(Nuestro portal no defiende a las centrales nucleares bajo cualquier condición y en cualquier lugar. Hace semanas publicamos un artículo editorial donde cuestionábamos un proyecto porque, entre otros motivos, estaba pensado para alimentar la demanda de energía del Gran Buenos Aires, y dejaba los costos ambientales para la Patagonia.
Pero la «suspensión» de Atucha III, que informamos ayer, es un golpe muy duro para la industria nuclear argentina, un orgullo de nuestro país y un patrimonio de equipos, científicos y técnicos que ha costado mucho formar. En el que han trabajado empresas como Techint, IMPSA, Dycasa, INVAP, Pérez Companc, CNEA, NA-SA y unas 80 PyMES como CRUMA y TERMIPOL, a las que se cierra una fuente de trabajo, cuando se están abriendo en el mundo.
Por eso le pedimos a Daniel Arias, de nuestro Comité Editorial, que elaborase este informe).
LA MUERTE DE ATUCHA III
Uno de los cuatro gigantescos generadores de vapor de una central CANDU fabricado en IMPSA en tiempos más industriales.
En AgendAR no causó sorpresa alguna la eliminación de Atucha III por parte del gobierno. Consternación, sí. La movida saca de la grilla eléctrica argentina 800 MW nucleares nuevos, obtenibles en apenas 6 años, y que no necesitaban de nuevas líneas de alta tensión (LATs). En Lima, provincia de Buenos Aires, estarían en el medio mismo de la zona de mayor consumo eléctrico del país, el cinturón La Plata-Rosario. Una LAT de 500 kilovolts cuesta arriba de U$ 1 millón/kilómetro.
La decisión va a acentuar la recesión donde ya era grave antes de los nuevos cupos estadounidenses para el acero argentino: el cinturón metalmecánico Zárate-Campana. En Arroyito, Neuquén, donde tampoco sobra trabajo, no es imposible que la tachadura de Atucha III precipite el cierre la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP), la mayor fábrica de agua pesada del planeta. Es una inversión que a la Argentina le costó U$ 200 millones en los años ’80. Se pensó para un programa de 6 centrales de uranio natural.
La PIAP estuvo a punto de cerrar en 1995 y 2000, los puntos álgidos del largo “invierno nuclear” argentino. Hoy pertenece a una firma provincial llamada ENSI. Si la planta cierra, quedan 620 ingenieros, químicos y técnicos desocupados, decenas de proveedores locales en la estacada, y la Argentina es eliminada como proveedor potencial de las 47 centrales nucleares CANDU o “CANDU-like” en el mundo.
Las CANDU necesitan agua pesada de alta pureza. No es un “commodity”: es un producto caro que se obtiene por procesos sofisticados de enriquecimiento. Las centrales de uranio natural como las CANDU y nuestras Atuchas I y II no pueden funcionar sin ese líquido ligeramente azulado. Sólo lo fabrican 11 países, con Argentina a la cabeza. Su precio anda entre U$ 600.000 y 800.000 la tonelada. La tarea inminente de la PIAP era fabricar 600 toneladas para la carga inicial de Atucha III. Ya no más.
Planta Industrial de Agua Pesada en Arroyito, Neuquén, nuevamente al borde del cierre.
Hay muchas más víctimas. El bajón de pulgar a Atucha III deja fuera del mercado nuclear a una lista de aproximadamente 80 empresas nacionales chicas, grandes y medianas que fueron contratistas de la épica terminación de Atucha II, entre 2005 y 2014. También le quita futuro a los más de 400 nuevos ingenieros que lograron calificarse como “nucleares” en aquella obra. Los más enraizados en sus firmas tal vez deriven –no es fácil, en una recesión- a otras especialidades.
Los menos enraizados y más jóvenes, lejos de ponerse a manejar taxis, se van a tomar uno hasta Ezeiza. Con 50 centrales nucleoeléctricas en construcción en el mundo, 160 formalmente pedidas y 300 en estudio, hay una demanda rampante de expertos nucleares en Rusia, Medio y Extremo Oriente. En esa zona del planeta el panorama se parece a los EEUU durante los años ’80, cuando se inauguraba una nueva central cada 17 días. Pero el ingeniero argentino que no quiera aprender ruso, chino, japonés, coreano, árabe, checo, rumano, farsi o esloveno y se entienda con la cocina local (no es fácil), puede irse a Inglaterra, donde entran en obra 11 centrales.
La liquidación de Atucha III implicará la “desnuclearización” de los recursos humanos de firmas argentinas de ingeniería grandes y diversificadas, es decir les quitará no sólo toda tentación sino toda posibilidad de competir en esos mercados. Por ejemplo, Electroingeniería que hizo el edificio del reactor de Atucha II y su “annulus”, amén de sistemas de refrigeración de emergencia, lo que luego le permitió participar en otra gran obra: el “revamping” de Embalse para darle 20 años más de vida útil. Otro ejemplo es TECHINT, que hizo el edificio auxiliar de Atucha II. Y otro más es IECSA, con los piletones para combustibles gastados y las plantas de tratamiento de aguas. Y añadimos DYCASA, que se anotó las terminaciones de obra civil.
