José Luis Antúnez: «Medio siglo de herencia tecnológica en peligro»

José Luis Antúnez

Nos envió este artículo el Ing. José Luis Antúnez. No necesita presentación, pero aquí va: entre 2005 y 2015, al frente de la Unidad de Gestión de Nucleoeléctrica Argentina SA (NA-SA), Antúnez hizo lo imposible: resucitó y terminó un proyecto que parecía firmemente difunto, Atucha II, hoy en línea.

En 2005 la central era una caverna de hormigón rodeada de carpas atiborradas de decenas de miles de componentes sin instalar, pero con grandes faltantes. Fuera de su vecina Atucha I, la contradictoria “ruina cero kilómetro” de Atucha II no tenía máquina emparentada alguna en el resto del planeta, acumulaba casi dos décadas de abandono, su grupo humano se había disuelto y su diseñador había desaparecido.

Antúnez se cargó a hombros esa orfandad monumental y 10 años después, con la entrada en servicio de Atucha II, borró la mayor vergüenza de nuestra historia nuclear hasta entonces. Pero además relanzó a NA-SA del rol de “operadora boba” de una flota sin futuro, al de diseñadora-constructora de un parque nucleoeléctrico que seguirá en servicio más allá de 2050.

Es más, con la prolongación de vida útil de Embalse, la Unidad de Gestión creada por Antúnez le dio a NA-SA la posibilidad de construir varias posibles CANDÚ 100% argentinas, y para ello nos dejó además 400 ingenieros y técnicos nucleares nuevos, muchos de ellos en firmas privadas. Sin más, le damos la palabra.

Daniel E. Arias

Estimados amigos de AgendAR:

He leído el muy interesante artículo del Dr. Carlos Aráoz que ustedes publicaron el 13/7/2020 sobre el caso de la central nuclear china y el combustible a utilizar para esa Central.

Al respecto, quisiera comentarles mi opinión sobre algunos temas relacionados con la próxima central nuclear.

El tema de fondo hoy para el futuro del programa nuclear argentino es que, de continuarse tal como está dispuesto hoy, únicamente con la construcción de una central de uranio enriquecido y agua liviana, cualquiera sea su origen, eso implicará la desaparición de las capacidades nacionales para diseñar y construir centrales de uranio natural y agua pesada.

Se dilapidarán así más de 50 años de ingentes esfuerzos hechos por la Argentina, que nos permitieron alcanzar la autosuficiencia científica, tecnológica e industrial para este tipo de Centrales, incluyendo la Planta de agua pesada (PIAP), la de conversión de uranio (DIOXITEK) y la de fabricación de Combustible Nuclear (CONUAR) además de cientos de empresas nacionales, muchas de ellas PYMES.

Respecto del combustible para estas centrales de uranio natural, somos totalmente autosuficientes e independientes en forma soberana de su producción, tanto en los procesos de diseño y fabricación de los complejos elementos metálicos que lo componen como en los de extracción y conversión del dióxido del uranio natural en las pastillas cerámicas que son el núcleo activo de esos conjuntos. Esta autosuficiencia también se consiguió a través de décadas de esfuerzo científico, tecnológico e industrial, proceso en el cual el Dr. Aráoz tuvo destacada participación.

La autosuficiencia e independencia soberanas con que contamos para el combustible de uranio natural no alcanza, sin embargo, para estar en idéntica condición respecto del combustible de uranio enriquecido.

Si bien será posible negociar con el proveedor la fabricación de los componentes metálicos, se deberá por mucho tiempo estar atado a la provisión del uranio enriquecido, que no es precisamente un “commodity”. El abastecimiento de este elemento está sujeto a posibles cartelizaciones o represalias por parte de los proveedores externos. Esto puede producir serias limitaciones a la independencia nuclear soberana que tanto nos costó conseguir.

Como confirmación de la realidad tangible de esta última apreciación, el Dr. Aráoz describe en su artículo un embargo de uranio enriquecido por parte de los Estados Unidos sufrido por la Argentina en 1981. Afectó embarques de este material necesarios para los reactores RP-0 y RP-10 que la Argentina había exportado a Perú. Y fue una represalia por abrir la competencia por el mercado nuclear sudamericano, que en EEUU era visto como “propiedad exclusiva” de las empresas de ese país.

Cuatro décadas más tarde, somos exportadores de tecnología y productos nucleares a diversos países, nuestro futuro es ser autosuficientes en generación propia de energía eléctrica de origen nuclear y seguir exportando nuestro conocimiento científico-tecnológico. y que nuestros productos nucleares sigan compitiendo con los de los proveedores más poderosos del mundo. ¿Quién nos puede garantizar que lo de 1981 no vuelva a ocurrir?

Esto fue tomado en cuenta cuando, durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se formuló el Plan Nuclear 2014. Éste incluía el inicio inmediato del “Proyecto Nacional”: una central de tipo CANDU de uranio natural y agua pesada y, además, empezar otra central de uranio enriquecido y agua liviana.

La defensa prevista en aquel plan frente a posibles extorsiones con el suministro de uranio enriquecido era, precisamente, preservar mediante la construcción de al menos otra máquina tipo CANDU las capacidades nacionales de desplegar las centrales de uranio natural que fueran necesarias. De esta manera, ante cualquier evento parecido al de 1981, la Argentina conservaría su capacidad soberana para generar energía eléctrica nuclear.

Además, el Plan Nuclear 2014 preveía continuar con el desarrollo de las capacidades científicas y técnicas autónomas para enriquecer uranio, algo muy importante para una Argentina que estaba en ese entonces comenzando a construir su primer diseño propio de un reactor modular de potencia, de ciclo de uranio enriquecido y agua liviana: el CAREM. El desarrollo de estas capacidades está muy demorado hoy.

Imaginemos ahora un hipotético escenario futuro en el cual estemos operando una central de uranio enriquecido habiendo dilapidado nuestras capacidades relativas a construir centrales de uranio natural y ocurre un proceso de cartelización o represalia con el abastecimiento del uranio enriquecido como el indicado más arriba.

En términos estratégicos, nos encontraríamos en una situación extremadamente complicada, paralizados por decisión externa en la operación de la central y privados por decisión propia de una vía adecuada autónoma para continuar con nuestro desarrollo nucleoeléctrico.

Estas y otras razones se explican en detalle en el documento sobre “Energía Nuclear y Soberanía Económica” del Instituto de Energía Scalabrini Ortiz (IESO), recientemente publicado por ustedes como “La política nuclear que Argentina necesita. Y que no se está llevando a cabo”, (ver documento aquí).

Considero que la peor alternativa para nuestro futuro nuclear es limitarse a construir únicamente una central de uranio enriquecido.

Los saludo cordialmente

José Luis Antúnez

Ing. José Luis Antúnez a punto de terminar Atucha II en 2014, foto de U-238