La liquidación del Plan Nuclear Argentino – 2° parte

Trump prohíbe comprar la central china. Macri ofrece explicaciones. Xi Jinping sonríe.

(La 1° parte de esta nota está aquí)

ÓRDENES DE ARRIBA: STOP AL PROGRAMA NUCLEAR

¡El G-20! Fuera del humo habitual en estas ocasiones, el “game changer” real para Argentina de esta version fashion, moderna y sudaca del “Great Game” victoriano (cuando los imperios británico y ruso disputaban quién mandaba en Asia Central), fue una no-noticia nuclear. La Argentina no compra centrales hasta el 2022.

Ésta es la culminación de una bien armada catástrofe estratégica para el país: el cierre de la PIAP, y con ello, el abandono de toda pretension de tener una línea propia de centrales CANDU, sobre lo cual hablamos de sobra en el artículo anterior. Ahora, ni uranio natural ni enriquecido, ni centrales propias ni ajenas.

Como cabecera de playa para la Chinese National Nuclear Corporation (CNNC) somos más interesantes que Brasil. Allí el programa nuclear civil volvió a frenarse tras un intento casi exitoso, entre 2003 y 2014, de terminar y poner en servicio la central nuclear Angra III, una vieja compra “llave en mano” inconclusa de épocas militares durante más de 23 años.

Fue una movida comparable a la finalización por NA-SA de Atucha II entre 2006 y 2014. Pero en Brasil la cosa no llegó a puerto por “timing”: tras derrocar a Dilma Rousseff, el nuevo presidente Michel Temer paró todo. Y sus jueces del “Lava Jato” al almirante Othon Luiz Pinheiro da Silva, físico nuclear e ingeniero mecánico a cargo de la obra, los jueces del “Lava Jato” le pusieron 43 años de encierro con acusaciones no muy demostrables de corrupción.

Seu Othon, como lo llaman en Brasil, donde es una referencia popular, antes de casi terminar Angra III y caer preso, logró llevar a término un reactor nuclear presurizado no muy distinto de un PWR eléctrico, sólo que con uranio 4 veces más enriquecido: 19.9%, límite del “Low Enriched Uranium” para usos civiles. Eso da mucha potencia en un núcleo chico.

Ese motor será la planta motriz del futuro submarino nuclear SNBR Alte. Álvaro Alberto, primero de una serie con la que Brasil pretendía defender de un posible bloqueo por la 4ta Flota de la US Navy sus rutas comerciales con África. Esto, para algunos, explicaría por qué cayó preso. La otra mitad de los expertos dice que con haberle construido a su país la capacidad de enriquecer uranio al 19,9%, Seu Othon, ya anciano, debería pasar en prisión varias vidas más. Como sea, el átomo civil en Brasil ha vuelto a frenarse por decapitación, pero el país alcanzó un nivel tecnológico desigual e interesante.

En resumen: no hay países con una cultura atómica equiparable en la región, salvo el nuestro. Como ellos, hemos sufrido bastantes derrotas y cosechado algunas victorias, pero nuestro modelo siempre fue sabatiano, menos basado en la transferencia de tecnología por parte de proveedores externos, y algo más apalancado en la investigación y desarrollo locales “desde cero”, desde la pura ciencia básica al producto. Eso nos permitió desarrollar innovaciones y plantas exportables, sin otras ataduras que las salvaguardias y los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).

Así, Perú tiene 2 reactores, uno de capacitación, el RP-0, y otro de fabricación de radioisótopos medicinales de 10 MW térmicos, el RP-10. Éste dejará de ser el mayor de la región cuando entre en línea nuestro RA-10 en Ezeiza, y el RBM en San Pablo, tres veces más potentes. Lo interesante es que todas las plantas mentadas son argentinas, mayormente obras de la CNEA e INVAP.

Bolivia, por su parte, acaba de iniciar su camino nuclear con el reactor del centro de medicina nuclear de El Alto, ciudad popular anexa a La Paz. Esta venta la Argentina creía tenerla asegurada, en parte porque durante casi dos décadas, decenas de físicos, ingenieros, reactoristas, radioquímicos y radiólogos bolivianos se perfeccionaron en el Centro Atómico Bariloche.

Hoy son líderes en su país y dan fe de que en materia de sistemas, docencia y fundamentalmente en transferencia de tecnología típica somos atípicos: el “know how” y el “know why” se retacean al comprador en casi toda venta nuclear, pero no aquí. La idea siempre es desarrollar clientes, no competidores, pero aquí la solución del problema es invertir más en I&D que el cliente, y seguir siendo su proveedor.