A INVAP no hay cómo desnuclearizarla, porque es esencialmente una firma atómica y una competidora mundial pura. En Atucha II, la PyME rionegrina construyó dispositivos y máquinas especiales para las penetraciones del recipiente de presión, alineó con precisión de 0,5 milímetros los canales de refrigeración con las penetraciones de la tapa del mismo. Eso es mucha precisión: fueron 356 agujeros en una pieza de 250 toneladas. Con su vasta experiencia de puesta en marcha de reactores, INVAP escribió los procedimientos para la entrada en línea de Atucha II.
Nos detenemos un segundo más en INVAP. La firma acaba de ganar la licitación por el mayor reactor de irradiación del mundo: el reemplazo del viejo PALLAS en Petten, Holanda. Pero desde 2016 a esta parte perdió el 94% de su facturación con el estado nacional, una cantidad de contratos por radares civiles y militares, satélites de telecomunicaciones y aviones robotizados o “drones”. En INVAP hoy están haciendo malabarismos para pagar los sueldos de sus 1300 expertos. La suspensión de Atucha III es otra barrida de tobillos, y van…
Fuera de esos nombres archiconocidos, lo impresionante de Atucha II fue la participación de decenas de Pymes sólo conocidas en el ámbito de la ingeniería. ¿Casos de libro? CRUMA y TERMIPOL. La primera hizo 1550 cerramientos de alto desempeño en toda esta gran central, sumando puertas, escotillones y escotillas a prueba de fuego o de fugas de fluidos o de radiación, así como portones anti tornado y antimisil.
TERMIPOL, en cambio, colocó andamios multidireccionales de seguridad. Estos permitieron una accidentología bajísima pese a que en Atucha II centenares de personas trabajaron a alturas de vértigo. TERMIPOL hizo también escurrimientos, tajamares y las aislaciones térmicas de lana basáltica en esta central.
Las dos mencionadas ya son, por derecho propio, empresas que compiten en el mercado mundial de la ingeniería de plantas, químicas, termoeléctricas y de todo tipo. En tales licitaciones, la calificación de “nuclear” en la carpeta de un oferente abre puertas. Y hay decenas de casos parecidos, todas de Pymes que ya estaban anotadas y haciendo fila para Atucha III. En realidad, desde 2016 estaban más bien esperando en un banquito. Ahora las acaban de mandar “a su casa”.
Demasiado argentina para estos tiempos
Central nuclear de Embalse, en Córdoba, nuestra primera y excelente CANDU… ¿la última?
En el planteo vigente hasta 2016, Atucha III era una central CANDU, una tecnología canadiense desarrollada por la AECL Ltd. (Atomic Energy Commission of Canada, Limited) en los ’60. China no nos vendía la tecnología, porque la conocemos de memoria: sólo un 30% de componentes, y la financiación. Es decir, era más bien el banquero.
Las CANDU tuvieron éxito porque son “fáciles de nacionalizar” para los países de desarrollo intermedio, como la Argentina: carecen de recipiente de presión, una pieza de acero forjado resistente a neutrones y de dimensiones heroicas. En Sudamérica solo FURNAS de Brasil y últimamente IMPSA de Argentina han fabricado o están fabricando este componente crítico. Si alguien pregunta, para las centrales Angra III y la CAREM experimental, en cada caso.
En una CANDU, el recipiente de presión se reemplaza por centenares de “tubos de presión”, también muy resistentes, dentro de una calandria no muy diferente de las de las viejas locomotoras de vapor, aunque los materiales son “high tech”: aleaciones especiales de circonio-niobio, y otros etcéteras. Con centrales de uranio natural, el CANDU es lo más sencillo y lo más barato. Entre los compradores iniciales de CANDU que hoy las fabrican por su cuenta están la India (18 centrales), Corea del Sur (4) y China (2).
Cuando en 1980 Embalse, una CANDU de 600 MW, se iba acercando a su final de obra, el plan de desarrollo nucleoeléctrico de la CNEA era ir por 5 centrales similares, y llegar a un 100% de componentes nacionales a partir de la 3ra. EEUU presionó severamente a Canadá a partir de 1974 para abortar sus exportaciones de centrales. Esto forzó a la CNEA a la compra de Atucha II a KWU (luego SIEMENS), una rareza técnica de uranio natural con recipiente de presión, como también lo es Atucha I.
A nuestra altura de la ingeniería nuclear, una obra como Atucha III “CANDU-like” era posible con un 70% de componentes nacionales, y la dirección de obra la podían realizar por su cuenta o compartir cualquiera de los tres grandes actores de la actividad nuclear argentina: la propia CNEA, Nucleoeléctrica Argentina SA (NA-SA), que coordinó la terminación de Atucha II, y la rionegrina INVAP, desde 2006 la mejor exportadora mundial de pequeños reactores.
