Así estaba la nave 35 del CINAR hace poco: el Santa Fe detenido a 2/3 de avance de obra, el Santiago del Estero a un tercio, el San Luis ya casi listo para volver al mar, y el comparativamente minúsculo Salta tratando de estirar su ciclo de vida.
La primera parte de este artículo -con video y todo- está aquí.
Tontos pero no tanto
Nada de submarinos ajenos «cedidos» a reparar. Lo que paga, para la Argentina, es reparar de una vez por todas el Santa Cruz y terminar –si se puede- los otros 2 TR-1700 empezados el siglo pasado. Y no sólo por las naves en sí: importa más el astillero.
Estos submarinos, aunque viejos de solemnidad, demostraron ser veloces, silenciosos y bastante letales para el enemigo durante maniobras navales en tiempos de los presidentes Raúl Alfonsín y su temible sucesor riojano. Difíciles de detectar y ágiles, “hundieron” electrónicamente un portaaviones nuclear estadounidense clase Nimitz, a una nave logística “núcleo de flota” y un submarino nuclear de ataque clase Los Ángeles. ¿Con 3 TR-1700 estamos bien, entonces? No, pero no tan mal como ahora, que no tenemos nada (al menos nuestro) navegando en silencio bajo el Mar Argentino.
De unidades alemanas tipo 209 ya tuvimos suficiente con el viejo ARA “Salta” y su par, el “San Luis”, de trayectoria heroica pero inefectiva. Algo lentos (7 km/h) y cortos de autonomía (720 km) en navegación silenciosa a pura batería, sin recargarlas con el turbogrupo diésel, estos subs costeros de todos modos tienen aún encantos ocultos.
En lugar de una proa ahusada o filuda, los subs alemanes tienen unas narices cuadradotas de muy alto puntal, con 6 portas desde las cuales pueden salir ráfagas indetectables de torpedos. Como proa, parece tan hidrodinámica como un frontón de tenis, pero tiene fundamento: en lugar de ser eyectados con taponazos de aire comprimido, los “peces” brotan silenciosos desde los respectivos tubos en “swim out”, movidos por sus propias hélices, y enfilan contra hasta 3 blancos distintos bajo guía simultánea por cable de la computadora de tiro. Ésta a su vez arma un mapa tridimensional de objetivos a partir de los ruidos generados por ellos mismos, por sonar pasivo. Con semejante artillería y sofisticación, los minúsculos tipo 209 en los ’70 eran el equivalente de un peso mosca con la piña de dos pesos pesados y la furtividad de un ninja. ¿Qué podía salir mal? En nuestro caso, todo.
El San Luis, que pasó 10 días bajo la Task Force en Malvinas, y 3 semanas sumergido, usó en dos ocasiones los SST-4 originales alemanes fabricados por AEG-Telefunken. Estos cortaron el cable de filoguiado y se perdieron sin aparentemente pegarle a nada (uno tal vez abolló un señuelo sónico remolcado por la fragata Antrim). Y es que a bordo del San Luis fallaba todo: la computadora de tiro, el periscopio desalineado con el eje de eslora, y también los torpedos: tenían vencidos los mantenimientos de giróscopos, baterías y explosivos. Los SST-4 originales, de yapa, venían con alguna locura germánica de fábrica: el cableado de los giróscopos estaba invertido y viraban a babor cuando debían hacerlo a estribor, o ascendían cuando debían bajar.
Tras cada uno de sus intentos fallidos, el San Luis escapó reposando en silencio en el fondo, comportamiento muy experto para un capitán interino (Luis Azcueta) con una tripulación igualmente interina. Los Brits le tiraron más de 200 bombazos de profundidad, “erizos” (morteros múltiples que anillan el blanco) y torpedos autoguiados británicos. La artillería de la Task Force fue disparada a la marchanta contra todo eco sospechoso desde los destructores y helicópteros de la tercera potencia naval del mundo, amén de la más experta en guerra antisubmarina. Y nada.
No le alcanzaron los sonares y sonoboyas a la Royal Navy para atisbar siquiera al San Luis, debido al relieve rocoso rocoso que lo rodeaba. Azcueta, más tranquilo que un alto lama tibetano, dice no haberse sentido siquiera en peligro con tanto lejano “Buuum”. Mal momento para ser ballena, aquel mayo de 1982, sin embargo.
El Salta no había ido a combate por su invencible chirrido de árbol de hélice, que lo delataba a kilómetros de distancia. Pero vistas las desdichas del San Luis en las islas demasiado famosas, ensayó dos veces en aguas patagónicas y luego bonaerenses la versión Nac & Pop del SST-4 construida por la firma EDESA, durante y después de la guerra. Le fue peor.
En todas las ocasiones los torpedos –salvo uno- activaron sus hélices en modo “swim out” pero sin salir de los tubos. En ese trance lo lógico es que las baterías del torpedo estallen por recalentamiento, lo cual con una carga de 280 kg. de hexagon/RDT/aluminio, la espoleta lista y 15 cargas similares alrededor y detrás garantizan que bordo nadie se jubile.
El capitán nuevamente interino, Roberto Salinas, con tripulación también interina, todos ellos campeones olímpicos de autocontrol, sobrevivieron para que los técnicos desarmaran cuidadosamente las cargas en Puerto Belgrano y encontraran el defecto de un componente del tubo, cuya única tarea es soltar el torpedo y dejar que se vaya de una maldita vez. Si bien la responsabilidad en este caso es del fabricante, ¿cómo pudo el Comando de la Fuerza de Submarinos ser usuaria de los 209 durante 12 años sin haber hecho siquiera un solo ensayo de armas? No eran épocas de pobreza militar los años ’70, y con la inminencia de una guerra con Chile, tampoco de ahorrar prácticas o pólvora. En las FFAA argentinas hay cierta convicción wagneriana de que si algo es alemán, funciona.