Perfectos no somos. En 2017 en Bolivia se nos coló la rusa ROSATOM con una financiación que el presidente Mauricio Macri no quiso siquiera empardar. Es lógico: el gobierno argentino tenía que financiar LEBACS y “carry trade”. INVAP se perdió así U$ 300 millones de dólares, pero no el interés que despierta en el vecindario: el gobierno boliviano le otorgó, resarcitoriamente, la construcción de centros de medicina nuclear por U$ 150 millones, operación que el ingeniero Macri atribuyó a su acción de gobierno. No sin razón.

La CNEA tiene 68 años de actividad, ha hecho trabajosamente de la Argentina el único país emergente con un SMR propio y exportable, la central de potencia compacta modular CAREM. INVAP viene exportando reactores no de potencia sino de investigación desde 1987 y a partir de 2006 se volvió el número 1 mundial en la materia. NA-SA terminó este año el “retubamiento” (una reconstrucción casi total) de la CANDU cordobesa de Embalse, con personal y know-how propio y sólo dos asesorías externas menores. Mostró que puede clonarla a ojos cerrados.

Cuando se rompió Atucha I en 1988, en lugar de hacerla reparar por SIEMENS a U$ 200 millones y con la central parada 2 años, la volvimos a poner en servicio en meses, con ingeniería y herramientas propias, y por U$ 17 millones. Luego anduvo joya, y continúa.

Nuestros reactores de irradiación salvaron a Argentina, Perú y el Sur de Brasil de esa tragedia médica encubierta, el desabastecimiento de molibdeno-99 por la cual (ver artículo anterior) somos miembros del G-20. En materia de recursos humanos, muchos expertos nucleares del Cono Sur y de la región pasaron por Bariloche.

En diplomacia atómica, con Brasil pudimos forjar el único pacto bilateral de salvaguardias nucleares del mundo: nosotros vigilamos que ellos no estén fabricando bombas, y ellos hacen lo propio con nosotros a través del ABBAC. El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), dominado por los EEUU, sólo aparece para echar agua bendita sobre esta agencia sudaca, armada audazmente por los presidentes Raúl Alfonsín y José Sarney en 1987. Con ella se terminó –hasta hoy y sin ayuda o intromisión de terceros- toda suspicacia de carrera armamentista nuclear entre países que a fines de los ’80 emergían de dictaduras militares.

Hemos dirigido el OIEA en varias ocasiones y volveremos a hacerlo, así como sus organismos directos e indirectos de seguridad radiológica. Fuimos también fundadores del Nuclear Suppliers Group (NRG), un club informal pero poderoso en materia de control de proliferación de armas nucleares. Sin el argentino Rafael Grossi, el acuerdo de desarme de Irán de 2015 (hoy desbaratado a porrazos por Trump) difícilmente hubiera llegado a puerto.

Con 68 años de vida nuclear podríamos ser el equivalente en tecnología civil de Francia, país cuya electricidad es 75% atómica y que exportó reactores y centrales. Pero como estado económicamente menos poderoso, políticamente menos compacto y con algo de gas y petróleo propios, pasamos de un 15 y luego un 10% de electricidad nuclear a menos del 5% hoy. También nos atrasamos 30 años en construir el CAREM y perdimos decenas de ventas por “non papers”, es decir ukases sin firma, del Departamento de Estado.

De puertas adentro, siendo que no somos un país gasífero o petrolero, lo poco que tenemos de hidrocarburos alcanzó para que el sector “Oil & Gas”, dominado por multinacionales, aplastara nuestro desarrollo hidroeléctrico y nucleoeléctrico y dominara el sector eléctrico con un 65% de producción térmica. Ser víctimas de la “maldición del recurso” con tan poco recurso no nos pinta bien.

Un ingeniero nuclear español en el OIEA de Viena nos resumió así en 1988: “No comprendo cómo con miles de expertos y técnicos tenéis sólo dos centrales nucleares activas. Nosotros tendremos quizás un tercio de vuestros expertos, y operamos 9 centrales y vamos por 3 más”. Habría sido ofensivo contestar que de nuestros fierros somos más dueños e inventores que usuarios y operadores, pero aquel diagnóstico impecable de nuestro mundo nuclear, híper e infradesarrollado a la vez, sigue vigente. Blanco sobre negro, en Sudamérica y por défault, somos los expertos atómicos con oferta, panoplia, solera, docencia, autoridad y los que damos lustre. No es poco.

El CAREM sumando atrasos de construcción en Lima, Provincia de Buenos Aires.

