Ayer informamos en AgendAR sobre la la Asamblea de la Organización Mundial de la Salud (OMS), donde los representantes de 194 países, incluida la Argentina, participaron este lunes -por video conferencia, claro: Estados Unidos se opone a que las vacunas para el coronavirus tengan patente libre.
Por cierto, ese es un tema de interés inmediato para todos los países, y para la poderosa industria farmacéutica global. Pero también debe verse como un episodio de un enfrentamiento mayor. Compartimos ahora este análisis del chileno Alejandro Tapia. Desde una mirada distinta a la nuestra, Chile también se preocupa por cómo será el orden, o desorden, mundial que surgirá después de la pandemia.
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A mediados de abril, cuando Estados Unidos estaba camino a convertirse en el epicentro del coronavirus a nivel global, Donald Trump lanzó toda su artillería contra la Organización Mundial de la Salud (OMS), a la que acusó de «encubrir» la propagación de la enfermedad. Además, anunció el congelamiento de los fondos que su país entrega al organismo y criticó el hecho de que la OMS se opusiera al veto a los viajeros procedentes de China. «La OMS ha fracasado y debe rendir cuentas», dijo en esa ocasión.
Un mes después, Trump volvió a la carga contra la OMS. Esta vez nuevamente amenazó con cortar los fondos, aunque fue más allá al anunciar que Estados Unidos podría abandonar el organismo si no hay «mejoras sustantivas» de aquí a 30 días. Tanto en abril como ahora, la crítica del Presidente estadounidense lleva implícita una munición contra China, país con el que se ha enfrentado en el marco de la «guerra comercial» y que ahora culpa por albergar el origen de la pandemia. En sus conferencias en la Casa Blanca, Trump suele refirse al coronavirus como el «virus chino».
El mandatario estadounidense ha dicho que tiene una excelente relación con Xi Jinping, pero que por ahora no quiere reunirse con él. China, por su parte, acusó a Trump de utilizar a Beijing para eludir sus responsabilidades y obligaciones internacionales ante la OMS. Según The New York Times, Estados Unidos aporta el 20% del presupuesto de la OMS, algo así como 550 millones de dólares anuales.
¿Cuál es el trasfondo de toda esta disputa? Razones hay muchas. Primero, el escenario interno que vive Trump. Estados Unidos sigue siendo el epicentro del Covid-19, con 1,5 millones de contagios y más de 92 mil muertos, mientras que China ya logró aplanar su curva y al día de hoy mantiene 82 mil casos y 4.634 víctimas fatales. Para Trump el «cierre» de la economía ha sido fatal, ya que en noviembre se juega su reelección. Así, si la economía va mal a esa altura, el mandatario podría perder los comicios.
Pese a que Trump ha dicho que la situación va a repuntar en los próximos meses, desde marzo se han perdido 36,5 millones de empleos. Esta cifra es sólo comparable a la Gran Depresión. Algunos, en todo caso, ven las críticas de Trump contra la OMS y China como el chivo expiatorio que el Presidente estadounidense necesita para recuperar la confianza interna.
Este enfrentamiento verbal se da también en momentos en que ambos países compiten contra el tiempo en la búsqueda de una vacuna contra el coronavirus. El lunes se informó que la compañía estadounidense Moderna obtuvo resultados prometedores en una prueba con 45 personas. Al mismo tiempo, investigadores chinos dijeron el martes que desarrollaron un tratamiento capaz de detener la pandemia sin vacuna.
Para otros el trasfondo es distinto, uno mucho más profundo y soterrado. En una reciente entrevista, Graham Allison -autor de Destined For War: Can America and China escape Thucydides’s Trap? (Destinados para la guerra: ¿Pueden EE.UU. y China evitar la trampa de Tucídides?)- señaló que la actual rivalidad entre Washington y Beijing es la historia más relevante a la que se enfrenta hoy la humanidad.
Según Allison, del desenlace de esa disputa surgirá finalmente el orden mundial que reemplazará al nacido tras la Segunda Guerra Mundial. Nada más ni nada menos.