Una intensa campaña -impulsada como es habitual en estos tiempos desde las redes sociales, con videos que se distribuyen también por Whatsapp- se ha desatado para frenar un posible acuerdo con China para instalar criaderos de cerdos en la Argentina y exportar su carne al país asiático.
Desde la Cancillería de nuestro país, se anunció que »aún no hay acuerdo y que se tendrán en cuenta las prevenciones planteadas y que aún no hay fecha estimada para el lanzamiento».
Pero en cuestión de días, ya se reunieron miles de adhesiones a la petición que demoniza el posible acuerdo. Entre los firmantes, figuran intelectuales prestigiosos y personalidades de los medios, algunos de los cuales participan en esta campaña.
Encabezan las firmas Soledad Barruti (periodista y escritora), Marcos Ezequiel Filardi (abogado de derechos humanos y soberanía alimentaria), Maristella Svampa (socióloga y escritora), Guillermo Folguera (CONICET-UBA/Biologo-Filosofo), Enrique Viale (abogado ambientalista), Elizabeth Jacobo (FAUBA), Miryam Kurganoff de Gorban (nutricionista y doctora honoris causa UBA y UNR), Gabriela Cabezón Cámara (escritora), Pablo Alabarces (Sociólogo / Investigador del Conicet), Beatriz Sarlo (ensayista y escritora), Patricia Pintos (Geógrafa / UNLP), Rafael Colombo (abogado ambientalista), Gabriela Massuh (escritora), Carlos Gamerro (escritor), Alejandra García, (Fundación Franz Weber), Jesusa Rodríguez (Senadora de la República Mexicana), Liliana Felipe (compositora), Erica Rivas (actriz), Leonor Manso (actriz), Patricia Zangaro (dramaturga).
En AgendAR nos pareció que entre los argumentos expuestos en el documento y en emotivos videos faltaba una visión vinculada a la actividad rural, una parte importante de la economía argentina. Que no está pasando por un buen momento.
Por eso decidimos compartir las observaciones de Matías Longoni, un periodista argentino especializado en agro. Conductor, cronista y editor de BichosdeCampo.
«Ya hay varias personas que han pedido mi opinión sobre la campaña en redes sociales para frenar la instalación de enormes criaderos de cerdos en el país, dedicados pura y exclusivamente a producir carne porcina para China.
En principio, creo que este es un muy interesante tema de debate para el país. Pero justamente por eso, porque es un lindo tema, no debería ser tratado con mentiras o medias verdades, como estoy leyendo. No podemos hacer de este debate sobre los chanchos un chiquero.
Propongo que nos enfoquemos entonces en las verdades.
1) Es verdad que en China se produjo desde 2018 el sacrificio de millones de cerdos debido a la aparición de una enfermedad muy contagiosa, la Peste Porcina Africana. El sacrificio es el modo de pararla, porque no tiene cura. Como el Covid.
No es verdad que los cerdos sean enterrados vivos, como dicen los detractores de este proyecto.
2) Es verdad que China necesita reemplazar la carne porcina que dejó de producir. Por eso es que Argentina y otros países le están exportando tanta carne vacuna, de pollo y de cerdo. Se estima que comprará 18 millones de toneladas este año, tres veces lo que consume la Argentina.
3) Es verdad que hay interés de empresarios chinos en comenzar a producir la carne que necesitan fuera de su país. Y es verdad que hay tratativas bastante avanzadas en Cancillería para instalar algunos megacriaderos en la Argentina.
Es falso que esas inversiones sean por 27.000 millones de dólares, como dicen los opositores a este proyecto. Por ahora se habla, más bien de cifras mucho más modestas, pero que podrían incrementar un 50% la producción porcina de la Argentina a mediano plazo.
4) Es verdad que este proyecto, si se confirma, tendría un impacto importante en el llamado «agronegocio» local, pues implicaría convertir a la Argentina en un jugador importante en un negocio del que ahora poco participa: la producción de carne de cerdo.
Es falso que esto pueda ser comparado con la irrupción de la soja transgénica en 1996, como dicen algunos detractores del proyecto. No tiene nada que ver con eso. Incluso este proyecto hasta podría servir para hacer más sustentable la producción agrícola del país. Ahora explico.
¿Por qué China estaría interesada en producir carne porcina en Argentina? Básicamente porque allá están cortos de recursos que aquí por ahora sí tenemos: agua y comida. Eso hace que el costo del kilo de cerdo sea allá 2 o 3 veces más caro que hacerlo acá.