Acabamos de explicar por qué China nos eligió como cabecera de playa para entrar a pelearle el muy subdesarrollado mercado nuclear sudamericano a Rusia. También por qué EEUU está literalmente bombardeando la cabecera de playa para aniquilarla.

Nótese que en principio el Departamento de Estado está defendiendo más su autoridad política que su tecnología: desde 1981, los autodenominados “americanos” no tienen oferta nucleoeléctrica alguna que sea atractiva o vendible incluso en tierras propias: toda su ingeniería resulta demasiado grande, compleja, insegura y/o cara.

Sin embargo, los EEUU vienen tratando de salir de ese coma 4 tecnológico con un proyecto SMR copiado casi enteramente del CAREM argentino, el NuScale. Éste ya fue licenciado por las autoridades regulatorias federales. Llega tarde pero va a los piques hacia la construcción financiado por el grupo de ingeniería Fluor, el Deparment of Energy y más de 80 empresas partícipes. Ya tiene cliente (Utah Associated Power Systems) y “siting” en el Idaho National Laboratory. Estará listo en 2026.

Como nuestro CAREM, el NuScale es modular, se fabrica en serie con piezas estandarizadas que viajan en camión ya semi-integradas hasta el emplazamiento para su armado final. Pero a diferencia del CAREM, su inspirador, NuScale empieza no con un reactor-módulo de 25 MW sino con 12 de 50. Van derecho a una central de 600 MW. Se saltean el prototipo. Nos quieren primerear. Y como la Subsecretaría de Energía Nuclear siga atrasando al CAREM, lo van a lograr.

Acabamos de explicarle otro motivo, ya más económico que geopolítico, por el cual el Departamento de Estado de Donald Trump con nosotros pasó de los palos en la rueda a los palos en la cabeza. Lo hizo sin dar la cara y a través de la perruna complacencia de nuestro gobierno, sin plata por haberse vuelto el primer emisor de deuda del planeta. El Departamento de Estado necesita hacer “tabula rasa” rápida de 68 años de tradición nuclear argentina llena de luces y sombras, pero también con territorio a defender y cómo y con qué y para qué defenderlo.

Ahora déjenos explicar el apuro chino por hacer pie en Argentina.

Por el cuño industrialista y sabatiano que sobrevive en el ámbito nuclear, en lo que es mercado interno, los profesionales y técnicos de la CNEA y de NA-SA son mayormente –no todos- “canduceros”: este diseño inventado por Canadá en los ’60 aquí implica combustible nacional, tecnología ya asimilada y gran generación de trabajo en las empresas electrónicas, electromecánicas y metalmecánicas criollas. Si buscamos socios tecnológicos y/o financieros, para un CANDU (una cancillería, ahí), están todos los integrantes del CANDU Owners Groups (COG) por un lado, y por otro China, y por otro la India. Música, sobra. Difícil no bailar, con tanta gente sentada. ¿Un canciller, ahí? No, don Jorge Faurie, gracias, esperamos al próximo.

La central Hualong-1 que Trump no quiere que compremos para bloquear a China, y que China nos quiere casi regalar.

El financista en el caso que acaba de perderse era China. Ofrecía su propia version CNNC de la CANDU6 canadiense. Fue probada exitosamente con dos unidades en Qinshan desde fines de los ’90, muy parecidas a Embalse. Con esta máquina, CNNC garantizaba:

  • Financiar un 75% de la inversión inicial
  • Autorizar componentes argentinas en un 70% del valor de la obra nuclear (distinta de la civil, que es puro hormigón y albañilería).
  • Dejar la dirección de obra en manos de NA-SA
  • Acepar pago en 20 años al 4% de interés, pero con 8 años de gracia.

¿Por qué semejante regalo chino? En unos años y con autofinanciación, nos habría permitido prescindir enteramente de China, al menos en nuestro mercado interno. Y los chinos aceptaban el riesgo, porque querían (acaso siguen queriendo) traer aquí su Hualong-1. A sabiendas de que el uranio enriquecido nos complica la vida: es 4 veces más caro, la ingeniería básica nos es rarísima…

La Hualong-1 fue justamente lo único que Macri dejó en pie de la oferta china… hasta el G-20. ¿Necesitamos esa super-central de uranio enriquecido? Hay que ser bobo para decirle que no a un regalo de 1180 MW, aunque por motivos ya demasiado explicados, nos gustaría más un par de CANDU de 740 MW. Pero la Hualong-1 por ahora es lo único que hay con esa financiación despampanante, y a caballo regalado… ya se sabe.

