“El prestigio del CONICET nos validó ante el inversor privado”

El Dr. Sergio Simonetta (centro), junto al equipo de Phylumtech.

Esta es la historia de Sergio Simonetta, un ex investigador del CONICET, que formó una empresa a partir de una patente. Hoy comercializa tecnología para la industria de fármacos en el mundo. Vale destacar que ha sido tomada de la página de ese organismo oficial.

Hay investigadores que son inquietos. Su curiosidad es mayor a la que marca el ritmo de su línea de investigación y en ese camino buscan nuevos enfoques y desafíos. Así, se podría describir al doctor en Biología Sergio Simonetta, quien durante su carrera en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) usó su ingenio y creatividad para ensayar un método que luego se transformó en una patente que le abrió las puertas al mundo de los negocios.

Junto al diseñador industrial, Mariano Santa Cruz, fundó la empresa de base tecnológica Phylumtech que hoy comercializa en el mundo una tecnología que le permite a cualquier laboratorio conocer en forma automática cómo reaccionan los microorganismos a distintas drogas y así reducir los tiempos y costos asociados al proceso de descubrimiento de fármacos.

Alejado de la investigación, su vínculo con el CONICET, donde dio sus primeros pasos como emprendedor, nunca caducó. Tuvo becarios doctorales y postdoctorales que hoy son parte de su empresa y en la actualidad contrata Servicios Tecnológicos de Alto Nivel (STAN) que complementan sus proyectos.

¿Cómo fueron tus inicios en el CONICET?

Empecé con una beca de doctorado en el  Laboratorio de Cronobiologíala de la Universidad de Quilmes (UNQ). Luego hice un postdoctorado en el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos Aires que es de doble dependencia, CONICET- Fundación Leloir, y a los pocos años entré a carrera de investigador.

Siendo becario, diste en la tecla de una invención que luego se tradujo en una patente ¿cierto?

Sí, durante mi investigación surgió la necesidad de medir el ritmo del sueño de unos gusanos muy pequeños, que son modelos experimentales. Descubrir un método para eso me llevó mucho tiempo y después de varios intentos encontré uno que funciona mediante un procedimiento infrarrojo y que sirve para sacar medidas cuantitativas de cómo se mueven los animales microscópicos. Ese método derivó en una patente que se denomina “Procedimiento y dispositivo de registro locomotor de organismos pequeños”.

¿Cómo te diste cuenta de la potencialidad que tenía ese desarrollo?

Hicimos la patente sabiendo que tenía un potencial pero no sabíamos que se iba a poder comercializar. Imagínate que un aparato en un laboratorio con miles de cables, con muchos circuitos, es totalmente distinto a algo que se pueda vender. Lo patentamos porque era un desarrollo nuevo, y podía servir para laboratorios que trabajasen en sueño en un futuro, usando estos modelos. De alguna manera, también vislumbramos que el desarrollo podía servir para medir otras cuestiones como toxicidad de fármacos o para experimentos en fármacos, por eso comenzamos a probar la potencialidad de la tecnología, a hacer pruebas de concepto y a validarla.

En ese proceso, necesitaste alguien que te complementara ¿no?

Sí, me asocié con un amigo que es diseñador industrial para comenzar a pensar en un producto con diseño, estético, y con un software que haga fácil su uso. Todo ese desarrollo se hizo en mi etapa de investigador con subsidios de varias instituciones.

¿Siempre tuviste ese interés genuino en hacer ciencia aplicada?

Cuando fui becario siempre me gustó implementar cosas en el laboratorio, crear nuevos sistemas, buscar soluciones tecnológicas. Esa motivación con interés científico, con mucho de creatividad, no fue suficiente para emprender. Cuando noté que iba a necesitar otras capacidades de negocios, porque varios laboratorios mostraban interés en mi patente, me formé en un MBA (Master of Business Administration) que fue clave en mi carrera, además de la patente.

Y la idea de la empresa ¿cuándo se inició? ¿Cómo se dio?

La empresa Phylumtech nació mientras yo era investigador a partir de un fondo Empretecno de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica. Eso nos permitió licenciar la patente con un acuerdo de regalías con el CONICET, que es el titular de la misma junto a la Universidad de Quilmes (UNQ).

Después del Empretecno, trabajamos en el INIS-BIOTECH, la incubadora de empresas de base tecnológica de la Fundación Instituto Leloir, y al finalizar ese proyecto, surgió el interés del grupo Sancor Seguros que nos financió, a través de su incubadora CITES, para pasar definitivamente a la gestión privada. En ese momento, decido dedicarme full time a la empresa. Primero pido la licencia un año y luego dejo la carrera de investigador en el CONICET.

¿Cómo influyó el CONICET en esa instancia, al pasarte definitivamente al sector privado?

El CONICET fue clave no sólo por las puertas que nos abrió para recibir apoyo financiero desde el sistema científico nacional, lo cual nos permitió desarrollar nuestro proyecto, sino también por su respaldo institucional. El prestigio del Consejo fue lo que nos validó ante el primer inversor privado que se interesó en la empresa. Hablo de CITES.

¿Qué oportunidades se te abrieron a partir del nacimiento de la Phylumtech?

Nos afianzamos después de cinco años de haber realizado la primera venta del equipo, y luego de que empezaran a salir publicaciones científicas de terceros en España y en Estados Unidos, de laboratorios que habían adquirido el producto. Hoy logramos ser una tecnología referente en el nicho que estamos. Tenemos cerca de 100 publicaciones, artículos internacionales que hablan sobre nuestro producto y eso hace que nos vengan a buscar y confíen en nosotros.

¿Qué diferencia su tecnología de otras existentes?

Un laboratorio de la Food and Drug Administration (agencia del gobierno de los Estados Unidos responsable de la regulación de alimentos y medicamentos en ese país) validó nuestra tecnología en varias publicaciones científicas. Compararon nuestro método con otros existentes en el mercado y sostuvieron que es más sensible que otras tecnologías, y lo recomiendan para hacer medidas de tóxicos neuronales en desarrollo.

¿En qué otras áreas tiene aplicación la tecnología?

Tiene múltiples aplicaciones; es utilizada en modelos de deficiencias neuronales, neuromusculares, y metabólicas, en nuevos antibióticos, antioxidantes y antiparasitarios, y en lo creemos que va a ser un boom en el futuro, que son las moléculas para el envejecimiento, una demanda que está insatisfecha y que nuestro producto puede cubrir. También estamos trabajando en un proyecto de epilepsia con muy buenos resultados.

¿Qué desafíos se vienen ahora que la tecnología ya está instalada?

Estamos trabajando fuertemente en una plataforma robotizada que se traduce en un software en la nube, para permitirles a los investigadores pasar de hacer cientos de ensayos por semana a hacer cientos de miles en el mismo período tiempo de manera sencilla. Lo que ofrecemos es una tecnología más simple que las existentes en el mercado, con la misma efectividad en los resultados.

Otro desafío que estamos atravesando, es que al asociarnos con un distribuidor norteamericano, tenemos que cumplir con estándares adecuados y otros tiempos porque se nos multiplicaron las ventas. Esto significó un desafío pero también un hito en nuestra empresa.

¿Qué les dirías a los becarios e investigadores que hacen transferencia al sector privado o que están pensando en hacerla?

Que la hagan. Para mí fue un desafío pasarme al sector privado y fue el camino que elegí, pero no es el único. Hay investigadores que pueden ser parte de una empresa como advisor. En ese sentido, creo que el híbrido científico- empresario funciona muy bien pero hay que conocer y entender los límites del sistema para poder desenvolverse.

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