En la producción porcina lo importante es tener «madres»: cada cerda puede parir entre 8 y 10 lechones en un corto lapso de tiempo que a mi me fascina por su exactitud: La gestación dura 3 meses, 3 semanas y 3 días. es decir 114 días.
A nivel global, para reemplazar el stock de porcinos que perdieron por culpa del virus, necesitan los chinos tener 3 millones de madres diseminadas en el mundo. Para la Argentina piensan en una primera etapa en cuatro módulos de 15 mil madres. Nada comparado con el total.
Pero para la Argentina sumar esas 60 mil madres en una primera etapa sería incrementar significativamente su stock actual de chanchas, que es de 400 mil cabezas. Y si se llegara al final del plan y se instalaran 200 mil madres, la capacidad de producción local crecería 50%.
Este plan, además de generar mucho movimiento y empleo para la instalación de estas granjas, permitiría a la Argentina comenzar a ser un jugador de la carne más consumida en el mundo, que es la porcina. Recién comenzamos a exportarla en 2018 y en muy pequeñas cantidades.
Esto es algo que la gente desconoce bastante: históricamente la Argentina produjo menos carne de cerdo de la que consume, todavía hoy importa grandes cantidades desde Brasil o Dinamarca. Tenemos todas las condiciones para producir, pero somos tan boludos que no lo hacemos.
Producir cerdo es básicamente, además de tener las madres, engordar a los lechones con maíz para que conviertan ese alimento en kilos de carne. La Argentina, en ese sentido, tiene mucho maíz que exporta como grano, sin agregarle valor, porque no produce suficiente carne porcina.
De nuestra cosecha de maíz -que orilla las 50 millones de toneladas- solo procesamos un 16%, para producir algo de carne, bioetanol y puchitos de polenta. Brasil procesa el 30% y Estados Unidos casi el 70%: agregan valor a los granos y así genera alimento y más trabajo.
Por eso decía que el proyecto chino podía ayudar a la sustentabilidad: generaría demanda interna de maíz y mejoraría los precios del grano, que así estaría en mejores condiciones de competir con la soja. De allí que el plan chino no tenga punto de comparación con la soja RR.
El maíz está, ya lo producimos, nos sobra: exportamos más de 35 millones de toneladas para que otros países engorden sus animales y produzcan las carne que no le vendemos nosotros. Como sobra, no habría que producir más, habría que exportar menos y convertirlo acá en carne.
Saber esto es fundamental para desterrar de cuajo otra mentira de esta campaña en contra del proyecto chino: es falso que haya que desmontar miles de hectáreas para producir más maíz. No es cierto. Es falso. El maíz ya está.
Incluso, aunque no está definido, siempre se especuló con que la instalación de estas mega granjas para producir cerdos para China debería hacerse cerca de las zonas de producción de maíz: Córdoba, La Rioja, Catamarca. No hay mucho monte nativo por allí para cuidar.
Lo que sí habrá que observar con atención en este tipo de proyectos es la fuente de agua. En eso sí hay que ser muy estrictos. Y en el manejo de efluentes. Habría que exigir a estas granjas que tengan generadores de biogás o algo por el estilo, para que sean sustentables.
En definitiva, me han pedido que opine sobre este petitorio y opinaré: no estoy de acuerdo para nada con el rechazo social al plan chino, porque si se hacen bien las cosas representa una posibilidad de generar valor agregado y riqueza para varias provincias. Y sobre todo trabajo.
De algunos que impulsan este petitorio desde sus poltronas de Palermo no me extraña. Pero confieso que me apena ver a intelectuales -como Beatriz Sarlo- suscribirlo. No puede un intelectual rechazar este debate en toda su dimensión, pues tiene que ver con el desarrollo del país.
Lo que sí celebro es el debate social sobre una iniciativa de esta envergadura. Y que podamos ejercitar control social sobre estas negociaciones. Solo será positiva sin fundamentalismos y con un Estado inteligente, que sepa canalizar de buen modo estos estímulos externos.»
Esta es la opinión de Matías Longoni que en líneas generales compartimos. Sólo queremos agregar una observación, después de ver esos videos que muestran lo que representa en la práctica la crianza industrial de animales para el consumo.
Comprendemos que algunas sensibilidades pueden ser afectadas, y simpatizamos con los esfuerzos que se hagan para que los animales de granja sean criados en condiciones más humanas. Pero queremos preguntar a esas personas sensibles ¿cómo creen que se están criando, ahora y aquí, los cerdos y los pollos que proporcionan el jamón y los huevos que hayan comido en estos años?
Ahora, si son veganos rigurosos, no hay nada que observarles.