El proyecto contra el cáncer que cayó en la grieta

Hace algo más de un mes que AgendAR anunciaba que Argentina tendrá un centro pionero de terapia con protones contra el cáncer. Más precisa, más segura y más efectiva, la nueva terapia de radiación con protones para combatir el cáncer, una tecnología que por el momento solo está disponible en 80 centros de todo el mundo y que ahora desembarcará en la Argentina.

Pero los avances en nuestro país nunca son fáciles. Ahora, que se está haciendo en Buenos Aires el 1° Workshop Argentino de Protonterapia (WArP 2019) organizado por la CNEA, la UBA, el Instituto de Oncología Ángel Roffo de la UBA, el Hospital Garrahan y la empresa INVAP, los medios nos informa de la historia detrás.

«Hace un año, en la última entrevista que dio antes de morir, el ex canciller Dante Caputo generó cierto revuelo grietero al afirmar que desde hacía un par de años estaba varado en Bélgica un moderno equipo de “protonterapia” (para combatir el cáncer mediante radioterapia con protones), cuya compra había iniciado la gestión de Cristina Kirchner. Atribuyó la demora a la inoperancia en materia de salud de parte del gobierno de Mauricio Macri.

Por estos días circula que por fin se iniciará la construcción del establecimiento que albergará este equipo, así puede funcionar para fines de 2021. Aunque suena bien, hay varios detalles que explican el ritmo lento del proyecto y los desafíos para que se concrete más allá de un eventual cambio de Gobierno; todas discusiones vinculadas a qué modelo de equipo traer al país («acorde al bolsillo y las necesidades locales») y cómo será la puja con las obras sociales y prepagas.

Primero, un repaso. Estamos en 2015. Sin meditar mucho “el cómo”, el gobierno anterior se lanza a la compra de un equipamiento belga de unos 35 millones de dólares que, mediante una vanguardista tecnología de radioterapia con protones, permite tratar muy eficazmente (apuntando directo al tumor, casi sin dañar los tejidos aledaños) muchos tipos de cáncer. Los beneficios son incontables. De México para abajo, nadie lo tiene. Suena genial. El gobierno de entonces paga una parte.

El mismo año, cambia la gestión de Gobierno y, con ella, lo que a las autoridades les gusta definir como “una mirada realista» del todo (“realista” =s «es muy caro). Así, evaluaron que el plan de la protonterapia requería, entre otras cosas, un desembolso importante: por un lado, 9,7 millones de dólares (de los que por ahora se pagaron 500.000) que restan por el pago de una de las partes del equipamiento. Además, el gasto de infraestructura para crear el lugar que albergará tamaño equipo, en concreto, el Centro Argentino de Radioterapia Protonterapia, (CEARP), que ocupará 9.700 m2. Sumémosle capacitar expertos de todos los tipos y colores y el gasto total final (incluyendo lo que puso el gobierno anterior) asciende a 95 millones de dólares. El tema quedó en evaluación. En stand-by.

Cuando Caputo dijo lo que dijo hace un año todo se reactivó: el jefe de Gabinete, Marcos Peña, le contestó que el proyecto no estaba detenido y que se construía el “búnker” para el equipo. Tal vez en ese momento se estuvieran haciendo gestiones, sí, pero no se estaba construyendo el centro propiamente dicho. De hecho, por ahora no se construirá…

Así lo confirmó Julián Gadano, subsecretario de Energía Nuclear: “Lo que se va a comenzar a este semestre no es el centro sino un depósito para albergar el equipo. Está previsto que la obra dure seis meses”. ¿Y entonces vendrá la máquina de protones? Nadie se juega por una fecha porque sencillamente no se definió qué equipo de protonterapia vendrá al país.

Una alta fuente del Gobierno explicó que “el equipo de radioterapia con protones es una herramienta de vanguardia, instalada en muy pocos lugares del mundo. El tema es que la Argentina, en su momento, compró el más grande de todos (el modelo Proteus Plus). Es una decisión que nosotros no hubiéramos tomado porque excede la demanda local y es muy difícil de sostener económicamente en el tiempo. Es muy cara la instalación y muy caro su mantenimiento”.

Consultado, el subsecretario de Energía Nuclear admitió que están intentando “hacer viable el proyecto, volverlo sustentable, acorde a las posibilidades y necesidades del país”. ¿Cómo se traduce esto en los hechos? La Subsecretaría está negociando la posibilidad de bajar la categoría del equipo.

Así, en lugar del modelo anunciado en un comienzo, Proteus Plus, traerían otro más acotado: Proteus One. «Es más chico. De hecho, nueve de cada diez de los que se venden son equipos así, más chicos. Es la misma tecnología pero acorde al número de pacientes que la usarán”, detalló Gadano.

Las diferencias entre un equipo y el otro están a la vista. El «Plus» incluye un ciclotrón del cual se podrían «enganchar» una, dos y hasta seis salas de tratamiento, además de una sala de experimentación. El «One» es un equipo «compacto» con una sala de tratamiento (no ampliable). Cada sala equivale a un paciente. En la cartera de Energía confirmaron que, de hacerse el cambio, «se ahorraría hasta un 36% en obra civil (por el menor volumen de hormigón de blindaje), gestión de obra, infraestructura y pago de equipo».

