Ayer AgendAR publicó un comunicado de la ASOCIACIÓN DE PROFESIONALES DE LA COMISIÓN NACIONAL DE ENERGÍA ATÓMICA Y LA ACTIVIDAD NUCLEAR (APCNEAN) El gobierno ordena destruir documentación sobre la central CANDU. El actual Subsecretario de Energía Nuclear, Julián Gadano @jgadano desmintió enérgicamente la noticia con un tuit, al que añadió otro que hablaba de la «toxicidad de algunos nichos nacionales» (?).
Lamentablemente, ambos tuits ya no pueden verse. A las pocas horas, puso su cuenta «protegida», es decir, con contenido invisible, salvo para «seguidores aprobados».
De todos modos, nosotros contestamos en el día:
Para acceder a la denuncia de APCNEAN y al GDE (Gestión Documental Electrónica), Respuesta nota NA-SA n° 441 – DESTRUCCIÓN DE DOCUMENTOS, cliquear aquí.
Y como nos tomamos en serio nuestra tarea como portal de noticias, le pedimos a Daniel Arias un informe más completo sobre el tema. Es este, y es largo, complejo y rico para los intereses argentinos.
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«Escándalo atómico: a doce días de la jura del próximo gobierno nacional, es decir el pasado viernes 29, se destapó una orden dada a la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN): Hay que destruir documentos de licenciamiento de una central CANDU. La APCNEAN nos mandó la información el sábado 30 y la publicamos de inmediato.
Si algo puede ponerle los pelos de punta a APCNEAN es otro intento (en este caso, aparente) de enterrar y olvidar la 4ta central CANDU. Ése es un proyecto de 2014 que, por su autonomismo tecnológico y capacidad de dinamizar la industria y generar empleo en AgendAR venimos defendiendo a capa y espada desde mayo de 2018, cuando el entonces Ministro de Energía, Juan J. Aranguren, la canceló.
Hay que aclarar que la orden de destrucción de documentos existió (pruebas, aquí), y también que es vieja (tiene al menos 6 meses) e incluso irrelevante (la documentación a destruir está muy desactualizada).
También conviene aclarar que la ARN desobedeció, y en su derecho: su incumbencia es la seguridad nuclear. La ARN no se subordina a Nucleoeléctrica Argentina SA (NA-SA): sólo depende de la Presidencia de la Nación. Y aunque las instrucciones vinieran desde ahí, la ARN sería muy remisa a destruir documentación sobre licenciamiento. Vieja o nueva, pertenece al estado argentino, no a un gobierno.
De la ARN se habla poco porque habla poco. Hereda virtudes de sus dos antepasados evolutivos, organismos entonces internos de la CNEA: el CALIN (o Comité de Licenciamiento) y la Gerencia de Radioprotección, que dieron pruebas históricas de poder romper lanzas con la presidencia de CNEA e incluso (Raúl Alfonsín lo probó en carne propia en 1987) con la de la Nación si algo no les gustaba. Ahora que es independiente de la CNEA, la ARN sigue siendo una repartición chica, pero tan masticable como un canto rodado.
La documentación referida al escándalo de ayer la suministró en 2015 la firma CANDU Energy. Se la entregó a la ARN y a NA-SA, cuando todavía funcionaba a todo vapor un proyecto que en AgendAR llamamos el “Deme dos”, y al que querríamos volver de todo corazón.
El “Deme dos” consistía en comprar a la China National Nuclear Corporation (CNNC) su central Hwalong-1 de 1140 MW de uranio enriquecido, adquisición que inevitablemente en Argentina suponía una doble disrupción: la CNEA tomó desde 1967 la decisión del uranio natural, para no depender de los países que dominan el enriquecimiento. Esa es la primera y más fuerte.
La segunda disrupción es que el asunto Hwalong-1 era demasiado “llave en mano” para los usos y costumbres nucleares criollos: en Atucha I, nuestra primera compra, la participación de la industria nacional estuvo en el 31%, en Embalse fue mayor al 50%, y en Atucha II terminó en un 70% largo.
