La primera vacuna anti COVID-19 ya fue licenciada. Es china. Y hay otras en camino

Es oficial: hay una vacuna anti-Covid licenciada por una autoridad regulatoria con jurisdicción sobre 1400 millones de personas. Es de la empresa china CanSino y la autorización de su despliegue sucedió este domingo 29/6, pero está restringida únicamente a las FFAA chinas. La vacuna había hecho estudios de fase I y II, es decir de toxicidad y un primer doble ciego de efectividad.

Normalmente a eso sigue uno de fase III con miles de casos también en doble ciego, para que los grandes números expresen los efectos colaterales escondidos. Pero en este caso la dirigencia política china decidió que las FFAA (o una parte de éstas) asuman la fase III. Para el caso, son las más numerosas del planeta: 2,18 millones de militares, sumando todas las armas.

CanSino es una empresa incubada por el Instituto de Biotecnología de Beijing, que a su vez depende de la Academia Militar de Ciencias Médicas. Desarrolló una vacuna viral recombinante: consta de adenovirus Ad5 vivos y modificados. En su versión salvaje, son casi inofensivos, pero no del todo: causan resfríos en los humanos.

En la versión modificada por CanSino, tienen un añadido genético del virus SARS CoV-2: las secuencias de ARN que codifican la proteína «Spike» de la cápside de este último virus. La idea es que los tejidos del vacunado, en una suerte de aprendizaje de tiro al blanco, fabriquen esta antígeno irritante en la cantidad suficiente como para que el sistema inmune lo detecte y sintetice anticuerpos capaces de neutralizarlo. De algún modo, la vacuna real la fabrica el propio vacunado en su cuerpo: CanSino suministra las instrucciones genéticas para hacerlo.

La proteína Spike es quizás el blanco más importante para atajar el SARS CoV-2: actúa de garfio de abordaje para que el virus se pegue a la célula que trata de invadir. Si se lo bloquea, el abordaje fracasa. De las 29 enzimas que parece fabricar este virus, todas ellas con capacidad antigénica, todas factibles de bloqueo con anticuerpos, la Spike parece ser el objetivo de la mayor parte de las vacunas en desarrollo.

En materia de efectividad, la revista de medicina británica «The Lancet» evaluó casi favorablemente la fase 1 de la vacuna de CanSino, que se hizo sobre 108 voluntarios (todos del servicio médico del Ejército Popular de Liberación): el 75% de los vacunados con dosis altas expresó anticuerpos con capacidad de neutralizar la proteína Spike, y el 50% de los que recibieron una dosis media también. En forma interesante, la respuesta a la vacuna fue doble: no sólo estimuló la producción de anticuerpos anti-Spike, sino también la llamada “inmunidad celular”, es decir la acción de los linfocitos CD4 y CD8 contra los tejidos infectados.

¿Qué dice la competencia? Dennis Burton, inmunólogo del Scripps Research Institute de los EEUU, dijo que los publicados en The Lancet son números aceptables «pero para nada impresionantes». El problema de la vacuna de CanSino, explica el tipo, es que tiene un piso alto y un techo bajo. El techo está dado por la toxicidad: una alta dosis de virus del resfrío, sean salvajes o modificados, puede ser una pésima idea.

Hildegund Ertl, vacunólogo del Wistar Institute, dice lo siguiente sobre la toxicidad de la fórmula de CanSino: “Casi todos los vacunados, el 81%, pasaron por al menos un efecto colateral fuerte, sea dolor de cabeza, dolores musculares, fatiga o fiebre”. Ertl añade que 9 de los 108 pacientes de la fase 1 tuvieron fiebre alta, y entre ellos 5 de los que recibieron la dosis máxima.

Si ése es el techo, el piso lo pone la respuesta inmune humana frente a los adenovirus Ad5. ¿Qué hace con ellos? Los neutraliza con anticuerpos, es decir, ataca la vacuna, porque ES –además- una infección: un resfrío. La gente que no se resfría nunca es bastante eficiente en esto de neutralizar adenovirus Ad5, y tal vez por ello esta vacuna en particular les resulte inefectiva a bajas dosis. Sin embargo, ahora que se suministrará masivamente, podrá verse en números su potencial de evitar –o no- grandes contagios de Covid-19, o al menos de mitigarlos. En la cancha se ven los pingos, como dicen en Beijing.

