El Gobierno argentino realizaría un planteo a Brasil por la bajante de los ríos Paraná, Uruguay e Iguazú, para que reabra compuertas de decenas de represas aguas arriba. La situación está afectando la actividad de represas, puertos, vías fluviales y tomas de agua en Argentina. Y a sus exportaciones: la mayor parte de la soja y el aceite sale por vía fluvial desde Rosario.
El faltante de agua en los ríos Iguazú, Paraná y Uruguay (tienen los caudales más bajos de los últimos 90 años) podría desembocar en los próximos días en un reclamo formal de la Argentina ante Brasil por el cierre de las compuertas de sus numerosas represas, acción que impactó -aunque no fue determinante- en que se encarecieran la logística en el puerto de Rosario y, obligara al sistema de energía eléctrica local usar gas natural, una fuente de generación más cara.
El miércoles 8, las representantes de Misiones ante el Parlamento del Mercosur (Parlasur), Cecilia Britto y Julia Argentina Perié, presentaron un proyecto en el que pidieron articular acciones con Cancillería para solicitarle al gobierno de Brasil que reabra las compuertas de sus represas instaladas en las cuencas afluentes de esos tres ríos.
Estos cursos de agua muestran una bajante histórica, que provocó, entre otras cosas, que prácticamente se secaran las Cataratas del Iguazú y que las ciudades misioneras de Puerto Iguazú y Jardín de América se quedaran sin provisión de agua potable, ya que las bombas están ubicadas ahora por encima del nivel del río.
Aguas abajo este problema generó que las represas hidroeléctricas argentinas Yacyretá (que se comparte con Paraguay sobre el río Paraná, frente a Corrientes) y Salto Grande (con Uruguay, frente a Entre Ríos) operen a media capacidad, mientras que los puertos de Rosario, Santa Fe, mostraron bancos de arena. Yacyretá y Salto Grande son las dos mayores fuentes puntuales del Sistema Argentino de Interconexión. Esto produjo mayores costos energéticos y logísticos para la Argentina en las últimas semanas.
En los puertos de Rosario se redujo la bajante determinó que algunos barcos tuvieran que partir con apenas un 75% de la carga que pueden transportar. Esto encarece los costos logísticos y las exportaciones argentinas.
El reclamo llegó al ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, Felipe Solá, quien analizará esta semana las medidas a tomar, luego de que le solicitaran desde Misiones «arbitrar los mecanismos legales pertinentes» para que se reabran las compuertas de sus represas y regular el caudal del agua. Fue el gobernador misionero, Oscar Herrera Ahuad, el que se puso a la cabeza esta iniciativa, en una conversación que mantuvo con el canciller.
En una sesión virtual de la Cámara de Diputados, el canciller contestó la semana pasada preguntas de los legisladores que forman parte de la Comisión de Relaciones Exteriores y tomó el planteo de la diputada de Entre Ríos por el Frente de Todos, Blanca Inés Osuna, sobre la «preocupante baja en el Río Paraná».
Solá respondió que estaba al tanto del tema, que las Cataratas del Iguazú están con bajísimo caudal (unos 280 metros cúbicos por segundo, contra 1500 en épocas de normalidad) y que se debe a una menor cantidad de precipitaciones en el estado brasileño de Paraná.
Este fin de semana se reunieron los técnicos que fiscalizan la represa Itaipú. La comparten Brasil y Paraguay y cierra el río Paraná: es la hidroeléctrica más grande del mundo. Tras la reunión, el canciller adelantó por videoconferencia ante el Congreso que pedirá un informe a Brasil.
La falta de agua viene de un verano seco en los cursos superiores de la Cuenca del Plata, mayormente en territorio brasileño. Desde el cordón montañoso de la Serra do Mar, pegado al Océano Atlántico en el este brasileño, nacen los ríos Paraná, Iguazú y Uruguay, y allí escaseó el agua monzónica, una situación que se volvió crítica a partir de mediados de febrero.
Solo en el Río Iguazú, que nace cerca de la ciudad brasileña de Curitiba, hay seis represas hidroeléctricas: Foz de Areia, Salto Segredo, Salto Santiago, Salto Osorio, Salto Caxias y Baixo Iguazú. Si se suman las del Paraná y del Uruguay con sus subafluentes, son más de 40 cerramientos, y todos en Brasil.
Las represas tienen la función de producir electricidad y regular el caudal de agua. Si los lagos hidroeléctricos tienen capacidad de almacenamiento, como suele suceder en enclaves montañosos, el cierre de las compuertas es muy útil cuando hay excesos hídricos. No sucede lo mismo con las represas en llanura (como nuestra Yacyretá), carentes de orillas lo suficientemente altas y fuertes como para almacenar una temporada de lluvias, y tener el agua como reserva ante una posible seca. Yacyretá no puede hacer esto, pero las 40 represas brasileñas sobre la alta Cuenca del Plata, sí.
Brasil estuvo aprovechando lo poco que llovió para generar generar energía hidroeléctrica, que es la fuente más abundante en ese país (con alta dependencia del agua en su matriz), además de ser la más barata. Pero es posible que estén «encanutando agua», para ponerse a cubierto de posibles «brown outs» (bajones de tensión en la red eléctrica), o de apagones.
Brasil tiene la mejor red eléctrica de distribución de la región, pero en materia de generación, tras medio siglo de desaciertos en política energética, depende linealmente del clima, mala idea en épocas de cambio climático, que exacerba las máximas y mínimas pluviales. Todo esto, como vecinos aguas abajo, nos perjudica.
En Misiones aseguran que esa conducta brasileña (secuestrar agua) es habitual, pero que ahora se puso crítica debido a la sequía. Este tema es, curiosamente, una consecuencia directa del fracaso del Programa Nuclear Brasileño, y de las consecuencias políticas de ese fracaso (la caída del Partido Travalhista), y de las consecuencias ambientales de esa caída (el recrudecimiento de la tala y quema de la Amazonía por parte del gobierno de Jair Bolsonaro).
El tema fue analizado en AgendAR en una serie de tres notas «Brasil: átomos, represas y deforestación. El camino a Bolsonaro«. Pueden leerse en orden aquí, aquí y aquí.