¿Quiénes llevan adelante este proyecto? En nombre del Estado interviene la Comisión Nacional de Energía Atómica (CONEA). Además, la UBA tiene un rol central, ya que cederá el predio para instalar el CEARP, que actualmente pertenece al Instituto de Oncología “Angel Roffo”, de donde vendrá buena parte de los recursos humanos. Y, como representante local de la empresa belga fabricante de los equipos (Ion Beam Applications, IBA), está la argentina INVAP.

Un esquema del futuro centro de protonterapia

Consultados por un posible «achicamiento» del proyecto, en la UBA mostraron desconcierto: «Nadie nos informó que podría venir un equipo de protones de menor capacidad y no es cierto que se vaya a construir un ‘galpón’ en el predio que cedió la UBA: en esta primera etapa se edificará el área administrativa y se avanzará con las instalaciones y consultorios para hacer estudios de radioterapia convencional». Porque, además del equipo de protonterapia, en el CEARP funcionarán uno de rayos convencional y lo que se conoce como un cyber knife, un equipo para técnicas de radiocirugía, que también será el primero de su tipo en el país.

En la UBA subrayaron que tanto ellos como la CONEA e INVAP están «muy comprometidos con el proyecto», y apuntaron: «Luego de los dichos de Caputo, Marcos Peña se comprometió a motorizar este proyecto».

En cualquier caso, mientras no sea oficial la modificación del plan original (traer el modelo «Plus»), se deduce que la máquina, dentro de algo parecido a un contenedor, debería estar, a esta altura, deteriorándose. Gadano, sin embargo, aseguró que no: “IBA produce estos equipos en serie. No es una máquina puntual en un lugar físico. Nada se está arruinando”.

En realidad el tema se vino «piloteando». Así lo muestran las palabras de Sabine De Voghel, asesora empresarial de IBA, quien desde la sede europea de la empresa afirmó: “El equipo Proteus Plus fue fabricado y se encuentra almacenado en Bélgica, a la espera de un lugar de almacenamiento adecuado en Argentina». Agregó que «afortunadamente, cuando INVAP comenzó a anticipar cierta demora, nos pidieron que pusiéramos en espera el orden de los artículos sujetos a obsolescencia. Los pedidos se solicitarán a último momento cuando INVAP esté finalmente listo para solicitar el envío del equipo». En cuanto a los tiempos por venir, prima el desconcierto, explicó una fuente de uno de los organismos involucrados: “Sólo está aprobado el presupuesto para la primera etapa (la construcción del depósito), que son seis meses de trabajo. Pero realmente no hay nada aprobado para la segunda fase”.

Hay quienes, además de criticar la grandilocuencia del proyecto iniciado por el kirchnerismo, aclaran que el macrismo tampoco vino empujando mucho el carro. Sin dudas no ayudó la pequeña puja que trascendió sobre dónde se instalaría el CEARP, como explicó otra fuente ligada al sector, que pidió mantener su anonimato: “Hubo un tira y afloje. El gobierno lo quería en la provincia de Buenos Aires, así lo inauguraba Vidal. La UBA obviamente se opuso porque se alejaba de su zona principal, que es la ciudad de Buenos Aires”.

Otra fuente, esta vez del Gobierno, rechazó -en parte- esa versión: “Sí, quisimos ponerlo en el Conurbano, pero para que lo pudiera aprovechar la mayor cantidad de gente posible. De hecho, estaba el plan de instalarlo en el hospital de El Cruce (en Florencio Varela), pero no había un predio disponible. Se hubiera requerido expropiar una manzana entera”.

Desde la UBA confirmaron que el predio que están cediendo (en el cruce de las avenidas Nazca y San Martín) requirió desmontar un bioterio, un centro de experimentación del Instituto Roffo, del cual sólo quedará en pie la fachada.

Pero todos esto es marginal al verdadero problema: como hará el próximo Gobierno para lograr que los actores del sistema de salud argentino incorporen el costoso tratamiento con protones al nomenclador de prácticas autorizadas sin muchos peros.

Gadano se refirió, con sensatez, a este punto: “La Argentina no va a hacer una inversión gigantesca para después cobrárselo a los privados, de modo que sólo se pueda atender la gente rica. Tiene que estar pensado para que el sistema público lo tome, así como las obras sociales y prepagas. Esto no ocurre de un día para el otro. Y por eso insisto: hay que incorporar esta tecnología con un sistema que pueda ser sustentable en el tiempo».

Nuestra opinión sobre este punto en AgendAR es que la incidencia estadística nacional esperable de cánceres en localizaciones ramificados y difíciles en centro del cuerpo, cuello y cabeza, próstata y vejiga, por no hablar de cerebro, con una población de 44 millones de habitantes, es suficiente para que una instalación tipo «macro» funcione 24×7. Si recordamos que os intereses de las LELIQ ya suman $ 300.000 millones en el semestre, esta inversión en tratamientos menos peligrosos contra el cáncer no parece exagerada.

Acompañamos la nota con el video de una entrevista al vicepresidente de la Comisión de Energía Atómica, donde el ing. Alberto Lamagna se extiende sobre el tema.

VIAClarín