Un posible desarrollo para combatir el Alzheimer

Todavía no aparece «la bala mágica» contra el Alzheimer, pero empieza a entenderse cuál es el blanco y con qué tirarle: un grupo de científicos de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) encontró una nueva estrategia para combatir ciertos «oligómeros», partículas tóxicas priónicas (se explica luego) que destruyen las neuronas de los enfermos de Alzheimer, informa la revista especializada PNAS de lunes pasado.

Desde los ’90 se sospecha que esta patología neurodegenerativa hasta hoy tan poco tratable por poco entendida, el Alzheimer, está causada por proteínas «priónicas». Las proteínas moléculas con estructuras de superficie muy complejas. Su forma definitiva depende del tipo de plegado de las cadenas lineales de péptidos que la constituyen. En este origami molecular, casi todas las proteínas de los organismos vivientes sólo pueden doblarse y retorcerse hasta alcanzar una estructura tridimensional única, permanente, útil y funcional a la vida celular y tisular de los órganos y sistemas de los seres vivientes.

Pero existen plegados patológicos y son infectivos: se contagian de proteína mal plegada a proteína bien plegada, y la creciente ola de propagación del plegado patológico termina en la acumulación de partículas tóxicas para las células. Esto se descubrió sorpresivamente con la encefalitis espongiforme, o mal de Creutzfeld-Jakob, o «síndrome de la vaca loca», y entre 1987 y 1997 revolucionó la biología. Fue la primera enfermedad infecciosa no causada por un comoplejo agente biológico vivo, como un bacteria, o de vida intermitente, como un virus, sino por algo infinitamente más simple: una mera molécula, compleja pero molécula al fin. Eso no estaba en los libros, no era ni imaginable. Fue aún mas sorprendente que el descubrimiento de los virus.

La encefalitis espongiforme es, en términos epidemilógicos humanos, algo rarísimo y circunscripto a Inglaterra y Francia, donde mató a un total de 229 personas. Pero empezó a sospecharse que en una enfermedad cada vez más común y casi intratable, el Alzheimer, podía estar involucrada alguna proteína potencialmente priónica escondida entre los millones que integran nuestras neuronas. Y se la está buscando desde entonces como a un patógeno tóxico, pero en vano. Desde que la enfermedad fue descripta en el siglo XIX por el patólogo alemán Alois Alzheimer, se creyó que su causa eran los cúmulos de proteína beta-amiloide presentes en sus neuronas, y luego se buscó otra causa: las proteínas tau.

El Alzheimer es simple y desoladoramente mortandad masiva e irreversible de neuronas que llevan a la pérdida de la memoria y a la demencia. Hasta que no se descubrió el proceso priónico del «mal de la vaca loca», la farmacología buscó sin éxito formas directas e indirectas de impedir los depósitos efectivamente neurotóxicos de beta-amiloide o de tau típicos del Alzheimer. Pero sólo después de la epidemia de «vaca loca» en la Unión Europea  surgió el concepto de enfermedad priónica.

Entonces la investigación sobre el Alzheimer se reorientó hacia la búsqueda de algún polipéptido (una proteína de cadena muy corta) con potencial de plegado priónico, y que éste fuera la causa última de la formación y depósito de beta-amiloide y de tau. Ese Santo Grial de la neurología, el prion del Alzheimer, un polipétido chico u oligómero, podría haber aparecido en Cambridge. Paso siguiente: «¡Duro con él»!

Para eso se necesita crear moléculas capaces de bloquear o ralentar la propagación del plegado priónico de ese oligómero. Si PNAS dio la noticia es que Cambridge tiene algunos candidatos. Sin embargo, hasta que los veamos en las farmacias, si llegan alguna vez, deberán pasar un durísimo proceso de licenciamiento de tres fases. En fase 1 deberá descartarse que no tengan excesiva toxicidad colateral. Luego la molécula candidata deberá medir con exactitud su eficacia comparada contra el arsenal farmacológico existente en experimentos «a doble ciego» con pacientes, primero en grupos medianos y finalmente en cohortes de miles en decenas de hospitales. Un licenciamiento de fase 3 serio es tan largo y caro que, cuando termina en la nada (no es infrecuente) hace quebrar a gigantes de la farmacología. La luz al final del túnel puede ser otra locomotora…

Sin embargo, para los que no tenemos más remedio que guiarse por marcas (todo lector que no sea neurobiólogo molecular), Cambridge y la revista PNAS garantizan que la cosa va en serio. «Esta es la primera vez que se propone un método sistemático para atacar a los patógenos, la causa de la enfermedad de Alzheimer, que han sido identificados recientemente como pequeños grupos de proteínas conocidas como oligómeros», señaló el investigador principal, Michele Vendruscolo.

La nueva estrategia se basa en un enfoque innovador de cinética química desarrollado en los últimos diez años, que ayuda a descubrir fármacos contra las enfermedades de plegamiento de proteínas, como parece que terminará clasificándose el Alzheimer.

Este hallazgo, según los expertos, abre la puerta a que se puedan desarrollar nuevos medicamentos para tratar el Alzheimer, que afecta a cerca de 44 millones de personas en el mundo y va creciendo como epidemia a medida que la población mundial se hace más longeva. En términos de sufrimiento individual, familiar y costo sanitario, es LA enfermedad a combatir en cualquier país donde el índice de desarrollo humano permite cruzar la barrera de los 50 años, y aquella cuyo primer tratamiento efectivo -por ahora inexistente- garantiza más premios y gratitud de los imaginables.

Para eso falta mucho y tal vez no llegue, al menos esta vez. Por ahora la investigación se limita a animales de laboratorio, ratones y luego suponemos, monos. El equipo de Vendruscolo calcula que los fármacos potenciales podrían llegar a los ensayos clínicos de fase 1 con pacientes en un par de años. Las fases 2 y 3 son mucho más largas. No faltarán financistas, eso seguro.

VIAClarín