No es necesario apelar a modelos matemáticos sofisticados para constatar el crecimiento de la pandemia en Argentina. Basta con seguir los números de cada mañana para identificar el patrón que indica que, de no cambiar el curso de acción, el problema estalla en semanas. Este es el planteo de científicos e investigadores que proponen una alternativa: barajar y dar de nuevo con una cuarentena estricta pero no sólo para aplazar el estallido sino para -luego del 17 de julio, poder abrir paulatinamente, en un formato inteligente, apoyado en una política de rastreo y aislamiento de contactos de personas portadoras de coronavirus, especialmente enfocada en la región más compleja: el AMBA.
“El panorama actual es realmente oscuro. Pero no deja de ser lo ya que preveíamos -hace casi dos meses- con solo seguir los números globales”, detalla Roberto Etchenique, investigador del Conicet. “Y si no hacemos un cambio drástico, la epidemia seguirá su curso actual”. Según este reconocido profesor de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, “Estamos apenas al principio. En el mundo tal vez estemos al 2 o 3% del avance total. Y en Argentina dudo que hayamos llegado al 1%”. Además, por las particularidades del Covid-19 y la manera de hacer los tests, los casos detectados son mucho menos que los reales. “Para llegar a la cifra correcta habría que, al menos, multiplicar por seis” asevera Etchenique.
Otro experto que sistematiza y analiza a diario los datos oficiales es el físico Jorge Aliaga, secretario de planeamiento de la Universidad de Hurlingham. “Sin intervención, la cantidad de contagiados se duplica cada 4 días y pronto se llegaría a un “pico biológico natural” pero con un costo enorme en vidas humanas”, dice. A lo que Etchenique le pone números: “Si no hacemos nada esta epidemia terminaría sola, pero con un saldo de entre 140 mil a 200 mil argentinos muertos”.
Algo similar muestra Juan Fraire, investigador del Conicet y profesor de la Universidad de Córdoba abocado a la modelización digital de la pandemia: “En base a las distribuciones estadísticas en el país, si se levantara el aislamiento la mortalidad total podría llegar al 4 o 5 %, considerando las limitaciones hospitalarias. O sea, el 4 o 5% de la población argentina podría morir”.
¿Qué hacer a partir del 17 de julio para no volver a la misma situación de hoy?
Las propuestas de Etchenique y Aliaga implican que no hay que volver a intentar “achatar” la curva: “Hay que colapsarla, tal como hizo Corea. Y no es imposible hacerlo acá, tal como lo demuestran los ejemplos exitosos del interior, incluso en ciudades grandes como Córdoba o Rosario que lograron extinguir los focos”, aseguran ambos. En su visión, hoy la epidemia solo crece en forma desbocada en el AMBA, mientras que en el resto del país se ha logrado controlar. De hecho, los nuevos brotes de las provincias suelen ser causados por el “derrame” de casos de viajeros llegados desde el Área Metropolitana.
¿Cómo lograr mitigar la situación en la aglomeración urbana más grande del país? “Con una cuarentena muy fuerte ahora ganamos tiempo para preparar muchos equipos de 4 ó 5 personas entrenadas en hacer rastreo de contactos de casos, testearlos y ponerlos en aislamiento por 14 días. Tenemos que preparar varias decenas de miles de “buscadores” capaces de rastrear, incluso, contactos de personas portadoras pero asintomáticas y que puedan trabajar en la calle, por teléfono y computadora”, propone Etchenique. ”Se podría dividir el AMBA en una decena de zonas más manejables, con equipos dedicados”.
Aliaga agregó que “deben ser grupos eficientes ya que por cada infectado tendrán que rastrear entre 20 y 30 contactos en pocas horas. Por eso necesitamos la cuarentena, para iniciar ese proceso con un número razonable: por ejemplo 50 contagios diarios”.
Los modelos incluso permiten ensayar estrategias innovadoras: “Al rastreo de contactos y aislamiento se le podría sumar campañas de testeo aleatorias. Se que suena polémico, pero el algoritmo nos indica que una estrategia combinada de aleatoriedad sumado al “contac tracing” son dos acciones que se potencian mutuamente”, detalla Fraire.
¿Para qué hacer todo esto? Lo resume Aliaga: “Si cumplimos la cuarentena estricta, que disminuya sensiblemente la cantidad de contagios hasta mitad de julio y empezamos con rastreos y aislamiento rápido no solo podemos descomprimir los recursos médicos, también se podría volver a cierta normalidad. Y, de paso, darle tiempo a la medicina para seguir mejorando los nuevos tratamientos y estar más cerca de una vacuna”.
Testeos agrupados
El testeo de muestras para confirmar o descartar casos de posibles portadores de coronavirus no solo es un proceso engorroso sino también caro. “Los costos de cada kit internacional, sin contar mano de obra, ronda los US$ 35. Y el que desarrolló Conicet andará por los US$ 20. Pero como la pandemia necesita decenas de miles, la idea que tuvimos fue actualizar y validar una modalidad que ya fue empleada en otras ocasiones, por ejemplo, al comienzo de la epidemia de VIH: se trata del testeo de muestras en un formato de pools”, explica Etchenique.
“Lo que hicimos ahora con un grupo de colegas fue poner a punto los protocolos para usar ese concepto para el SARS-CoV-2 y así poder bajar mucho el costo económico de los tests, haciéndolos en forma combinada, que posibilita llegar a ahorros de muy significativos. De hecho, en la hipótesis de máxima, se puede testear a la misma población pero por la décima parte del costo”.
El sistema consiste en mezclar en forma sistemática y ordenada parte de los contenidos de los hisopados de diferentes grupos de pacientes. Si alguna de esas combinaciones da positivo, se pueden repetir los test con las muestras originales para identificar al portador. O también se puede aislar a todo ese grupo.
Finaliza Etchenique: «Lo esencial es que como -por ahora- la prevalencia de contagiados ronda el 1 % de la población, esta modalidad permite ahorrar miles y miles de test y así bajar, en forma muy significativa, el monto de dinero dedicado a testeos. “Ya se está implementando en varios segmentos de la provincia de Buenos Aires, como geriátricos y se está extendiendo a otros grupos. Esta idea ya se está utilizando en otros países. De hecho, en estos días, también le dio aprobación la FDA de Estados Unidos.»
Enrique Garabetyan