Compartimos esta información del departamento de prensa de Nucleoeléctrica Argentina, NA-SA. Y hacemos algunas preguntas:
«El presidente del Directorio, Eduardo Nies, el vicepresidente, Rubén Quintana y el director, Lucas Castiglioni saludaron al personal de la compañía y expresaron sus intenciones al frente de la empresa que opera las centrales nucleares argentinas.
“No concebimos a Nucleoeléctrica sin proyectos de nuevas centrales nucleares”, dijo Nies en los discursos que brindó en las tres sedes de la empresa, y aseguró que el modelo chino PWR – Hualong One es el proyecto que más posibilidades tiene de concretarse en el corto plazo.
El miércoles 22 de enero el Directorio hizo su primera recorrida en la que saludaron a los trabajadores de la sede central de la empresa, oficinas situadas en Vicente López, provincia de Buenos Aires.
El jueves 23 fueron al Sitio Atucha, lugar en la que los tres directivos forjaron su experiencia. En este sentido, Nies quiso iniciar la recorrida por el taller de Instrumentación y Control, galpón que fue su primer lugar de trabajo cuando ingresó a la planta en 1974.
Luego de saludar a los operadores de las salas de control de Atucha I y II, el Directorio almorzó en el comedor con el resto de los trabajadores de la planta.
Por último, los directivos recorrieron la Central Nuclear Embalse, situada en la provincia de Córdoba, y saludaron al personal de planta de distintos sectores como Ingeniería, la sala de control, sala de máquinas y talleres.»
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En otra circunstancia, Argentina podría haber llegado a contar con la central Hualong -que procesa uranio enriquecido- y también con Atucha III, con la tecnología CANDU de uranio natural que nuestro país domina desde hace décadas. En las negociaciones que se prolongaron hasta 2015, China estaba entonces dispuesta a financiar, en términos muy favorables, ambas, como AgendAR lo señaló varias veces en sus páginas.
Luego llegó una gestión que -a confesión de parte- no estaba interesada en ninguna de las dos. Hoy, las opciones se han reducido a una, y Argentina la tomará si desea la continuidad de su Programa Nuclear. Y prepararse para cuando llegue la inevitable restricción de los combustibles fósiles.
Pero hay preguntas que se debe responder: ¿La transferencia de tecnología está incluida en el precio de la central, o la venden aparte? ¿Eso lo están negociando? ¿Lo van a negociar después?
Otra cuestión, también clave, es el combustible. Por un lado está la cuestión de la tecnología de la fabricación de los elementos. Ninguna central nucleoeléctrica argentina funciona con combustibles que no hayan sido fabricados aquí, en Ezeiza, por CONUAR, y su carga de «pellets», por DIOXITEK, ambas empresas de este país.
La Argentina, desde Atucha I en adelante, ha hecho siempre un punto de soberania en que los combustibles de sus centrales sean de fabricación nacional y negoció que la tecnología se transfiriera incluida en el precio de la central misma, o -al encontrarse con una pared en el caso de los elementos canadienses- los desarrolló por la propia. Ésa es la parte cara.
La menos cara es que hay muy pocos proveedores de uranio enriquecido. Al principio, es casi ineludible que sea China. Sabemos enriquecer uranio en Pilcaniyeu, Río Negro, pero en pequeñas cantidades y a alto precio. ¿Qué haremos al respecto?
Sumando los elementos y su carga de uranio enriquecido, al cabo de su vida útil de 60 años, el combustible de la Hualong-1 habrá costado 3 Hualong-1. Una central nuclear de estas características se asemeja a las impresoras: el negocio del fabricante no está en el precio de la máquina, sino en los cartuchos.
El nuevo Directorio de NA-SA, según informamos aquí.