La Hwalong-1 se venía más peleada, más “llave en mano”: la CNNC apuntaba a darle a la Argentina sólo la obra civil (hormigón) y reservar para China los componentes específicamente nucleares, así como el llamado BOP o “Balance of Plant”, básicamente el turbogrupo generador. Así planteada la cosa, la industria argentina quedaba con porcentaje chico de la obra, pero a decidir por NA-SA, porque la firma argentina quedaba como arquitecta de obra: decidía sobre proveedores.
En 2014 NA-SA podía, además, pelear por una transferencia de la tecnología de fabricación de los combustibles incluida en el precio. No es poco: una Hwalong-1 dura 60 años en operaciones, y cumplido su ciclo el combustible que haya quemado es 3 veces el precio del equipo. Los elementos combustibles son manufacturas metalúrgicas muy sofisticadas. Si los fabrica uno, como aquí lo hace CONUAR, aunque se deba importar el uranio enriquecido (que viene a ser una parte del costo) la mayoría de la plata y el trabajo calificado quedan aquí.
Lo que motivaba más a los que negociaban del lado argentino era que dentro del mismo paquete de financiamiento (muy blando) por U$ 14.300 millones quedaban libres U$ 6400 millones para construir una central CANDU de marca propia, con un 85% de componentes nacionales. De ahí que hayamos bautizado a ese plan como el “Deme dos”.
Si con la Hwalong-1 celebraban sólo las empresas de construcción, la UOCRA y el consumidor de a pie, por electricidad barata y con un 93% de disponibilidad calculada, con la CANDU “Proyecto Nacional” podían destapar champagne unas 130 empresas calificadas por la ARN en ingeniería, montajes, componentes metalúrgicos, metalmecánicos, electromecánicos, electrónicos, informáticos, de instrumentación, y todos sus respectivos gremios. Esta segunda máquina generaría 7000 puestos directos directos de trabajo calificado durante el pico de construcción, y además una marca argentina. Por algo el ingeniero José Luis Antúnez, a la sazón presidente de NA-SA, la llamó “Proyecto Nacional”.
¿Qué rol cumple Canadá en esta operación donde los chinos hacen de banco y la Argentina pone el “know-how”, los fierros y el trabajo? CANDU Energy es la empresa residual sobreviviente a la quiebra de AECL, la inventora de las centrales CANDU, la única marca de éxito internacional en centrales de uranio natural. NA-SA les tenía reservado un rol de asesoría, quizás obviable. Los canadienses suministraron documentación vieja, correspondiente al modelo CANDU 6 “pre-Fukushima”, inservible para un licenciamiento por la ARN.
CANDU Energy puede pedir hasta el cansancio que esas carpetas y drivers se destruyan: no tenemos la obligación de hacerlo, y además ningún diseño anterior a 2011 tiene hoy valor comercial alguno. El valor promedio del megavatio nuclear instalado creció un 23% a dólares constantes, desde aquel año, y por mejoras en los sistemas de seguridad.
El “no manden fruta” que NA-SA le hizo llegar a los canadienses en aquella ocasión dio origen a talleres conjuntos entre CANDU Energy y la ARN. De ellos surgió nueva documentación, esta vez valiosa y reservada: tiene las claves para licenciar una CANDU “Nac & Pop” con todas las innovaciones y adaptaciones de seguridad post-Fukushima. Lo clave del caso es que se haga o no se haga esa máquina, tanto la primera como la segunda tanda de documentos técnicos son propiedad del estado argentino, y pedir que se destruya no sólo va contra derecho sino contra toda lógica, y además contra la cultura organizacional de la ARN y del Programa Nuclear Argentino. ¿Y si la central “Proyecto Nacional” resucita?
Alguien la mató, pero ese alguien se está por ir.
El escándalo en su contexto
Lo expuesto da cuenta de la reacción durísima de APCNEAN cuando “les filtraron” un GDE (Gestión Documental Electrónica) Nro. 441 de NA-SA, con fecha del 19 de noviembre pasado, pidiendo a ARN la destrucción de 24 archivos detallados en adjunto.
