La pobreza en la Argentina -«un país rico» en la memoria de los más veteranos; y también en territorio y en recursos- no deja de crecer. En este 2019 alcanza sl 40,8% de la población urbana: son 16 millones de pobres. Si se incluye a la población rural, hay 18 millones de pobres. De esos totales el 8,9% o 3.6 millones son indigentes urbanos o más de 4 millones si se incluye al sector rural.
Los datos son del Observatorio de la Deuda Social, de la UCA (Universidad Católica Argentina), y corresponden al tercer trimestre de este año y son los más altos de toda la serie que arranca en 2010. Corresponde a la «pobreza de ingresos» que surge de comparar los ingresos de los hogares con los valores de la «canasta de pobreza». Con relación a las mediciones del INDEC después de 2016, las cifras de la UCA son muy similares.
Con relación a diciembre de 2015, cuando la encuesta de la UCA daba el 30%, la pobreza aumentó 10,8 puntos: son 4.500.000 de nuevos pobres urbanos.
Por grupos de edad, sobresale la pobreza entre los menores de 17 años, con el 59,5%, reflejando “una persistente infantilización de la pobreza en la Argentina urbana”. Son más de 7 millones de chicos y adolescentes que viven en hogares con carencias básicas. Es un aumento de 13,4 puntos con relación al 46,1% de la medición de 2015. Por su parte, “más de 1,5 millones de niños/as y adolescentes viven en hogares indigentes”.
Otro dato cruel del informe de la UCA: el 22,2% de la población urbana -9 millones de personas – redujeron en forma involuntaria las porciones de comida (intensidad moderada) y/o atravesaron experiencias de “hambre” (intensidad severa) por problemas económicos – falta de dinero para comprar alimentos básicos–durante los últimos 12 meses. Se trata del mayor registro de “inseguridad alimentaria” de toda la década.
A diferencia de la pobreza, donde se comparan los ingresos de los hogares con el valor de la canasta básica total, la inseguridad alimentaria toma en cuenta en forma directa y absoluta si los hogares se vieron obligados a reducir las porciones de comida o si esas familias atravesaron por situaciones periódicas de “hambre”.
El Estudio marca que entre los menores de 17 años, las privaciones alimenticias llegan al 30,1%, al 22,9% entre 18 y 29 años, al 19,2% entre 30 y 59 años y al 12,7% entre los mayores de 60 años.
Otro dato significativo es que la inseguridad alimentaria golpea también a los que tienen trabajo. El Informe destaca que afecta al 43,7% de los trabajadores marginales y al 24% de los obreros integrados, por la pérdida y bajos ingresos.
Repetimos uno solo de estos datos: entre los menores de 17 años, las privaciones alimenticias llegan al 30,1%. Esto no puede seguir.