El gobierno del ingeniero Mauricio Macri no toleró este armado. Hace unos meses, apareció la novedad de “una renegociación” del precio de Atucha III, que según el Ministerio de Energía sería de U$ 9000 millones, a la que le había suprimido “sobreprecios” en alrededor de U$ 1600 millones. Tales sobreprecios eran componentes que ya sabe fabricar la Argentina, básicamente los gigantescos “generadores de vapor”, que en una CANDU son 4, y deben reponerse a los 30 años para que la central alcance su vida programada de 60 años. Los de Embalse, por ejemplo, son argentinos (los hizo IMPSA).
En AgendAR supusimos que los chinos estaban felices de bajar el precio de Atucha III (que nunca fue de U$ 9000 millones) porque planeaban vendernos el combustible. Dado que la Argentina es autónoma desde 1983 en la fabricación de elementos combustibles nucleares para todas sus centrales (asunto a cargo de CONUAR, del grupo Pérez Companc), eso habría sido como que del dueño de una estación de servicio le comprara un camión a un concesionario con la extraña condición de adquirir también el gasoil del mismo… en otra estación de servicio perteneciente al dueño de dicho concesionario, y eso durante toda la vida útil del móvil. Con el agravante de que una central dura 60 años, no 10 como un camión. Y el uranio es a lo sumo el 7% del costo de fabricación de un elemento combustible, una obrita de arte de la metalurgia del circonio.
Un elemento combustible CANDU, de 50 cm. de largo. Es un desarrollo de tecnología de materiales (cerámicas y aleaciones de circonio-niobio) que insumió 34 años a la Argentina.
Llegar a la fabricación de elementos combustibles a la Argentina le tomó 34 años: es un asunto de un valor agregado en ciencia de materiales infinitamente mayor que el de hacer perforaciones, sacar crudo y refinarlo. Como la cosa venía causando alarma entre los “nucleares fundacionales” formados por Jorge Sábato, lo estábamos investigando.
Nos quedamos cortos. Es toda la central la que se suprimió. Era demasiado argentina para durar. En su lugar, el gobierno apuesta (o dice que apuesta) a la compra «llave en mano» de una central china de 1100 MW de uranio enriquecido. Ésta ya causó una crisis de gobierno en Río Negro, cuya legislatura la rechazó de plano por ley, no sin aclarar que la provincia está perfectamente dispuesta a construir centrales nucleares CAREM de INVAP, porque es una empresa local. No son antinucleares, simplemente no comen vidrio.
La central china de marras, una Hualong de la Chinese National Nuclear Corporation (CNNC) es de tercera generación. Esto significa que tiene “seguridad pasiva”, heredada de su inspiración en la AP 1000 de Westinghouse, lo que habla bien de la misma. Pero les falta «kilometraje»: la CNNC tiene sólo 2 “Hualongs” en funcionamiento en territorio chino, aunque está exportando varias unidades a Pakistán, que las comprará “llave en mano” y sin participación de la industria nucleoeléctrica local (de la que carece).
Sin embargo, Argentina no es Pakistán: aquí hay una tradición que cumple ya 60 años de no comprar “llave en mano” y pelear a cara de perro con el proveedor la fabricación local de componentes críticos. El ADN nuclear es “industrialista argentinista”. Si hay dudas, preguntarle a la SIEMENS y a la KWU. Su filosofía está en las antípodas de un plan como RenovAR, que ya licitó miles de MW de energía renovable, entre los cuales la Argentina, con tres fabricantes de turbinas eólicas (IMPSA, NRG, INVAP) no recibió ningún contrato. Todo muy ecológico y bonito, pero lo único “made in Argentina” de esta movida es el viento.
Y hay otra dificultad más: se llama federalismo. Hoy es difícil poner 1100 MW en ninguna provincia, y máxime de marca nueva, si no es a cambio de beneficios industriales sustantivos. Eso significa un plan general de plantas fabriles electro intensivas en la provincia que reciba la central: puro “quid pro quo”. Hay muchas industrias posibles: vidrio, acero, aluminio, titanio, desalinización de agua por ósmosis inversa, pero tienen que tomar personal calificado y estar a pie de planta. El modelo centralista porteño de dirigirse a las provincias con el discurso: “Vos te quedás con el impacto y el riesgo ambiental, y yo con la electricidad”, eso ya fue.
El gobierno viene dando frenazos, bandazos y tumbos en política nuclear. Debido a que tiene una cabeza esencialmente petrolera, no logra ordenar ningún plan técnica y políticamente aceptable, salvo para China. Si decide “pasarle por encima” a las leyes rionegrinas, sólo logrará el descrédito de la energía nuclear en la provincia misma adonde nació. Sería lamentable.
Posponer la decisión de una nueva central nuclear para 2022 es tirarle la pelota al próximo gobierno, y apostar a que el consumo eléctrico argentino no desborde la capacidad de generación aplastándolo a puros tarifazos y recesión industrial.
Entre tanto, como es inevitable que gastemos electricidad, las petroleras y gasíferas que dominan no sólo la matriz eléctrica argentina sino el pensamiento mismo del Ministerio de Energía, se proponen pasar una década y más de excelente facturación y repatriación de utilidades, cabalgando cancheramente sobre el aumento del crudo.
Daniel E. Arias