Investigadores de la cátedra de Fitopatología de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) y del Instituto de Biotecnología del Inta Castelar volvieron a demostrar que la Argentina es pionera en desarrollo biotecnológico: presentaron el borrador de la secuencia completa del genoma de Cercospora kikuchii, el hongo responsable de dos enfermedades que provocan graves daños en la soja: el tizón morado de la hoja y el manchado púrpura de la semilla.
Se trata de la primera vez en el mundo que se logra elaborar este mapa genético, cuyos datos permitirán avanzar en el control de ambas enfermedades, desde la obtención de nuevos genotipos de soja resistentes hasta el desarrollo de moléculas fungicidas específicas, se destacó en la FAUBA.
Investigación
“Pudimos determinar que el genoma de C. kikuchii posee un tamaño de 31,1 millones de pares de bases, y logramos predecir 14.721 genes que codifican proteínas. Esta información genómica del hongo, sumada a la que se dispone de los germoplasmas de soja, seguramente acelerará el camino hacia la comprensión de los mecanismos moleculares que controlan las interacciones entre ambos organismos en la planta enferma”, afirmó Francisco Sautua, docente de la cátedra de Fitopatología.
Sautua lideró este proyecto junto a Sergio González, del Inta; y fueron supervisados por Marcelo Carmona (Fauba), y Máximo Rivarola y Paula Fernández (Inta). El trabajo, realizado con fondos de Ubacyt, Inta y Basf, fue publicado en la revista internacional Data In Brief.
“Esta enfermedad afecta semillas, tallos, hojas y vainas, y reduce el número y peso de los granos de soja. En las hojas, el síntoma típico incluye una coloración morada —entre el bronce y el púrpura—, con aspecto rugoso. En semilla se manifiesta con un tono morado que va desde pequeñas manchas hasta cubrir completamente la semilla. En la región núcleo sojera es muy común observar ambas enfermedades, ya que se encuentran entre las que más crecieron en extensión e intensidad durante los últimos años”.
Según Carmona, actualmente el manejo más frecuente consiste en sembrar semillas sanas o tratadas de forma eficiente, la rotación de cultivos, el uso de cultivares de mejor comportamiento y el control químico con fungicidas.
“Además de la gravedad de los ataques del hongo, durante los últimos años, tanto productores como técnicos en todas partes del mundo vienen observando que la eficiencia de los fungicidas se redujo o incluso hasta se perdió por completo. Esto sucede por la aparición de diversas mutaciones que le confirieron resistencia a varias cepas de Cercospora spp”.
Carmona sostuvo que la protección vegetal moderna necesita de una diversidad de soluciones que incluya nuevos conceptos en el control químico, de manera que sea efectivo, seguro y sustentable.
“La posibilidad de acceder de manera simple y abierta al genoma de los principales agentes patógenos podría abrir las puertas a nuevos logros en cuanto a resistencia genética vegetal. Incluso, también en el área de la protección química: contar con esta información probablemente va a permitir desarrollar fungicidas con nuevos sitios de acción en forma más rápida”, agregó.
Sautua, por su parte, completó que “es posible imaginar, en un futuro no muy lejano, el descubrimiento de moléculas fungicidas novedosas y de alto impacto para el control de enfermedades, como así también en la obtención de nuevos genotipos resistentes”.