Lo que nos explicó la ARN es que esas 24 carpetas no son las que importan, y de todos modos no piensa destruir nada, dicho por el ing. Néstor Masriera, quien dirige ese organismo. Organismo que además no recibe órdenes de la Secretaría de Energía, ni del subsecretario de Energía Nuclear, el sociólogo Julián Gadano.
Este ayer twitteó: “Circula una información de que el directorio de NASA, la Secretaría de Energía o yo mismo, hemos dado instrucciones de destruir documentación técnica sobre contratos nucleares. Lo desmiento categóricamente. Afirmar una cosa así sin pruebas es, como menos, muy irresponsable”.
Pruebas hay. De todos modos el escándalo de ayer tiene miga, porque la inquina de la Secretaría de Energía y del subsecretario de Energía Nuclear contra la CANDU Proyecto Nacional está fuera de discusión. En realidad, es una expresión moderna de un sistema de grietas viejísimo del Programa Nuclear: el bando de los reactoristas vs. el de los “combustibleros”, el de “lo compramos allá” vs. el “lo desarrollamos aquí”, el de los defensores del uranio enriquecido vs. el del uranio natural. Coincide totalmente con los convencidos de que el futuro es la Hwalong-1, y los que somos partisanos de una CANDU nacional. “Grosso modo”, también con la grieta de nuestra burguesía: Chicago Boys contra keynesianos, neoconservadores vs. industrialistas. Hay una diferencia: la cultura de autonomía tecnológica que dejó Jorge Sabato todavía impera en el ámbito nuclear criollo y logra fenómenos socialmente curiosos: profesionales que de puertas para afuera son liberales de manual, y de puertas para adentro, estatistas duros.
Con la presidencia de Mauricio Macri esa pulseada más o menos fraterna (“somos todos nucleares”) fue atravesada por la Secretaría de Energía, reducto petrolero donde además hoy operan dos embajadas, a falta de una. El paralelogramo de fuerzas explica las idas y vueltas del actual gobierno frente al plan “Deme dos”.
Entre 2016 y 2017, el entonces Ministro de Energía, ing. Juan J. Aranguren, se limitó a demorar el plan “en bloque”: iba a China y volvía “con grandes rebajas” para la CANDU (porque le quitaba a IMPSA y CONUAR la construcción de los generadores de vapor para dársela a China), pero en mayo de 2018, con el gobierno naufragando en deuda nueva, Aranguren canceló definitivamente el plan CANDU y se quedó con la Hwalong-1.
Luego el ministerio desapareció y se volvió la vieja Secretaría de siempre, petrolera de alma, para la cual 1000 megavatios nucleares son 1600 millones de metros cúbicos de gas que no se venden. Pero con el país tomando a borbotones deuda tóxica con el FMI, en ocasión de la extravaganza de la reunión de la OCDE en Buenos Aires, los chinos se enteraron por los diarios y de boca del Canciller Jorge Faurie que la Hwalong-1 TAMPOCO se hacía. El FMI tira más para EEUU que para China, y aunque EEUU está fuera de competencia nuclear desde 1989, no quiere tecnología china aquí en lo que aún cree su “backyard”, su patio trasero sudaca.
La Hwalong-1, lector, de todos modos puede darla por comprada y construida. A Alberto Fernández no hace falta venderle esta máquina. Es un tipo realista, y China es nuestro principal comprador de soja y carne, el financista del Ferrocarril Belgrano Cargas, el constructor de las represas en el río Santa Cruz, próximamente dueña del dragado y peaje del Paraná y además es tomador y garante de nuestra deuda externa. Empezamos a formar parte del “Commonwealth Chino”, dicho sin entusiasmo alguno.
Probablemente, cuando Gadano se vaya de NA-SA, cuya presidencia se autoasignó, haya que revisar cosas que cambiaron para mal: la constructora argentina de centrales nucleares debe seguir teniendo la dirección de obra, que pasó mágicamente a la CNNC. El paquete de tecnología por los elementos combustibles debe venir incluído en el precio final de la máquina, en lugar de cobrarse aparte, como dijo en este portal el «combustiblero» Dr. Carlos Aráoz, uno de los pocos «12 discípulos de Sabato» que sigue aquí y dando pelea. Hay que recordar aquel adagio de Jack Kennedy: «Nunca tengas miedo de negociar, pero nunca negocies con miedo».