En fin, ésa es nuestra experiencia con los IKL tipo 209 y habla peor de nuestro almirantazgo que del astillero Howaldswerke de Kiel y su proveedor de armas AEG-Telefunken. Pero tampoco los nibelungos salen lindos en la foto.
Hecha esta aclaración, el TR-1700, también alemán y de Thyssenkrupp, es “mucho más nave”: desplaza casi 1000 toneladas más, tiene el doble de capacidad en baterías (y por ende mayor velocidad y/o alcance en navegación silenciosa), y suficiente combustible como para cruzar océanos enteros oculto crucereando a profundidad de snórkel, usando los motores diésel para recargarlas.
La mejor arma antibloqueo de la Argentina es el astillero CINAR, cuna de 3 posibles TR-1700.
Es decir que los TR-1700 no son unidades costeras defensivas, como los Tupí, sino submarinos oceánicos, hechos para llevar la lucha hasta las costas enemigas. Caso raro, se los encargó con una mirada histórica y geopolítica correcta: durante los siglos XIX y XX, las grandes agresiones navales contra la Argentina fueron los bloqueos de sus muy pocos puertos por el Reino Unido, Brasil, y luego el dúo RU-Francia. Todavía hoy, con taponar el Río de la Plata, Bahía Blanca y Patagones, las exportaciones argentinas –y con ellas la economía y el estado- colapsan.
Una flota de 6 TR-1700, como la que planeaba tener la Argentina en los ’70, fue pensada como un sacacorchos. Podía disuadir a casi todo aspirante a bloqueador de venirse siquiera hasta aquí. Podía atacar enemigos en altamar o incluso en sus puertos. Podía pudrirle la logística en aguas internacionales a cualquier cabeza de playa de desembarco. Con sus 46 km/hora en inmersión y su maniobrabilidad, podía cazar –quedó demostrado- submarinos nucleares, de autonomía incomparablemente mayor, pero más ruidosos de máquinas, por sus bombas de refrigeración.
¿Por qué Argentina quiso naves tan poderosas? Por hipótesis de conflicto setentistas con países culturalmente más marineros que el nuestro, geográficamente muy costeros, dueños de buenos puertos profundos, y con añejas historias de rivalidad: Chile en primer lugar, el Reino Unido en segundo y –reconozcámoslo- hasta 1987 al menos, Brasil. Para el Alte. Emilio Massera el único modo de ganarle a Chile era destruir su considerable y experta flota en los puertos, sin declaración de guerra y por sorpresa: un Pearl Harbour submarinístico. Massera murió preso por golpista y genocida, pero ya en tiempos democráticos, los TR-1700 argentinos, habiendo navegado sin ser notados y a puro snórkel y diésel la costa atlántica argentina, el estrecho de Drake y toda la costa chilena, entraban sin saludar, en silencio y usando sólo la potencia de las 960 enormes baterías a bordo al área de maniobras internacionales frente a aguas peruanas, «hundían electrónicamente» lo hundible, se iban sin despedirse y luego mandaban la foto de su barco al capitán estadounidense que correspondiera, sacada a través del periscopio.
En capacidad de disuasión un TR-1700 como el Santa Cruz vale lo que 4 Tupí costeros, pero cuesta menos y crea trabajo calificado en CINAR y servicios exportables a otras armadas, como ya ofrecen los astilleros militares de Brasil, Chile, Perú y Colombia. Eso zanja la oferta brasuca: colega Roberto Lopes, Ud. tiene razón. Conserve por favor su flota, se lo pedimos encarecidamente. Nosotros estamos obligados a gastar nuestra poca plata de modo más inteligente.
Una de esas hipótesis de conflicto argentinas sigue existiendo: el Reino Unido, y objetivamente se agravó por la cesión legal de soberanía de 2016 sobre 1,7 millones de km2 de fondos abisales que CONVEMAR, como parte de las Naciones Unidas, le otorgó legalmente a la Argentina. Teóricamente, eso nos vuelve propietarios no sólo de nuestra muy intrusada plataforma continental. Nos hace los titulares también del talud de esa plataforma, la emersión barrosa a pie de talud y el fondo a entre 4 y 6 km. de profundidad y hasta 350 millas de la costa. Con potentes armas ya pagadas en los ’70 pero desarmados en la práctica, y con la (todavía) tercera potencia naval del mundo sacándonos tajadas cada vez mayores de nuestro mar en los puros actos y sin siquiera levantar la voz, ¿qué carajo podemos negociar? Para sentarnos a la mesa, necesitamos astilleros.
Inglaterra está devaluada. Antes entregaba los territorios que ocupaba «de prepo» a sus propias empresas. Hoy, en cambio, gana plata dejando trabajar a terceros, lo que hizo pasar a los kelpers de ser una población pobre y con severos problemas de salud en la preguerra a su status actual de ser los únicos sudacas realmente ricos. ¿Vamos a ver en plan mirón cómo Whitehall vende licencias petrolíferas y mineras sobre los territorios que nos dio CONVEMAR los 81 años que le quedan a este siglo? Necesitamos el CINAR, y 2 o 3 TR-1700 que ya tenemos pagados. Luego, se verá. Lo importante es el astillero.
Empecemos a empezar.
Daniel E. Arias