Cuando se buscaba desarrollar drogas efectivas contra las enfermedades mediante los procedimientos tradicionales, el éxito podía llegar hasta 20 años después. Con el uso de los más modernos robots, los logros se pueden alcanzar mucho antes. «El siglo XXI es de la biotecnología: ya estamos usando la información que aportó la decodificación del genoma humano con máquinas que aprenden y harían que el desarrollo de terapias más precisas se acelere para beneficiar la vida de millones de pacientes», dijo Sebastián Sorsaburu, director médico regional de la empresa AmGen para América Latina, Canadá, Turquía, Medio Oriente y África.
Desde los años ochenta, la biomedicina integró a los robots en las prácticas en los laboratorios. Se les asignaba principalmente el rol de procesar muestras. Pero los recientes avances en robótica y automatización, incluyendo los campos de la inteligencia artificial y machine learning (o aprendizaje automatizado, en español) están transformando el modo de descubrir y desarrollar terapias para la humanidad. «Estamos sólo en el comienzo de un gran cambio para la salud humana. Habrá una explosión de la biotecnología en los próximos cincuenta años», estimó Sorsaburu, que estudió en la Universidad de Buenos Aires, y hoy es uno de los ejecutivos líderes de AmGen (Genética Molecular Aplicada Inc.), la empresa estadounidense que se fundó en 1980 y abrió ahora formalmente una filial en la Argentina, aunque ya venía realizando ensayos clínicos en el país.
-¿Cómo usan a los robots en el descubrimiento de drogas hoy?
-El avance ha sido inmenso. Antes sólo se usaban robots para facilitar la medición de muestras de tejidos. Ahora, en cambio, todo creció en la multiplicidad de usos. Se hacen procesos que superan la capacidad humana en el manejo de muestras de tejidos. A través de los robots, se empieza a combinar el uso de bases genéticas con los registros de características de la población relacionadas con el ambiente y eso posibilitará el desarrollo de futuras terapias. Se hará un uso más inteligente de la robótica para identificar variantes genéticas que pueden ser blancos para desarrollar nuevas moléculas.
-En Islandia, se empezó a trabajar con la decodificación del genoma de la población para identificar mutaciones asociadas a enfermedades en 1999. ¿Ese tipo de acciones aumentarán en el futuro?
-Sí. El caso de Islandia impulsó un gran cambio en la historia de la biomedicina. Ya 150.000 personas de ese país tienen decodificado su genoma, a través de una iniciativa de la empresa DeCode, que en el año 2012 fue adquirida por AmGen para colaborar en la identificación y la validación de genes para desarrollar más terapias. Permitió combinar los registros históricos de salud pública, que aportan las características fenotípicas, con la identificación de genes asociados a enfermedades. Además, de la identificación de genes, ahora los robots pueden colaborar para hacer más rápida la validación de blancos terapéuticos hacia los cuales podrían apuntar las futuras terapias.
-¿Cómo serán las terapias futuras?
-El desarrollo de la biotecnología permitirá que la medicina deje de ser sólo curativa, y pasar a ser también predictiva y preventiva. Por ejemplo, ya se han identificado genes asociados al riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer. Se está llevando a cabo un ensayo clínico con pacientes tienen un mayor riesgo de desarrollar Alzheimer, pero no desarrollaron los síntomas. En esos pacientes, se evalúa una terapia para prevenir el desarrollo de la enfermedad.
-Cuando las personas puedan saber su riesgo aumentado de enfermedad, ¿qué le indicarán para curar el trastorno?
-Es una gran cuestión. Pero saber qué genes son predictivos de Alzheimer nos acerca cada vez más a terapias más eficaces. La idea es contar con la posibilidad de una terapia que actúe antes de que se desarrollen los síntomas.
-Ahora tenemos la posibilidad de trabajar en el desarrollo de las terapias para cáncer, enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas, a través de una caja con varias herramientas biotecnológicas. Una de esas herramientas son los «anticuerpos biespecíficos», que posibilitan apuntar a dos blancos moleculares para el control de una enfermedad compleja, y la construcción de anticuerpos BITE que operan para que el sistema inmune del cuerpo humano trabaje para controlar el cáncer. Ya la autoridad sanitaria de los Estados Unidos, la FDA, aprobó en 2014 uno de esos anticuerpos, cuyo nombre genérico es blinatumomab, para el tratamiento de un tipo de leucemia.
-Además de una mayor batería de terapias, ¿qué otros cambios habrá en el futura?
-La interacción crecerá. Así como la robótica, la bioinformática, la ciencia de datos, y otras disciplinas ya están trabajando en conjunto, también será necesaria la interacción entre los diferentes actores del ecosistema de la salud, como las empresas que se dedican a investigación y desarrollo, el sector de los seguros médicos, las autoridades sanitarias, y las asociaciones de pacientes. El ecosistema trabajará en colaboración para aumentar el acceso a los diagnósticos y a los tratamientos, y para cambiar el modo en que hasta el momento ha funcionado. Hasta ahora el sistema de salud estaba diseñado para «arreglar lo roto». Esto significó que se buscaba sólo solucionar los problemas de salud de la población. Hoy sabemos que el gasto en salud es alto a nivel mundial, y que no se ven los resultados esperados. Por eso, el sistema tiende a ir hacia el cuidado de la salud basado en valores, por el cual se tendrán más en cuenta los resultados de la atención médica, con una mejor organización de los procesos. La utopía es conseguir que la medicina tienda a ser más proactiva, al controlar mejor los factores de riesgo, y que sea predictiva y preventiva de las enfermedades, como los líderes del proyecto genoma humano soñaron.