Una Gamesa española quebrada en Cerro Chenque, Comodoro Rivadavia, en octubre de 2018.
En este 2° capítulo (el 1°, aquí) se muestra que los componentes de cualquier generador eólico -molino de viento- son gigantescos. Y que los subsidios, también.
Como se vio, un modo de definir a RenovAr es que no le dio chance a ningún fabricante nacional: IMPSA, NRG e INVAP estuvieron pintados en la pared. La Unión Europea y EEUU pasaron el trapo. Pero hasta la mentalidad más compradora o más vendida encuentra límites. En este caso, en la física.
Una turbina está hecha de miles de componentes resumibles en tres piezas: la torre, la góndola, las palas. Dado su tamaño y peso, casi todos los oferentes de RenovAr prefirieron comprar las torres, “el componente bobo”, aquí.
Ahora Vestas y a Nórdex descubrieron que los números logísticos les cierran mejor si las góndolas llegan a la Argentina despiezadas y se ensamblan localmente. ¿Y las palas? Una de las 3 que gasta una V-150 mide 77,30 m. y pesa al menos 15 toneladas: no quiera ver cómo colapsa un puerto o se trancan las rutas, en este país ya sin trenes, cuando entran 300 aspas para algún parque de 100 turbinas en Loma del Peludo. Y RenovAr creó 63 parques. ¿No estamos un poco cortos de puertos y rutas –ni hablemos de trenes- para tales traslados? Abajo, una muestra de a qué me refiero.
Lo lógico es que los parques estén lejos de sitios poblados. La emisión sónica de una V-150, según Vestas, está en 104.9 dB (decibeles). Es más ruido que el producido por un jet de pasajeros DC-8 despegando a 300 metros del oyente. Para tener casa a tiro de un parque de 50 o 100 turbinas grandes, conviene ser muy ecologista y/o totalmente sordo o ambas cosas.
¿Distancia conveniente entre su casa y el parque? Tomando en cuenta los carámbanos que se forman en las aspas en inviernos crudos en zonas frías, y su costumbre de desprenderse y salir volando, más incendios, derrumbes y eventuales desprendimientos de una pala, al menos 1,5 kilómetros. Y en lo posible, a barlovento. Las municipalidades deben establecer sus zonas de exclusión, o dejar que se las dibujen a puertas cerradas.
Con tanto parque en construcción y la pesadilla logística de nuestro sistema de transporte, otros fabricantes harán lo mismo que Vestas o que Nordex-Acciona: buscarán generar armaderos locales en fábricas duchas en electromecánica y metalúrgica, y sin duda los encontrarán fácil por el colapso de la industria automotriz y naval domésticas. “Yours for the taking”, como dicen los gringos cuando un negocio es regalado. Pero el gigantismo fuerza a los proveedores eólicos al “outsourcing” no sólo aquí sino en todo el mundo.
Dado que las licitaciones suelen estar organizadas por el estado comprador, sólo los países técnica y/o políticamente idiotas no aprovechan la volada para obligar a los proveedores externos a un 100% de fabricación local, y de yapa, a una transferencia de tecnología exhaustiva y obligatoria. Es lo que hace el estado de Ceará, Brasil, con 2 de los mayores oferentes mundiales, Vestas y Enercon.
Ceará, sin ser un estado nacional, es más soberano que Argentina. Como botón de muestra, el MATER, o “Mercado a Término”, tiene acuerdos discutibles. YPF-Luz, es decir el estado nacional, en 2022 se habrá transformado en el tercer proveedor eléctrico del país, para ello habrá invertido U$ 2000 millones en renovables, y ha contratado parques eólicos enteros de turbinas General Electric “llave en mano”. Ni un cupo mínimo de “compre nacional”. ¿Las empresas del estado argentino, entonces, fueron hechas para crear trabajo en EEUU? Aldo Ferrer, uno de nuestros mejores ministros de Economía y un humorista corrosivo solía decir que hay que nacionalizar las empresas nacionales.
Uruguay, donde este año casi el 40% de la electricidad consumida fue eólica, no tiene metalúrgicas capaces de aportar las torres. Pero en su esfuerzo por elevar como sea del 20 al 30% la participación charrúa en los últimos de sus 28 parques en construcción, el Pepe Mugica le taladró la cabeza a los fabricantes europeos para que sus turbinas usen torres hechas de cilindros huecos de hormigón “made in Uruguay”. ¡Vamos La Celeste!
Y los tipos aceptaron esta ingeniería poco ortodoxa sin pestañear, en parte porque en 2008, debido a la crisis de Lehman Brothers, la UE empezaba a quitarles subsidios domésticos y tenían que salir a ganarse el mango (el euro, bah) afuera. Pero la garra negociadora del “paisito” viene de otra causa. La firma estatal de electricidad, UTE, jamás privatizada, tiene casi un siglo de historia y cero défaults, aunque vivió importando fueloil.
En cuanto a la población oriental, vive puteando porque el despliegue eólico disparado en 2008 (que continúa) no logró bajar nada la horrorosa tarifa domiciliaria. El precio del MW/h residencial en Uruguay es de U$ 302 (el brasileño promedio, U$ 206, el argentino promedio, U$ 144). “Nos dolarizaron el viento”, rechinan los orientales. Sin embargo, al enojado yorugua de a pie se le escapa que la opción a estas tarifas aniquiladoras eran los apagones estivales, al estilo Argentina 1988/9. Fatal para un país turístico.
