Argentina domina la ingeniería CANDU. Es una ventaja global

La Argentina acaba de adquirir 684 MW instalados nuevos, electricidad segura de base (disponible 24×7) para más de 3 millones de consumidores en la Región Centro. Su factor de disponibilidad durante los próximos 30 años se estima en el 93%, descontando unos 25 días/año de mantenimiento, y todo por U$ 2200 millones. ¿Emisiones de carbono? Cero.

En materia de energía, ésta fue la mejor compra de la Argentina desde 2015, entre otras cosas porque se la hizo a sí misma, sin exportar dólares. La tarea de “retubar” y darle una segunda vida útil a la Central Nuclear de Embalse, Córdoba -ver la información aquí– estuvo a cargo de NA-SA (Nucleoeléctrica Argentina Sociedad Anónima), con una participación casi simbólica de la firma canadiense CANDU Energy, constructora original de la planta entre 1974 y 1984. En este video se puede ver un buen resumen -dos minutos- de la tarea.

El 97% del personal en obra fue argentino. Para el suministro de componentes electrónicos, electromecánicos y específicamente nucleares, como los tubos de calandria, los de presión o los generadores de vapor, NA-SA movilizó alrededor de 100 empresas argentinas de todo calibre, desde PyMES a gigantes como IMPSA y CONUAR. El 4 de este mes, cuando terminadas las múltiples revisiones previas de seguridad la central se puso crítica, se confirmaron cuatro cosas:

  • Argentina puede sola con la ingeniería CANDÚ, y desde hace tiempo. Sabe diseñarla, fabricar todas sus partes, renovarla, mejorarla y lo más importante: hacer sus combustibles. Son dólares que no salen: quedan y se multiplican.
  • Su próxima central nuclear por eso mismo debería ser una CANDÚ, ya con nombre y ubicación: Atucha III. Y el producto eléctrico de esa central debería dedicarse a hacer una tercera y una cuarta también CANDÚ. Con el “cash flow” adecuado se pueden terminar en 5 años cada una, y le darían al Sistema Argentino de Interconexión un 12% de electricidad nuclear, prácticamente a prueba de apagones y libre de emisiones de carbono.
  • NA-SA está para dichos trotes y también para mayores: hay 47 CANDU operativas en el mundo, sin contar las 19 imitaciones de la India. Casi todas están cercanas al fin de su primera vida útil de 30 años. De las 3 que hicieron “prolongación de vida útil” Embalse fue el caso “de libro”: la reconstrucción más completa (porque incluyó los generadores de vapor) y la más ajustada en tiempo y forma. Haciéndola corta, NA-SA tiene 44 centrales en el mundo a las que les ofrecer el mismo servicio, probablemente asociándose con los canadienses, pero hay más candidatos. Es un mercado inmenso de obras, componentes y asesorías.
  • Timbres a tocar para estas exportaciones de “know how” argento hay en Ontario, en Nueva Delhi, en Seúl y en Beijing, donde el desempeño de NA-SA con Embalse dejó una impresión excelente. Y hay otro timbre enorme en la India.

Imposible no subrayar la diferencia con las nuevas plantas surgidas del ya feneciente programa RenovAr, en las que la contribución nacional fue ínfima. Es el caso de parques enteros de turbinas eólicas, sistemas electromecánica y aerodinámicamente muy complejos, donde, en el mejor de los casos, alguna metalmecánica argentina puso “el componente bobo”, es decir la torre de acero. Sólo falto importar el viento.

En contraste, si la mayor proveedora mundial de turbinas eólicas quiere venderle una imponente Vestas V-150 al estado nordestino de Ceará, Brasil, debe fabricar cada una de sus 8500 componentes allí, incluidas las enormes aspas de 77,30 metros de largo. Eso, dicho por el gobierno estadual de esa región pobre. Los daneses sólo juegan de diseñadores, capitalistas y asesores, y aunque la electricidad la cobran cara, generan una torta de trabajo calificado y/o experto local.

Consideradas como plata que entra o sale, las centrales de RenovAr son deuda externa con el Banco Mundial de garante, y su famoso tribunal (el CIADI) en caso de défault. Eso sin mencionar que el MW/h que paga el consumidor argento de electricidad eólica es el doble de caro que el que produce Embalse, el factor de disponibilidad anda entre la mitad y un tercio, según la planta considerada, y la vida útil total de un equipo eólico, 20 años en lugar de los 60 de una planta CANDU.

Los molinos, contra lo que se cree, emiten dióxido de carbono: requieren de alguna central térmica en “parada caliente”, como respaldo, lista para salir a entregar potencia en caso de que el viento –recurso no sólo intermitente sino también impredecible- se caiga.

Los planes del gobierno de llegar a una tajada de un 20% de renovables en la torta de consumo eléctrico en 2025 están lejos de cumplirse: la cifra se viene atascando en un 2,4%, en parte por el creciente “riesgo país”: empresas que ganaron las rondas hoy se niegan a poner los dólares. Pero a partir de marzo de este año, cuando llegue escalonadamente al 100% de su potencia, Embalse sola estará supliendo el 3% de la demanda. Y sin “respaldo caliente”, porque funcionará el 93% del año sin importar la meteorología.

Una última reflexión: el “retubado” de Embalse fue modélico, dicho por CANDU Energy. Sin embargo, debería haberse terminado a principios de 2018. Se atrasó un año entero porque el entonces flamante gobierno del ingeniero Mauricio Macri, en su honestidad ínclita, prefirió dejar en “brown out” todo un año adicional a la Región Centro, y hacer una auditoría total del programa nuclear según venía desde 2015.

Fue como darle una campaña de salud infantil al rey Herodes. La retubación de Embalse sobrevivió porque desde 2015 ya estaban todos los componentes fabricados y acopiados, y los contratos de obra firmados con pesos pesados de la ingeniería como Pérez Companc. No es fácil chocar con todos esos.

Pero Atucha III CANDU fue dada de baja en mayo de 2018, “porque las centrales de uranio natural son el Ford Falcon”, como dijo un funcionario de la flamante Subsecretaría de Energía Nuclear. Y la 4ta central nuclear (una Hualong-1 china de uranio enriquecido, “lo moderno”, según el mismo funcionario) fue suspendida “sine die” a pedido de los EEUU durante el G-20. La Gran Democracia del Norte desde 1981 no logra venderle una central estadounidense ni a los EEUU, pero de todos modos no quiere fierros nucleares chinos en su “backyard” sudamericano.

Señor@s, somos Argentina. Hacemos goles en tiempo de descuento. Esta historia no termina aquí.

Daniel E. Arias