Ya hace más de un mes, con cero repercusión en los medios, que con un acto realizado en el Puerto de la ciudad de Ushuaia, Tierra del Fuego, se dió comienzo a una campaña científica binacional entre Argentina y Chile. Su objetivo es analizar la acidificación e hipoxia en los ecosistemas marinos en el canal del Beagle, ambos fenómenos estrechamente vinculados con el cambio climático.
Por primera vez en la historia, ambos países, a través del CADIC (un instituto del CONICET), el INIDEP, el Centro IDEAL y universidades chilenas, unen sus potenciales científicos para estudiar temas relacionados con el problema que concentra la atención global.
“Esta campaña tiene una importancia científica central dado que permitirá estudiar estos fenómenos en las aguas más australes del continente, pero además tiene un gran peso político, teniendo en cuenta las disputas por soberanía que se dieron en la historia de la relación entre ambos países”, valoró Gustavo Ferreyra, investigador del CONICET.
Por su parte Humberto González explicó: “Chile y Argentina tienen espacios subantárticos asociados y, sin embargo, hasta la fecha no existen estudios oceanográficos que aborden temáticas conjuntas. Para ambos países, el Canal Beagle es una región muy importante desde el punto de vista de cambio climático y de recursos”.
En representación de la Argentina, participan el Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC-CONICET) y el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP); en tanto, por Chile lo hacen las Universidades Austral, Concepción y Magallanes, y el Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL).
La embarcación argentina Víctor Angelescu, que pertenece al INIDEP, partió desde Ushuaia con una tripulación científica compuesta por 16 investigadores, estudiantes y técnicos de las instituciones de ambos países. El equipo cuenta con Mariano Diez, investigador del CONICET en CADIC, y Ricardo Giesecke, investigador de la Universidad Austral de Chile, como Jefes Científicos de la campaña.
Entre el 9 y el 15 de noviembre se estudiaron las aguas del Canal Beagle y el Paso Drake para medir la acidificación y la hipoxia en la columna de agua y los flujos de carbono que son exportados a zonas profundas del mar mediante procesos biológicos. Con los datos reunidos, se buscará conocer el efecto potencial de estos fenómenos sobre el comportamiento de algunas especies clave del ecosistema.
“Es la primera vez que se investiga el cambio climático en el Canal Beagle, utilizando una embarcación de alta tecnología. Todos sabemos que los niveles de dióxido de carbono han aumentado a niveles récord en la atmósfera y los océanos captan dióxido de carbono de manera natural. Queremos saber si debido a este proceso de aumento de dióxido de carbono en la atmósfera el Canal Beagle está captando más dióxido de carbono del que debería captar, causando acidificación que tiene diversos efectos a lo largo de toda la cadena trófica”, sostuvo Mariano Diez.
La campaña se inscribe dentro de la iniciativa interministerial Pampa Azul. Al respecto, el titular de la Unidad de Coordinación General del área, Alejandro Mentaberry, había expresado: “Se trata de un paso de gran trascendencia para el futuro de nuestros países. No sólo reafirma los vínculos de paz y amistad que nos unen, sino que sienta las bases para fortalecer nuestra cooperación en una cuestión tan relevante como el impacto del cambio climático global sobre los ecosistemas y la biodiversidad marinas”.
El objeto de la investigación:
“El calentamiento global se relaciona con un aumento en los niveles de dióxido de carbono en el aire, debido al efecto invernadero provocado por este gas. Pero además el dióxido de carbono ingresa al agua y la acidifica, produciendo una serie de cambios negativos para muchas especies que habitan el ecosistema marino. A éste fenómeno se lo ha dado en llamar “el otro efecto del dióxido de carbono”. Es decir que, si bien el efecto más conocido del dióxido de carbono es el debido al efecto invernadero, hay un segundo efecto, menos difundido, que es justamente la acidificación, que es lo que estudiaremos en el Canal Beagle”, describe Ferreyra.
Los ambientes costeros como éste tienen un interés particular porque reciben una gran influencia de cursos de agua dulce que también contribuyen al aumento de la acidez del medio. “Lo que se espera al estudiar todo el trayecto del Canal Beagle, es encontrar un gradiente donde se vea un aumento de la acidez del agua desde el Oeste, donde hay más glaciares y, por ende, más aportes de agua dulce. Este gradiente, además estaría asociado con muchos otros factores, físicos, químicos y biológicos, que también vamos a analizar”, agrega el director del CADIC.
Por otro lado, se estudiarán los niveles de hipoxia, que es otro fenómeno costero que se origina en la presencia de partículas de materia orgánica que ingresan al cuerpo de agua y se depositan en el fondo. Esto favorece la presencia de bacterias que consumen el oxígeno disponible, lo cual impacta en el resto de los organismos que viven en las profundidades.
“También analizaremos la ‘bomba biológica’ (de desagote), porque es un mecanismo de control de la acidificación ya que el dióxido de carbono en lugar de quedar en el agua es absorbido por el fitoplancton y transformado en materia orgánica (generalmente carbonato de calcio) que se transfiere al fondo (cuando el organismo muere)”, explica Ferreyra.
¿Por qué el Canal Beagle?
El Canal Beagle es un área que mide aproximadamente 280 kilómetros de largo. Se encuentra en una ubicación estratégica, pues comunica los océanos Atlántico y Pacífico. A su vez, tiene influencia de las corrientes Circumpolar Antártica y Cabo de Hornos.
El canal, además de tener una gran biodiversidad marina y albergar reservas de agua dulce, posee importancia geopolítica y económica por sus variados recursos naturales. Según los investigadores, es una región que podría ser muy vulnerable a los cambios del clima y al potencial incremento en su uso con fines productivos.