Sumando todo, no podemos no comprar la Hwalong-1, aunque aumente nuestra dependencia de China. Pero ahora es difícil que ese país quiera financiar la CANDU Proyecto Nacional. ¿Qué ganaría ahora con ello? Una central de marca propia en Sudamérica, aunque sea una curiosidad que no logre salir del mercado interno argentino, a la CNNC le resulta un competidor más. Hoy por hoy no sobran compradores de centrales nucleares en Sudamérica.
Dicho por el ingeniero Jorge Luis Antúnez, el hombre que cumplió con la misión imposible de terminar Atucha II, una CANDU “Nac & Pop” puede hacerse sin China. Es fácil de construir para la industria argentina y se puede financiar en pesos: el 85% de la máquina es nacional, salvo por el turbogrupo. Además se puede desacoplar la tarea en dos etapas: en la primera, se fabrican y acopian los componentes y sistemas. En la segunda etapa, suponiendo una economía nacional menos moribunda, se puede encarar la obra civil y el montaje. Es repetir la historia de Atucha II pero comprimida quizás en 2 períodos presidenciales, en lugar de en 27 años.
Dice Antúnez: “El Proyecto Nacional lo podemos tener en el freezer el tiempo que querramos. Pero si desaparece la documentación para su licenciamento, va a la morgue. No resucita”.
Las buenas noticias son que la documentación que importa sigue bajo custodia. Puede ser que este episodio termine en pericias informáticas de resultado impredecible: ¿quién le ordenó qué a quién? El problema a discutir es otro: por qué gente intachable de la comunidad nuclear, como la dirigencia de APCNEAN, creyó y cree que hubo/hay una tentativa rara en este asunto. Lo cual nos lleva de cabeza a un inevitable “argumentum ad hominem”.
Prendido con alfileres a un cargo que lo excede, el sociólogo Gadano, al frente de la mayor concentración de expertos atómicos del Hemisferio Sur, nunca tuvo autoridad propia: acata la de la Secretaría de Energía, que a su vez es reporta a dos embajadas y a las petroleras multinacionales de siempre. Esto explica que su gestión haya sido tan disruptiva para un Programa Nuclear que en 2014 parecía definitivamente salido de terapia intensiva y trataba de recuperar su vieja y potente musculatura de los ‘60.
Apunto al énfasis que tuvo Gadano desde mayo de 2018 en hablar pestes de lo más independiente y fundacional del Programa Nuclear Argentino: su opción por el uranio natural y su desprecio por la tecnología CANDU. Desde que Aranguren hizo oficial que Atucha III CANDU estaba muerta, Gadano repetidamente llamó a este proyecto “el Ford Falcon”, o “un auto con carburador”, y no dejó de opinar en toda ocasión que pudo que era una vía muerta. Pero es peor lo que hizo que lo que dijo: cerró la Planta Industrial de Agua Pesada, PIAP, la mayor del mundo en su tipo y una joya tecnológica. Sin agua pesada, una central de uranio natural no funciona.
La realidad desmiente sin esfuerzo los dichos de Gadano: la India tiene 12 copias “no oficiales” del CANDU canadiense pedidas, 6 de ellas en construcción y 22 más activas. China, cuya autoridad regulatoria ya aceptó 2 CANDU canadienses de 1000 MW para sumar a las 2 de 740 MW que compró durante el pasaje de siglo, viene a ser otro ejemplo de que el muerto del que habla Gadano goza de buena salud. Remata la lista Corea, con 4 CANDU, y tan contento con esos fierros como para relicenciarlos para una 2da vida de 30 años, cumplido el primer ciclo de vida (también de 30 años). Que es lo que se hizo aquí en Embalse entre 2014 y 2018.
Retubar Embalse, llena de «zonas calientes» tras 30 años de operaciones, fue, efectivamente, una tarea más compleja y ardua que hacerla por primera vez. El retubamiento mostró que centrales CANDU podemos construir una o muchas, con ayuda técnica o sin ella. Prósperos o pobres, sabemos cómo.
Esos son los hechos de ayer, y su contexto.»
Daniel E. Arias