como después, durante el «invierno nuclear» subsecuente. Puede durar décadas, y en ese período, además de fríos subcongelantes incluso en los trópicos, desapareceran todas las fuentes de alimento de los que hayan sobrevivido a la guerra en sí.

La decisión de reducir los arsenales, sin embargo, tiene bases militares y económicas, cero pacifismo en el asunto. Con mucho menos que 12.121 cabezas nucleares está asegurada la destrucción recíproca de las potencias rivales (y la de casi toda la Argentina, que no es potencia ni rival). Pero el mantenimiento de las armas termonucleares es acuciante y carísimo. Por ejemplo, hay que reponerles constantemente la carga de tritio, el isótopo más pesado del hidrógeno. Es carísimo, Y tiene una vida media de 12,5 años, lo que significa que en ese lapso la carga inicial ha decaído en hidrógeno común, perfectamente inútil para generar una reacción nuclear de fusión.

Además, para una destrucción mutua asegurada, 63.600 armas básicamente termonucleares eran una exageración. Los nuevos sistemas de navegación y puntería, como el GPS, permitían liquidar un blanco a 12.000 km. de distancia con una sola explosión impecable e implacablemente precisa, en lugar de varias de mayor potencia y caídas en derredor. Era toda la puntería permitida con los istemas de navegación inerciales anteriores.

De modo que para bajar los costos de mantenimiento del equilibrio del terror, las minas de uranio fueron los arsenales excedentes, y básicamente los de la Rusia de Boris Yeltsin, que a EEUU le firmaba cualquier cosa sin mayor reciprocidad.

Los acuerdos se basaron en el axioma «Swords into ploughshares», fundir espadas para hacer arados, slogan inicial del Organismo Internacional de Energía Atómica allá por 1957. La idea del OIEA fue, era y todavía es dar de baja un exceso de alrededor de 50.000 cabezas nucleares y darle empleo civil a sus elementos físiles. Estos son mayormente, plutonio 239 y en menor medida, uranio 235, enriquecidos a una pureza mayor del 90%.

Ambos elementos se pueden diluir en uranio natural, que es casi todo uranio 238, físicamente casi imposible de fisionar, y el resultado puede ser uranio de usos pacíficos: enriquecido a algo menos del 20% para reactores multipropósito, o a valores muy inferiores (entre el 5% y algo menos del 1%) para centrales de potencia. El uranio reciclado de estas últimas, combinado con un poco de plutonio, forma combustibles llamados MOX, cerámicas de óxidos mixtos de uranio y plutonio, y es perfectamente equivalente al uranio enriquecido fresco y sin usar. Evita mucha minería.

Pero en el siglo XXI las cosas cambiaron. El parque nucleoeléctrico mundial empezó a crecer, impulsado en buena medida por el cambio climático. El precio del uranio empezó a dispararse, sobre todo porque los mayores consumidores del mundo tienen pocas reservas geológicas (caso de China y de la India), o les sobran, pero hicieron la idiotez de cerrar sus minas (EEUU) «porque el mercado arregla todo», o porque compran mineral de uranio, y pagando basura, a sus semicolonias africanas (Francia). Canadá y Rusia nunca abandonaron la minería. Los canadienses, porque tienen una flota considerable de centrales propias.

Pero además, los canadienses le tienen que dar de comer a las 94 centrales que todavía persisten en actividad en EEUU y que suministran el 20% de la potencia eléctrica de la tierra de los libres y hogar de los valientes. Los yanquis dejaron cerrar 10 en la última década y media «porque la energía nuclear es cara», y hoy se quieren cortar las venas, porque debido a la guerra de Ucrania, los rusos les acaban de anunciar que no les venden más uranio enriquecido.

Como «el mercado provee», en los últimos 30 años los autodenominados americanos dejaron que las plantas de enriquecimiento de Savannah River cerraran y se desguazaran, el uranio que les suministra Canadá es natural, y no tienen plan B. Los rusos no dejaron jamás de producir porque tienen bastante uranio en casa, un programa nuclear bastante coherente, son el mayor exportador mundial de centrales y su política es venderlas con combustible enriquecido ruso incluído.

La propuesta ruso un acuerdo ideal para nabos tecnológicos: te damos el caballo y también el pasto, y te cobramos ambos, y nos llevamos a casa el plutonio generado, plín-plin-plin-caja-caja-caja. Vos no tenés que ocuparte de nada. Ahora los ivanes son re-capitalistas, pero desde que se murió Yeltsin, ya no son idiotas. Entienden perfectamente que el uranio no es una commodity de mercado, y en cambio es un asunto estratégico. Y tanto lo es así y tanto ya no son idiotas que hoy están amenazando a EEUU con un apagón generalizado. Si te desaparece el 20% de la potencia firme del país, lo que te desaparece después es el país. Pero antes, cae el gobierno.

Aquí algo sabemos de eso.

Los ut-supra descriptos son tres modos estúpidos de quedarse sin uranio. Obviamente, la Argentina de Carlos Menem no podía perderse una imbecilidad que imitara a la de los EEUU. Además, cuando la dirección de Manuel Mondino de la CNEA dejó de demandar uranio para Sierra Pintada, le tiró la mina encima a Mendoza, para que ésta le vendiera uranio a Magoya.

Obviamente, ya que estaba, Mendoza debía gestionar por la propia la remediación ambiental de colas de molienda de mineral y de aguas de cantera. Es una cantidad importante de residuos con uranio, radio y radón, otros metales pesados no uraníferos ni radioactivos, y barros y líquidos tratados con ácido sulfúrico y de gran acidez. En suma, les dejó el muerto.