Ante el problema de que casi todo humano tiene memoria inmune contra los resfríos, otros investigadores que usan adenovirus como vectores de distintos antígenos del SARS CoV-2 optaron por primos lejanos del banal Ad5, de los que la mayor parte de los humanos no tenemos mayor experiencia patológica, como el Ad26. Fue el vector elegido por Johnson y Johnson. La idea es que el vacunado no ataque a la vacuna. Otro ejemplo más audaz: AstraZeneca y el grupo de la Universidad de Oxford prefieren como vector un virus del resfrío de los chimpancés.

Más allá de críticas y comparaciones, la de CanSino fue la primera vacuna del mundo en publicar los resultados de su fase 1 en una revista con comité de referato, y no cualquiera: The Lancet es el “journal” más prestigioso en medicina clínica, o al menos el más viejo (empezó en 1823). Ahora esta vacuna es también la primera en llegar a despliegue masivo.

Próximo paso para CanSino si la vacunación de las FFAA chinas da buenos resultados: vacunar al personal viajero de las multinacionales chinas con operaciones en el exterior.

El gobierno chino es lo suficientemente monolítico como para saltearse una fase III, o inventar una tan enorme que de hecho equivale a un licenciamiento acotado, y eso sin que los medios protesten. El patriotismo de las fuerzas armadas se puede dar por descontado. La obediencia de los medios chinos también.

(En una serie de notas Las vacunas que vienen, que publicamos hace sólo dos semanas, mencionamos a CanSino, pero no entre las más adelantadas. Eso sí, señalamos que los chinos habían aprendido dos lecciones en fabricación de armas de sus mentores soviéticos de hace 70 años: «Hacelo simple, y poné el cuerpo»).

Más de un “opinator” saldrá con que sería difícil que un ente regulador occidental como la FDA (Food and Drug Administration, la agencia reguladora estadounidense) pueda apresurar así el licenciamiento comercial de una vacuna.

Pero estaría macaneando. En 1955 la primera fórmula efectiva contra la poliomielitis, la de Jonas Salk, se puso a prueba sobre una fase III que involucró a 1,8 millones de chicos estadounidenses. Eso fue muy poco ortodoxo, pero en la ocasión las autoridades echaron agua bendita sobre el procedimiento.

Aquel año EEUU tenía una epidemia de 55.000 casos mayormente infantiles, y no estaba el ánimo público para una fase III de un par de años.  Hubo problemas de seguridad: unos 200 casos de parálisis atípica en un único miembro (el inyectado). Resultaron no ser inherentes a la vacuna Salk en sí, sino a mal control de calidad de dos de los 5 fabricantes elegidos por el gobierno estadounidense para fabricar casi 2 millones de dosis. La vacuna Salk funciona con virus entero inactivado por formol, y varias partidas estaban mal inactivadas, es decir con el virus parcialmente vivo.

No son infrecuentes los problemas de seguridad originados en fábrica cuando una vacuna es licenciada. No es lo mismo una producción de algunos miles de dosis que la de muchos millones.

La competencia entre biotecnológicas estadounidenses y chinas por una vacuna anti-Covid empieza a parecerse a la carrera espacial por la Luna en 1969. Sólo que en esa había sólo prestigio en juego: ahora son millones de vidas y la economía mundial. Este virus no desaparecerá solo, y en sus idas y vueltas tiene el potencial de repetir la performance del de la gripe H1N1 de 1917, que tras cuatro oleadas pareció esfumarse del mundo en 1920. Pero eso tras haber matado –sin mayor oposición- a entre 40 y 100 millones de personas.

Dado que la tecnología de vectores virales recombinantes es totalmente distinta de la de tiempos de Jonas Salk, es difícil que pueda repetirse un problema de seguridad parecido al que tuvo el primer despliegue masivo de la Salk con esta vacuna de CanSino. Pero la inmunología es una ciencia bastante impredecible y los que mandan son los resultados.

El punto menos brillante de esta primera vacuna podría ser la efectividad, más que la seguridad. Pero incluso si demuestra un efecto protector al menos parcial, siempre se la podrá combinar con otras de distinta base tecnológica, apuntadas contra otros antígenos y/o procesos virales. No sería extraño que en un futuro nada lejano lo común sean las vacunas múltiples anti-Covid.

Lo bueno es saber que ya hay al menos una ya en despliegue masivo, y casi 160 más en distintas fases preclínicas y clínicas de desarrollo y licenciamiento. Hasta ahora, todo fue cuarentenas, o diagnóstico y rastreo, defensa puramente pasiva, brutal y de alto costo económico y político.

Esta fórmula es la primera acción ofensiva de la humanidad contra el Covid-19. Por fin empezó la guerra en serio. Pero nada indica que vaya a ser corta o fácil.

Daniel E. Arias