Llegan los 5 aviones de guerra que Argentina compró a Francia. Nuestra opinión

Eran esperados para custodiar el espacio aéreo argentino durante el G20 que se celebró en Buenos Aires a fines de 2018, pero su llegada se demoró. Finalmente, los cinco cazabombarderos Super Etendard Modernizados (SEM) que el Gobierno le compró a Francia están en viaje hacia el país: este jueves fueron despachados en un barco que arribaría alrededor del 10 de mayo.

Se trata de un paso para reequipar a las fuerzas armadas. De hecho, serán incorporados a la Armada Argentina. Los pilotos argentinos conocen muy bien estos aviones, ya que fueron usados durante la Guerra de Malvinas con destacado desempeño: sus misiles Exocet le hundieron a la flota británica el destructor HMS Sheffield y el carguero Atlantic Conveyor. Sigue en discusión de expertos (el Reino Unido lo niega) si el último Exocet argentino impactó en el portaaviones HMS Invincible en el primer (y último) ataque conjunto de la Fuerza Aérea Argentina (FAA) y el COAN (Componente Aéreo Naval de la Armada), el 30 de mayo de 1982.

Esta nueva compra, firmada en diciembre de 2017, estuvo a cargo del Ministerio de Defensa y se cerró por 12,5 millones de euros.

Las cinco aeronaves no son nuevas, sino actualizadas con el objetivo de estirar su vida operativa, y modernizadas en sus sistemas de navegación y configuración para ampliar su rango de misiones. Aquí se destinarían principalmente al control del Mar Argentino, función que en realidad deberían cumplir aparatos de patrulla armada con muchas horas de autonomía de vuelo, y no cazas de ataque.

Apenas se conoció la noticia de la incorporación de estos aviones, el Reino Unido compró un costoso escudo antimisiles de origen israelí para proteger las Islas Malvinas, según publicó a fines de 2017 el diario londinense Daily Mail.

Los Super Etendard, diseñados por Dassault-Breguet con capacidad para aterrizar en portaaviones, se construyeron entre 1978 y 1983 pero la Fuerza Aérea de Francia los utilizó hasta julio de 2016, cuando los últimos salieron de servicio en la base de Landivisiau. Formaban parte de la Marina de ese país.

Alcanzan una velocidad de 1.100 km/h y su alcance lineal y «con ala limpia» llega a casi 1.900 kilómetros. Pero cargado con armamento antibuque, todo ataque a más de 600 km. de distancia es problemático, salvo que el caza sea reabastecido de combustible en vuelo.

La compra a Francia incluye en el mismo envío piezas de recambio, radares, herramientas y un simulador para entrenar a los pilotos. Además, llega equipamiento para actualizar otros Super Etendard que posee la Armada argentina pero están sin volar en la Base Aeronaval Comandante Espora, de Bahía Blanca. Desde allí operarán también los cinco aviones que se incorporan.

Nuestra posición:

Argentina necesita equipar al COAN para defender el Mar Argentino. Pero ¿son estos los aviones que necesitamos? En primer lugar, dado que el problema principal desde 1986 es la pesca ilegal a cargo de más de 400 naves de diversas banderas, y su intrusión diaria dentro de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) argentina, deberíamos tener aviones radarizados de patrulla armada, preferentemente bimotores a turbohélice capaces de volar muchas horas para garantizar vigilancia 24×7 a un costo razonable. En caso de una situación francamente bélica (no es lo habitual en intercepción de pesqueros), no importa que el avión sea lento, la velocidad es asunto del misil. Esto es lo que hace Francia. Es lo que hace todo el mundo.

Y dado que nuestro problema principal es una consecuencia casi lineal de nuestro problema secundario (una frontera marina «caliente» con los kelpers), estos aviones deberían poder llevar en algunas de sus misiones un misil antibuque como el Exocet, de ataque a larga distancia. Para este rol deberíamos usar un avión que sea totalmente reparable en el país. Sí, teníamos uno, el Pucará. En los años que siguieron a la derrota de Malvinas patrullaban el Mar Argentino cargando bajo el ala de babor el misil antibuque guiado por óptica Martín Pescador, también diseñado y fabricado en el país. Este misil se discontinuó en los ’90, y el Pucará fue dado de baja por este gobierno.

Emplear jets de ataque viejísimos, cuya hora de vuelo cuesta miles de dólares, para la interminable función de vigilar es tirar la plata. Pero además es no ejercer vigilancia aérea alguna en los hechos, porque estos SUE (SEM, en realidad, con la «M» de «Modernisé») pasarán la mayor parte del tiempo aterrizados en la base Espora, a espera de mantenimiento, y luego canibalizándose entre sí por repuestos. Y de yapa, es arriesgar la vida de pilotos muy entrenados.

¿Necesitamos entonces un avión de ataque antibuque operable desde portaaviones? Desde que el presidente Menem hizo chatarrear el ARA 25 de Mayo, nuestro único y último portaaviones es la costa bonaerense, patagónica y fueguina. Pero el millón de km2 de la ZEE estaría mejor vigilada por 20 biturbohélices de patrulla armada distribuidos en sus bases aéreas y navales, que por 5 cazas de ataque de alcance limitado. Y si alguna vez volvemos a estar en guerra por asuntos de nuestras aguas, será mejor tener drones portamisiles que aviones. Se pueden producir en masa, y atacar en masa.

Curiosamente, el programa de fabricación del Sistema Aéreo Robótico Argentino (SARA) en la Fábrica Argentina de Aviones (FAdeA) estaba desarrollándose desde 2013, con algunos éxitos iniciales en vuelo autónomo y en fabricación de motores aeronáuticos. Pero en 2016 la nueva administración de FAdeA interrumpió todo.

En AgendAR dijimos en mayo del año pasado, cuando el gobierno argentino acordó esta compra: «El “Super Étendard” tiene una connotación heroica para los argentinos, por su papel en la Guerra del Atlántico Sur. Pero se han hecho críticas serias a su adecuación para nuestras necesidades actuales.

Lo que ya puede decirse es que no abandonamos la lamentable tradición de equipar a las Fuerzas Armadas con material de descarte, en lugar de desarrollar una industria nacional«.

Y ya antes, el 9/4/2018, anticipamos la posición: «El presidente Macron también aprieta a su colega Macri con la compra de los cazas de ataque Super Étendard (SUE). Son aviones diseñados en la década del ’50, subsónicos, atrasados, salidos de producción en 1983. Sólo tuvieron su minuto de gloria en 1982, durante la guerra de Malvinas. Luego Francia los paseó por 11 guerras más sin mucho resultado. Irak, entonces en guerra con Irán, testeó uno en 1983 y lo devolvió al toque: sólo le interesaba el misil antibuque AM-39 Exocet, pero con otro avión.

Esta chatarra alada que Monsieur Macron pretende infligirnos de nuevo a lo sumo sirve de banco de repuestos para los pocos SUE comprados antes de Malvinas. En ellos se juegan la vida nuestros últimos pilotos navales toda vez que arriesgan un despegue«.

VIAClarin