Los residuos de minería de uranio no son sustancialmente distintos o más peligrosos para la salud que los detritos de minería de oro, o de cobre, cuyo tratamiento y disposición en todo el Tercer Mundo suelen ser legal o ilegalmente pésimos. Pero los de uranio sin duda tienen peor prensa.

Y además, una cosa es que una provincia se atreva a plantarse con exigencias de remediación ambiental a una multinacional minera. Eso jamás sucedió en ninguna provincia minera de la Argentina, donde los gobernas están en un perpetuo noviazgo con estas corporaciones. Otra cosa es pegarle patadas a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), que en tiempos de Menemy según si dirección, tenía la misma capacidad de autodefensa que una gallina réquiem.

Conclusión, que con la entrega del subsuelo, antes patrimonio nacional, a las provincias, Mendoza se declaró sumamente ecologista y cerró la mina. Desde 2010 la CNEA gastó U$ 17 millones en remediar las colas de proceso de Malargüe, y lo habrá hecho tarde pero de un modo inobjetable. Miles de toneladas de colas de procesamiento de baja radioactividad en la perifera de esa ciudad hoy están encerrados por arriba, abajo y los costados en una estructura hecha de múltiples capas de materiales geológicos de alta resistencia e impermeabilidad.

Antes de su encapsulamiento emitían radón, pero en una proporción menor a la que respiran espeleólogos de Mendoza, y los guías de turismo estival en la famosa Caverna de las Brujas. Son muchas las formaciones geológicas mendocinas que tienen uranio y emiten radón. Un mochilero imaginario que hubiera puesto su carpa en ese médano gris de colas situado en las afueras de Malargüe un año entero, habría aumentado sus chances de cáncer de pulmón como un fumador de los de un paquete diario en igual tiempo.

Los de Malargüe llaman «La Empanada» al confinamiento geológico, por su forma redondeada. El encierro está hecho para aguantar 5 siglos de lluvias, nieve, terremotos y perforación por raíces y por roedores. Pasado ese tiempo, habrán perdido todo impacto radiobiológico y químico. «La Empanada» está bajo monitoreo de la Autoridad Regulatoria Nuclear y del Ministerio de Medio Ambiente de Mendoza, parquizado y transformado en la mayor área recreativa de la provincia.

¿Se le exigen iguales cuidados a Bajo de la Alumbrera o a la Barrick en su minería de oro y cobre? Haceme reír… Ni ahí.

A nadie se le ocurrió que Mendoza en realidad pudiera ser más deudora que acreedora de la CNEA. Las colas encapsuladas en «La Empanada» de Malargüe a partir de 2010 habían electricidad por el equivalente de 10 años de años de consumo de la provincia de aquel año. Y bueh.

La CNEA, que desde tiempos de Alfonsín hasta hoy no ha tenido suficiente plata para desarrollar su central nuclear de exportación CAREM, ha venido rascando sus bolsillos para remediar con igual efectividad los pasivos ambientales de Sierra Pintada. Tiene la expectativa de que en algún momento Mendoza autorice dé luz verde a la reapertura de la mina.

Personalmente, creo que antes se va a congelar el infierno. Salvo que ahí pinte la canadiense CAMECO y desenvaine una platita, o la estatal francesa ORANO, a la que el actual gobierno nacionalista de Níger está expulsando de las minas de las que se llevó medio siglo de mineral baratito. Y hasta podría ser la kazaja Kazatomprom, de la que Milei nos ha vuelto deudores insolventes, con alguna propuesta ruinosa, tipo «O nos dan la mina, o se comen el apagón, argentos. Y de yapa, los ponemos en el Veraz. O su equivalente uranífero».

La insistencia en el cierro de la mina no sale de que Mendoza sea una provincia fundacionalmente ecologista, que lo es y de un modo absolutamente serio por su legislación constitucional sobre aguas desde 1916. Bueno, tras haberse manejado impecablemente desde entonces, ahora le cedió su manejo de aguas a Mekorot, una firma israelí. San Juan también. Sin comentarios.

Tampoco se trata de que la CNEA no esté remediando Sierra Pintada, porque lo hace con todo centavito que le sobra, y eso sale en los diarios locales. Las razones para no tener cerrada la mina son más banales, o más bananeras. Su explotación suponía trabajo estable, registrado y permanente mientras durara el uranio. Y como viene el partido, con sólo tres centrales nucleares, dos medianas y una chica, hay para rato.

Nada puede ofender más a los viñateros y grandes fincas frutícolas de San Rafael, acostumbrados inmemorialmente a tomar y despedir personal temporario según las vendimias y cosechas, y a negrearlo a rajatabla, que la presencia de un ente estatal que genera contratos permanentes, en blanco, y que los obliga a pagar más. Eso les hace hervir la sangre de ecologismo. Imaginate, te tomás un champú de San Rafael y esa noche no podés dormir por la luz azul de Cerenkov que despedís.

¿Por qué está cerrada Sierra Pintada? La explicación más lejana es el derrumbe de la URSS, pero la más cercana es la tacañería de gente de bien, tilingos finos pero algo acostumbrados al trabajo infantil.

El crimen es éste, y viene de largo. Lo de además haber cagado en plata a Kazajistán es pura imbecilidad añadida de este gobierno. Pero los libertarios no inventaron nada.

Son apenas la frutilla sobre una duradera torta de boñigas de cipayo.

Daniel E. Arias

VIAEconoJournal