Estamos comenzando con una nueva sección, que no será diaria:
La ciencia que nos pega
En estos días AgendAR ha informado sobre el convenio entre la Sociedad Max Planck y la Universidad de Buenos Aires. Pero la colaboración entre ese instituto alemán, uno de los más prestigiosos del mundo, y los científicos argentinos es muy anterior.
Por el tema que trata, rescatamos este reportaje de hace un lustro:
«Un destacado científico alemán es el impulsor de investigaciones de punta en nuestro país contra los males de Parkinson y Alzheimer. La Cámara de Diputados de la Nación decidió distinguir al doctor Christian Griesinger por sus aportes al progreso de la ciencia en Argentina, al desarrollo de la técnica de resonancia magnética nuclear aplicada al estudio de biomoléculas involucradas en enfermedades neurodegenerativas y la creación en Rosario de un Laboratorio Max Planck, dedicado a la biología estructural, química y biofísica molecular, que posiciona a la ciencia que se desarrolla en el interior del país en el mapa científico internacional».
La Sociedad Max Planck es una prestigiosa red de 80 institutos de investigación. Sólo 6 de ellos están fuera de Alemania, y 2, en la Argentina. La red trabaja en la promoción de las ciencias, como organización sin fines de lucro financiada por el gobierno federal. La Sociedad Max Planck es, después de las universidades estadounidenses, la organización que más premios Nobel genera. Su presupuesto anual para investigación (de unos 1500 millones de euros anuales) supera el de todo el mundo iberoamericano, incluidos España y Brasil.
“La cooperación en términos científicos ha sido extremadamente exitosa. El proyecto aspira a ingresar en una fase preclínica, creemos que juntos podremos conseguir avances”, destacó Griesinger hace 5 años, refiriéndose a un área de trabajo puntual entre el Max Planck y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
En ese área Griesinger lleva 30 años de su carrera. Trata de desentrañar el mecanismo molecular que origina el Parkinson, enfermedad del sistema nervioso que afecta las estructuras del cerebro encargadas de controlar y coordinar el movimiento. “Mediante la espectroscopia de resonancia magnética nuclear realizamos la identificación tridimensional de una proteína particular del tejido cerebral asociada al Alzheimer y al Parkinson, tanto en su estado funcional y sano como en su estado disfuncional y neurotóxico. La fórmula química de la cadena lineal de péptidos que forma esa proteína es la misma en ambos estados, pero el plegamiento de esa cadena y la estructura resultante no, y el segundo tipo de plegamiento parece ser un factor desencadenante de procesos degenerativos. Ahora apuntamos al diseño de fármacos para combatir enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson o el Alzheimer”, explica este discípulo del Nobel de Química Richard Ernst, que desarrolló un compuesto químico que retrasa el inicio y la progresión de la enfermedad de Parkinson, por ahora, en ratones.
–¿Cuáles son las razones por las que la Sociedad Max Planck elige a la Argentina como país donde establecer instituciones asociadas?
–Durante años muchos científicos argentinos han ido a Alemania. En Max Planck hemos tenido la posibilidad de conocer la buena formación y la calidad de su trabajo. Ahora que están regresando a su país, nuestra idea es no discontinuar las actividades y analizar formas para seguir avanzando en conjunto. La forma que encontramos es la de crear asociaciones internacionales. Es así que hemos asociado el Instituto de Psiquiatría de Munich con el Max Planck Buenos Aires, y al Instituto de Biofísica y Química (que yo dirijo) con el Laboratorio Max Planck de Rosario (que dirige el doctor Claudio Fernández). Nuestra organización concretó estas asociaciones tras una evaluación rigurosa de los grupos (argentinos) y la calidad científica de su trabajo, con el objetivo de mantener el nivel científico de Max Planck. Para la ciencia argentina representa un hecho notable dado que en el mundo no hay más de 35 grupos asociados.
–¿Podrán los científicos repatriados mantener en Rosario los estándares de Max Planck?
–Sí, el grupo de Rosario conserva la filosofía Max Planck de una práctica horizontal de la actividad, más que piramidal, jerárquica o dependientes de un individuo. Estamos confiados en que los investigadores encontrarán el ambiente y las condiciones de infraestructura y equipamiento para continuar produciendo con la misma calidad que en Alemania. En los últimos años he podido ver el desarrollo de la actividad científica argentina, y es cada vez más competitiva. En particular, en el área de resonancia magnética nuclear aplicada al descubrimiento de fármacos la Argentina es reconocida internacionalmente y sus trabajos lograron gran visibilidad en congresos de la actividad.
–¿Qué puede contar con respecto al trabajo llevado adelante en conjunto?
–Desde el 2004 venimos avanzando en publicaciones conjuntas. Ya hemos caracterizado las propiedades estructurales de la proteína alfa sinucleína que está implicada en el origen de la enfermedad. Sabemos cómo es. En 2009 descubrimos su “talón de Aquiles”, el punto débil de la proteína, la que permite su pasaje a otra forma molecular patológica. Con esto se han dado importantes pasos para el descubrimiento de fármacos.
–¿Cómo visualiza el rol de las grandes farmacéuticas con el desarrollo desde las instituciones públicas?
–Actualmente las grandes empresas farmacéuticas han cambiado su modelo de negocios. No hacen investigación científica temprana, delegan los ensayos en la academia, universidades públicas o en pequeñas empresas de biotecnología para luego, una vez hechas las pruebas con animales, y luego de fase I y fase II con grupos de personas cada vez mayores, avanzar en la fase III, el último tramo hacia el licenciamiento de un fármaco nuevo por parte de las autoridades sanitarias hacia el fármaco. Esto ha obligado a un acomodamiento de la academia, que ya no está sólo dedicada a la investigación básica, sino también a desarrollos concretos y ensayos clínicos. En esta fase, el rol de la investigación básica es clave para enfrentar estas enfermedades. En Francia, entre los años 2008 y 2009, se invirtió un billón de euros para investigar enfermedades neurodegenerativas y Alemania decidió invertir 500 millones de euros para los próximos 10 años. Establecer un modelo de interfaz entre el sector público y el privado es clave para que el resultado de la investigación se patente y la industria desarrolle el producto. En Alemania es un sistema bien establecido, la patente del plástico llamado polipropileno o la de los archivos de audio mp3 fueron desarrollos surgidos de la academia y han reportado millonarios ingresos a las instituciones públicas. El tema de las patentes de los fármacos que se desarrollen en la Argentina es un tema que debería estar en la agenda, debería avanzarse en la protección de los derechos.
–La industria farmacéutica invierte en el desarrollo de fármacos en enfermedades que le aseguren una rentabilidad. ¿Cómo es el caso de las neurodegenerativas?
–Ciertamente hay enfermedades que por desgracia no tienen un interés comercial como la malaria o el Chagas, y deben ser tratadas por la academia o instituciones públicas. Algunas farmacéuticas han demostrado interés en el desarrollo de anticuerpos para estas «enfermedades huérfanas», pero no han tenido demasiado éxito, y empresas como Novartis están abandonando la investigación. El Alzheimer y el Parkinson, en cambio, son consideradas las epidemias del futuro, dado que aquejan a un porcentaje significativo de mayores de 65 años, un sector de la población en constante aumento«.