La destrucción del Programa Nuclear Argentino – 2° parte

La PIAP, a orillas del embalse de Arroyito, cubre 20 has. con 270.000 ton. de equipos complejos. Admírela mientras existe: es la mayor planta productora de agua pesada en el mundo.

La primera parte de este artículo está aquí

La decisión de “saltear” Atucha III CANDU ya está teniendo consecuencias devastadoras. Si la adopción de la línea PHWR (agua pesada, uranio natural) obedeció a la necesidad de no ser dependientes de los países con enriquecimiento de uranio, el costo a pagar fue la fabricación nacional de agua pesada para potenciar la reactividad neutrónica de este combustible pobre. Sin este líquido, las PHWR sencillamente “no arrancan”.

Una de las inversiones más caras fue la compra de la PIAP. Es otra obra que se quedó sin plata y sin proveedor (Sulzer Brothers) no bien arrancó, pero que la CNEA terminó sola con 10 años de retraso y al triple del costo de licitación, debido a juicios, renegociación de contratos y otros gastos improductivos.

Hacer arrancar la PIAP en 1994 fue remar en dulce de leche, debido al tremendo lobby contrario. En las cancillerías del Atlántico Norte no provoca gran felicidad que Argentina hoy tenga la mayor planta fabril de agua pesada del mundo. EEUU, Inglaterra y Francia usan agua pesada casi exclusivamente para “cocinar” 239Pu (Plutonio 239) para sus armas nucleares. No es un commodity, es un insumo estratégico. Y la PIAP fue pensada para un programa nucleoeléctrico de no menos de 6 centrales de uranio natural.

Eso explica que la PIAP, aunque lograra completarse con gran esfuerzo, después haya estado parada la mayor parte de su historia, hasta 2006 cuando se reanimó. ¿Adivina el lector qué gobierno la quiere cerrar definitivamente? Total, –como dice Energía- si vamos a discontinuar definitivamente las centrales de uranio natural, ¿para qué la queremos?

La planta en sí es increíble por el tamaño y la calidad. El producto es 99.97% puro, y la escala, si no se detiene arbitrariamente la producción a cada rato, permite un costo de U$ 650.000 la tonelada. Aún si la Argentina abjurara definitivamente de los PHWR, hay 49 centrales de este tipo en el mundo, se vienen 10 más en la India y 2 en China, y el insumo seguirá siendo imprescindible para reponer pérdidas durante décadas en las tres centrales de uranio natural que ya tenemos, así como para suplir los reactores de investigación que fabrica y exporta INVAP.

Pero ahora “se acabaron” (¿?) los fondos para pagar los sueldos de los trabajadores de la PIAP. 400 expertos a la calle, y la posible degradación a chatarra de instalaciones que nos costaron un riñón y son propiedad de todos los argentinos. Para evitar la segura pueblada, se pretende dejar una dotación mínima de menos de 100 agentes, con los cuales es imposible preservar siquiera el buen estado de la gigantesca instalación.

El gobierno acaba de despedir a unos 250 trabajadores de planta permanente de NA-SA, centrándose en la llamada Unidad de Gestión, el núcleo duro de los ingenieros, físicos, químicos y montajistas nucleares que, contra viento y marea, en 2014 terminó Atucha II, abandonada en 1994, y que la tuvo funcionando a la perfección. Es la misma gente que acaba de reconstruir literalmente Embalse. Se viene una carnicería de recursos humanos, que la Secretaría de Energía tratará de aplicar en lo inmediato a por lo menos 700 personas muy expertas.

Lo que hace Energía es también una guía perfecta para disuadir al empresariado, grande y chico, de acercarse al Programa Nuclear. Con el cajoneo de Atucha III CANDU, sólo CONUAR y FAE SA pierden U$ 200 millones. El resto de las empresas, grandes y chicas, ya equipadas en personal y tecnología para esta obra, pierden U$ 3000 millones. La intención punitoria de la Secretaría está clara.

A sumar: 30 despidos muy políticos en Dioxitek, empresa que la Secretaría quiere privatizar y para eso “está saneándola”. Ahí hay 200 puestos más en riesgo. Hoy se consumen 200 toneladas/año de dióxido de uranio, lo que en 30 años a precio constante supone U$ 360 millones. Si se añade Atucha III CANDU, son U$ 180 millones más, y no hay un centavo que salga de la Argentina.

Con la cancelación de la IV Central CANDU, el presupuesto del proyecto NPU (Nueva Planta de Uranio de Formosa) disminuyó. Originalmente era de 150 millones de dólares y ahora se calcula en 110, ya que de dos líneas de producción queda una sola. Es un soberano palo para la economía formoseña: no hay ninguna proporción entre el “ahorro” y el perjuicio. ¿Y qué pasa con el Cobalto 60? Ya estamos vendiendo U$ 4,5 millones/año, la mitad para uso interno, la otra, exportada. Con Atucha III en línea, Dioxitek llegaría al doble de producción de unidades selladas. Eso también se pierde.