La oferta rusa en centrales grandes (las VVER) es técnicamente excelente. Pero ROSATOM tiene un márketing rígido sólo aceptable en países nuclearmente muy bananeros: te arman la central sin dejarte aportar o ajustar un tornillo, y te la operan con personal ruso. El cliente, como pintado en la pared. Eso la CNEA lo habría rechazado hasta en 1950.

La persistente CNNC china estaría incluso dispuesta –dixit Carlos Burgueño, de Ámbito Financiero- a llevar al 100% su financiación, un “first timer” en el mercado de centrales de potencia.

Por ello, imaginemos que la imbecilidad proferida por Argentina durante el G-20 no resistirá. Haremos infraestuctura eléctrica regalada en lugar de imprimir LELIQS y otras abominaciones timberas que destruyen trabajo, en lugar de crearlo, y son base del combo argentino de tarifazos y apagones en las ciudades de la Pampa Húmeda.

Entonces supongamos que el runrún de pasillos en el Programa Nuclear tiene fundamento, y que con Mr. Trump ya de regreso en los McDonald’s de su país, la oferta de la Hualong-1 se retoma. En tal caso, aunque la negociación del “paquete” de transferencia sería muy tortuosa, la Argentina –ya le dije que no insista, Faurie- podría asegurarse lo básico: la fabricación local del combustible (a lo largo de los 60 años de vida útil de una Hualong-1, termina costando otras dos centrales más).

Y póngale que además se queda con un porcentaje bonito (un 30%) de la obra nuclear (la de complejidad, distinta de la civil, que es puro hormigón y albañilería). Nada de ello cuadra con los modales perrunos de éste gobierno. Pero en 2019 hay elecciones y podríamos volver al estadio con un mejor equipo. Difícilmente uno peor. No se sabe.

El DT y los jugadores deben tener algunas cosas en claro: la CNNC va por el prestigio, no por la plata. Necesita esa venta para certificar con un usuario-constructor exigente su nueva máquina, destinada a cambiar la percepción global de la industria china.

La Hualong-1 es “de bandera”. El país que la diseñó puso en ella toda la carga simbólica “high-tech” que en los años ’70 Japón invirtió en bienes de consumo (microelectrónica y automóviles), para sepultar su imagen anterior a los ‘60, de país de fábricas tan berreta que exportaba relojes por kilogramo, como clavos.

Regionalmente hablando, somos el candidato justo para comprar, construir, probar una Hualong y que los libres del mundo respondan: “Y los Argies vieron que era buena”. Pero no somos el único.

Lo segundo a aclararle al DT es que hay 4 Hualong-1 en construcción en China y 5 en Pakistán (compra directa sin licitación, y Pakistán no da lustre). Inglaterra, que sí puede darlo, acaba de terminar su revisión regulatoria de la Hualong-1, con vistas a una primera unidad a licitarse para Hinkley Point, en el SO de Devon, sobre el canal de Bristol. Pero como suele decir la reina; “Los asuntos de palacio, van despacio”.

Lo que sí nos aprieta en tiempos es la unidad de inminente entrada en servicio, la # 4 del complejo de Fuqing, provincia de Fujian, sobre el Mar Meridional. Central terminada y en plena carga de su combustible.

Los sistemas complejos nuevos diseñados para vidas medias extensas suelen tener una gráfica de desperfectos de disponibilidad llamada “de la bañadera”, por su forma. La mayor parte de las fallas ocultas en el diseño empieza con un pico descendente a lo largo del primer año operativo, como la rampa para apoyar la espalda de una bañadera. Luego la vida útil (60 años en este caso) suele transcurrir sin inconvenientes porque el sistema se ha vuelto más conocido y previsible: ese tránsito es el fondo plano de la bañadera. Sin embargo, en el año previo a la salida de servicio prevista, la fatiga de materiales puede provocar otro pico de salidas de servicio: el final de la bañadera. Queda dicho que si unidad 4 de Fuqing funciona sin problemas durante 2020, ya nos podemos ir olvidando de la financiación regalada.

La verdad (hasta donde el gobierno admite ese sustantivo), es que no hay obra alguna hasta 2022. Eso y el cierre inmediato de la PIAP, lo que nos pusieron en el plato, son los modos de destruir rápidamente, por desaliento masivo, los recursos humanos que hacen de la Argentina una cabecera de playa interesante para que El Reino del Medio muestre la calidad de su Dragón Chino.

Por eso esta vez es a fondo. No se toman prisioneros.

Dr. Andrés Kreiner, Físico nuclear, secretario general de APCNEAN

Daniel Arias, periodista científico