Brasil registraba hasta ayer, según cifras oficiales, 85.380 casos de COVID-19, y 5.901 muertes por esa causa. Se ha convertido en el país más golpeado por el virus de la América del Sur. Ese es el motivo tras la siguiente nota distribuida por Associated Press:
«El aumento prácticamente incontrolado de casos de coronavirus en Brasil despertó el miedo a que trabajadores de la construcción, conductores de camión y turistas del mayor país de Latinoamérica puedan propagar la enfermedad en países vecinos.
Brasil, una enorme nación que comparte frontera con casi todos los demás países de Sudamérica, confirmó un número más elevado de contagios y decesos que cualquiera de sus vecinos, pero incluso se cree que el dato real de infectados y muertos es mucho mayor por el número limitado de pruebas de detección.
Las fronteras del país siguen abiertas, no hay casi cuarentenas ni limitaciones y su presidente, Jair Bolsonaro, sigue negando la gravedad de la pandemia mientras el país de 211 millones de habitantes superó esta semana a China, lugar donde se originó el virus. «Lo siento», dijo el presidente. Y se justificó: «¿Qué quieren que haga?».
En Paraguay, los soldados que velan por el cumplimiento de las normas contra el virus cavaron una zanja junto a los primeros 244 metros de la principal ruta de entrada a la ciudad de Pedro Juan Caballero desde la vecina ciudad brasileña de Punta Porá, para evitar que la gente cruce a pie desde Brasil y desaparezca en la ciudad. Paraguay tiene menos de 250 casos confirmados de coronavirus y sus fronteras están cerradas desde el 24 de marzo, con un refuerzo centrado especialmente en la de Brasil.
Funcionarios argentinos dicen estar especialmente preocupados por el tránsito de camiones desde Brasil, su principal socio comercial. En las provincias que limitan con el país vecino, Argentina está trabajando para establecer corredores seguros donde los conductores brasileños puedan acceder a cuartos de baño, conseguir comida y descargar sus productos sin entrar siquiera en contacto con argentinos.
«Me preocupa mucho Brasil», dijo el presidente de Argentina, Alberto Fernández, el sábado. «Muchos transportes vienen del mercado de Sao Paulo y allá el foco infeccioso es altísimo y pareciese (que) el gobierno no lo está tomando con la seriedad que el caso requiere. Eso me preocupa mucho, por el pueblo del Brasil pero también porque se pude trasladar a la Argentina».
Una de las ocho infecciones registradas en la provincia argentina de Misiones es la de un conductor de camión de 61 años que aparentemente se enfermó en Sao Paulo y luego regresó al país, donde murió luego de infectar a su esposa. En Argentina hay alrededor de 4000 casos confirmados y más de 200 fallecidos, según el conteo de Johns Hopkins.
Incluso autoridades en Estados Unidos, donde hay ya más de un millón de casos registrados y los decesos superan los 60.000, manifestaron su preocupación por Brasil. Florida, que tiene una gran población con ascendencia brasileña, podría enfrentarse a la amenaza de que los pasajeros de vuelos procedentes de Brasil lleven el coronavirus al estado, advirtió el gobernador republicano, Ron DeSantis, al presidente, Donald Trump.
El gobernador explicó que la decisión de Trump de vetar los vuelos desde China ayudó a controlar el virus en el oeste de Estados Unidos, a lo que Trump preguntó si esto suponía suspenderlos con Brasil. DeSantis respondió que una de las posibilidades era «no necesariamente suspenderlos» pero sí pedir que las aerolíneas realicen pruebas a los pasajeros antes de embarcar en vuelos con destino a Florida.
Las autoridades en Colombia también están preocupadas, dijo Julián Fernández Niño, epidemiólogo de la Universidad Nacional en Bogotá. «En un mundo globalizado, la respuesta con el problema de la pandemia no pueden ser fronteras cerradas», afirmó. «Brasil es un país de un gran desarrollo científico y capacidad económica (pero) es claro que hay una postura anticientífica del liderazgo de su gobierno con respecto a la respuesta de combatir el coronavirus».
En Uruguay el presidente, Luis Lacalle Pou, apuntó que la propagación del virus en Brasil encendió «luces amarillas» de advertencia en su gobierno y que las autoridades estaban endureciendo los controles en varias ciudades fronterizas. Recientemente, 30 trabajadores cruzaron de Brasil a la ciudad fronteriza uruguaya de Río Branco para ayudar a construir una planta de concreto. Cuatro de ellos dieron positivo al virus, lo que llevó a Uruguay a poner a toda la plantilla en cuarentena. Funcionarios en algunas ciudades fronterizas uruguayas discutieron la creación de «corredores humanitarios» a través de los cuales los brasileños puedan abandonar el país con seguridad.
Incluso la socialista Venezuela, donde el sistema de salud lleva años colapsado, dice estar preocupada por la situación en territorio brasileño. «Mandé a reforzar toda la protección de la frontera con Brasil, donde se garantice el cerco epidemiológico, sanitario y militar», sostuvo el presidente, Nicolás Maduro, en la televisora estatal la semana pasada.
El gobierno de Bolivia, aliado del de Bolsonaro, declinó comentar las medidas de su vecino contra el virus, pero el ministro de Defensa, Fernando López, prometió este mes aplicar con firmeza el cierre de la frontera. «Si seguimos siendo flexibles en la frontera, de nada va servir la cuarentena nacional», manifestó.»x