Uruguay antes de los ’80 era térmico y comprador, sin un barril de petróleo o un metro cúbico de gas propios. Pero desde los ’80 se alumbra con hidroelectricidad generada por tres embalses (el mayor es Salto Grande, compartido miti-miti con Argentina). Sin embargo, los ríos Uruguay y Negro le van quedando chicos al paisito y el cambio climático viene con sequías fuertes, como la de 2011/2 o la de 2017/18. Cuando ocurren en la alta cuenca del río que le da nombre al país, y agua turbinable a Salto Grande, Uruguay entra en “brown out” prolongado.
Y aquí entra a tallar el viento. En la sequía de 2011/12, Uruguay tuvo que comprarnos electricidad a nosotros y a Brasil a entre U$ 350 y U$ 400 el MW/h. Pero en la de este año, ya se las arregló solo. Y es que en ese país chico, de relieve modesto y con frentes marítimos hacia el Sur y el Este, a 100 metros de altura hay viento de al menos 8 m/s en casi todo el territorio, llueva, truene o brille el sol. A fuerza de negociar bien y con su foja de buen pagador, el costo del MW/h eólico mayorista bajó de U$ 83 a U$ 63 el MW/h. ¿Qué no harían los yoruguas si tuvieran nuestra industria?
¿Qué harían si tuvieran la industria de la provincia de Buenos Aires, que eólicamente hablando es bastante parecida al Uruguay?
En suma, otro ángulo de la noticia es éste: vamos pasando de importador bobo a país-armadero, pero para ser Brasil, nos falta autorrespeto por nuestros industriales metalúrgicos y metalmecánicos, y para ser Uruguay, nos sobran industria y población consumidora.
Que RenovAr haya transado precios uruguayos con una matriz energética como la Argentina, a la que no le falta ningún recurso, y en un país que sabe diseñar desde centrales y reactores nucleares a aviones, y de yapa dueño de una industria dotada desde enormes astilleros para hacer aspas y torres a una automotriz que en 2012 fabricaba (y vendía) 1 millón de automóviles… Eso es de escándalo.
Lo malo es que desde el rebote industrial de 2003 pudimos ser fabricantes de turbinas por derecho y diseño propio, como España con Gamesa, la India con Suzlon y China con Goldwind. No lo logramos por los traspiés técnicos de IMPSA en su país y también en Brasil, y por una grave perrada política contra INVAP en 2006, amén de un desinterés inmemorial del estado por fogonear a sus fabricantes “hacia el viento” que duró hasta 2016.
Así perdimos decenas de oportunidades de ser competidores mundiales, no compradores. Las multis europeas que se llevaron puesto RenovAr son el fruto de casi 4 décadas de promoción y protección de los estados donde nacieron. En cambio aquí hoy IMPSA está en quiebra y concursada y NRG quedó fuera. Mientras INVAP viva, vive la esperanza, pero la firma barilochense viene peleando sola desde 1987 por inventar el mercado local.
El programa RenovAr no es ningún camino hacia la autonomía eólica. Si Ud. juntara 5 CEOs petroleros y 5 banqueros y les pidiera un plan eólico, saldría RenovAr: tarifas altas, apalancamiento puro de multinacionales, plata a cobrar del estado durante 20 años con garantías del Banco Mundial y tribunales extranjeros en caso de quiebra. Y de transferencia de tecnología ni hablar, no se nos vayan a asustar los comensales.
RenovAr garantiza en cambio que a los que se adjudicaron parques eólicos se les compre el 100% de la producción a precio “premium”, aunque CAMMESA, la administradora del mercado “spot”, detecte que haya MWh más baratos en la oferta instantánea, o incluso que no haya demanda. Si sopla, cobran. Eso se llama “feed in tariffs” y se inventaron en Europa. Brasil las otorgó, pero a cambio de fabricación 100% local y con transferencia. El Vestas V-150 del cual aquí se arma la góndola, en Brasil se fabrica hasta el último tornillo.
Para pagarle a los ganadores se creó un fondo llamado FODER: lo juramos, se llama así (un traductor allí, y que por una vez sepa algo de castellano). FODER está fiduciado por el estado y les paga sí o sí a los productores, con tarifas de entre U$ 60 y U$ 70 el MWh, más una actualización anual del 1,7%.
“Sí o sí” se refiere no a incendios de turbinas, sino de país. Los productores y distribuidores de electricidad que afligen mes a mes al consumidor argentino de electricidad con su combo de apagones y facturas dibujadas, con RenovAr quedaron apalancados contra su pesadilla perfecta: una baja del precio del crudo y el gas (Vaca Muerta pasaría a llamarse Re-Muerta) en conjunción con un crack financiero del estado. En realidad, como musita en voz baja el Banco Mundial, lo primero podría suceder si se desata una nueva recesión pandémica, y como dijo AgendAr, lo segundo técnicamente ya sucedió. Sólo que al gobierno y al FMI por ahora les conviene ignorar ese detalle contable: es un problema para el próximo gobierno.
El tercer elemento de la pesadilla es el más improbable, un cisne negro: que ese presidente no defienda el derecho a superganancias. Jurídicamente previsor, el plan RenovAr viene a ser como un bono nacional a 20 años pero muy a prueba de défault. Además, añade imagen ecologista a tenedores que, por prontuario, no lo son en absoluto, y también produce algo de energía: lejos del 48% yorugua, un 2,4% de la que consume el país, 20 veces menos en proporción. Y re-cara, eso sí.
No son molinos, Sancho: son bicicletas.
Daniel E. Arias