El estrago mayor no es sólo industrial sino social y se concentra mucho más en las metalúrgicas y metalmecánicas del cinturón fabril Campana-Zárate, y también en las constructoras. Atucha III CANDU se iba a levantar en Lima, al lado de las unidades I y II. En el pico de obra, ahí las empresas se preparaban para generar 5000 puestos de trabajo.

El cierre de la PIAP es un desastre contable para Neuquén y para la Nación. Aún sin Atucha III CANDU en la ecuación, hay que reponer pérdidas operativas de las 3 PHWR que tenemos. Si se le suma el inventario de agua pesada que va a necesitar el reactor PALLAS que vendió INVAP en Holanda este año, y la carga del RA-10 en construcción en Ezeiza, al precio de producción de la PIAP necesitamos U$ 325 millones, que aquí tardarían 5 años en fabricarse con la planta utilizando sólo 1 de sus 2 líneas de producción.

Pero es difícil que logremos importar a precio nacional por dos cosas: por escala, dado que tenemos la mayor planta del mundo, y porque el precio mundial va a subir. ¿Por qué? Por la salida del máximo productor (Argentina) en coincidencia con el aumento de demanda que suponen 10 centrales PHWR nuevas que la India se propone construir.

Si un nuevo gobierno nacional decidiera reflotar Atucha III CANDU y hemos cerrado y dejado decaer la PIAP a grado chatarra, entonces sí que estaremos en problemas. A precio argentino de hoy tendríamos que importar U$ 800 millones de agua pesada (incluyendo carga inicial y reposición de esta central más los U$ 325 millones mencionados arriba), eso tras liquidar una instalación que costó U$ 1000 millones, y que además exportó su producto a EEUU, Canadá, Noruega, Francia, Australia… Es amargamente irónico, pero probablemente nos perderíamos el negoción de venderle agua pesada a la India, que no está convencida como los ingenieros Aranguren e Iguacel de que las centrales de uranio natural sean tecnología “retro”.

Nadie en su sano juicio dice que la Argentina no pueda o deba incursionar en centrales de uranio enriquecido tipo PWR. De hecho, la central compacta CAREM, hoy en construcción al lado de las Atuchas, es un PWR. Lo que es una locura es abandonar la línea PHWR de uranio natural.

Entre otras cosas, porque PWR y PHWR son tecnologías complementarias. Por su balance neutrónico superior, una PHWR puede quemar los combustibles gastados de 5 PWRs de potencia equivalente. No por nada la India está comprándole a Rosatom 6 PWRs grandes, pero también se ha encargado 10 PHWRs medianas a sí misma. No por nada China, que en 2040 tendrá la mayor flota de PWRs del mundo, compró 2 CANDU 6 de 740 MW a Canadá, y este país está a la espera de que China le pida 2 más de tipo ACR, de 1000 MW, capaces de quemar residuos radioactivos de alta radiotoxicidad y larga vida media que se acumulan en los combustibles gastados de las PWR. En 2016, un comité revisor experto del gobierno chino dio su aprobación técnica para los ACR. Falta el telefonazo de Beijing. En Lavalin-CANDU Energy, Ontario, lo esperan con paciencia… canadiense.

La oferta china de una Hualong-1, aún sin la CANDU “como aperitivo”, sigue siendo tentadora por las condiciones de financiación. Pero es inaceptable si se compra “llave en mano”. Eso es resueltamente antiargentino y antiindustrial. Incluso nuestra primera central, Atucha I, se hizo con un 31% de participación de la industria argentina, y no sólo en hormigón y ladrillos, sino en componentes electromecánicos, asunto que a la República Federal Alemana no le gustó nada.

SIEMENS con ello arriesgaba su marca nuclear, KWU… pero tuvo que aceptar. ¿Por qué? Porque en 1968 la Argentina era, por prestigio y trayectoria, la puerta de entrada al posible mercado nuclear latinoamericano. Lo sorprendente es que tras tantos palos sigue siéndolo.

“Llave en mano” es para países inexpertos en asuntos atómicos, o donde manda el petróleo, que viene a ser lo mismo. El Programa Nuclear Argentino no puede seguir bajo la Secretaría de Energía, donde terminará muriendo desfinanciado hasta la irrelevancia. Debe volver al ámbito en que nació, la Presidencia de la Nación.

* Andrés J. Kreiner. Investigador superior
CNEA-CONICET. Miembro de APCNEAN

* Daniel E. Arias, periodista científico